Primera parte: Pintor de sueños
Segunda parte: La puerta de las estaciones: Primavera \ Verano \ Invierno \ Otoño \ Amanecer

Hannia Hoffmann
Ensueño
Segunda parte
La Puerta de las Estaciones

En el verano

Selva, playa y mar...
se oyen los grillos, sapos y ranas
en la cálida noche de verano.
Aún estamos en el trópico.
Por un momento, el mar se nos figura
envuelto en una negra capa.
Sólo la blanca espuma recuerda su presencia.
Apareció la luna. Es plenilunio
y la enorme esfera plateada
vence con su reflejo de luz a la oscuridad.
La luna y su corte de estrellitas
iluminan la playa. Nos llegan,
desde lo alto de las palmeras,
los ruidos de los congos,
mientras grillos y sapos
continúan su eterno canto
en el perenne acústico vaivén de las olas.

El verano en el Caribe es majestuoso. La exhuberante naturaleza y el clima cálido contagian el carácter, hasta hacernos sentir parte del paisaje.

Estío y sus amigos salieron de entre el grupo de palmeras, hacia la playa. Caminando bajo el rayo de la luna, llegaron para unirse a nosotros. Traían leña, bebidas y algunos bocadillos para compartir. También traían guitarras y mandolinas. Prendieron la fogata.

Alrededor del fuego, nos sentamos para compartir la fiesta. Una joven preparaba jugo de naranja exprimiendo, con sus manos, la fruta, de la cual brotaba generosamente el fresco jugo que usaríamos para combinar con nuestras bebidas.

Estío es una linda trigueña de piel morena, que viste con ropas ligeras de verano y sandalias de cuero. Ella cuida al verano.
Sentándose en posición de loto sobre la arena, dijo:
- Es para ustedes esta fiesta . Frutas, jugos, bocadillos; paisaje: mar, luna, estrellas. Las noches de verano son deliciosas. Aquí, a la orilla del mar, admirar la Naturaleza y regalar a nuestro paladar y a nuestra vista, aún a nuestro olfato, con aromas, sabores y colores; imágenes, sonidos, sensaciones. Amo el verano y disfruto compartir con ustedes las delicias de esta estación.
¡ Las frutas, la brisa, el mar, las estrellas!
Los antiguos creían firmemente en el origen sagrado de las estrellas. En sus creencias ,los astros escuchan las oraciones que hacemos en los momentos difíciles de la vida. ¡Claro! Viéndolos cerca de un cielo, pensaron que talvez podrían escuchar las peticiones que tantas personas formulan cada día.
El verano en el trópico es estación que propicia al amor. ¡ Qué bellas lucen las estrellas en el firmamento! Me gustan las figuras de las constelaciones. Observarlas una y otra vez es fascinante. Y ver, de vez en cuando, una estrella fugaz.

Ciré, mirando las constelaciones, comentó: - ¡ Qué linda es esta noche! Miremos las constelaciones. El cielo diáfano del verano vuelve las estrellas más visibles. Aquella es la Estrella Polar, pertenece a la Osa Menor y los marineros, durante siglos, la han usado para orientarse en sus viajes.

Andreas aseveró: - Todas las constelaciones se mantienen en una posición invariable unas respecto a otras. Observen: la Estrella Polar parece estar fija, y a lo largo de la noche, veremos a las demás estrellas girar en torno a ella...¡Ey, miren! Allá está la Osa Mayor: Los antiguos tejieron una leyenda acerca del origen de todas y cada constelación.

Ferdinando dijo: -¡El perenne anhelo humano de explorar el cielo y sus enigmas! Los antiguos relacionaron las constelaciones con animales, hombres y dioses; dando interpretaciones fantasiosas a aquello que no conocían.

Andreas explicó: - La Osa Mayor, cuentan las mitologías grecorromanas, nació como consecuencia de la cólera de Juno, esposa de Júpiter. Ella, celosa de Calisto, la convirtió en una Osa y Júpiter, para salvarla de los cazadores, la transformó en una constelación. Como Calisto y Júpiter tenían un hijo llamado Arcas; cuando éste murió, Júpiter lo convirtió en un oso, como a su madre y lo puso a su lado: esa es la Osa Menor.

Ferdinando continuó: - Otra leyenda cuenta que las Pléyades, que conocemos como las siete cabritas, las ves allá... eran siete hermanas hijas de Atlas, que fueron convertidas en palomas para escapar de la persecusión del gigante Orión; volaron lejos de él, hasta convertirse en las estrellas que conocemos; y hoy vemos que son más de siete.

Andreas comentó: - ¡ Claro, las leyendas de los antiguos son alegorías, agradables explicaciones ilustrativas de lo que no entendían! En nuestro tiempo, poseemos hasta fotografías de astros lejanos, con información que nuestros ancestros ni siquiera llegaron a intuir. Y Andreas tomó la guitarra, para interpretar la canción del viajero:

Sucede que una vez, hace muchos milenios, cuando apenas éramos como niños pequeños, soñamos conquistar el Universo, viajar a las estrellas.

Cantaron los poetas, pintaron los pintores;
y los enamorados pasearon sus amores
bajo la tenue, encantadora,
enigmática luz de las estrellas.
Y la redonda luna, tan blanca, iluminada ,
nos inspiró romances o cuentos de misterio;
en el cielo estrellado de dibujos de luces
tejimos mil leyendas
de imaginados dioses.

Señales en el cielo, señales luminosas;
estrellitas viajeras, lejanas, misteriosas...
Bellas constelaciones, enrumbando
ignorantes, serenas, poderosas,
las rutas marineras.

Soñando con el cielo, mirando, trabajando,
esos niños crecieron hasta alcanzar el sueño;
y yo he visto los astros
y he escuchado sus cantos
testimonios auténticos
de los nuevos viajeros
: llegaron a nosotros en ondas luminosas,
ensanchando horizontes,
mostrando recorridos,
mostrando realidades
que un día fueron quimeras;
hermosas, contundentes,
sublimes realidades:
confirmando verdades
lo que un día fueron sueños.

Estío tomó entonces la guitarra:
-Las frutas -dijo - en el trópico, tienen una amplia gama de variedad, para todos los gustos. Esta fruta verde y redonda, semejante en su aspecto a la guayaba, es un cas.
- ¿Cómo un cas? -preguntó Ferdinando.
- Sí, así se llama, cas.-continuó Estío- posee el más característico sabor ácido... un ácido que incita a ser libado, cuando uno le da la segunda mordidita. Es aún más ácido que el limón ácido. El árbol que lo produce es de la familia llamada de las altísimas, igual que el de la guayaba; más bien parece una planta muy grande. También es muy agradable su aroma...

Frutas colores, frutas aromas
frutas sabores. Trópico frutas.
Postres, cocteles o mermeladas.
Acido jugo de los limones, dulces naranjas.
Combinaciones en ensaladas, ricos helados.
Cases, guayabas.
Acidas piñas, o piñas dulces,
las más gustadas.
Dulcearomática, rica guanábana.
Sabroso jugo mango, néctar mango maduro
Manguitos-verdes-chile-picante
con limoncito para ceviche
Aguacatito que con tomate
da rojiverde en el guacamole.
Leche de coco,
coco rayado para los postres...
Frutos de lluvia. Arboles frutos.
Trópico tierra, ricos sabores...
Frescos melones, roja sandía.
Dulces bananas, dátiles secos
y las posibles combinaciones.
Sabrosos jugos de fruta fresca.
Ricos sabores de fruta seca.
Frutas aromas, frutas colores,
agua de pipa, frutas deleite.
Trópico fruta, trópico ritmo,
frutos de sol.

La voz de Estío fue interrumpida por el sonido de instrumentos de percusión. Ritmo tropical. Un grupo de hombres y mujeres en movimiento. Ritmo latino. Cuatro jóvenes instalaron cuatro antorchas, una en cada esquina de aquel espacio abierto dentro del cual se ubicó un grupo musical y baile tropical.
La espléndida luna llena iluminó aquel escenario temporal.

El juego: un estado que nos hace plenos.
Pues nos ocupamos en alma y en cuerpo
de las situaciones, en tanto jugamos.
Es juego la danza... La música es juego...
Y entre las antorchas, el mar y la luna,
todos nos unimos a aquel bello juego.
Los cuerpos perfectos de los bailarines.
Vida movimiento, trópico en el ritmo.
La voz del cantante, sus manos, sus gestos,
se vuelven un todo con los instrumentos
que lanzan las notas
que arrancan los músicos
con todas sus ganas,
sus mentes, sus cuerpos...
Sus cuerpos que bailan,
sus manos, sus gestos.
Comunión perfecta de espacio, de cielo,
de notas, de canto, de danza. Silencio.

-La danza -dijo Andreas- ha sido tema para los artistas, desde tiempos inmemoriales. Pintores, poetas, escultores, la han llevado a sus obras.

- En los espectáculos griegos, de los antiguos griegos -acotó Esmeralda- la danza estaba unida al drama, al canto , a la poesía: los bailarines se movían al ritmo del verso.

-Los antiguos- aseveró Ciré- creían en el poder mágico de la danza. ¡ Claro, tiene, la danza, la potestad de transportarnos a la ilusión, a la fábula...!

-¡ Amo la sensualidad, la gracia de formas y movimiento de los cuerpos de estos bailarines! -dije entusiasmado.

-Y su ritmo afrolatinoamericano -comentó Estío- es el paisaje mismo.

- ¡ Exquisitas líneas y sugerentes formas! -agregué- Proyectan comunión de espíritu y paisaje, por la fuerza del ritmo que se hereda en los genes.

-Tratando de ser un poco más explícito, agregué: Porque incluso el corazón posee su propio ritmo, desde antes del nacimiento; como consecuencia de la corriente nerviosa bioprogramada más allá del principio de nuestro tiempo; desde mucho antes de los primeros homínidos.

Como quien dice -acotó Esmeralda, mostrando, inconsciente, su sensualidad- mucho antes de que se formaran los primeros peces, que luego llegaron a jugar como los delfines que en el agua comparten su amor y ternura, desde la más precoz de las caricias hasta amamantar sus críos, mientras se deslizan en la mar inmensa.

-Imágenes de ensueño, prestas a inspirar la tarea de los pintores, o la sedienta pluma de los poetas- concluyó Andreas.

El escenario recuperó su aspecto de apacible paisaje veraniego, en tanto Estío retomó la palabra:- Volviendo al tema de las estrellas, les diré que contemplando la bóveda celeste, en noches de verano, fue como Ferdinando -quien curiosamente se llamaba igual que tú, Ferdinando- y Selene, se enamoraron. La Osa Mayor guarda el secreto de esos dos jóvenes.

Voy a narrarles, la historia de Selene y Ferdinando: una historia de amor en verano, porque es el verano estación que propicia al amor.

Selene de paseo por la playa. Verano en el trópico. Ella vino con su familia a disfrutar las vacaciones. La playa es siempre un sitio para descansar. Llegaron de mañanita. En el camino, desde el último promontorio que fue necesario atravesar para alcanzar la costa, pudieron ¡ al fin! ver el mar. Se veía de colores. Azul profundo con un azul más claro, cambiando su intensidad de adentro hacia afuera. La espuma de las olas reventadas en la playa, generando tenue bruma. Brillo en el mar, reflejo de los rayos de sol y, en el cielo, el espléndido resplandor de las nubes también iluminadas.

Su padre condujo el carro entusiasmado, para llegar más prontro. Se instalaron en el cómodo hotel que ya habían reservado: modesto, sin luz eléctrica, con piscina, ubicado frente al mar, rodeado de palmeras y árboles frutales.

Selene se instaló en la habitación que le correspondía. Tras un descanso, se puso su vestido de baño y sus sandalias playeras para ir al mar. El agua estaba tibia... Primero metió su pie derecho, tímidamente; y la temperatura la invitó a caminar mar adentro, hasta detenerse en el sitio exacto donde revientan las olas. Le encantaba sentirlas reventar . Se unieron a ellas varios amigos, para disfrutar del baño de mar.
¡ Deliciosa sensación...! Permanecieron ahí durante más o menos una hora. Luego, salieron para caminar hasta la desembocadura del río. En el trayecto, encontraron sobre la playa lindos caracoles. En una porción de playa había un charquito de agua de mar empozada. La marea estaba baja... El charquito era lo suficientemente grande como para sentarse a tomar el sol y permanecer fresco. Así lo hicieron durante un rato. Luego retomaron el camino. El mar se había alejado muchísimo, dejando a disposición de los turistas una enorme playa que éstos aprovechaban para sus juegos: castillos de arena, volibol, trotar, fútbol o simplemente para caminar o asolearse sobre una inmensa toalla de vivos colores. Los anteojos oscuros, los sombreros y los trajes de baño de diseños diversos, inundaban el camino hacia la desembocadura del río: el sitio donde confluían el agua dulce y el agua salada.

Al fin llegaron. Sobre la playa se elevaba un montón de arena seca que debieron atravesar para alcanzar el río.

- ¡ No es recomendable bañarse en ese río, pues dicen que hay lagartos ! - dijo un señor que parecía oriundo del lugar- Pero casi todo el mundo se baña -continuó - Si se van a bañar ahí, yo los vigilo; pero ya les advertí. Aquí hay pipas frías, por si traen sed. Por favor eviten la confluencia de las aguas: es muy peligroso meterse ahí.

¡ Qué sitio tan espléndido! El río, apacible, enmarcado en un hermoso mangle que lo dividía en tres pequeños canales. El cielo azul intenso y prácticamente sin nubes. La quietud del ambiente. El murmullo del mar y los sonidos amables de las aves. El perfecto descanso de verano. Selene y su familia se metieron al río y no apareció ningún lagarto.

De regreso al hotel. Hora del almuerzo. Disfrutaron refresco de maracuyá, deliciosa fruta tropical; ensalada de tomate, lechuga y pepino, aderezada con limón ácido; puré de papas y filet de corvina; todo acompañado con tortillas de maíz.
Por la noche, contaron chistes alrededor de una fogata, frente al mar. Asaron malvaviscos y cantaron, al son de una guitarra, viejas canciones aprendidas unas desde la infancia, otras, esos viejos "clásicos populares", cuya letra casi todos conocen y que a menudo se cantan en las actividades de grupo.

La leña para hacer la fogata la recogieron junto a sus amigos. Fue divertido. Miraron hacia el cielo, en busca de estrellas fugaces; y vieron desfilar ante sus ojos la bóveda celeste. Se entretuvieron tratando de identificar constelaciones. Tomaron chocolate caliente, con galletas y pasteles. Y esperaron hasta contemplar el amanecer.

Así transcurrieron tres días de aquellas vacaciones. En la mañana del día cuarto, Selene conoció a Ferdinando. Era un joven sumamente apuesto. Venía con su familia. Con el paso de los días, Selene y Ferdinando se volvieron inseparables. Vieron juntos la puesta de Sol. Compararon colores, imágenes, sonidos. Recogieron juntos la leña para la fogata. Miraron hacia el cielo, por la noche, compitiendo para saber cuál de los dos conseguía ver más estrellas fugaces. Contemplaron trasladarse las estrellas y medio identificaron las constelaciones.
Caminaron por la playa. La caprichosa luna y sus reflejos seguían sus pasos en forma sospechosa. Si Selene caminaba hacia adelante, la luna la seguía.Y la luna seguía a Ferdinando cuando él caminaba hacia el lado opuesto. Donde ellos se detenían, también lo hacía la luna. Se besaron, miraron hacia el cielo y apareció sobre ellos la Osa Mayor.

El juego: un estado que nos hace plenos.
Pues nos entregamos en alma y en cuerpo,
a las situaciones, en tanto jugamos.
Te siento en cuerpo y alma.
Estás pálido, y yo sé
que participamos de una esencia divina.
Sonríes y tu cuerpo se acopla al mío
con una suavidad perfecta,
con toda la ternura
que también comunica tu sonrisa.
Nuestros rostros se rozan.
Mutuamente nos transmitimos energía
que nos hace partícipes de esencia universal.
En mí afloran las contradicciones,
para ser armonías: soy mujer y soy niña,
carnal y espiritual, animal y diosa...
¡ Selene, te amo! ¡Te amo, Ferdinando!
Las vibraciones son más deliciosas.
Cada momento,
más placentero que el anterior.
Ya no puedo hilar mis pensamientos:
sólo sentir, sentir y ser.
Sentir en un instante
todas tus energías y las mías
y todas las energías del Universo;
soy eterna , mortal,
me elevo, salgo de mí misma...
me voy... me entrego...
mi espíritu se desborda, me supera,
sale de mí para ir a las esencias, regresa a mí.
Estuve fuera, regresé.
Nunca estuve más dentro de mí misma
y de ti.
Estuve, salí, regresé...

La enorme bola plateada de la luna, iluminaba al grupo que escuchaba, atento, la narración de Estío, en tanto Ferdinando soñaba con la luna y Esmeralda lo miraba a hurtadillas.

-Sí- continuó Estío- definitivamente, el amor también es un juego: un hermoso juego.
Y... como suele suceder en estos casos, llegó el momento de la despedida.

Ese día estuvieron tan unidos como en los anteriores, sabiendo que era muy probable no se verían más. A pesar de haber intercambiado sus números telefónicos y sus direcciones, Selene y Ferdinando bien sabían que la magia de su aventura de verano no se repetiría...
Por la noche, hicieron su caminata bajo las estrellas, hasta la hora exacta en que la Osa Mayor estuvo sobre ellos. Y tanto se identificaron con la constelación, que, recordando las creencias de los antiguos, decidieron pedir a las estrellas un ferviente deseo para reencontrarse...

Mientras Estío pronunciaba estas últimas palabras de su narración, una enorme bola de fuego llenaba el horizonte de colores, y desde el mar se levantaba suave bruma. Se escucharon los trinos primeros de las aves marinas y, no supimos cómo ni por qué, gruesas gotas de una inesperada lluvia, nos obligaron a levantarnos de la playa y a salir del verano.



________________________________________________________
Hannia Hoffmann - Ensueño - Pintor de Sueños - Ensueño