Mientras pasa la lluvia...
La Historia de Lydia. Presentación \ Capítulo 1 \ Capítulo 2 \ Capítulo 3 \ Capítulo 4

Hannia Hoffmann
Mientras pasa la lluvia...
Capítulo 3.
Todo con amor...

Cada ser humano tiene necesidades que satisfacer. De diversa índole. Cada necesidad requiere de recursos para ser satisfecha. Y, para obtener esos recursos, es necesario trabajar, generar ingresos económicos. Pero, prácticamente, ninguna sociedad ofrece a las personas iguales oportunidades para conseguir trabajo digno y bien remunerado.

En la primera mitad del Siglo XX, en Costa Rica no se hablaba, siquiera, de la posibilidad de que existieran garantías sociales ni laborales para los trabajadores. Y las mujeres eran subcontratadas, ganando sueldos de hambre y ni siquiera tenían derecho a servicios de salud: el Seguro Social no existía.

Ya en su edad madura, Lydia tenía en alta estima la memoria de personas como el Doctor Ricardo Moreno Cañas y el Doctor Rafael Angel Calderón Guardia, así como la del político Manuel Mora Valverde. Ella decía que fueron quienes pensaron en los pobres y que, aún con todos sus defectos por corregir, el Seguro Social era una gran cosa, pues garantizaba atención médica a personas que no pudiesen costearla.



DiostesalveMaríallenaeresdeGraciaybenditaeres…
Entretanto, los recuerdos de la vida de Lydia, se agolpan en la mente de su nieta.



Ahora su hija Marinette era el norte de la vida de Lydia. Su espontánea sonrisa. Sus grandes ojos negros y su pelo de rizos, eran motivos diarios para seguir adelante.

Poco a poco fueron transcurriendo los días. El trabajo era duro y pagaban poco. Pero apenas lo suficiente para seguir viviendo y ahorrar unos cinquitos. Lydia era muy ordenada y una excelente compradora. No desperdiciaba el poco dinero que administraba.

Siendo tan joven y bella, siempre lucía muy bien arreglada, porque, eso sí, en el Orfanato y también en su casa, de niña, había recibido una excelente orientación. Pues, tocaba el piano y tenía amplio conocimiento de inglés y francés, historia, geografía...

Su relación con Miguel, definitivamente, no podría prosperar. El le daba algún apoyo económico para la manutención de su hija, pero no mucho. A veces se veían. Pero sólo para hablar sobre la niña.

Lydia prosiguió con su vida y, de vez en cuando, sacaba un tiempo para asistir con sus amigas a alguna que otra actividad social.

En una de esas actividades, conoce a otro joven, de una familia de San José, Alejandro Urbina Sotomayor, hijo de Alejandro Urbina Henderson, un conocido y próspero empresario.

El joven Alejandro se enamoró de ella. Tuvieron una larga relación, de la que nacieron tres varones…

DiostesalveMaríallenaeresdeGracia...
El hogar es, en sentido literal, el fuego que arde, calienta el sitio y permite cocer el alimento. Todas las culturas lo han considerado sagrado. Para los antiguos griegos, Vesta era la diosa del fuego del hogar…

Un hogar estable, paz en la familia, trabajo seguro, es lo que quieren las personas, en términos generales… Recordando a Jorge Debravo, el poeta costarricense: "No pido eternidades llenas de estrellas blancas, pido ternura, cena, silencio, pan y casa" y eso era, también, lo que Lydia le pedía a la vida, para ella y para su amada hija.

De cómo nació esa relación con Alejandro, Lydia no contaba grandes detalles. Lo cierto es que, se enamoraron y se fueron a vivir a San José, junto con Marinette, la hija de Lydia.

La vida transcurre lentamente… Lydia hace trabajos de diversa indole, desde su casa: tejidos, comidas por encargo…
De esa relación, nacieron aquellos tres niños...

TorredemarfilArcadelaAlianzaruegapor nosotros
Entretanto su nieta, es atraída por la fotografía de uno de sus Tíos, al que no conoció, pues había fallecido hacía mucho tiempo.

Oscar era un muy buen muchacho. Lydia lo describía como cariñoso, obediente, sensato. El murió cuando tenía 22 años, un 12 de octubre día de la Raza en ese entonces, al parecer padecía del corazón y días antes había tenido una experiencia que le fue muy dura y le causó un infarto. O, al menos, eso fue lo que la nieta dedujo de las historias que le contara la abuela. Y siguiendo en sus recuerdos: - mi abuelita me contaba que él tenía una novia la cual estaba embarazada, pero ella nunca conoció a su nieto… tal vez tengo unos primos por ahí, que no conoceré nunca.

Ahora observa en detalle una foto de Alfredo con Arnoldo, que la hace recordar.

Mi tío Alfredo, con su carácter fuerte. Cuando estaba pequeña me chineaba mucho y me decía palabras cariñosas que a mí me hacían mucha gracia... Me acuerdo de su viaje a Francia hace más de treinta años, me contó que trabajó en un viñedo y majaban las uvas descalzos, eso no me pareció agradable pero ya por eso no deja de gustarme el vino. Es un hombre muy ilustrado, ha leído mucho y posee gran cantidad de conocimiento sobre la cultura clásica. En su juventud, fue asistente de don Paco Amighetti. Ha trabajado en el Ministerio de Hacienda, toda su vida.

¡Ah! Y tiene una colección de libros clásicos que es todo un tesoro. En esos libros yo me paso largas horas, conociendo de historia, de literatura, de arte…

Y Arnoldo, quien fuera futbolista connotado. Jugaba con el Moravia Fútbol Club, de la ciudad de Moravia. Abuelita me contó que, una vez, le metieron cinco goles al Deportivo Saprissa, y al Chino – como le decían – lo sacaron en hombros de la cancha, pues jugó un papel importantísimo en ese gane.

Ahora la nieta, saliendo del cuarto ayuda llevando hasta la mesa los vasitos y algunos bocadillos, pues al momento el rezo está por terminar.

La nieta, entonces, piensa… De tía Marlene hay tanto que decir… La recuerdo cuando yo era niña muy bonita y me llevaba con ella a los paseos, con sus compañeras de trabajo. Es una hija muy buena, siempre pendiente de las necesidades de Abuelita, la quiere y cuida mucho. Y, para mí, siempre fue una la Tía especial que estuvo siempre dispuesta a ayudarme, en lo que eventualmente podría necesitar. Disfruto mucho ir a Tibás con ella porque recordamos viejos tiempos, visitamos a nuestras amistades de toda la vida, en el pueblo. Y es una persona a quien estimo mucho.
Mi madre, Marinette Brenes Lacroix, cocinaba muy rico y le gustaba jugar al 04 y al 40 de la lotería.
Ella, mi madre, bailaba conmigo al caer la noche, poníamos la consola y ¡ a bailar. Tenía una mirada, a veces, un tanto lánguida, mientras que otras veces era risueña y contaba chistes que me hacían reír; manteniendo el buen humor aún en las situaciones adversas.



’’ En la otra habitación, la cama está cubierta con una colcha anaranjada con aplicaciones , tejida.
La visión de este detalle me recuerda que, en la década de los 6o y a principios de los 70, durante mi infancia, nuestra madre acostumbraba llevarnos de visita, cada domingo, a la casa de la abuela Lidya. Supongo que muchas personas experimentan las sensaciones de felicidad que producen los recuerdos de los abuelos. No estoy segura de que todas las personas lo puedan disfrutar. Pero para mí, los recuerdos de esas visitas de domingo, con nuestra madre, a la casa de la abuela Lidya, tienen un inmenso valor. Pues ahora, esa colcha está en mi habitación, porque ella me la obsequió.

Relaciono la casa y la vida de doña Lidya con tranquilidad, orden, tenacidad, trabajo organizado y mucho amor. Amor que recibía cada domingo en forma de una expresión espontanea de felicidad de parte de mi abuela , cuando abría la puerta de su casa y se enteraba de que era yo quien la visitaba. Amor que recibía, también, en forma de conversación amena y divertida, que disfrutaba con sus deliciosos platillos, ensaladas y postres, que compartíamos en familia.

De las manos de mi abuela surgieron delicias culinarias, adornos, prendas tejidas, prendas de costura. Y de su boca, muchas palabras sabias que me sirvieron para orientar mi vida y para orientar las tantas elecciones que en el camino se suelen hacer.

De sus manos surgieron, también, año tras año. las decoraciones navideñas que adornaron su casa cada diciembre. Y el Portal de Navidad. Ese Portal era grande y estaba lleno de piezas que estimularon mis fantasías de niña.

Era toda una historia de Navidad en sí mismo. Cada diciembre, lo disfrutaba e imaginaba un pequeño mundo como de aventuras secretas, que tal vez ocurrían en aquel lago de espejo, en la aldeíta ó en el camino que debían transitar los Reyes Magos para, al fin, conocer al niño recién nacido, que tanta esperanza había despertado en la Humanidad.

La Estrella del Niño que coronaba aquel portal, era como la representación de un Cometa transparente. Lo había hecho Oscar, hijo de Lydia, con sus manos y se lo había regalado a ella antes de morir.

Toda la casa estuvo siempre llena de objetos con una historia para contar, con una historia que tenía algún mensaje para enseñarme a vivir cada día mejor o para enseñarme a valorar las cosas, siempre orientándome a encontrar el momento propicio para develar sus secretos.

Lydia tenía el cabello crespo y muy largo, ella se lo prensaba con una peineta. Era una mujer de tez blanca, alta, gruesa, con gran fluidez al hablar.

Con su fuerte carácter, siempre supo lo que quería. Logró sacar a todos sus hijos adelante solamente con su trabajo y esfuerzo.

Su casa huele a ella, a mi Abuelita, tiene un olor muy particular así como su ropa, huelen siempre a limpio pero un olor diferente que nunca he sentido en ningún otro lugar…

Al crecer su familia, Lydia empezó a tener un respiro y van pasando los años. Pierde tres hijos : Esteban, Oscar y Marinette. La muerte de mi mamá pueda ser que haya sido la más dolorosa para ella.

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Hannia Hoffmann - Mientras pasa la lluvia... - La Historia de Lydia. - Capítulo 4