Publicaciones de los jueves Periódico El Heraldo de Costa Rica.
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El duende Benedetto de Hannia Hoffmann
El duende Benedetto y su familia habitan en un bello planeta, en Andrómeda.
El es pequeño y porta en su cabeza un sombrero de fieltro verde. La señora Benedetto es una agradable duendecilla quien cuida con esmero a sus dos hijos: Sarita y Jalil. Los niños están en edades tempranas. Ya hablan y acompañan de vez en cuando a Benedetto, por las noches, a observar en el cielo las bellezas de la Vía Láctea, entre ellas, el Sistema Solar.
Ellos sueñan en viajar hasta un planeta en ese sistema, que observan por las noches desde la azotea. Cuando se acercan con las lentes del telescopio, el pequeño planeta se torna azul.
Como Benedetto no gana muchísimo dinero con su trabajo, ha debido recurrir a la magia para poder costear el viaje de su familia. Sí: ha recurrido a la magia del jardín de su casa.
Pues resulta que ha crecido en medio de los dos cerezos ahí plantados, una hermosa campánula, transparente por más señas.
Todos los duendes saben que las campánulas transparentes conceden deseos a quienes las cuidan. Benedetto confió a la bella flor su sueño de viajar. Y, ante sus asombrados ojitos, la campánula vibró en la hermosa y estrellada noche del patio de su casa de duende. Mientras vibraba, se desprendían de ella destellos azulplata; y surgió una suave y delicada vocecita que así le habló:
- " ¡ Ah, Benedetto, mi querido duende ! ¡ Claro que he de concederte tu hermoso deseo ! Irás con tu esposa e hijos a visitar la Tierra: el planeta que haz mirado en silencio durante tantos y tantos años ! Es más, yo misma he de acompañarles en su largo viaje. Verás. Siempre ha sido verdadera la leyenda de que las campánulas convertimos en realidad los sueños. Hemos de agregar a mi magia el poder de la sabiduría de tu estirpe de duende.
Mañana, al despuntar el día, llevarás a tu familia de paseo. Irán al Volcán Congelado, el que está junto al cañón donde resuena el eco de la tarde. Esperarán ahí, a la orilla del lago que está al pie del volcán, a que venga la tarde, cuando la bruma desaparezca y deje al descubierto el valle.
Eso será cuando el Sol haya recorrido ya, la mitad de su paso por nuestro cielo. Entonces pondrás mucha atención a lo que te diga el eco de la tarde".
La campánula cesó de vibrar; en el cielo se extinguieron tres estrellas fugaces y Benedetto entró a su casa, a descansar.
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