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-Eme -continuó él lentamente-, ahora solo existe servir a nuestros valores propios, los valores de Titlania, nuestra civilización espacial. Aquí no hay odios rencores ni egoísmos -prosiguió- y todo lo tenemos en favor con el fin único de concentrarnos en nuestras fuerzas más allá o más acá según nos complazca sabiendo bien que cuando hagamos y hacemos es lo que complace a todas las titlanias para bien común.
EmeJota: - así es como nos ganamos nuestro presente y futuro; así sucede y sucederá, es nuestra naturaleza propia y de nadie más. Ahora que la conozco sé que lo hago y haré todo con placer para ganarnos entre nos una y otra vez para siempre, ¿verdad?
¡Oh, Eme , Eme ! -le dijo él- y se abrazaron, se apretaron y, unidas ambas caras buscaron y encontraron sendos labios y, al besarse en la boca, confirmaron que toda su existencia les pertenecía y que las sendas recorridas en otros lares y mundos habían sido simples pasos que habían dado hasta entonces, venciendo temores y dudas que les
conferían el derecho a experimentar la emoción que les embargaba en aquellos momentos en lo que no necesitaban pensar en ser felices porque ya lo eran.
Eme, recobrando aliento y sin decir palabra, le instó con su mirada al traslado en nueve nanosegundos hacia un edén inhabitado en una recóndita galaxia ahora solamente de ambos.
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