Mientras pasa la lluvia...
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Hannia Hoffmann
Mientras pasa la lluvia...
Capítulo 4.
Una reina en su palacio...

- Buenas Tardes.
- Buenas Tardes.
Terminado el Rosario del Niño, empieza la convivencia, la fiesta. Afuera, la lluvia continúa con su monotonía.

La gente se atreve a conversar, tímidamente, casi como intentando no romper la armonía de los casi susurros de aquel rezo.

Lydia levanta la voz, un poco y pregunta: ¿Quien quiere café ? ¿ Café?

- Yo no tomo café -dijo uno de los músicos.

- Las demás no toman café, sólo Abuelita, Tía, Flora, Sandra, Yami y... otro músico dice que sólo quiere un jugo o agua dulce con leche.

- Ve, a mí el Agua Dulce no me gusta- dice otro de los músicos.

-Ah, la Rezadora toma café?

-Sí, cafecito, por favor.

- ¿ Por qué me parece que antes los Rosarios duraban más ? ¿ Es que le quitaron algo ?

- Sí, las letanías ahora son más cortas.

- ¿ Quién quiere Rompope ?

-Rompopito, claro que sí. Yo me tomo un rompopito. Con esta lluvia, me cae de perlas.

- Ay, qué lindo el portal de doña Lydia.- Dice Flor Soto – Siempre con ese pueblito que le pone en el centro. Me encantan las figuras y la Iglesita.

-Sí, lo hace con una paciencia… y con mucho amor. El Pasito de abuelita: las figuras son grandes, ella le pone caminitos.

- ¿ Cuàntos rompopes son ?

Poco a poco, los invitados se van despidiendo de doña Lydia. Hasta que, como al principio de esta historia, permanecen en la casa sólo ella y su nieta.

Así fue siempre, en todas las actividades de aquella casita de La Peregrina, doña Lydia y su nieta celebraban juntas las fechas de siempre: el día de la madre, la Navidad, el Año Nuevo, los cumpleaños, los Rezos del Niño… Y doña Lydia, ella decía sentirse en aquella pequeña y bien arreglada casa, como una Reina en su Palacio, recibiendo y agasajando a sus seres queridos.

Al igual como lo hizo con todas esas hermosas prendas que adornaran su casa, Lydia tejió su vida con diversos y hermosos colores. Hizo de su hogar un pequeño Reino que dirigió con muchísimo amor. Maximizó los recursos y dio a sus hijos y nieta mucha felicidad.

Todo esto lo conozco con certeza, porque soy su nieta...

Doña Lydia Lacroix nació el 13 de noviembre de 1909, en Cartago. Falleció el 08 de octubre de 1995, en San José.

El siguiente es un homenaje, escrito el día en que doña Lydia dejó este mundo.

Te Recuerdo

Recuerdo tus palabras en mi infancia:
aquel mundo fantástico
de relatos y anécdotas.

Te recuerdo en tu casa, en la cocina.
Te recuerdo en el patio,
cuidando los conejos, las gallinas,
las plantas o los árboles.

Mirando las novelas por las noches,
tejiendo por las tardes.
Conversando en la sala,
hilando tus recuerdos...
aquellos de la historia de tu vida,
tantas veces oída, que la sé de memoria.

Preservo en mi silencio tus recuerdos,
son parte de mi historia.

Revivo los olores de tu casa:
el arroz con achiote, las comidas,
los manteles, las sábanas...
Y también las memorias de tu infancia,
las que tú me contaste.

Tus sueños imposibles, los recuerdo,
recuerdo tus dolores,
tus historias de amor y tus canciones.

Todo me lo contaste
en los dichosos días que compartimos.
Doy gracias a la vida por esos tiempos.

Yo recuerdo tu voz, cuando cantabas,
tu disfrute del vals, de la poesía;
y las lindas pinturas que adornaron tu casa.
Tu admiración sincera
por la vasta cultura de la vieja Francia;
tu amor por el arte y por las cosas buenas.

Yo te recuerdo viva
y ese recuerdo es un gran tesoro.

! Ay ! Adiós para siempre,
mi querida abuelita.


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