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Eric Fco. Díaz Serrano
 
Tipilambi
 
Capítulo I. Scámpolo.
 Trata de la ultima noche en la Feria de Tipilambi.
 Son dos los protagonistas: el Mago y Scámpolo,
 juntos al filo de la media noche, la víspera del día
 en que el joven Scámpolo cumplirá su mayoria de edad.
 
 
 En su primer ambiente,
 Scámpolo se desarrolló
 en un tipo de sociedad en la cual,
 el aspecto competitivo era
 el de superar a los demás
 buscando prestigio, poder
 o apoyo humano.
 
 Quienes lograban prestigio
 se vanagloriaban de ello,
 los que alcanzaban poder,
 transmutaban total indiferencia
 a quienes no lo poseían;
 y quienes buscaban apoyo humano
 en suscongéneres
 llegaban a serviles
 por lo que consideraban
 una causa justa,
 aunque verdaderamente lo que
 les interesaba como causa
 era su propio bienestar,
 pretendiendo hacer creer
 que en su magnificencia residía
 el bien común.
 El constatarse de esta realidad
 le generó angustia e inseguridad,
 lo que provocó un desajuste en su persona,
 llevándole a la hipersensibilidad
 e incapacidad para hacerse valer
 por sí mismo; necesitando entonces
 abundante apoyo humano;
 lo que lo incitó - a la vez-
 inconscientemente hacia una
 marcada dosis de irresponsabilidad
 y parasitismo, aunque convencido
 siempre de que sus sentimientos
 de cooperación y humanismo
 habrían de llevarlo - a la postre-
 a surgir irremediablemente.
 
 Su falla psicosocial más notoria
 era una marcada dependencia
 en el afecto, opinión y ayuda ajena.
 Eran tan generalizadas esas necesidades
 en ese su primer ambiente,
 que le parecieron inherentes
 al género humano, mas no era así,
 lo constató -aunque duró años
 en reconocerlo- cuando a uno de sus
 compañeros de estudio (que procedía
 de otro ambiente) le era afrentoso
 solicitar o dar ayuda a algún
 compañero durante un examen,
 mientras que los otros
 (los que procedían de su mismo medio),
 se sentían profundamente lastimados
 y resentidos si no eran ayudados
 en el fraude de "copiar" - a hurtadillas
 mientras el profesor daba la espalda-
 o pedir que les "soplaran"
 mediante susurro, la contestación
 a una pregunta.
 La desviación sicológica pues,
 era una marcada necesidad
 de apoyarse y depender
 de los demás.
 
 En su mayoría,
 estas personas de ese primer
 ambiente de Scámpolo
 eran también de marcada tendencia
 a la publicidad social.
 Buscaban fervientemente
 el elogio y la admiración;
 necesitaban impresionar con una
 u otra cualidad
 o condición existente o no.
 Era como un deseo
 "para no quedarse atrás",
 producto de una debilidad
 sicológica cuyo único interés
 era llamar la atención.
 Desde luego que esta forma de ser
 hacía de todos ellos
 personas de trato agradable
 y simpático, mas,
 simultáneamente acarreaba muchos
 sufrimientos emocionales,
 por la envidia que hacia
 los competidores genera
 un desenfreno de esta naturaleza.
 
 Adquirían compromisos económicos
 muchísimo más allá de la capacidad
 de cada quien,
 dedicándose casi exclusivamente
 a adquirir cosas y ejecutar actos
 que les dieran renombre social y,
 así, descuidaban el fortalecimiento
 de la personalidad.
 
 En las rimbombantes fiestas
 de celebraciones de cumpleaños
 -amén de otras porque para
 un "vacilón" cualquier momento
 es bueno, según decían-
 gastaban en lujos con desplantes
 de dinero, desperdicio de energías
 con plena participación
 del anhelo de publicidad social.
 
 Las muchachas que no tenían novio
 tendían a la desesperación y tristeza
 exageradas, propios de esa misma clase
 de endebles de la personalidad.
 Era todo un enfrentamiento
 la pena y el temor de no casarse
 -que las dejara el tren, según decían-
 sintiéndose muy desgraciadas de que
 ninguno las hubiera querido, y
 lo peor aún, la pena ante
 la opinión ajena y la incapacidad
 emocional para hacerle frente
 a la vida por sí solas.
 
 Las que tenían novio
 compensaban su propia inferioridad
 con una especie de euforia
 cuando veían llegar
 el novio a la casa.  Scámpolo
 comentaría algunos años después,
 que en ese primer ambiente
 en que nació y creció, existía
 una tendencia sobreprotectora dañina
 proveniente de las madres, quienes
 no concedían a los niños
 la independencia que necesitaban
 para formar adecuadamente
 su personalidad.  Debido a esta falla,
 el niño creaba la necesidad
 de seguir protegido más
 allá de la cuenta; con lo que,
 en muchísimos casos, personas adultas
 eran incapaces de separarse
 de su hogar, y aún cuando
 contraían matrimonio
 continuaban en convivencia o proximidad
 total hacia los padres, de manera que
 "el cordón umbilical/emocional"
 no se rompiera.  Algunos incluso,
 al cabo de los años,
 llegaban a ver en su esposa
 una extensión de su madre
 -abnegada y buena- a la que
 obedecían totalmente aún en contra
 de sus propios deseos.  Así,
 el sentimentalismo se presentaba
 como una falla sicológica nefasta,
 de parientes políticos dentro
 de los hogares, incapacitándolos
 para defender derechos -o para
 decir no- cuando se ameritaba para
 aprovechar mejores oportunidades.
 Tal incapacidad de valerse por sí solos
 era tan notoria, que los ciudadanos
 buscaban como necesidad cultural
 "apadrinarse" con alguien (buscar
 buena sombra según afirmaban).
 Era tna generalizado este vicio
 social que la creencia popular decía:
 sin apoyarse en alguien no se logra nada.
 Pero los que venían de otros lugares
 a enraizarse en el vecindario
 con mucho menos "padrinos"
 lograban sqlir avante con mejores logros
 -principalmente en el campo económico-
 que ellos que tenían los mejores
 compadrazgos.
 
 Este conglomerado social tenía
 un aparente ambiente de paz y armonía
 en el cual se guardaban
 muchas composturas; pero en muchos
 casos esa fraternidad era sólo ficticia:
 cuidado de apariencias ocultando
 resentimientos, malquerencias y/o envidias,
 dada la dependencia de y hacia los demás;
 siendo la inhibición lo frecuente
 para expresar el descontento,
 con lo que afloraba fácilmente
 la hipocresía.
 
 Hipersensibles al desprecio
 a la indiferencia o a la crítica,
 tendían frecuentemente
 a sentirse desplazados.
 Todas estas fallas lesionaban
 grandemente el rendimiento laboral
 de la ciudadanía.  Así, los cuadros
 clínicos de los centros médicos
 reflejaban desequilibrios
 en los organismos de las personas,
 como proyección de la angustia
 generada por conflictos psíquicos.
 De ahí que existían enfermedades
 clásicas como la que llamaban
 "pasmo" que, según ellos, era
 producido por el enfriamiento del cuerpo
 y sobre todo de los pies a causa
 de la humedad, por lo que evitaban
 el agua en un sinnúmero de circunstancias,
 y cuando tenían que usarla, les causaba
 conflicto emocional por tener que
 ejecutar algo que consideraban
 lesivo a su salud.  Esta angustia,
 canalizada en este caso
 hacia el tubo digestivo,
 les producía vómitos, diarreas
 y dolores abdominales.
 Cuando en una disputa familiar
 entraban en ira- pegarse un
 colerón, decían- les producía
 los mismos males; pero entonces
 consideraban que se habían
 "punzado el hígado" y acudían a remedios
 caseros contra ese mal, o bien,
 llegaban hasta los centros médicos
 jurando que la afección era hepática.
 El "dolor de cerebro" era otra
 de las enfermedades clásicas.
 El dolor lo localizaban
 en la región de la nuca, producto
 de tensiones emocionales
 reflejadas en los músculos occipitales
y tejidos blandos del cráneo,
 con lo que a veces alcanzaba
 hasta la frente y las espalda.
 
 Este primer ambiente de Scámpolo
 estuvo plagado de mitos extraños:
 no comer frutas en horas de la tarde
 o la noche, las mujeres no debían
 bañarse en período menstrual
 y ninguna persona en un Viernes Santo;
 en fin, una serie de trabas
 que consideraban como el saber
 de los mayores, los cuales debían
 saber más por haber vivido más tiempo.
 Mas contra todo eso , Scámpolo dudó
 en la medida en que se fue despegando
 de ese círculo medioambiental.  Al invadir
 otros medios, en donde sus dudas entraron
 en conflicto con los mitos de otros
 ambientes, le produjeron choques
 que le llevaron y le trajeron dentro
 un símil de drogadicción,
 hasta ese día en que,
 sin saber cómo ni por qué, se encontró
 en medio de una algarabía con magos,
 carpas de circo, juegos de azar
 y mecánicos, puestos de comida y bebidas,
 algodón de azúcar, luces que subían
 o bajaban y todo a su alrededor
 dando vueltas y, el mismo,
 dando vueltas dentro de sí mismo,
 sin saber si iba o venía.
 
 ¿ Para dónde... voy o vengo ? -musitó-
 Luego escuchó una voz de altoparlante:
 "Sé en tus obras como eres
 en tus pensamientos...Pasen,
 pasen amigos... el mago les leerá
 el presente, pasado y porvenir.
 La clarividencia del mago les mostrará
 el camino, una consulta con él
 y se aliviarán todos sus problemas...
 venga al secreto de la vida.  Hoy es
 la última noche en la feria
 de Tipilambi... Ya nos vamos".
 Ahora el parlante seguía repitiendo
 casi lo mismo, pero esta vez Scámpolo
 lo escuchó como por encima de su cabeza,
 asida su mano al paral de entrada
 a la tienda... Adelante -dijo un anciano
 que tenía sobre su cabeza
 un capuchón negro con una luna
 en menguante y una estrella plateada-
 Adelante-repitió.
 
 -¿ Es verdad que usted puede decirme
 quién soy, de dónde vengo
 y Para dónde voy ?
 El anciano sonrió.  Era fácil
 observar quye el prospecto de cliente
 que tenía a la vista no le reportaría
 ni una sola ganancia más a qsu bolsa;
 pero la forma ingenua en que Scámpolo
 musitó sus preguntas, le hizo
 comprender que el recién llegado
 necesitaba un poco de ayuda
 proveniente de cualquier parte,
 y le pareció que no mucha.
 En su apariencia se veía un muchacho
 san y no mal vestido.  Le fue fácil
 entrever en la tenue claridad
 de la mirada, que se trataba de un
 jovenzuelo confuso.  Se quitó el
 capuchón y le dijo:
 -Pasá.  Sentate; yo no ando buscando
 un hijo pero parece que vos necesitás
 un patrón páter, y creo poder hacer
 ese papel por diez minutos.
 Scámpolo se sentó, y apenas lo hizo,
 el mago -que ahora era
 más anciano que mago-
 le espetó:  Vamos, decime un número:
 ya, el primero que se te ocurra.
 Uno-contestó Scámpolo-
 -Muy bien... Muy bien, me parece que sos
 basante inteligente, haz pensado en
 un número y precisamente el uno.
 ¿ Sabés qué es el uno ?- le preguntó
 el anciano con cara benevolente.
 Scámpolo hizo una mueca y levantó
 los hombros comunicando: ¿ Qué se yo ?
 Ese uno sos vos-dijo el anciano-
 ¿ Que yo soy ese uno ?-preguntó Scámpolo
 saliendo de su especie de drogadicción-.
 Sí, vos sos uno de los tantos que andan
 por la vida sin saber que andan haciendo,
 ni de dónde vienen ni para dónde van.
 -Sí, es cierto, yo soy uno de esos-.
 Pero antes de llegar hasta aquí
 vos eras nada y ahora sos uno, ¿ cierto ?
 Cierto -contestó Scámpolo-
 -Bien, entonces no te importe quién fuiste
 porque eras nada, mas ahora,
 debe importante quién sos,
 porque ahora sos uno...Igual que yo;
 yo también soy uno -Scámpolo sonrió-
 y cuando uno es uno - continuó diciendo
 el anciano- puede valer por dos
 y hasta por más, pero lo importante
 siempre es: ser uno. Scámpolo estaba
 ahora relajado y su mirada ya no era
 tenue, sino clara.  ¿ Tenés hambre ?
 -En vedad no había pensado
 si tnía o no hambre, pero ante la pregunta
 sintió como si una "U" se hubiese
 manifestado un poco dentro y arriba
 del ombligo- sin esperar respuesta
 el anciano continuó- para ser uno
 y sentirse uno, es necesario tener
 el estómago lleno, pero nunca
 ,muy lleno. ¿ Tenés plata ? Scfampolo
 se tocfo las bolsas... Tengo lo suficiente
 como para comer algo. -¿ Trabajás ?
 -Hace días que no... en realidad
 no sé qué he estado haciendo.
 -Para ser uno es necesario trabajar,
 es la única forma de llegar
 a ser dos o más -diciendo esto el
 anciano se volvió a poner su gorro
 de luna y estrella plateadas - pero
 lo importante es seguir siempre
 siendo uno.  Acto seguido el mago
 movió una esfera de alambre
 en la que brincaron docenas de bolas
 blancas que parecían huevos
 de tortuga inflados.  La impulsó una vez
 más con la mano en la que tenía
 un anillo grande y resplandeciente.
 
 Detuvo la esfera y sacó de ella
 una bola blanca en la que había
 un número que, sin verlo, mostró
 a Scámpolo: ¿ Qué número hay en la bola ?
 - Trescientos setenta y nueve.
 dijo Scámpolo.  ¿ Decime cuáles
 son los números que ves ?
 - El tres, el siete y el nueve.
 -¿ Sabés sumar ? ¿ Cuánto suma
 tres, siete y nueve ?
 Diecinueve -agregó Scámpolo-.
 Con que diecinueve ¿ eh ?
 Uno y nueve... ¿ Y cuánto es
 uno más nueve ?  Dime... Diez
 -reuso Scámpolo- Bien... Hace
 diez minutos venías de la nada
 y ahora sos uno, mas el cero
 que dejaste atrás, la rueda
 de los números te lo ha puesto por delante
 y en eso tenés que entender,que
 costoso es el saber que comprás
 con la experiencia, pero es aún más costoso
 el que te falta por comprar.  ¿ Cuánto
 suma uno más cero ?  Decime pronto,
 porque diez son los minutos que han pasado
 y eran diez los minutos que te podía
 dedicar -dijo el anciano sonriente,
 ocultando la bola entre su mano y
 mostrándole el dedo índice hacia
 arriba.  Uno -musitó Scámpolo
 casi embebido- y de inmediato, el mago
 -como si la bola se hubiese transformado-,
 sacó un boleto y dándoselo dijo:
 
 Está por caer la última noche en Tipilambi.
 En la tienda del teatro la última función
 recién empieza... Adiós.
 
 Recuperado de su abstracción, Scámpolo
 le miró sonriente.  Le parecía
 sumamente extraño que en un mago
 de feria pudiese haber tanto saber.
 El anciano pareció adivinar lo que pensaba
 y le dijo:  No creás, eso te parece ahora,
 pero en verdad yo sólo sé contar hasta diez.
 Mas uno, con ese simple saber puede
 tomar escudo y avanzar con paso decidido
 a favor del viento o contra todos
 los vientos.  La alegría se alberga
 en la templanza de uno.
 La felicidad no es algo que se alcanza,
 simplemente la vive uno.  Acto seguido
 el anciano continuó hablando, pero ahora
 su voz de nuevo volvió a escucharse
 en el parlante:   No busque en otros lo que
 está en usted... Ni en usted lo que está
 en otros... Pase, pasen, es hoy la ûltima
 noche en la feria de Tipilambi... Desestime
 el "qué dirán"... Venga y el mago les dirá
 el presente, pasado y provenir...
 Una consulta con él y se aliviarán
 todos sus problemas... Adiós
 -dijo Scámpolo - y se fue directamente
 a la tienda del teatro en donde observó
 en retrospectiva, cómo los indios
 que vivían en el norte caminaron
 y caminaron hacia el sur
 hasta el término de la llanura;
 y cómo, los indios que vivían en el sur,
 caminaron y caminaron hacia
 el norte hasta llegar a la montaña
 colindante con la llanura. Algunos
 provenientes del norte, también
 ocuparon su parte en la montaña;
 y otros se asentaron en la llanura.
 Así, todos se establecieron
 en la Frontera Mesoamericana.
 
 - Eran razones similares
 por las que llegamos a este lugar
 tanto norteños como sureños:
 huíamos de la guerra. (1)
 
 - No vinimos todos juntos,
 fue una expansión lenta y continua
 que dio inicio desde mucho antes
 de que florecieran las artes y las letras
 en las tierrad de Hunab ku y Quetzalcoatl;
 y continuó mucho después,
 aún cuando pocos recordaban
 a la serpiente emplumada
 en las vasijas Chorotegas.
 
 -No vinimos todos juntos.
 Fue una expansión lenta y contínua
 que dio inicio mucho antes
 de que florecieran las artes y las letras
 en la tierras de Viracocha y continuó
 aún después de que a Sibú, el Dios Creador
 que algunas veces se vestía de ave
 para dejar sus enseñanzas a los hombres,
 le fuera capturado su oro por los blancos.
 
 - No obstante venir buscando paz
 tuvimos una fuerte guerra.
 Más que todo fue por tener noticia
 de unos indios que entraron por el Caribe.
 Eso puso en excitación el ombligo de América,
 en este itsmo, punto del planeta cuya
 masa terrestre fue la última en emerger
 y también la última en poblarse...
 
 Los Bri-bri habían encontrado huellas
 extrañas que misteriosamente
 se perdían por el Este.
 El jefe Bri envió guerreros
 hasta un pico de la cordillera, y así
 descubrieron a los nuevos vecinos,
 con lo que, algunos extraños acontecimientos
 que por ese lado venían sucediento
 (tales como señales de cazadores
 poco diestros que podían alterar
 la bondad de la montaña), fueron dados
 como obra de aquellos individuos
 que hasta ahora veían.
 
 Los Bri-bri y los Kabek (3)
 se prepararon para caer por sorpresa.
 (Mucho tiempo atrás, los Kabek
 se habían posesionado de las tierras
 altas, y los Bri-bri de las tierras medias altas,
 obligándoles a pagar tributo
 cuando descendían
 a cazar o recoger cortezas.
 
 Pero cuando los Kabek emigraron
 por los valles , los montañeses Bri-bri
 llegaron a ser poderosos, y luego,
 emigrando los Bri-bri tras los Kabek,
 ambos pueblos llegaron a amalgamarse,
 obedeciendo al Cacique Bri-bri y al
 Usekar Kabek, con honor de supremacía
 religiosa ostentada por su familia,
 desde tiempo inmemorial,
 por su descendencia Kabek-Maya-Quiché).
 
 Los guerreros Bribri-Kabek pasaron
 sigilosamente por entre las montañas
 y sin dar aviso cayeron sobre los Terví
 (que así dijeron llamarse ), matando
 a gran número de ellos.  Fue entonces
 cuando dio inicio la gran guerra
 (cuyos rescoldos y malquerencias
 eran obvias aún cuando llegaron
 los blancos), que cesó cuando
 los Terví, reducidos a un puñado
 de hombres, pidieron la paz
 sometiéndose al cacique Bri-bri y
 al Usekar kabek.
 Los Tervis (o Tirvís o Tiribís)
 no se anexaron, continuaron con su propio
 jefe, electo por ellos mismos, manteniendo
 el Cacique Bri-bri el derecho de la refrenda.
 No existió ninguna otra sumisión.
 
 Mas, andando el tiempo, muchos Tervis
 se adentraron al Valle Central
 y llegaron a comerciar hasta con las salinas
 en el Golfo de Nicoya, con lo que,
 muchos de ellos se unieron con mujeres
 de la serpiente emplumada y,
 desde luego que también muchos
 de los orfebres, que pintaban en vasijas
 bellos detalles de Quetzalcoatl,
 encontraron mujeres tervies
 y sus descendientes poblaron desde
 la costa a los  Montes de los Aguacates.
 
 Y así siguieron viniendo más norteños
 y por el brazo penínsular también sureños
 para vivir en la propia frontera
 donde se juntan, el bosque tropical seco
 del norte y el bosque tropical húmedo del sur;
 y las grandes bandadas de loras y pericos,
 solo para mencionar algunos animales,
 porque este lugar posee la diezmilésima
 parte del globo terráqueo y el 7%
 de la diversidad del planeta en flora y fauna.
 Luego llegaron unas carabelas
 por Quiribrí, Cariay o Cariayrí,
 al mando del visionario marino (4)
 que con su nombre, Colón,  se denominaría
 algún tiempo después, la moneda nacional.
 Así llegaron los blancos.
 
 Que pase el rey
 que ha de pasar...
 El hijo del conde
 se ha de quedar,
 con sus ojitos de mosquito
 y sus orejas de torreja".
 (canción infantil)
 
 -No vinimos todos juntos
 a vivir en este valle
 de pequeños valles;
 pero pretendíamos hidalguía
 escogiendo vivir en las alturas. (5)
 La sociedad de la que huíamos
 exigía de nos modas, impuestos,
 guerra y control eclesiástico;
 por eso fueron tentación montañas
 bellas y lejanas, comer del pan
 lejos de ojos desconfiados,
 renunciando a grandes ambiciones
 a cambio de ser libres
 y vivir en paz con los nuestros
 y con las montañas.
 
 Paz en las laderas
 con su propia finca a solas...
 familia aislada, a horas fatigosas
 de la familia vecina más cercana
 y de la que forma parte
 para coexistir en el respeto humano;
 viendo a queines no son su familia
 sólo de vez en cuando
 y satisface, entonces,
 ver un rostro libre en ausencia
 de grandes vecindarios y autoridades.
 
 Así, serranos e hidalgos hicieron,
 de tanto caminar, trillos
 por donde pasaba la noticia,
 mientras pies y manos
 fueron abriendo la montaña,
 el idioma detuvo su evolución
 y se amoldó a los rasgos
 del habla cotidiana mediante
 el voseo: de mí para vos
 y de vos para mí, entre individuos
 con plena conciencia
 de ser alguien.
 "Yo quiero un paje, matarilerilerón,
 ¿ Qué oficio le pondremos ? "
 (Canción infantil).
 
 -Eso hizo un desarrollo aislado
 en forma deliberada,
 aprovechando la configuración
 geográfica y basados en el trabajo
 propio; produciendo lo suficiente,
 pero no más que eso.
 Quienes obtuvieron riqueza
 fue por medio de un sentido
 de cooperación social más fuerte
 y mejor cultivado que los demás.
 
 Ganarse la vida trabajando
 a base de comprensión sobre
 el desarrollo de la agricultura,
 trajo alto grado de prosperidad
 no conocida por los serranos.
 
 Esos hombres, que trabajaron duro
 y obtuvieron resultados de sus conocimientos
 por técnicas simples;
 nacidas de la interrelación
 con los mismos individuos,
 les proporcionaron estima
 entre su mismo medio y esto,
 aunado al beneficio material que conlleva,
 hizo surgir la clase alta.
 
 En Alajuela, en la sesión N. 98
 Convocamos para fundar la primera escuela,
 por ser la instrucción pública
 el principal fundamento de la felicidad
 humana y prosperidad común.
 
 En la Sesión N. 99,
 entendidos todos estos honrados
 habitantes de la utilidad y ventajas
 que resultan del establecimiento
 de escuelas para la juventud,
 se levanta contribución
 para sostener la primer escuela.
 
 Y en la N. 100,
 don Rosario y su esposa doña María,
 sin tener abundancia de bienes
 de fortuna, no admitieron la compra
 que se les proponía; sino que,
 transportados en gozo
 por tan feliz proyecto,
 decidieron espontánea y gustosamente ceder
 el terreno ubicado en la mitad occidental
 del norte de la plaza, a condición
 de que sea siempre una escuela.
 (canción infantil)
 caracol col col
 que se lleva la corriente
 caracol col col
 que se lleva la corriente.
 
 Así jugaban aquellos párvulos
 en los tiempos de recreo
 de la primera escuelita.
 Párvulos que cuando ancianos,
 decían a manera de chanza
 que era su pueblo "la capital
 del mundo y sus alrededores",
 y los hijos de sus hijos,
 cuando jóvenes,
 entraron en la moda ferviente
 de los jóvenes de todo el país:
 darse de moquetes
 con los lugareños circunvecinos,
 
 o con los hijos de Ñor Enrique
 -los alfeñiques- o con los hijos
 de Ñor Roque -los alcornoques-
 o contra cualquier fuerero
 mientras los mayores trabajaban
 aquel breve paraíso.
 
 (canción infantil).
 "Rin ran rin ran
 los maderos de San Juan
 aserrín aserrán,
 piden pan y no les dan,
 piden queso les dan hueso.
 Los de Enrique: alfeñiques
 los de Roque: alcornoques".
 
 Casi en todo el país
 los jóvenes de las muchas
 familias prósperas participaron
 en el entretenimiento.  Y sirvió.
 Al tener noticia de que
 bien armados aventureros (10)
 usurparían el terruño
 entonces, cargaron ballonetas
 y practicaron envites y paradas:
 
 - ¸Mirá, es fácil... echás en el fusil
 media onza de pólvora,
 luego echás un taco y apretas
 bien fuerte para meter la bala;
 luego le apretás el otro taco
 y le hechás pólvora a la cazoleta
 y pedernal en el martillo,
 rastrillas y ahí está la chispa...
 ¡ Dispará ! porque estamos
 en el tiempo del fusil de chispa.
 Pum...
 Las loras y yigüirros salieron despavoridos
 y las chicharras dejaron de cantar un rato
 -o a lo mejor lo que pasó fue que
 las dejamos de oir por el estruendo-
 pero lo cierto del caso es que,
 en aquel mes de marzo de 1856
 las madres despedían a sus hijos llorando,
 así también las esposas a sus esposos
 y las amantes, novias y amigos
 a sus seres queridos.
 
 - Pero nosotros íbamos seguros de vencer
 porque los bandoleros se nos habían metido
 ya hasta la Hacienda Santa Rosa.
 Hicimos entonces una descarga
 y a bayoneta calada saltamos
 de los corrales de piedra a la casona
 y vimos entonces cómo huían
 los machos cobardes...
 
 Y los seguimos...
 Tenían a la Nicaragua desangrada
 y si no hacíamos nosotros lo propio,
 la sangre que seguiría corriendo
 sería la  nuestra, y la de ellas;
 y la de nuestros ancianos
 y la de nuestros chiquillos
 que llorando se habían quedado allá en casa.
 
 Por eso fue que seguimos tras esas hienas;
 porque no eran hombres,
 porque no eran humanos, eran hienas...
 Y enllegándonos a Rivas nos pareció
 todo muy quedo y al percatarnos
 caímos en la cuenta de que estábamos
 en furor de la batalla porque los malditos
 nos hicieron el ataque por sorpresa;
 fue como estar en el ojo de un huracán
 de fuego que retumbaba en los oídos
 y que nos hizo oler nuestra propia sangre
 sin disparar siquiera una bala
 de nuestos fusiles.
 
 Claro que estábamos confundidos!
 Claro que nos pudimos haber
 cagado de miedo; si nunca habíamos visto
 a la muerte encima de nosotros como hiena;
 pero por instinto nos fuimos parapetando
 y llámandonos unos a los otros,
 ante el fragor inmenso de las metrallas
 que el enemigo ardía sobre nosotros
 volvimos a recordar por qué estábamos ahí
 y a lo que habíamos venido.
 Entonces, el enemigo nos sintió
 en el contraataque... Al principio
 no se percataron de que fuimos ganando
 posiciones ventajosas aún mas allá
 del Mesón de Guerra que un jovenzuelo
 incendiara y, poco a poco,
 con la fuerza de la sangre y de la pólvora
 los machos-yanquis  fueron cayendo
 y nuestra furia hizo huir a los que no matamos.
 
 Victoriosos y agotados nos atacó la peste.
 No volvimos todos a casa, pero a todos,
 a quienes volvieron y a los que no lo hicieron
 seguimos honrando su memoria
 por todo cuanto nos defendieron.
 
 Mucha de la riqueza acumulada
 durante esos momentos
 de crecimiento, fue invertida
 por la clase alta,
 en el progreso material de todos
 y rompió a su vez,
 el característico aislamiento,
 pues la prosperidad permitió
 viajar y cursar estudios
 en otras latitudes y,
 para los de menores recursos,
 se estableció una educación
 mediana universal impartida
 en el colegio de las palomas
 y en el liceo de los pichones
 Estas y otras prácticas
 nos dieron una nación ejemplar.
 Señoritas y liceístas
 reían, gritaban,
 alborozaban o simulaban
 ligero cambio en la faz,
 a causa del rubor, al escuchar
 el BOM BOM BOM
 de los músicos, que tocaban
 en las cuatro esquinas
 de la Plaza principal
 de la capital, llamando
 a los vecinos para la retreta
 dominical.
 
 Ese Bom Bom Bom
 se oía por el este
 hasta la cuesta de los Moras
 -la parte más alta del poblado
 en donde había un balneario,
 luego un cuartel que cuando
 se abolió el ejército fue Museo Nacional-
 BOM BOM BOM por el Oeste
 hasta la calle del llano
 de La Sabana.  Por el norte
 hasta el río, en donde,
 en la misma Boca del Monte
 el río ofrecía un paso de angosto
 llamado el Paso de la Vaca;
 y por el sur se oía ese
 BOM BOM BOM BOM
 hasta más allá
 de los lavaderos públicos,
 en donde estaba el Paso Ancho.
 
 Se escuchaba bien porque era
 un caserío sin ruidos;
 casa de adobe con buenos cimientos
 de piedra, cuyos poblanos
 aseguraban que durarían mil años.
 En los corredores de las casas
 canastas de zuncho con begonias,
 petunias, sanrajeles,
 violetas o jazmines.
 
 En el interior de las viviendas
 un fogón de piedra, horno grande
 para dorar el pan,
 cazuelas de Barva y ollas
 tejareñas (de El Tejar).
 Los perros echados en las calles
 debían suspender la pereza
 sólo allá una vez perdida,
 para dar paso a algún carruaje
 de los modelos Tílbure o Berlina.
 
 En estos tílbures, berlinas
 o diligencias tiradas por caballos,
 se pegaban los bandos o comunicados
 del gobierno, así como en las esquinas
 importantes de la población.
 
 Otros comunicados eran
 a manera de estandarte,
 que portaba un guarda
 seguido de un tambor
 y cornetas que se detenían
 en cada esquina de la población.
 Tocaban sus instrumentos
 y mostraban la enseña;
 luego un hombre, en voz alta,
 leía para que se enteraran
 también los que no sabían leer:
 
 Farí fafá BOM BOM BOM...
 "Se comunica a todos los vecinos
 que para colaborar con la sanidad,
 el Municipio pagará a centavo
 cada rabo de rata que sea
 presentado ante esta comuna".
 
 De ahí vendría un decir popular
 aplicado a los que despedían del trabajo:
 "No valés un centavo
 pues te cortaron el rabo".
 
 Los rosarios eran la moda
 para las citas de amor,
 los martes para la limosna
 y los domingos para atender al novio.
 Las viudas debían de permanecer
 tres años tristes
 y lo demostraban viviendo
 con las ventanas y puertas cerradas,
 velos negros sobre los espejos,
 camas y taburetes;
 en las cortinas luengos lazos
 también negros, amén de que
 no podían reír ni hacer visitas
 sociales, salvo a la Iglesia.
 
 Hombres a la derecha,
 mujeres a la izquierda,
 daban y daban vueltas
 alrededor de la plaza.
 Las bancas eran para los muy respetables,
 un pueblerino ni por broma
 se podía sentar ahí
 cuando los músicos tocaban
 con penachos rojos
 sobre sus cabezas,
 a excepción del director
 (con penacho blanco)
 y todos con su uniforme
 azul con rayas rojas.
 
 En esa misma plaza, pero nunca
 en domingo, si un hombre
 cometía una falta
 se le daba de palos.
 
 En domingo se lucían
 trajes de crinolina,
 peinados de "atado"
 y redecillas, camisola
 de gola ancha, enaguas
 largas de dos o tres colores
 bordadas de encaje
 y los velos caracterizaban
 a damas de buena posición social.
 
 Se bailaban cuadrillas, chotís,
 valses rápidos y lentos,
 bambucos, pasillos, pasacalles
 y joropos al son de quijongos,
 violines y vihuelas.
 
 El Teatro Municipal no tenía
 sillas, la gente acomodada traía
 a sus criados para que portaran
 la silla.  Este Teatro se cayó
 en un temblor, y el nuevo,
 al que llamaron Nacional,
 de arquitectura clásica renacentista
 y colmado de obras de arte,
 se convirtió entonces
 en el rascacielos de la ciudad.
 
 En la construcción de este Teatro,
 nacido del rabajo de los picapedreros,
 una gran rampa daba inicio
 en la Plaza Principal (que luego fuera
 Parque Central) situada
 a unos doscientos metros.
 
 Sobre la rampa subían, tiradas
 por bueyes, carretas cargadas
 con grandes piedras y mármol;
 delante de cada carreta un boyero
 y atrás  un peón poniendo calzas
 o cuñas en las ruedas.
 
 El alumbrado público era de faroles
 a las cinco de la tarde
 y luego tocaban un pito
 cada quince minutos.
 
 "Ave María Purísima
 sin pecado concebido
 son las diez, son las diez.
 Ave María Purísima
 son las diez y quince
 son las diez y quince".
 
 Algunos vecinos colgaban
 letreros en sus puertas:
 "Sereno por favor
 despiérteme
 a las tres".
 
 Entonces el sereno al pasar
 por esa calle decía en tono
 amable y fuerte:
 "Vecinoooo,
 son las tres de la mañana
 son las tres de la mañana
 Ave María Purísimaaaa".
 
 Scámpolo miró a su alrededor
 y le pareció normal ver
 a muchas otras personas que,
 como él, seguían ensimismados
 en el espectáculo que se ofrecía
 a los ojos de todos en esa
 función de teatro de aquella
 última noche en la Feria de Tipilambi.
 
 De pronto, le pareció
 que había ahí mismo,
 otros escaparates que, como laberintos
 hasta ahora empezaba a ver...
 
 Scámpolo ahora, se sentía mejor,
 como un poco más reconfortado
 y, como acero que sigue a un imán,
 se lanzó a la búsqueda de nuevas vivencias.
 
 En el punto donde se unen
 tangente, radio y curvatura
 Millennia implantó su voluntad.
 Entonces, ella en el punto
 y siendo parte del mismo,
 escogió la dirección que conducía
 directamente al centro.
 
 Continúa en el Capítulo II
 Scámpolo y Millennia.
 
 
 
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El libro Tipilambi de Eric Díaz Serrano describe  el desenvolvimiento intelectual del individuo entre el saber popular y el conocimiento científico. En su trama mágico-matemática muestra la comunicación como ciencia; de como las verdades de hecho se transmiten según valores y creencias circunstanciales, mientras que las verdades de razón son transmitidas mediante el conocimiento científico, en la praxis, lo que permite el cambio de actitudes de los individuos en los conglomerados sociales.
 
Tipilambi ofrece una perspectiva enriquecida con información genuina sobre la diversidad geográfica, biológica, histórica y étnica de Costa Rica para ubicarnos en esta masa continental que emergió de los mares, la llegada de los primeros pobladores y colonizadores con el desarrollo de esta nación.
 Tipilambi nos da la semblanza de que lo vivido es el camino hacia el reencuentro con la Magna Grecia más allá del planeta, en el espacio exterior, siguiendo la senda para alcanzar al Voyageur y, aún más... pues en el útimo capítulo le encuentra y adelanta.
 
Vale hacer notar que en la investigación para desarrollar su personaje Millennia, llevó al autor 
a escribir otro libro con el nombre de Evasiva Verdad; filosofía que enuncia nueve pasos naturales que se dan en el ejercicio de una producción cualquiera que ésta sea. Así también, la investigación para el desarrollo de su personaje Printemps, sirvió para escribir otro de sus libros; Comunicación Comercial, en donde interrelaciona los temas de Negociación, Venta, Locución con el Desarrollo Profesional e Individual. Cabe destacar también que el Capítulo Cuatro de Tipilambi, fue la base fundamental de su trabajo como productor y director de su afamada serie de televisión Costa Rica es Así y de la Revista del mismo nombre editada en español, francés e inglés entre los años 1977 y 1992. Todo este material es gratuito al lector desde el año 1995 orientado a la Docencia Corporativa.
 
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