• Roberto Sancho Alvarez, costarricense
    San José, Agosto 27, 1961.
    Premio Candean: Periodismo Médico,
    Merk Sharp Dohme CANDEAN, Ecuador
    Noviembre 22, 1996, Categoría Radio.
    Periodista Delegado Nacional ante Unión
    Latinoamericana de Ciegos, período 1996-2000
    Presidente Junta Directiva Patronato Nacional de Ciegos, período 1994/1998
    Director Revista Sonora Alternativa

    Policromía de la ceguera infantil
    Colección personal

    Primera Edición-1998

    Temario:
    Dedicatoria
    Presentación
    Prólogo del autor
    Estas son nuestras raíces
    Medio siglo de recuerdos
    Los secretos del internado
    Cuando se juntan las generaciones
    La retinosis desplaza familias
    Notas de amistad
    Un dia en la escuela
    Agua que no haz de beber, dejala correr
    Pulgarcito o topo gigio
    Cosas de mujeres
    Dónde están los matasanos?
    Del barrial a la casa
    La tertulia
    Del colegio a la escuela



    Expo 2000 Pinturas de
    José Marenco Santisteban















    Enseñanza especial




















    Perro lazarillo: labrador retriever


    Perro lazarillo: pastor alemán

  • A Dora Sofía Santisteban Castro

    Fernando Centeno Güell, San José, Costa Rica, 02 diciembre 1907 / 15 setiembre 1993. Cofundador del Instituto de Educación Especial Fernando Centeno Güell en 1940. Fue promotor cultural; poeta, escritor y pedagogo reconocido como persona relevante en la historia educativa costarricense. Escritor, en su obra literaria destaca: Fábula del Bosque, relatos de animales, el bosque de la infancia, inocencia lejana del mundanal ruido en convivencia con la naturaleza; poesía en añoranza y fantasía con ilustraciones de Juan Manuel Sánchez.

    Policromía de la ceguera infantil

    Libro de Roberto Sancho Alvarez
    Tributo al humanista, maestro y gran amigo:
    Humberto Marenco Ovares


    El Centro Nacional de Educación Especial Fernando Centeno Güell fue creado por Decreto Ejecutivo el 23 de julio de 1940 . Once meses después fue creado el Departamento de Ciegos y Deficientes Visuales que al inicio recibió el nombre de Sección de Ciegos y Ambliopes Profundos.

    Este decreto fue ratificado el 15 de marzo de 1944 por la Asamblea Legislativa a partir de la promulgación de la Ley Nº 61 que declara de interés público la educación de niños con discapacidad.

    Con el fin de atender los niños ciegos de zonas alejadas del país se creó dentro del mismo Departamento un internado que funcionó hasta 1980, cuando se cerró para dar paso a los programas de integración.

    El internado, durante estos ultimos años, ha sido visto por algunas personas como El Oscurantismo de la Rehabilitación, sin embargo, para nosotros, los que vivimos esa época, representa las risas de los niños, los juegos, los sueños, las tristezas y las alegrías de una parte muy importante en nuestras vidas.

    Por ello, hemos querido recoger este sin fin de sensaciones por medio de las experiencias y vivencias de personas que han querido compartir sus recuerdos con nosotros.

    Esta investigación representa un primer acercamiento a esta realidad que esperamos, sirva de base a nuevas investigaciones que describan y redimencionen el verdadero sentido de esta época.

    Conocemos que, en otros países latinoamericanos subsisten las dos alternativas: Internado e Integración. Convendría valorar cuáles han sido los resultados de ello a luz de un criterio más técnico basado en una evaluación más real de los productos generados por ambos sistemas de rehabilitación empleados.

  • Presentación

    A partir de este momento, usted recorrerá los caminos de la educación especial en Costa Rica contada por sus protagonistas, quienes decidieron desempolvar sus recuerdos para que los lectores conocieran esa parte de la historia que los documentos oficiales no registran.

    Aquí concurren los dulces momentos de los noviazgos infantiles, las lecciones con los compañeros y las noches de travesuras en el internado, junto con aquellos instantes de preocupación que hoy nos parecen risibles, pero que en aquel momento fueron de "vida o muerte para nosotros".

    Gracias a los colaboradores por permitirme recopilar sus testimonios, fiel reflejo del pensamiento y vivencias de nuestro colectivo.

    En la medida de lo posible se ha respetado la forma en que los entrevistados narraron los hechos y toda la información es producto de sus evocaciones

  • Prologo del autor

    Mientras escuchaba los relatos de mis amigos, sentía que estaban leyendo algunas páginas de mi vida.

    Hasta mí llegaron las voces infantiles de compañeros que aún hoy disfrutan de aquellos tiempos, donde sin proponérnoslo, se fraguaron los más sólidos ideales de igualdad, superación, amistad y respeto.

    Con el paso de los años, las instalaciones del Departamento de Deficientes Visuales del Centro Nacional de Educación Especial, Fernando Centeno Güell , albergan nuevas generaciones de estudiantes, pero la energía desplegada por los exalumnos se preserva incólome.

    La bodega de víveres era presa de nuestros saqueos, donde muchas veces disfrutamos los más codiciados tesoros repartidos por partes iguales entre: autores del ilícito y los cómplices silenciosos" que comían la lechepolvo, jalea y otros botines, procurando no dejar rastros comprometedores.

    Los salones que servían de dormitorios a los niños, niñas y jóvenes, ya no verán más los pícaros rostros hurdiendo un plan para escapar de la escuela, hacerle una broma al personal docente, administrativo o algún compañero merecedor de la disciplina impuesta por la comunidad estudiantil.

    Ahora lo invito a recordar o conocer los encantos de una educación ¡ muy especial ! con sabor a nostalgia.

  • Estan son nuestras raíces

    (Con Walter Monge Lara intentaremos seguir las huellas de una educación especial que tiene sus orígenes más allá de Guadalupe. Oriundo de Puntarenas, Walter deja la Perla del Pacífico para integrarse a la escuela en 1944. Según los datos suministrados por Walter, la primera escuela se instaló en el Edificio Arena, ubicado en los alrededores del Parque Morazán, exactamente donde funcionaron las oficinas de PANAMERICAN, detrás de Uribe y Pagés. Los primeros estudiantes presentaban retardo mental y las personas ciegas tuvieron que esperar para acceder a la educación primaria).

    Walter:
    -Don Fernando se fue a capacitar a España y a su regreso convenció a las autoridades políticas de ese tiempo para que apoyaran la Educación Especial, que era desconocida por estos lugares. Hechos los primeros contactos, el Jefe Técnico del Ministerio de Educación, señor José Fabio Garnier, se dió a la tarea de buscar una maestra con los atributos necesarios para poder comprender y enseñar a esta población infantil con retardo mental. Por fín encontró a Flora Urellón Álvarez y así se inició la tarea de enseñar a los niños especiales.

    (Walter expresa que las sillas donde estudiaban los primeros alumnos de la niña Flora fueron alquiladas y pagadas con el dinero de don Fernando Centeno Güell. Pasado un año, la escuela se trasladó al Barrio González Lahman donde el señor Matute Gómez dió en alquiler una pequeña casa para esos menesteres. En 1942 da inicio la Educación para Personas Ciegas y Deficientes Visuales. El primer educador ciego que impartió lecciones fue don Tomás Espinoza, nicaragüense, de fuerte carácter y deseos de enseñar. Los dos alumnos que llegaron a la escuela para abrir la puerta que conduce al sendero de la educación, que después seguimos por muchas décadas otros estudiantes, fueron Alexis Quesada Solera y Roberto Porras Vega. Estos dos alumnos viajaban desde Alajuela en una cazadora que prestaba el servicio a los estudiantes universitarios. En 1943 Mario Ramírez Bonilla y Arnoldo Gutiérrez Calvo se incorporaron a las filas de personas ciegas con derecho a la formación educativa. Ahora vamos a acompañar a Walter Monge para que nos remonte al primer día de clases de ese 1944 que para él será inolvidable).

    Walter:
    -Cuando mi tía, que trabajaba en el Patronato Nacional de la Infancia, me llevó a una oficina con el Director del Patronato y don Fernando Centeno, para decirme que a partir del otro día iba a estudiar en una escuela, ! me puse feliz!, porque yo quería hacer tareas y escribir como los otros niños de mi edad.

    Al otro día mi tía y yo llegamos a la casa donde funcionaba la Escuela, tocamos y nos abrió don Fernando en persona. Después esperamos en una oficinita (que me imagino era la Dirección); él salió y unos minutos después vino por nosotros.

    De camino nos encontramos a don Tomás, lo saludamos y don Fernando le dijo a mi tía que podía retirarse. Un chiquito de retardo me enseñó las instalaciones y poco a poco las fui conociendo.

    En un aula estaban Roberto y Mario haciendo canastas de un material que no era mimbre, con la niña Alicia Rodríguez.

    A las 9:00 de la mañana mi maestro, don Tomás, me ofreció un fresquito de avena, que era el que todas las mañanas daban. A las 10:30 a.m. terminaban las clases, pero... no había timbre porque don Fernando era enemigo de esos sistemas, más bien él pasaba y decía: "es la hora, es la hora"- y nos retirábamos a coger el bus.

    Don Tomás andaba con un hijo de cinco años que le servía de guía y me ofreció acompañar al bus que llevaba alumnos y profesores, pero don Fernando le indicó que:- a mí me recogían en la escuela.

    (Así concluyó el primer día de clases para nuestro interlocutor. Por ser una escuela incipiente, no se contaba con programas académicos adaptados, por lo que se daban materias especiales como: Normas de Urbanidad, impartidas por un voluntario norteamericano; lecciones de Ortografía, dictadas por una maestra de retardo mental y clases de Braille que dictaba don Tomás Espinoza, quien incurría en errores de puntación por no dominar el sistema).

    Walter:
    -La única pizarra existente en la escuela pertenecía a don Tomás y nos la prestaba un día a cada uno para que la lleváramos a la casa. Después se adquirieron más regletas y se trajeron de Puerto Rico y Argentina unos silabarios como "Rosita y Juanito".

    En el aula habían dos mesas largas, en una se sentaba don Tomás y en la otra nosotros con los libros abiertos para leer en voz alta cuando nos tocaba el turno.

    Poco a poco profesionales y estudiantes fueron poniendo atención a la escuelita y don Fernando gustoso les mostraba nuestro progreso.

    Cuando llegaban, don Tomás ponía a Roberto a darles una demostración de lectura, y una vez llegó un visitante de voz fuerte y varonil que don Tomás introdujo diciendo: "A ver Roberto, lea en voz alta para que el caballero lo escuche". Don Fernando, cortésmente, le indicó que la visitante era doña Amparito Zeledón, hija de don Billo.

    También estudiaban mujeres. Recuerdo a la niña María del Rosario Montero, que fue alumna y después maestra, Consuelo Artavia, Miriam Miranda, Odilí Mesa, Teresa Gómez y los compañeros que le mencioné.

    Nosotros no celebrábamos las fiestas patrias, simplemente nos decían que al otro día no teníamos lecciones.

    Con el tiempo formamos una pequeña orquesta que tenía dos tambores, platillos, cubos, triángulos, panderetas y el piano, que lo tocaba la niña Marina Jiménez de Bolandi, primera maestra de música que tuvimos y que fue sustituída por don Alexis Quesada, después de prepararse en Colombia.

    La escuela era bonita por los compañeros que tocaban instrumentos como flauta y guitarra en los recreos, pero las lecciones, eran algo aburridas. Al finalizar el curso lectivo no nos daban notas, pero nos preparaban una linda fiesta de la alegría.

    (Según recuerda Walter Monge, ese año tuvieron por primera vez un acto público formal y la escuela graduó a sus primeros alumnos de sexto grado).

    Walter:
    -Ese año se graduaron Roberto, Mario, Mirian y una muchacha que llegó algún tiempo después, de nombre Adela Luna Fallas, que actualmente vive en Estados Unidos con el esposo. Es importante decir que la casa donde funcionaba la Escuela, en Barrio González Lahman, fue pedida por su propietario, por lo que don Fernando Centeno se avocó a buscar otro local donde pudiera seguir funcionando el Centro Educativo.

    La búsqueda fue productiva, don Fernando encontró al señor Mariano Miguel de Vallejo, quien tenía una casa en Guadalupe de Goicoechea, que es la direccion de la escuela actual.

    El 03 de septiembre de 1945 nos trasladamos todos a la nueva escuela. La primera Jefe de Sección fue doña Dora Santiesteban, que estudió Tiflología en Estados Unidos. A partir de ese momento las cosas cambiaron; poco a poco se lograron más recursos didácticos y un mejor ordenamiento de los cursos.

    Al principio solo contábamos con el pabellón verde, después se costruyeron más pabellones.

    El 8 de abril de 1947 la población no vidente se trasladó al Departamento de Ciegos, cuya construcción se inició un año antes con recursos provenientes de la Segunda Guerra Mundial.

    El pabellón contaba con dos salidas, una comunicaba al Pabellón Verde y la otra llegaba a la Fábrica de Café Montero, que precisamente nos servía para ir a esperar el bus que nos llevaba a la casa. !Ah!, me olvidaba decir que la inauguración fue hasta el sábado 27 de setiembre, con toda la pompa del caso.

    Yo creo que, aparte de la inauguración del internado, esa fue la mejor actividad que tuvimos. Hubo discursos, musicales, y una dramatización preparada por la niña Margarita Dobles Rodríguez,( que por cierto tenía vocación de buena educadora: cariñosa, paciente, activa ...; bueno, ustedes saben). La dramatización era el cuento Mayo Verde y participamos: Vera Violeta Ugalde; Elizabeth Mengals, una muchachita tico-norteamericana; Consuelo Artavia, y los hermanos Omar y Dagoberto Chacón .La Ovejita era Vera Violeta; la Cigarra, Elizabeth; la Hormiga, Consuelo; un Cigarrón, Omar; el Sapo, Dagoberto y el Enano Gargolín, que lo interpretaba yo. Los trajes eran de papel crepé y yo tenía barbas de algodón hasta el pecho y un pincel en la mano. Se invitó a don Pedro Vila Rivera, violinista ciego que presentó algunos números.

    La niña Margarita estaba tan contenta que el lunes repetimos la obra para los compañeros que no estuvieron en la inauguración y después nos dió a cada uno de los participantes un regalito; el mío era un muñequito de esos que se llamaban porfiados. Quince días después nos llevó al kiosko de Guadalupe, después al Teatro, al Correo, y todo ese paseo para estimularnos a seguir adelante.

    Nos enseñó agricultura, por cierto que sembramos una matas que cuidaba como los ojos de su cara.

    Algunos compañeros se encaramaban para molestarnos y los de retardo se ponían en las mismas. Sembrábamos hortalizas y algunas me las llevé para la casa.

    Nos enseñó muchas rondas como Mirón Mirón, doña Ana no está aquí,- y esas.

    Cuando vino don Alexis Quesada, en el 49, ella hizo varios programas radiales con villancicos que cantábamos nosotros y el coro lo integrábamos grandes y pequeños.

    Ella suspendía clases en noviembre y con don Alexis ensayábamos. La primera vez que cantamos por radio fue el 23 de noviembre de 1950, en Radio Atenea, que quedaba por el Colegio de Señoritas. Lla segunda fue un año después en La Voz de la Victor, ( por cierto la grabaron y estaba lloviendo mucho).

    Don Fernando se multiplicaba para resolver los problemas que se presentaban, y hasta cuando la cazadora no llegaba a recogernos en la mañana, él se venía con todos nosotros para que no perdiéramos clases.

    La Escuela contaba con dos asistentes sanitarias, la niña Virginia Montero de Sibaja y la niña Cristina Castellón.

    En una oportunidad nos iban a vacunar contra la Tifoidea o la Difteria y las niñas tenían que alcanzarnos hasta el portón. Fueron 3 vacunas en un lapso de 15 días, pero Miguel Arce y Rafael Ramírez salieron corriendo hasta la granja y no hubo forma de encontrarlos, hasta la hora de irse que llegaron solos.

    Antes de 1950 existía una lista de personas a quienes les daban de almorzar y si faltaba alguno lo reemplazaban hasta que decidieron darnos de almorzar a todos.

    Adquirieron unos carritos como los que usan en los hospitales para repartir la comida y un alumno de retardo llevaba el carrito a los pabellones, con fresco incluído.

    1950 se caracterizó por tener muchas cosas diferentes. Recuerdo que el 05 de octubre, jueves por cierto, amaneció lloviendo, y como ya hacía algunos meses un profesor español, José Antic, nos daba gimnasia, en la primera hora recibían los grandes y después los pequeños. Como a las 8:00 a.m. el tiempo cambió pero, a pesar de que salió el sol, el ambiente seguía muy tenso: mucho silencio, era !una calma! que nunca había visto.

    Recibimos las clases de gimnasia y nos fuimos a almorzar. No habían pasado ni cinco minutos cuando se viene !ese temblor! Fue algo espantoso, el pabellón verde, que era de madera, sonaba como si se fuera a caer. Unos querían correr y pegaban

    en las paredes, otros chocaban en las mesas y los platos, vasos y cucharas iban a dar al suelo.

    Roberto estaba almorzando y fue tan fuerte el movimiento que la silla se le fue para atrás y, de no haber sido por la niña Cecilia Calderón que lo atajó, quién sabe qué le hubiera pasado.

    En 1945 llegó una niña llamada María de los Angeles Valverde, de Cartago, que ahí está todavía.

    En 1946 llegaron Antonio Cabezas Araya, ya fallecido, que fue también maestro después,para ser exactos llegó el 12 de abril de 1946. Después llegó Edgar Araya Solano, que todavía está también; ya es pensionado; además de alumno fue empleado de la Escuela enMantenimiento. Lllegó Rafael Granados, que por cierto se casó con una compañera también de ahí. Ya él murió. Llegó Elizabeth Maingoth del Barco, llegaron Omar y Dagoberto Chacón Blanco.

    En 1947 no ingresó nadie.
    En 1948 llegó Rodolfo Molina. En 1949 llegó María Cecilia Chacón Quesada, quien se casó y enviudó; ella y yo somos muy buenos amigos. Llegaron dos muchachos de Heredia. En 1950 llegó Ligia Solís y María de los Angeles Jiménez Núñez, quien falleció muy joven.

    Cuando llegó Armando Brenes se dió el problema de que era muy vago, pero daba la casualidad de que Roberto Porras tenía algo muy especial y era que podía imitar a cualquier persona. Una vez una maestra de retardo, y una de la sección de ciegos se pusieron de acuerdo con Roberto y le hicieron creer a Armando que don Fernando Centeno lo estaba regañando por no querer estudiar, por lo que Armando todo asustado le dijo que él iba a estudiar mucho, que le diera otra oportunidad.

    A partir de 1949 se empezó a dar un informe que reflejaba el progreso de los alumnos y ya en 1954 el Ministerio de Educación mete mano en la Educación Especial.

    Recuerdo que una vez me pasó una anécdota muy graciosa, resulta que la esposa del guarda de la Escuela tenía la voz como un hombre. Un día me dice Omar Chacón: Walter, vamos a llevarle ésto a doña Rosa ahí donde don José, para que le den a la perra. - Cuando llegamos a la casa don José no estaba, entonces le pregunta Omar: Rosa,- ¿Dónde está la Canela?-Ahí-, le dice ella !con ese vocerón!, Entonces, cuando veníamos le pregunté:- Omar, ese hombre se llama Rosa?-, y me dice:- ¡Nombre, es una mujer!.-

    Los paseos fueron muy bonitos, pero para mí el mejor fue uno que realizamos a Puntarenas en el año 1956, no por el hecho de ir a Puntarenas, sino por ser la primera vez que yo salía con mis compañeros por tres días. Siempre nos hacían las fiestas de la alegría y eran muy lindas, pero ese año quisieron hacer algo diferente y fue cuando nos llevaron a Puntarenas.

    Se formaron dos comités, uno para la fiesta de los pequeños y otra para el paseo de los adultos. Estas comisiones estaban conformadas por dos profesores ciegos y dos videntes. Se alquiló una casa en Carrizal de Puntarenas, pero había un problema, no teníamos dinero para los pasajes, sin embargo, en ese momento había una profesora haciendo un permiso y fue la que nos ayudó a conseguir los pasajes.

    Hacíamos paseos a la Finca de don Santiago Crespo, quien fue un gran colaborador de la Escuela, fuimos también a la casa de un señor que nos llevaba a Cartago y nos quería mucho.

  • Medio siglo de recuerdos

    (En 1947, Omar Chacón Blanco logra ingresar a la escuela de Educación Especial recién trasladada a Guadalupe de Goicoechea).

    Omar: -Yo tenía 13 años cuando llegué a la escuela, antes fui a matricularme, pero no había campo allá, por el ferrocarril al Atlántico, donde funcionaba.

    Recuerdo que donde recibíamos clases era en una casona verde con 8 ó 10 aulas, donde la maestra doña María del Rosario Montero, que también era ciega, nos daba clases a los seis estudiantes que habíamos. También nos daba clases de Braille Otro maestro ciego, recuerdo que era grandote, se llamaba don Tomás Espinoza Hidalgo, !era bravísimo!-, pero muy buena persona. Escribíamos con unas tablitas que tenían huecos donde colocábamos clavitos para formar la letra.

    Roberto:
    -¿Y cuándo conoció usted las regletas?

    Omar:
    -Eso fue como seis meses después de que llegué a la escuela, por cierto que esas regletas hicieron !una bulla..!-. y como dos años después llegaron las primeras máquinas, por cierto, eran plateadas.

    Roberto:
    -¿Cómo se llamaban los primeros estudiantes que tuvo la escuela?

    Omar:
    -Había uno pequeñillo que se llamaba Walter Monge, por cierto que era muy nervioso, Nosotros lo andábamos alzado, (como yo era mayor y tenía un poco de visión en ese tiempo)- y él se ponía a llorar porque pensaba que los camiones que oía lo iban a matar. También estaba Roberto Porras, Edgar Araya, Mario Ramírez, Arnoldo Gutiérrez y también estaban las mujeres: Consuelo Artavia, que era una muchacha muy noble y muy bonita; estaba Mirian Miranda, Violeta Ugalde, que tenía como 13 años, como yo y María de los Ángeles Valverde.

    Roberto:
    -¿Qué materias impartían en ese tiempo?

    Omar:
    -Nos daban Braille, matemáticas en una tabla cuadrada con un montón de celditas donde colocábamos los cubos que tenían cinco números y un espacio blanco para representar el cero y así formábamos las cifra. Después nos enseñaban trabajos manuales muy bonitos; ellas tejían y nosotros trabajábamos en mimbre.

    Roberto:
    -Imagino que con el paso de los años tuvieron la oportunidad de aprender otras cosas como colchonería y ebanistería?.

    Omar:
    -Sí, don Ricardo Patiño nos enseñó electricidad y después mandaron a Edgar Araya a recibir un curso de colchonería para que nos enseñara, !claro!, como compañero, y luego llegó Humberto Marenco, que tenía problemas de la vista, pero había estudiado en el colegio hasta tercer año y nos enseñó ebanistería

    Roberto:
    -¿Dónde recibían tanta práctica como mimbre, colchonería y ebanistería que requieren de suficiente espacio?

    Omar:
    -Bueno, ya eso lo recibíamos en el primer pabellón que construyeron, que por cierto en una placa le pusimos Pabellón de la Victoria, el que ayudó mucho fue don Santiago Crespo, es el que ocupa actualmente el Departamento de Deficientes Visuales.

    Roberto: -Siempre recordamos cosas que nos pasaron como estudiantes, y en esa época me imagino que no era la excepción?

    Omar:
    -Fíjese que doña Dora Santiesteban me regaló una pizarra, un día la llegué a buscar y no estaba. No supe quién la cogió, pero resulta que tiempo después pasé a una compriventa y el dueño me dijo: "Mirá ahí tengo una pizarra para cieguitos, se la voy a regalar, deporsí no la ocupo y como la dejaron aquí..."-! Diay, resulta que era mi pizarra, vea qué cosas...!

    Roberto:
    -La escuela se distinguió por los regalos que nos daba a los alumnos, ¿en sus tiempos también daban buenos regalos, don Omar?

    Omar:
    -!Ah sí!,- claro-, no sólo eso; también las fiestas de fin de año y de medio período, nos llevaban helados en sorbetera, no como ahora que llevan los conos, no,-! qué va!,- en esos tiempos los llevaban en un tarro con hielo para que no se deshiciera.

    (Por cierto que esas fiestas se prestaban para hacer travesuras)

    Omar:
    -!Jum!..- fíjese que en una de esas fiestas ya habíamos tres que teníamos alguito de vista: Rodolfo Molina, mi hermano Dagoberto y yo. Como no éramos muy quedititos que digamos-, doña Dora les dijo a las muchachas: -"cuiden, porque Omar y Rodolfo son muy fregados y se pueden llevar los confites de la mesa. Cuando la niña se fue a la casa a la hora del almuerzo, Miriam, Adela Luna y Rosario Montero se quedaron cuidando. Teníamos de 11:00 a.m. a 01:00 p.m. para poder hacer algo porque todos los estudiantes regresaban a la fiesta en la tarde.

    Roberto:
    -¿Y que pasó?

    Omar:
    -Aguárdese, entonces le dije a Rodolfo: "-! Juemialma!-, cómo hiciéramos para coger un paquete de confites para cada uno mientras empieza la fiesta?.- Ya sé..., vamos a provocar un temblor.- Es que ese pabellón estaba dividido por una pantalla que se movía, entonces le dije a Rodolfo:- "como usted ve menos que yo, cuando yo mueva la pantalla usted mueva la puerta y Dago que ve más, se mete y coge los confites.

    De verdad, empezamos a mover las cosas y le dice María del Rosario a Marielos: "¡está temblando, está temblando!" vámonos, vámonos.- Mientras tanto Dago se metió por la ventana y se robó los tres paquetes de confites.

    Cuando llegaron las maestras, ellas les comentaron del temblor pero nostros ya estábamos por allá, por el potrero, comiendo confites.

    Roberto:
    -Supongo que con el paso de los años llegaron más alumnos y maestros.

    Omar:
    -Cinco años después de haber entrado a la escuela ya éramos como treina y los maestros nuevos, que yo recuerdo, eran don Antonio Esquivel, que era muy bravo; por cierto que yo le decía don Antonio Esquivel y se ponía: - No precisa que me diga las dos cosas, con que me diga don Antonio es suficiente-, y le decía yo: ! diay!, y Esquivel qué?.- Bueno, entonces dígame Esquivel,- bueno Esquivel Antonio le decía yo, y viera que furioso se ponía cuando lo palmeteaba y le decía: "adiós don Antonio Esquivel". Eso sí, era muy buen profesor porque venía de una Universidad de Chile.

    Después estaba don Antonio Cabezas, que fue maestro, pero antes fuimos compañeros porque él llegó de un colegio, es que él perdió la vista cuando ya estaba grande y entonces le costó menos.

    Roberto:
    -Según lo que me está contando, los estudiantes tuvieron posibilidades de preparse y después dar lecciones en la escuela, ¿usted pudo estudiar algún oficio?

    Omar:
    -Una vez los Caballini me iban a dar una beca para que fuera a estudiar a Colombia y entonces mi mamá no me dejó ir porque yo era menor de edad y entonces me dijo que si ella se moría-! y yo tan largo!-, que ésto, que el otro y que aquello y para peores en la escuela no nos daban diploma porque no pertenecía al Ministerio de Educación, si no que era sostenida por la sociedad. Entonces tuve que sacar, ya casado, el bachillerato por madurez.

    Roberto:
    -Como ya ustedes eran jóvenes debían incurrir en gastos para sus necesidades personales, ¿de dónde tomaban para sufragar esos gastos? Omar:
    -Humberto Marenco era una persona muy desenvuelta y eso nos ayudó mucho. Tal como yo, lo acompañaba a las escuelas a traer libros que empastábamos en la escuela y con eso nos ayudábamos para los gastos principales.

    Roberto:
    -Me imagino que además de impartir lecciones, los educadores tenían que invertir tiempo en cuidar el cause de las relaciones entre muchachos con edad para buscar novia o novio.

    Omar:
    -Figúrese que yo tenía 18 años, y es que en aquellos tiempos uno era más... ! diay!, usted me entiende, !claro!- yo tenía un poquito más de visión que ahora y entonces..., ponga cuidado:- veo que doña Dora estaba regañando a Edgar Quesada porque tenía abrazada y le dio un beso a una muchacha, entonces como doña Dora era !muy brava!,- le dijo que eso no podía ser en la escuela y en ese momento entro yo y me le quedé viendo a la cara, viera !qué bonita la tenía!-, y le digo:"Por qué no deja ir a Edgar, pobrecito, además, viera que tengo que decirle algo".

    Él se fue todo contento y agradecido conmigo por haberlo salvado de la regañada, entonces yo le dije a doña Dora: viera !qué bonita! se ve usted regañando a Edgar, con ese modo que hace más bien le luce, es que Edgar no la ve, pero yo sí, bueno, es que yo soy muy jovencillo-!diay!,- apenas alumno suyo; si no, me le declaraba.- Cuando la veo que me agarra de las orejas y me dice:"¿Qué es esa falta de respeto?" Al rato llegó a abrazarme, seguro porque se dió cuenta que yo no le falté el respeto, sino que le dije la verdad, talvés sin pensar en las consecuencias.

    Roberto:
    -Uno puede pensar que los ciclos se repiten, me imagino que después de tanto tiempo de estar en la escuela usted tuvo la oportunidad de ver formarse algunas parejas.

    Omar:
    -Sí, varias. Le voy a contar el caso de dos ciegos doña Teresa y don Rafael. Vengo y le digo a Rafael: viera qué muchacha más bonita llegó, se llama Teresa, si quiere se la arrimo para que le hable-, y no fue cuento, que se enamoraron y se casaron, se puede decir que por culpa mía, por dicha les fue muy bien.

    Roberto:
    -Además de los estudiantes con problemas visuales ¿existía algún pabellón para retardo o audición y lenguaje?

    Omar:
    -!No,no, no!.- Nosotros fuimos los primeros que recibimos clases en la casa verde, después llegaron los sordos y por último las personas con retardo, por cierto que uno de ellos llegó a ser Ministro.

    Roberto:
    -¿Cómo se llamaba?

    Omar:
    -Se llamaba don ...

    Roberto:
    -¿Y cómo se conducía en la escuela, cómo se portaba con las personas ciegas?

    Omar:
    -Él era de Puriscal, siempre vestía muy elegante, de pantalón y camisa azul, sólo que nos echaba los hormigueros por dentro de la camisa, pero nosotros le decíamos, talvés un lunes: "el miércoles hay paseo-, entonces la mamá le ponía huevos duros , sandwiches y de todo. Entonces nosotros le decíamos que no había paseo, que nos diera de lo que trajo; se ponía todo bravo y nos amenazaba con echarnos un hormiguero, pero después le cambíabamos la conversación y no lo hacía.

    (Omar salió de la Escuela a los 20 años, debiendo sacar el diploma en el Centro Educativo Pilar Jiménez, ya que el certificado extendido por la Centeno Güel no era reconocido por el Ministerio de Educación).

    Roberto:
    -¿Con 20 años y un certificado, podían los estudiantes encontrar trabajo?

    Omar:
    -Yo duré como un año sin ir a la escuela, pero después doña Dora me prestaba las instalaciones para hacer trabajos en mimbre, colchones, encuadernación y ebanistería para ganarme algo,! por suerte que me llevaba tan bien con Humberto Marenco!- porque además de saber de ebanistería, tenía facilidad de palabra y muchos contactos; entonces los kinder nos encargaban juguetes como: carretillos, maromeros,.. unas rueditas de Chicago muy lindas que hacíamos. Muchas tardes pasábamos trabajando en encuadernación para reparar los libros de varias escuelas y colegios, además con Edgar me ganaba algunos cincos haciendo colchones con la plata que la misma escuela nos prestaba para comprar los materiales.

    Roberto:
    -En su paso por la escuela, ¿recuerda a don Fernando Centeno Güell?

    Omar:
    -!Ah sí!,- él era una persona muy buena y callada, usaba una gabacha blanca larga y, como era el director de toda la escuela, andaba por los pabellones Cuando nos encontraba afuera nos decía: "buenos días", y si uno le preguntaba la hora decía, por ejemplo: "faltan 10 para las.. en punto; o, son las... en punto, pero ! jamás! decía son las 09 o faltan 05 para las 11.

    En ese tiempo estaban Antonio Cabezas, Edgar Araya y otros estudiantes. Entonces, como ya algunos fumaban, don Fernando, que tenía la voz parecida a la de Edgar prohibió fumar en la escuela,-! claro!- que algunos de los que fumaban se iban a esconder en los recreos para poder satisfacer el vicio y entonces, en un recreo, don Fernando le dijo a un chiquito que cuidado se golpeaba; Toño Cabezas lo oyó y le dijo: Edgar, Edgar, vamos a fumar antes que termine el recreo-, entonces se volvió don Fernando y le dijo: -"no soy Edgar, soy Fernando, y es prohibido fumar en la escuela". -

    Don Fernando era muy humilde, donde se encontrara a una persona ciega la saludaba con un abrazo.

    Roberto:
    -En qué se ocupaban los terrenos que hoy albergan las instalaciones de Retardo Mental?

    Omar:
    -Eso era un potrero que llegaba hasta el río. Ahí tenían muchísimas conejeras y gallineros, que cuidaban don Lolo y don Manuel; esos señores eran personas que habían tenido problemas con la justicia y como eran buenos los mandaron a cuidar las gallinas y los conejos, pero cuando terminaron la condena, se quedaron ahí porque eran muy buenos con los ciegos y nos cuidaban.. y todo.

    Roberto:
    -Además de los oficios que nos ha mencionado, ¿ existían otro tipo de oportunidades para desarrollarse laboralmente?

    Omar:
    -Prácticamente no. Por ejemplo: Roberto Porras, Adela Luna, Mario Ramírez, Edgar Araya y Humberto Marenco, hicieron un curso de Radiotelegrafía, que por cierto pagaban ellos mismos porque la escuela no tenía plata para contratar a ese maestro. Cuando terminaron no pudieron conseguir trabajo; otros estudiaron para masajistas y tampoco tuvieron suerte En mi caso don Ricardo Patiño Troyo, que había quedado ciego ya siendo adulto, me buscó trabajo con un hermano de él, en el taller mecánico donde aprendí a arrollar generadores. En 1948, después de dos años de aprender, llegó don José Figueres y prohibió que cualquier persona con impedimentos físicos trabajara en talleres mecánicos porque la póliza del I.N.S. (Instituto Nacional de Seguros), no los cubría.

    Después me fui a trabajar a Moravia, a una fábrica de Tártaras y cuando llegaban los inspectores del Ministerio de Trabajo yo me quitaba el delantal en carrera y me sentaba en una silla, como si estuviera oyendo radio, porque si me encontraban trabajando multaban a los dueños.

    Roberto:
    -Entonces, ¿Qué camino les dejaba la sociedad a las personas ciegas para que se ganaran el sustento diario?

    Omar:
    -Mucho ciego viejo tuvo que dedicarse a la mendicidad porque no había ninguna oportunidad !Por supuesto que en ese tiempo habían ascensores!- pero los maestros, no lograron que se le diera trabajo como ascensoristas a los muchachos. Vea qué raro, no había pensión para nosotros, si alguno salía a tocar a la calle, en la escuela lo censuraban, y si se ponía a pedir limosna , la escuela no intervenía para nada.

    Roberto:
    -¿Sería ese el caldo de cultivo donde se gestaron las asociaciones que se dedicaron a pedir en nombre de las personas ciegas?

    Omar:
    -Las primeras asociaciones empezaron de la siguiente manera: primero fue la Asociación Hellen Keller, María de los Ángeles Valverde, María del Rosario Montero, Edgar Araya, Humberto Marenco, Roberto Porras y otros, formaron este grupo. Recogían cuotas y buscaban nuevos socios pero al tiempito se disgustaron y en lugar de tratar de seguir, se dividieron la plata que tenían guardada. Después vino la Asociación Amigos del Ciego, dirigida por don Victor Julio Arias quien recojía en cantidad para los ciegos y se reunían en la sala de exhibiciones de las cocinas que él vendía. A fin de año pedían a los negocios y fábricas cobijas y otras cosas para regalar en la fiesta que se hacía en la Casa España o donde les prestaran las instalaciones.

    En ese tiempo una señora salvadoreña les dio un millón y medio de colones y un terreno que se llamaba la Plaza del Ciego-! imagínese!-, le estoy hablando de 1955, o por ahí.

    Como algunos ciegos estaban inconformes con la manera de manejar los recursos, don Víctor Julio creó la Asociación La Voz del Ciego, que pedía con carros y de todo. Decía que tenían estatutos pero, ! qué va!,- no tenían nada. El presidente era José Francisco Molina, él fue panadero, después policía y como quedó ciego, se dedicó a pedir.

    Después aparecieron Miguel Angel Artavia, que se descobijó y dejó a Molina para crear la Asociación La Caridad del Ciego.

    Algunos intentaron volver a formar la Asociación Hellen Keller y lo lograron y todavía creo que existe, parece que la maneja un abogado ciego que se llama Hugo Araya, pero la verdad, que yo sepa no está funcionando.

    Roberto:
    -Bueno Omar, se nos acabó la taza de café y debemos poner fin a esta conversación, si usted desea contarnos algo más con mucho gusto lo escuchamos.

    Omar:
    -Yo recuerdo que Pedrito Vila decía en aquel tiempo que los ciegos de Costa Rica éramos esclavos,! claro, como él era un gran violinista: y conversaba muy bonito..! - pero no pudo darse cuenta que algunos de los ciegos que empezaron en la escuela fueron abriendo el camino para que la persona ciega, que no era inválida, fuera vista como un ser humano.

    Mire Roberto, yo que he sido tan golpeado en la vida le puedo asegurar que los ciegos y los videntes sentimos igual, sufrimos lo mismo y yo, que he trabajado en tantas cosas, lo único que no puedo hacer es pintar, porquese de carpintería, ebanistería, hojalatería, electricidad, encuadernación y otras cosas que no me van a dejar morir de hambre por eso yo digo que el que quiere, puede- y ahora que estoy recibiendo un curso de masoterapia los muchachos me dicen que yo en lugar de aparentar 63 años que tengo, parece que tuviera 30 años y es mi espíritu el que es así, alegre y con ganas de seguir aprendiendo cosas.

  • Los secretos del internado

    (Mientras atendía su puesto de lotería en las oficinas centrales de la Caja Costarricense de Seguro Social, le transmitimos a Jaime Herrera Ortíz el deseo de conocer sus vivencias de estudiante en la década de los cincuenta. Unas horas más tarde, retrocedimos la máquina del tiempo para poder compartir con ustedes estas imágenes reconstruídas con pasajes tristes y alegres de una educación especial que ya no experimentarán las futuras generaciones. En 1956 un jovencito de 14 años llegaba por primera vez a la escuela de Enseñanza Especial Fernando Centeno Güell. Era Jaime, que se disponía a saborear las mieles del conocimiento).

    Jaime:
    -Con la primera compañera que yo hablé fue con Ligia Solís, hoy señora de Ávila; luego conocí a los hermanos Mario y Manuel Sedó, y a los hermanos Eladio, Alberto y Gerardo Leal, que venían de la comunidad de Veintisiete de Abril, en Guanacaste. También estaba Marciano Ruíz, Rodolfo Molina, que ya casi salía pero cooperaba en la biblioteca y Maruja Monge, que estudiaba en el Colegio Anastasio Alfaro. (Es que en ese tiempo la escuela recibía niños, adolescentes y también gente algo viejita,- porqué no decirlo-.)

    Roberto:
    -Usted formaba parte de la población que vivía en la escuela?

    Jaime:
    -Sí señor, por cierto que la época del internado fue muy especial, nos llevábamos muy bien los compañeros y el personal dirigido por la famosa Dolores García o doña Lola, como le decíamos.

    (Hay que recordar que la gente que estaba interna era muy pobre y que algunos, como un servidor, era la primera vez que tratábamos con otras personas fuera de la familia, incluso algunos venían de casas donde los tenían encerrados en un cuarto porque la familia se avergonzaba de tener un hijo ciego o porque su misma ignorancia no les permitía darse cuenta de que era un ser humano como ellos).

    Roberto:
    -Me da la impresión de que los estudiantes llegaban ya siendo adolescentes y no niños, como se podría pensar ¿a qué se debía ésto, Jaime?

    Jaime:
    -Bueno, es que en los pueblos de donde veníamos nosotros no se escuchaba hablar de Educación Especial y además el internado empezó a funcionar en 1955 ó 1956.

    Roberto:
    -En el internado quedaron muchos estudiantes que solo tenían noticias de sus familias para vacaciones o Semana Santa, ¿cómo hacía la escuela para proporcionarles regalos y fiestas a la población de sitios lejanos y cercanos que convivían en este lugar?

    Jaime:
    -Fíjese que me está haciendo recordar usted, entre las cosas buenas, las visitas de unas señoras que tenían un club que se llamaba Las Damas Blancas, entre las que se encontraba la mamá del dirigente de fútbol Isacc Sasso. Ellas nos hacían, para vacaciones de 15 días o fin de año, !unas fiestas...! con música, baile y muy buena comida.

    Ese primer año que yo participé, no nos dieron regalo a cada uno, porque el famoso regalo que llevaron fue un radio Senik que distribuía el Almacén Cover Era de esos que le llamaban Curvito, no me da pena decirlo, pero era la primera fiesta a la que yo asistía en toda toda mi vida.

    Roberto:
    -Y ustedes compartían el mismo gusto para poder escuchar radio sin discutir?

    Jaime:
    -Bueno, la verdad es que a las celadoras, como se les llamaba a quienes nos cuidaban, y a muchas compañeras les gustaban las radionovelas, mientras que a nosotros nos encantaba escuchar fútbol y por eso a veces se formaba algún pleitillo.

    Roberto:
    -Además del radio, ¿Qué otra forma de entretenimiento tenían los estudiantes?

    Jaime:

    -Si usted se acuerda, el edificio de la escuela es cuadrado, pues entonces nosotros pasábamos las horas dándole vueltas y molestando a las pocas chiquillas que habían.

    Roberto:
    -Entiendo que también se dedicaban a cantar e incluso tenían un juego de lotería.

    Jaime:
    -!A sí !,- a finales de 1956 el Centro Hellen Keller trajo un juego de lotería en Braille, y otra cosa muy importante es que después de que pasaba el 15 de setiembre empezábamos a ensayar los villancicos que no sólo los escuchaban los que participábamos en los actos cívicos, sino que se transmitían por radio en la Voz de la Victor, Radio Monumental y Radio Fides, (que por cierto esta última fue la primera emisora que le regaló un espacio al Centro Hellen Keller que dirigía don Antonio Cabezas y don Humberto y que pasaban entrevistas con compañeros, y hasta doña Dora iba a explicar lo que había aprendido en los Estados Unidos acerca de la Educación Especial, porque primero fue profesora del Liceo Anastacio Alfaro y después profesora de nosotros).

    No es por vanagloriarme, pero yo fui solista dos veces: Una cantando el Sagalillo y la otra cantando en Vicentillo.

    Roberto:
    -Para llenar esas horas de ocio que tenían ustedes, ¿no pensaron en realizar algunas travesuras que los entretuvieran?

    Jaime:
    -Todavía me da risa de sólo acordarme, fíjese Sanchito, que se nos ocurrió coger una botella de leche de las que el lechero dejaba afuera, entonces las compañeras dijeron que si los hombres se animaban a coger una botella de leche sin permiso. Ellas no se iban a quedar atrás; entonces Emérita Cedeño encabezó la pandilla femenina y un día decidieron dar el golpe. Resulta que la cocinera hacía !unas albóndigas! , pero de harina, y habían sobrado unas pocas del día anterior. Como ellas no encontraron nada que llevarse, se fueron con la ollita de albóndigas. Como estaban frías y no las podían devolver, se las comieron a la fuerza; ! imagínese aquello en la noche!.- Los sanitarios se hicieron poquitos, hasta el baño sirvió para liberar el estómago de aquello; incluso hubo que llevar a una muchacha al doctor para que le aliviara la pega, como se decía antes.

    Roberto:
    -Seguramente si las muchachas leen ésto se acordarán, ¿Quiénes eran las estudiantes?

    Jaime:
    -Bueno, estaban Grace Elizondo, Elizabeth Herrera, Mayela Mora, Berta Cambronero, Olga Marta Salazar, Irene Rojas y algunas más que ahora se me escapan.

    Roberto:
    -Siendo ustedes jóvenes supongo que se relacionaban además de compañeros, como novios, ¿había oposición de parte de los educadores?

    Jaime:
    -Don Humberto, que mis palabras no le hagan ruido, se oponía que se casaran ciego y ciega; ya ahora, con la madurez uno entiende que en muchas cosas él tenía razón.

    Roberto:
    -La ventaja es que antes no había tanta morbosidad, fue en la década de los sesenta que los videntes se pusieron de mal pensados, a pesar de los adelantos.

    Jaime:
    -Claro, no quiere decir que fuera fácil tener novia, porque, para robarse un beso era como hacerlo en la cárcel.

    Roberto:
    -Recuerda que a pesar de todo se formara alguna pareja medianamente formal?

    Jaime:
    -La primera pareja que yo recuerdo, que no era de no videntes pero que fue muy famosa, era la de Vera Violeta Ugalde, esposa de Solón Sirias, que fue una de las primeras ciegas que yo vi contraer matrimonio, después don Alexis Quesada, verdad?.- Pero uno de los acontecimientos que sí conmovió la comunidad de nosotros fue la pareja formada por Alberto Leal y Evangelina. Este muchacho engañó a todo el mundo; resulta que dijo que el papá le había dado una herencia y que se iba a casar. En la escuela se oponían porque Alberto tenía, al parecer, un futuro que le permitiría vivir más o menos bien si seguía estudiando, entonces se casaron a escondidas y después Alberto se fue a La Voz de la Victor a mentirle al Director del Diario del Aire, le dijo que le habían robado una plata y necesitaba que le ayudaran.

    Recuerdo que los padrinos de esa boda fueron don Antonio Cabezas y doña Marta Suárez, porque don Antonio era más amplio en esas cosas y no tenía tantos prejuicios.

    Después nos dimos cuenta que no había tal herencia y que más bien el papá no estaba de acuerdo en que él se casara, pero siempre se los llevó para Guanacaste y el resto ! imagíneselo..!.

    Actualmente, le puedo decir que la historia es muy triste, porque esta familia poco a poco se quedaron sin propiedades, inclusive, recientemente estuvieron vendiendo los poquitos terrenos que les quedaron.

    Roberto:
    Conoció usted algún caso de estudiantes con problemas de alcoholismo o de otra índole?

    Jaime:
    -Lamentablemente sí. Recuerdo el caso de Asdrúbal ... llegaba algunas veces en estado de ebriedad y, aunque se daban cuenta, le consentían estas faltas, a pesar de que él era estudiante, como nosotros.

    Imagínese a un muchacho de 13 ó 14 años en las cantinas desde 1959, ¿qué le parece?. Le estoy hablando de que él después reconoció que era alcoholico.

    Roberto:
    -Cómo considera al sistema aplicado en ese tiempo para encausar a los estudiantes hacia un futuro mejor que el que tenían en sus lugares de origen?

    Jaime:
    -El sistema era bueno, lo que fallaba era el famoso "pobrecito", que todavía se usa. Recuerdo a una muchacha que vivía en Barrio México, tenía bastante vista y, sin embargo, estaba interna en la escuela, yo me pregunto ¿con qué necesidad? si con sólo coger el bus llegaba a la Catedral y de ahí era un brinco ir a la casa.

    Roberto:
    -Supo usted de algún caso de maltrato por parte del personal docente o administrativo?

    Jaime:
    -Sí-, y le advierto que lo puedo sostener porque me consta. Se dio un caso muy especial con nuestro querido y buen amigo Mario Sedó. Fijáte que ellos eran de los ciegos que tenían problemas en la casa y para peores vivían con una madrastra. Un día Mario, que tenía como 4 ó 5 años y era muy querido por todos nosotros, tuvo una enfermedad, seguramente psicológica, y empezó a orinarse en la cama. La celadora, doña Ana ..., la primera vez le llamó la atención diciéndole estas palabras: "Si mañana se mea, tiene que sacar el colchón usted".

    Entonces Mario usaba un overol con tirantes gruesos y una hebilla gruesa atrás. Pues cada vez que el chiquito hacía la necesidad en la cama dormido, ella le pegaba con la hebilla o con el tirante, como si fuera su propio hijo.

    Yo, propuse una vez que acusáramos a esta señora, para que don Fernando Centeno se enterara, pero nadie quiso apoyarme. Después Rafael Navarro tuvo un problema con la señora y me dijo que fuéramos a poner en conocimiento de don Fernando esas irregularidades, pero la celadora le pidió a Rafael que no la acusaran porque le iban a hacer un daño, que mejor ya no iba a maltratar a nadie, sin embargo, eso lo hizo varias veces y yo no sé como se solucionó el problema.

    Roberto:
    -Hubo algún caso de expulsión en la escuela mientras usted fue estudiante?

    Jaime:
    -Claro por cierto fue al famoso Asdrúbal, del que le hablé hace un rato.

    Roberto:
    -Lo expulsaron por los problemas de alcoholismo?

    Jaime:
    -No, lo que pasa es que nunca se supo con claridad. Entre los que tomaban licor contaban que fue porque, como Asdrúbal era un muchacho elegante y muy avispado, se enredó sentimentalmente con una funcionaria y contó más de la cuenta, entonces se hizo un avispero, ella lo negó y él se tuvo que ir, entonces ella le dió un dinero para que se ayudara.

    Roberto:
    -Tuvieron las personas ciegas de esa época la oportunidad de acceder a la cultura?

    Jaime:
    -A la escuela le regalaban entradas para que nos llevaran al Teatro Nacional cuando habían conciertos, lo que pasa es que la que decidía quiénes iban y quiénes se quedaban era doña Lola.

    (Ya Jaime debe retirarse para poder colocar, entre los jugadores, su lotería. Mientras estrecho su mano, pienso en esas cosas que por falta de tiempo no podemos incluir en este trabajo, sin embargo, los protagonistas de estos relatos pueden compartir sus experiencias con los lectores).

  • Cuando se juntan las generaciones

    (El 25 de octubre de 1997 el Patronato Nacional de Ciegos cerró la semana de celebración de su Cuarenta Aniversario con un paseo. Elia Herrera, quien estudió en la Escuela del 63 al 69; Yelda Quesada Campos, del 71 al 79; Manuel Jiménez, del 66- 72; Luis Gerardo Jiménez, del 62-66 y Rosibel Quesada, del 71 al 75, evocaron sus tiempos de escolares y hoy compartimos sus recuerdos).

    Luis:
    -Una cosa interesante fue los mandados de don Humberto. Una vez memandó abuscar a don Fernando Centeno, llegué a la dirección y me dijeron que estabafuera de la escuela, entonces le di el mensaje a don Humberto pero me dijoque lo esperara y que no regresara sin él. Ahí estuve esperando todo eldía, hasta que como a las tres de la tarde llegó, por supuesto que yo ni pude almorzar y don Humberto ya se había ido para la casa.

    A las nueve de la mañana, don Humberto me mandaba donde la hermana Rosalía a traerle un gallito, y me decía la señora:- llévele estos cinco gallitos de frijol, papa y queso.- De camino yo me comía dos, y cuando él revisaba me daba uno, aunque yo le decía que no se preocupara. - Le gustaba besuquiar a las campañeras.

    Manuel:
    - A mí lo que me llamaba la atención era que algunas maestras lo llegaban abuscar para que estuviera inyectándolas.

    Algunas veces me pasaban cosas a mí, en otras oportunidades era a mis compañeros. Recuerdo que Olga Salazar y Hernán eran novios, y como yo veía bastante, le servía de guía a él.

    Elia:
    -Hernán era muy vanidoso, vestía traje entero y se cuidaba mucho.

    Luis:
    -Claro, por cierto que en una ocasión me pidió que el fin de semana lo acompañara a Cartago a la Casa de Olga, le dije que se tomara bien de mi hombro porque él, para disimular, a penas lo hacía con la punta de las uñas. Cuando íbamos para la parada de buses vi un gran hueco en la calle y una tabla para pasar, le pedí a Hernán que se agarrara duro del hombro y me siguiera, di unos pasos en la tabla cuando !-flun-!, Hernán cayó en las aguas negras, ¡vieran qué olor!, era una peste de noviembre a la una de la tarde. Quisimos irnos para la escuela en un taxi, pero no paraban; en bus no podíamos ir, entonces tuvimos que ponernos a caminar y hacerle señas a los taxis a ver si alguno nos hacía el favor; por suerte un señor se detuvo y nos dijo: "yo los voy a llevar, eso sí, quítese el saco y lo pone en el asiento, los zapatos échelos en una bolsa y vámonos de una vez.

    Les voy a contar otra historia, resulta que Maritza, la hija de la jefe del internado, me hizo algo que no me gustó, entonces le quité los zapatos y se los tiré al techo del taller. Eso fue un viernes como al mediodia, entonces doña Milagro me castigó el resto del día. Como yo era de Puriscal me entretenía con un calabazo que me trajeron, le hice unas ranuras y lo usaba de güiro; como la oficina de la jefe estaba a la par del dormitorio, me puse cerca de la puerta y le daba, le daba, y le daba al güiro hasta que, ya cansada, como a las tres de la tarde doña Milagros me voló afuera. Abrió la puerta y me dijo: "mal portado, sos un mal alumno, te vas para afuera porque no me dejás trabajar".

    Elia:
    -! Qué lindo cuando ustedes jugaban en el pabellón verde con botellas o zapatos, o con cualquier cosa que sirviera de bola!. Llegábamos los lunes en la mañana y nos contaban que había un vidrio quebrado .

    Manuel:
    -Luis me ponía a cobrar unpenaltiy la bola iba a parar al aula,- porque ! atajarla- cuándo? !.

    Luis:
    -¿Recuerdan a Filiberto?

    Elia:
    -Sí, un grandote de Puntarenas.

    Luis:
    -Exactamente, bueno resulta que un día nos acusó de una "torta grande que nos habíamos halado varios", fue tan molesto el asunto que me tocó darme de golpes con Filiberto. Yo le daba como darle a un zorro, y él nada más me mentaba la madre, y le seguí dando hasta que me cansé, pero él no dejó de mentarme la madre. Por supuesto que me castigaron, me impusieron 08 días sin salir; el problema se presentó el viernes en la noche, el sábado no pude salir de la escuela, el domingo no me llevaron a misa. Cuando estábamos solos los tres castigados nos fuimos al cuarto de las mujeres y nos dimos! una gozada..!. Las compañeras lavaban la ropa íntima, nosotros nos pusimos a jugar de tirarla contra las paredes, los cogíamos y decíamos:"este grandote es de julana y allá va...; cuando terminamos de jugar los recogimos y quisimos ponerlos donde supuestamente los encontramos pero !qué va!; después cerramos con cuidado y no fuimos para la cocina, nos comimos algunas frutas y las cáscaras las echamos en el sanitario. Cuando los oímos llegar nos fuimos a la cama y ahí nos encontraron acostados, leyendo o descansando como angelitos.

    Esperanza, la cocinera, asombrada nos dijo:"¡mirá donde están acostados!, ¿y ese milagro tan, bien portados?,- al ratito escuchamos a las chiquillas reclamando porque alguien estuvo en el dormitorio, por supuesto que nos echaron las culpas y fuimos a parar donde Doña Dora y don Fernando, pero nosotros: no fuimos, y no fuimos y no fuimos.

    Macedonio y yo no hablamos, pero Guillermo Garita contó todo.

    Elia:
    -¿Recuerdan a don Antonio?, nos daba ábaco y como no nos gustaba mucho le preguntábamos cosas de los viajes que había hecho y se pasaba el tiempo contándonos, o si no le pedíamos que nos llevara al play, y nos complacía.

    Rosibel:
    - A nosotros nos tocaba con un compañero que se llama Asdrúbal Monge, él tenía una calculadora que en ese tiempo era una novedad, y cuando don Antonio nos ponía divisiones tomábamos los resultados de la calculadora y le llevábamos el ábaco para que lo revisara. A mí me decía: "Rosibel: usted está muy bien chita, voy a hablar con Marta para que le haga pruebas en negro.

    Luis:
    - A mí fue con don José María López, con quien me pasó un chile, él daba clases de trompeta, saxofón y otras cosas, pero sólo a un un grupo selecto, entonces le rogué a doña Dora para que me mandara porque yo quería aprender a tocar Saxo. Cuando llegué a la clase, don Chema me dijo que primero tenía que pasar 15 días practicando trompeta antes de aprender el instrumento que yo quería. Bueno, me fui contento con la valija de la trompeta y cuando pasó el tiempo me fui a conversar con el maestro para realizar el cambio, pero me dijo que no sabía cuándo me pasaría a saxofón, entonces cogí la trompeta y se la volé encima. Doña Dorita me expulsó de música y me mandó donde don Fernando. Yo le expliqué que me habían engañado y por eso le tiré la trompeta, él me explicó que eso no se hace, pero me dió una carta para doña Dora donde le explicaba lo que había sucedido.

    Elia:
    -Ustedes recuerdan a doña..X?, yo creo que a esa señora algo le pasaba porque tenía actitudes muy extrañas.

    Rosibel:
    -A las compañeras de ella les disgustaba trabajar con esta celadora porque las miraba muy raro....

    Manuel:
    -Aquí entre nos; a mí una vez me agarró a puros besos ahí en el salón, que todavía ahora me pongo a analizar y ...bueno...

    Elia:
    -A mí una vez me abrazó muy fuerte, pero como yo estaba muy chiquilla pensé que era cariño.

    Luis:
    -Había otra celadora, que mejor no digo el nombre, pero nos llamaba donde guardaban la ropa y como el lugar era tan pequeño, y ella se agachaba, cuando uno llegaba. donde lo llamaba le tocaba todas las nalgas, y para peores usaba ropita muy ligera, entonces uno le sentía las piernas y el resto. Ni piensen que se enojaba, más bien uno le pedía disculpas y le decía que no se preocupara.

    Manuel:
    -Sí, yo recuerdo que el baño tenía cuatro tubos y cuando nos dábamos cuenta nos abría la cortina y nos veía a todos como Dios nos echó al mundo.

    Luis:
    -Estando nosotros más grandecillos, llegó una muchacha a trabajar cuidándonos, y recuerdo que en algunas ocasiones pasaba para la cama alguno de los compañeros.

    Manuel:
    -Volviendo al tema de los maestros, ¿ustedes saben que muchos de ellos murieron mas bien jóvenes?.

    Elia:
    -Y un poco abandonados. Don Antonio Esquivel murió en unaccidente detránsito.

    Rosibel:
    -Don Antonio Cabezas estaba en la casa en un cuarto donde lo cuidaba una señora ya mayor y !como tomaba tanto!. También don Humberto pasó los últimos años práticamente solo.

    Manuel:
    -!Ah sí!, pero me parece que fue por el carácter, como era tan independiente. Rosibel:

    -Doña Dorita sí tuvo a la familia cerca, sin embargo recuerdo quele pagaban a doña Cecilia Molina para que la cuidara en el hospital. Yo la fui a visitar con otras compañeras y nos dijeron que estaba en coma y que nonos iba a reconocer, al fin la convencimos y pasamos; cuando sentí que metomó la mano y me dijo:"Ay Rosi, qué dicha que me vino a ver alguien que meconoce y me quiere",le dije que andaba con otras compañeras pero me contestó: "no, no conozco anadie, sólo a usted mamita".

    (El paseo ya se está terminando, ahora en el recuerdo de todos nosotros quedarán las imágenes de hechos narrados por nuestros amigos que dedicaron parte del convivio a todos los lectores).

  • Retinosis desplaza familias

    (Nació en Turrialba, cantón de la provincia de Cartago. Hijo de Guillermo Gutiérrez y Lucía Ureña. José Guillermo, comparte algunas pájinas de su vida con nosotros para comprender mejor la evolución educativa en nuestro país. José Guillermo, tiene cuatro hermanas, tres mayores y una menor que él. Según nos cuenta José Guillermo, los tres menores presentan Retinosis Pigmentaria, y su madre descubre el déficit visual porque ellos buscaban la claridad, lo que le avisó que algo andaba a mal. Para encontrar una solución al problema visual, la familia Gutiérrez acude a los médicos).

    José Guillermo:
    -"Los doctores nos mandaba pastillas como maíz que se le da a los pollos, y las inyecciones eran recetadas por cajas para ver si en algo nos podía ayudar a recuperar la vista".

    (A finales de 1961 la familia se divide temporalmente. Doña Lucía se traslada con sus hijos a San José y don Guillermo solicita un cambio del cuerpo de Bomberos de Turrialba, donde laboraba, a la capital.

    Un taller de ebanistería, medianamente acondicionado, les brindó albergue durante año y medio, para luego comprar una casa en los alrededores del parque de Guadalupe, a pocos minutos de la Escuela de Enseñanza Especial).

    José Guillermo:
    -"En 1962, mi hermana Romelia y yo ingresamos a la escuela, donde me dieron juguetes y tiempo después, algunas materias".

    Roberto:
    -¿En qué grado recibió esas materias?

    José Guillermo:
    -No lo sé con certeza porque pasaban los años y no nos daban notas de evaluación. Yo siento que no existían planes estructurados de evaluación, no existían niveles, yo estuve algunos meses como alumno de doña Dora y después me pasaron con doña Margarita. Junto con ellas, y la niña María Eugenia Monge, quien era no vidente, inicié los primeros pasos en el aprendizaje del Braille, que me imagino, fue cuando estuve en el kinder. La niña María Eugenia nos daba unas tarjetas con una palabra para que nosotros las leyéramos y si no lo lográbamos, nos tomaba la mano para apretárnosla fuertemente contra la tarjeta, mientras entre dientes nos decía: la palabra escrita.

    Roberto:
    -¿Y quiénes eran sus compañeros?

    José Guillermo:
    -Estaba un muchacho que solo ese año lo recuerdo en la escuela, se llamaba Héctor Ureña, también estaba Miguel Carvajal, Manuel Jiménez y algunos otros.

    Roberto:
    -¿Recuerda algún tipo de maltrato propinado por un docente?

    José Guillermo:
    -Una vez estaba conversando con Héctor y doña Margarita me pegó por la cabeza con un borrador o un cuaderno, no recuerdo exactamente.

    Roberto:
    -¿Pero también aprendió ciencias, matemáticas y las otras materias?

    José Guillermo:
    -Para serle sincero no sé si es por la edad que tenía, o el tiempo que ha pasado, pero la verdad, lo único que recuerdo es que me ponía a jugar con un jueguito con figuras y escaleras que se llamaba circo.

    Roberto:
    -¿Recibió clases con un maestro llamado Antonio Cabezas?

    José Guillermo:
    -Sí, precisamente después de recibir con doña Margarita me pasaron con él, y tuve como compañeros a Rosa Elena Araya, Eunice Cortés, Ana Cristina Hernández,Hugo Araya, Manuel Jiménez y Carmen González.

    Roberto:
    -¿Qué materias recibían?

    José Guillermo:
    -Lecto-escritura Braille, ábaco y, dos veces por semana, matemáticas con cubos, y ahora que recuerdo, en ese grupo estuvo también Dagoberto Martínez. Fueron tres años donde vimos las mismas cosas, hasta que nos pasaron con don Humberto Marenco. Debo reconocer que las mujeres siguieron recibiendo clases con don Antonio. Con don Humberto se formaron tres niveles al mismo tiempo.

    Roberto:

    -¿Cómo funcionaba?

    José Guillermo:
    -Ahí sí aprendimos bastantes cosas, íbamos saliendo de dos en dos, aunque pienso que en los tres años veíamos todos lo mismo, solo que para justificar las graduaciones de sexto año salían por edad, no por conocimiento.

    Primero salieron Gerardo y Gustavo, luego Ramón Campos y Marco Vinicio Cubero y por último el grupo que le dije hace un rato. ! Ah! , y me olvidaba decir que después trasladaron al grupo a Eunice y Ana Cristina, lo que reafirma mi pensamiento de que no se había sistematizado la enseñanza por niveles o utilizaban un código que desconozco.

    Con don Humberto aprendimos a vender melcochas y café para aplicar las matemáticas, además nos hacían escuchar a don Enrique Garnier Borella, quien tenía un programa que se llamaba Radiorevista de Prensa, durante una hora, para comentar la actualidad.

    Todos los días íbamos al correo en bicicleta. Esta actividad deportiva recreativa la realizábamos los que podíamos ver un poquito. Entre las cosas diferentes que hacíamos con don Humberto están las visitas a la granja de la escuela, donde andábamos a caballo, nos hablaban de las gallinas y piches que se tenían en aquel tiempo; y que por cierto, hablando de piches ¿usted recuerda aquella famosa anécdota cuando Gerardo Guillén preguntó cómo se llamaba la esposa de ese simpático animal de largas patas?

    Algunas veces íbamos a un puente donde jugábamos al ascensor indio. Muchas cosas se me han olvidado, pero puedo asegurar que con don Humberto tengo muy buenos recuerdos. En algunas ocasiones nos mandaba a buscar alguna herramienta y si no la encontrábamos no nos dejaba entrar hasta que tuviéramos el encargo, porque él decía que ningún hombre podía decir que no. Esas enseñanzas calaron hondo en nosotros y nos ayudan a enfrentar las situaciones difíciles que se nos presentan en la vida.
    Roberto:
    -Después de la primaria, ¿Cómo les ayudaba la escuela, si lohacía.?

    José Guillermo:
    -Nosotros salíamos de la escuela e ingresábamos al colegio por cuenta y riesgo propio, los desprecios, las dificultades para acceder a la información de las pizarras y los libros, eran retos que sólo con la fortaleza que don Humberto nos formó, podíamos resolver. Antes de venir a conversar con usted, confirmé con don Francisco Arias, exdirector de la Escuela, lo de la falta de sistematización de los programas educativos.

    Roberto:
    -¿Y qué le manifestó?

    José Guillermo:
    -Que efectivamente la escuela se preocupaba más por enseñarle a los alumnos las técnicas que por impartirles las materias convencionales. Claro, es lógico, si en un mismo canasto estábamos niños, adolescentes y adultos, hombres y mujeres, aprendiendo lo mismo en las mismas aulas.

    Roberto:
    -José, hace un rato entendí que ustedes aprendieron a leer y escribir en Braille, entonces, ¿cómo hacían con los exámenes de química, física y los signos fonéticos de otros idiomas que la escuela no nos enseñaba?

    José Guillermo:
    -Personalmente tuve que aprender a escribir y leer en tinta para poder comunicarme con los compañeros y profesores. Gracias a mi remanente visual pude adaptarme al medio y no esperar a que el medio se adaptara a mí. Para salir adelante conté con el apoyo de mis padres, hermanas, compañeros y profesores, aunque también encontré la renuencia de unas pocas personas.

    Roberto:
    -¿Recuerda algún caso en concreto?

    José Guillermo: -Había una profesora que no comprendía el esfuerzo que nosotros teníamos que realizar para salvar los obstáculos, sin embargo, gracias a ella me di cuenta de la fortaleza que tenía en ese momento y que con el tiempo se ha fortalecido. Hay que tomar en cuenta, Roberto, que cada caso es particular,aunque se parezcan. Por ejemplo, algunos debieron enfrentarse a los profesores; yo utilicé la estrategia del diálogo y la paciencia.

    Recuerdo que muchos de mis compañeros no contaban con un remanente visual para defenderse mejor y, además, su espíritu de lucha era diferente, pero por dicha lograron salir triunfantes. La historia es larga, pero las nuevas generaciones deben entender que la integración no inicia en 1980, antes muchos abrimos caminos

    En 1972 la Asociación de No Videntes de la Universidad de Costa Rica dió los primeros pasos de lo que hoy es un programa estructurado de ayuda a las personas con discapacidad.

    Roberto:
    -¿Existía alguna Institución relacionada con la problemática de las personas ciegas que les apoyara, luego de concluir la primaria?

    José Guillermo:
    -Académicamente ningun; económicamente me ayudaba el Patronato Nacional de Ciegos con una beca de ¢75.00 (setenta y cinco colones) que ahora suena ínfima, pero en aquellos tiempos era de gran utilidad.

    Hablar de la Escuela Centeno Güell es decir Historia de la Educación Especial.

    Muchas veces vendimos rifas de la escuela para ayudar a su sostenibilidad hasta que pasó a manos del Ministerio de Educación; por supuesto que tenía .. cada cosa...

    Roberto:
    -¿Como cuáles?

    José Guillermo:
    -¿Usted conoce a don Rodolfo Molina, el encargado de la Biblioteca?

    Roberto:
    -Sí claro

    José Guillermo:
    -Bueno, ¿Cómo se explica que, existiendo un internado, Rodolfo durmiera en un aula que tenía una división?
    Roberto:
    -Cuéntenos más de ésas rifas porque yo recuerdo únicamente las dela Asociación Hellen Keller

    José Guillermo:
    -La Escuela rifaba ¢ 300.00 (trecientos scolones) a ¢2.00 (dos colones) el número. Manuel y yo nos pegábamos unas caminadas... pero nos iba bien y esos fueron los primeros colones que ganamos con nuestro propio esfuerzo. Resulta que nos daban el 20 % (por ciento) de lo que vendíamos y Edwin Pereira, que era uno de los mejores vendedores de Alajuela, llegaba por los talonarios con una señora como de 60 años con quien se había casado. No piense que la escuela estaba mal económicamente, por el contrario, con la ayuda del exterior y la local estaba bien fortalecida, más bien su debilidad era de orden académico.

    Nada más hay que recordar las fiestas de fin de año, regalos buenísimos, manzanas de primera y mucha comida. Los últimos años ya eran de mayor restricción.

    Roberto:
    -¿Recuerda alguna anécdota de esa época?

    José Guillermo: -Tres compañeros nos compramos una botella de vino para cada uno y se las tomamos en los dormitorios. A Manuel Jiménez lo suspendieron 08 días, a Víctor Ordóñez, como vivía en Guanacaste, lo mandaron 08 días antes, adelantándole las vacaciones.

    Como yo tenía la casa a 600 metros de la escuela, iba a almorzar y regresaba por la tarde a recibir clases de hojalatería o de ábaco,-! para que no me faltara!. También íbamos a la plaza a jugar con botellas blancas de plástico,a veces quebrábamos vidrios y así pasábamos los días y los años.

    Es bonito recordar esa época: cómo en una acera de un metro de ancho le dábamos vuelta al pabellón cinco o más compañeros tomados del brazo o abrazados casi en el cordón del caño. El último iba casi guindando para no soltarse.

    Era muy raro que nos disgustáramos entre nosotros, más bien teníamos las noviecillas de 10 ó 12 años, pero de novios lo que tenían era solo el nombre, porque no recuerdo que nadie se tuviera de la mano o se dieran un beso.

    Roberto:
    -¿Seguro?

    José Guillermo:
    -Bueno, yo hablo de los chiquillos, aunque los mayores contaban barbaridades que habían hecho con las celadoras, -supuestamente.

    Roberto:
    -En esos tiempos se impartían clases de taller, usted se refirió al de hojalatería, ¿quién lo impartía?

    José Guillermo:
    -Era don Ricardo Patiño, que ya estaba muy viejito y don Juan, que creo se llamaba el hijo que lo llevaba, era el que nos explicaba. Poco tiempo después asumió la responsabilidad don Edgar Araya. Recuerdo que me enseñó a marcar y cortar para que yo le enseñara a los demás.

    La verdad es que las cosas que se hicieron en ese tiempo fueron más por amor al prójimo que por otra cosa, y comparar esa época con la actual sería como comparar a Costa Rica con Estados Unidos, una cosa así.

    Hoy se cuenta con más recursos, conocimientos y aceptación de la sociedad. Se han eliminado muchos estereotipos y la forma de dirijirse a las personas con discapacidad es diferente, ahora participamos en la toma de decisiones, que antes ni pensarlo.

    Roberto:
    -Antes de terminar esta conversación con José Guillermo Gutiérrez, debemos consignar la forma en que accedimos al uso del bastón.

    José Guillermo:
    -Actualmente contamos con instructores de movilidad. En aquella época el sistema más conocido era el sistema "algo", al golpe, o como dicen otros, sistema "alber..."

    Los Campos Fallas tenían bastones plegables, o alguno tenía uno del exterior y nos lo prestaba; así dos o tres personas utilizábamos el mismo bastón, uno iba adelante y después decía que ya estaba cansado para que otro fuera de guía.

    En el día nos ayudábamos con el remanente visual y en la noche nos acompañábamos. Hugo Araya, Feliciano Carvajal y yo andábamos juntos con frecuencia por Heredia, después Hugo consiguió su propio bastón y sin ayuda de ningún especialista aprendimos a usarlo.

    Roberto:
    -¿Ese autoaprendizaje tenía sus riesgos?

    José Guillermo:
    -Una vez andábamos Hugo, Dago, su hermanillo Juan y yo. Fuimos a pasear a Ciruelas de Alajuela donde una muchacha Rosario Arroyo. Cuando veníamos era de noche y nos salieron unos hombres que nos amenazaron golpeando un machete contra la calle. Nosotros empezamos a correr entre asustados y aventureros, de pronto nos apareció ! un semejante hueco! -que no me explico cómo no nos matamos. Era por una curva, cada uno llevaba su propio bastón, el primero se resbaló y se llevó a los demás en banda, pero quedamos en la calle.

    (Actualmente José Guillermo Gutiérrez trabaja en el Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial y lamenta que algunos compañeros, por falta de oportunidades, estén en sus casas como seres dependientes, sin oportunidad y marginados de la sociedad).

  • Notas de amistad

    (Siguen desfilando los recuerdos por éstas pájinas, ahora de la mano de Gerardo Alberto Mora Rodríguez, con quien compartí varios años en la escuela. Gerardo entró a la escuela en 1968).

    Gerardo: -Yo llegué supuestamente al Kinder, la maestra era la niña Nelly Mesa, pero desgraciadamente mamá pensaba que a esa escuela únicamente niños con retardo mental podían asistir, entonces me sacó del kinder.

    (Efectivamente, en repetidas ocasiones llegaban estudiantes de secundaria a preguntarnos dónde estaban los "mongolitos" o si a nosotros nos gustaban las compañeras y muchas preguntas que reflejaban la ignorancia que había por parte de los estudiantes de Centros Educativos Convencionales; !por cierto!, recientemente venían dos estudiantes de primaria en un bus de Guadalupe y al pasar por el Centro de Educación Especial Fernando Centeno Güell, uno le dijo al otro, en tono burlesco:-tocá el timbre para que no te pasen de tu escuela).

    Roberto:
    -Gerardo, ¿cuándo regresó a la escuela?

    Gerardo:
    -En 1971 con la maestra Margarita Lépiz, pero ese año, en especial, fue muy conflictivo porque me tuvieron que operar tres veces, prácticamente estuve más afuera que adentro.

    En 1972 me reincorporé, esta vez supuestamente en forma contínua, pero en esos tiempos la educación especial era tan deficiente, que supuestamente yo cursaba primero y segundo grado al mismo tiempo. En el 73 hice tercero y cuarto, en el 74 quinto y en el 75 sexto, para llegar al colegio sin saber prácticamente nada.

    (Es necesario aclarar que antes de 1980, los estudiantes que salíamos de la escuela no contábamos con apoyo del Ministerio de Educación ni de ninguna Institución para poder asimilar el cambio que representa concluir la primaria con un grupo de nueve estudiantes, como fue el caso de Gerardo, para integrarse a un centro educativo convencional con más de diez profesores y treinta y cinco alumnos por aula que entre sí se conocían por proceder del mismo barrio o escuela).

    Roberto:
    - ¿Porqué se presentaban estas formas de enseñanza?

    Gerardo:
    - Para mí porque los maestros, en su gran mayoría, no estaban capacitados para enseñar, porque el único mérito que tenían para ocupar esas plazas como docentes era el hecho de no ver.

    Roberto:
    - ¿Su situación era particular para compensar los años fuera de clases, o se daba con otros estudiantes?

    Gerardo:
    - Me parece recordar que era sólo conmigo, además, yo tenía la gran suerte de que mi mamá, mi papá y mis hermanos me ayudaban mucho, pero a los que estaban internos en la escuela nadie los ayudaba.

    Roberto:
    -Me surge una inquietud, ¿ mientras los demás recibían la lección, usted qué materia llevaba?

    Gerardo:
    !-Hombre!, era la misma, yo recuerdo que teníamos un profesor que se llamaba Don Antonio Cabezas que nos ponía a leer unos libros con un Braille viejo enorme, era como tocar granos de arroz. Todos cogíamos el primer libro que encontráramos y por supuesto que don Antonio ni sabía cuál lectura teníamos, entonces nos decía que practicáramos mientras él se dormía en una silla arrullado por nosotros mismos, que leíamos bajito hasta que lo oíamos roncar. Después de vacilar un rato lo despertábamos para decirle que ya teníamos la lectura lista, empezábamos en voz alta y después la bajábamos hasta que se volvía a dormir, ¿qué íbamos a aprender así, Roberto?

    (Por cierto que muchos de los libros a que se refiere Gerardo decían: "Libro de Bolsillo" aunque fuera el pequeño diccionario de bolsillo que para nuestro caso constaba de treinta y cinco voluminosos tomos. Gerardo nos cuenta cuáles fueron sus compañeros de primaria y muchos en la actualidad viven en San José, a pesar de proceder algunos de lugares alejados de la capital).

    Gerardo: -Mi primer compañero fue Gerardo Morales, de Heredia, José Joaquín Campos, Alvaro Vega, de Puntarenas, Rodrigo Mora, de Puriscal, Juan Gerardo Guillén, de Siquirres, Rosario Arroyo, de Alajuela, Víctor Ordóñez y Juanita Cruz, los dos de Guanacaste y voz, por supuesto.

    (En 1975, año de la graduación de Gerardo, estuvieron como compañeros además de los ya señalados: Luis Nájera, Margarita Artavia, Oscar Abarca y Grettel Jiménez).

    Gerardo:
    -Yo recuerdo que allá por 1974 ó 1975, hicieron una especie de censo en el Departamento y contaron como cien.

    Roberto:
    -Si hubiera que darle un calificativo al nivel escolar de esos tiempos, ¿Cuál le daría usted y porqué?

    Gerardo:
    -Yo lo calificaría de malo, si no, vea qué curioso: doña Marta Saurez era la esposa de don Antonio Cabezas (ambos maestros de la Escuela), nunca estudió educación especial, medio sabía leer en Braille y era maestra de nosotros. Para mí, en ese tiempo habían sólo cinco personas capacitadas: don Humberto Marenco, doña Dora Santiesteban, doña Orietta Ramírez, don Alexis Quesada y don Jorge Ávila.

    Roberto:
    -Hasta donde recuerdo, usted no fue alumno interno.

    Gerardo:
    -No estuve en el internado, pero me di cuenta de muchas cosas, por ejemplo: Recuerdo que los compañeros se ponían de frente a una pared con la espalda descubierta y un compañero los azotaba con un paño mojado para que les doliera más.

    Yo quiero decir, con toda honestidad, que los baños tenían tres duchas al mismo tiempo y se daban masturbaciones colectivas y otros desmanes, porque eso era como un reclusorio.

    (A esta altura de la conversación recuerdo que a otro compañero y a mí nos sujetaban entre dos estudiantes más grandes y mientras uno se sentaba en nuestros estómagos el otro nos golpeaba los brazos y las piernas. En una ocasión me sorprendieron solo y uno de ellos invitó al otro a pegarme, pero el alumno se rehusó argumentando que pegarme no tenía gracia porque yo no lloraba)._

    -También tengo presente a un estudiante que había sufrido de polio, tenía problemas visuales y me parece que también mentales, se llamaba Alexis y un día alguien le aconsejó que le metiera un palo a la bomba de agua que funcionaba en el cuarto. Tremenda descarga recibió el desdichado que fue lanzado lejos de la bomba.

    También a Víctor Ordóñez, quien tenía la costumbre de tirarse al catre con impulso, le pusieron una mesa y otros objetos que le ocasionaron una desagradable sorpresa y algunas escoriaciones. A Pedro López, por haber dicho algo que no le gustó a dos compañeros, le pasaron un chile picante por los ojos dejándoselos en carne viva, sin embargo don Francisco Arias determinó como castigo para los dos malos amigos, no llevarlos al paseo que en esos días se realizaría al Bosque Encantado y algunas maestras abogaron para que se les perdonara, pero don Francisco fue inflexible en esa oportunidad, cosa estraña en él, de hecho es la única vez que recuerdo que tuviera esa posición.

    Roberto:
    -En los centros para niños se dice que existen favorecidos y discriminados, ¿se daba esta situación en la escuela?

    Gerardo:
    -Sí claro, pero eso pasa en toda escuela, el alumno de la maestra que recibe regalitos por parte de la mamá tiene un trato preferencial y en la escuela los discriminados eran aquellos compañeros de zonas alejadas que a veces llegaban a la escuela en marzo y se iban en noviembre porque ni el Ministeriode Educación tenía transporte para dejarlos en Semana Santa, ni en vacaciones de 15 días.

    (Estamos hablando de hace más de 20 años, los padres no contaban con recursos para ir a traerlos, como toda regla existían sus excepciones y en este caso se daba trato muy especial a dos estudiantes nicaragüenses con solvencia económica, Otto Martín Zamora y Enrique Oliú, quienes incluso tenían un dormitorio aparte con únicamente tres camas, la tercera era ocupada por alguien que, a criterio de la Dirección del internado, fuera un excelente muchacho, para que no ejerciera malas influencias en ambos jovencitos).

    Roberto:
    -¿Cómo era su situación?

    Gerardo:
    -Modestia aparte, yo era el trapito de dominguiar de la escuela porque Gerardo era el que cantaba, el que tocaba acordeón, el que tocaba guitarra. Gerardo esto y Gerardo el otro. Para mi había cierto favoritismo y uno como güila se sentía la mamá de Tarzán, como dicen.

    Roberto:
    -¿Recuerda algunas travesuras propias o de sus compañeros?

    Gerardo:
    -A Lidiett, la jefe del internado, una vez le robaron el salario y lo escondieron en un tarro de jugo, por cierto lo metieron en forma de taco, en un caño para que no lo encontraran.

    Roberto:
    -Las fiestas de la alegría eran muy celebradas, ¿las recuerda?

    Gerardo:
    -Me acuerdo que en esas fiestas nos ponían a escoger entre un maletín y una bola, por ejemplo, y luego venía el favoritismo del que le hablé hace un rato, porque como yo era el musiquito de la escuela, además del regalo que escogiera, me daban un instrumento musical. Pero para seguir con las travesuras, recuerdo que nos íbamos vos, Jorge Luis Herrera, que llevaba los paquetes de cigarros, y yo y por una puertilla del cementerio, le dábamos unas subidas al cigarrillo Delta, que nunca se me olvida, y salíamos medio mariados.

    Roberto:
    -¿Recuerda una venta de cachivaches famosa?

    Gerardo:
    -Esa aventura la vivimos juntos, a mí no se me puede olvidar porque a los ocho días murió papá Eso sucedió hace 21 años, el 31 de octubre de 1976, para ser exacto. Recuerdo que eran como las nueve de la mañana, las maestras nos dijeron que no abriéramos la puerta mientras terminaban de alistar las aulas con las prendas que tenían que ponerle un precio, la puerta era de dos hojas y yo te dije:

    -Roberto, abramos un poquito para ver si hay mucha gente.

    Abrimos un poquito y se metió la estampida, que por cierto casi nos mata, porque entraron como caballos en manada.

    Roberto:
    -Hubo una época en que los estudiantes del Departamento de Deficientes Visuales se iban a tocar a las alumnas del Departamento de Audición y Lenguaje, ¿usted lo hizo?

    Gerardo:
    -Yo fui varias veces y me acompañaste vos, lo recuerdo perfectamente, claro como ya éramos casi adolescentes teníamos necesidades,-¿verdad?.- Usualmente nos iba bien porque ellas tenían fama de que les gustaba, pero en una oportunidad agarré a una muchachilla que estaba con el período menstrual...

    Roberto:
    -¿Qué materias recibían ustedes?

    Gerardo:
    -Las de dis que matemáticas era el uso del ábaco, clases de Braille, como lo expliqué hace un rato, un poquillo de ciencias y lo demás: no recuerdo Sr. Juez- como dijo cierto amigo. Talvés con don Humberto sí aprendimos un poquito más, él nos ponía las siglas de las cosas, - ¿te acordás?, - eran como fichas auditivas y con eso aprendíamos, también jugábamos el ahorcado entonces él ponía el nombre de un río, por ejemplo Orinoco, y nos decía: Este río pertenece a Suramérica - y poco a poco nos daba las pistas, entonces aprendíamos jugando.

    (La entrevista está terminando, pero Gerardo quiso dejar patente un agradecimiento y las siguientes líneas seguramente serán tomadas como propias por otros compañeros que no figuran en este trabajo, pero que también sienten el mismo respeto y reconocimiento por los personajes que menciona Gerardo).

    Gerardo:
    -Yo soy músico gracias a don Alexis Quesada y don Jorge Ávila. Ellos me descubrieron cuando tenía 7 años y hasta la fecha disfruto mi profesión con la cual soy muy feliz.

  • Un dia en la escuela

    (Para muchos niños la responsabilidad estudiantil comienza en el momento en que inician las lecciones y concluyen al realizar las tareas de rigor. Para Manuel Martín Carvajal Quirós, la actividad empezaba muy temprano y terminaba al retirarse al dormitorio, que compartía con sus compañeros internos).

    Manuel:
    -Yo ingresé a la Escuela en 1968, las primeras lecciones, de lo que fue más o menos el kinder, las recibí con la niña Nelly Mesa.

    Roberto:
    -¿Quiénes eran sus compañeros?

    Manuel:
    -De ese grupo recuerdo a María del Carmen Martínez, que por cierto fue la más bulliciosa e inquieta del grupo, también recuerdo, con mucho cariño, a dos nicaragüenses, Otto Martín Zamora y Enrique Oliú. Fuimos muy amigos los tres durante los años que estuvieron en la escuela.

    Roberto:
    -¿Cómo se adaptaron ellos lejos de su familia?

    Manuel:
    -Otto era más bien tranquilo, mientras que Enrique era todo lo contrario. Algunas veces nos castigaban porque quebrábamos un vidrio o porque nos íbamos a las manos con otros compañeros.

    Roberto:
    -¿Qué tipo de castigo recibían?

    Manuel:
    -No nos permitían salir del edificio donde funcionaba el internado, a partir de las cuatro de la tarde, eso para nosotros era casi cruel, quedarnos encerrados tan temprano mientras que los compañeros correteaban por las plazoletas o jugando quedó, escondido, ladrones y policías, y algunos otros.

    En ese año la Jefe del internado era la niña Milagro Camacho, que era bastante estricta.

    Roberto:
    -¿En qué sentido?

    Manuel:
    -A ella le gustaba muchísimo imponer disciplina y no perdonaba a ningún alumno que se pasara de la raya.

    Roberto:
    -¿Cómo eran las lecciones?

    Manuel:
    -Teníamos unos tableros plásticos donde ensartábamos unas clavijas formando figuras. Además jugábamos con plasticina y con los famosos juegos de mecano, todo con el propósito de ir desarrollando las habilidades manuales. Otra modalidad de recursos didácticos eran las plantillas de cartón con diferentes figuras que poníamos sobre una hoja y con un lápiz de cera grueso dibujábamos dentro de la horma o plantilla.

    Recuerdo que a la niña Nelly le gustaba mucho el baile y a menudo nos ponía a practicar con la pieza de Sorva el Griego.

    (Por cierto Manuel, que cuando no se podía bailar con alguna compañera, porque no alcanzaban las parejas, nos tocaba bailar con otro hombre).

    Manuel:
    -También nos prestaba un triciclo para que anduviéramos por las aceras de los alrededores mientras ella nos guiaba sonándonos una pandereta o una campanita.

    Con la niña Nelly, empezamos a utilizar la tabla de cubos que consistía en una pizarreta de plástico, en la cual se ensartaban unos cubitos al estilo de dados con un número diferente en cada una de sus caras y se usaba para la enseñanza de las matemáticas.

    (Yo recuerdo esas pizarras, Manuel, porque cuando estaba con la niña Maruja y me portaba mal, me sacaba de la clase y me llevaba a una aula desocupada del maternal para que acomodara los cubos del cero al cien, por lo menos).

    Roberto:
    -¿Y qué pasó al año siguiente?

    Manuel:
    -En 1969 me tocó con la niña Isabel Abarca. A ella la recuerdo con muchísimo cariño porque era muy amable, muy dulce.

    Roberto:
    -¿Quiénes lo acompañaron en ese grupo?

    Manuel:
    -Estaba Roy Corrales, Olman Hernández, Edwin Campos, Nelson Gamboa, Rosibel Quesada y, recuerdo especialmente a María Elena Ríos porque fue la que me introdujo en la lecto-escritura Braille.

    Con la niña Isabel tuve un contacto más directo que los demás alumnos porque algunas tardes me llevaba a su casa, que estaba a menos de 100 metros de la escuela, y ahí jugaba con los hijos, especialmente con Miguelito que tenía 5 ó 6 años, que tenía juguetes muy finos con los cuales nos entreteníamos.

    Roberto:
    -Y en segundo grado, ¿que pasó?

    Manuel:
    -Tuve clases con la niña Margarita Castro Lépiz, ella no era tan humana y dulce como la niña Isabel, pero considero que pedagógicamente era mejor.

    En ese grado leí mi primer libro que se llama "Primeras Luces", y por las tardes don Antonio Cabezas nos daba clases de ábaco. En esa época me parece que Otto y Enrique se fueron de la Escuela y como las familias eran adineradas, creo que los mandaron a estudiar a New York y Miami.

    Todavía rcuerdo el León de cuerda que tenía Otto, que cuando halábamos el cordelito decía algo así: Almacenes Robles Robles S.A., y me prestaba la cajita de música que escuchábamos durante muchas horas.

    Roberto:
    -¿Podríamos contar como era un día en la Escuela?

    Manuel:
    -A los que no nos gustaba mañanear nos levantábamos a las cinco de la madrugada, los otros a las seis; seguían pensando si meterse al baño. A las 6:15 am. desayunábamos café, avena y pan con mantequilla; luego se nos quitó la avena, supongo que por razones presupuestarias, y a las 7:30 am. iniciaban las clases.

    A las 9:30 am. salíamos a recreo durante 20 minutos. En este momento nos daban un vaso de leche y un banano que los repartía la niña Tere, que también era la portera.

    A las 11:00 am. terminaban las clases y entonces almorzábamos.

    Al mediodía hacíamos un reposo hasta la 01:00 pm. , sin poder hablar, tendidos en los catres, dedicados únicamente a descansar, claro con tiempo las costumbres fueron relajándose y ya podíamos oír radio y conversar.

    Por las tardes del 69 y 70, recibíamos clases de Braille y ábaco con don Antonio Cabezas, quien además nos enseñó a jugar con naipes marcados para nosotros.

    A partir de las cuatro de la tarde quedábamos libres para jugar en la plazoleta o ir a ver televisión, que pasaba las series de: Bonanza, el Zorro y los Picapiedra.

    A las 5:30 pm., se servía la comida; para eso daban un timbrazo largo y todos teníamos que dirijirnos al comedor, y, a partir de las 6:00 p.m. no podíamos salir del internado, entonces jugábamos tablero, naipe y cigarretes, que consistía en tomar las cajetillas vacías de cigarros las doblábamos a lo largo en cuatro partes para lanzarlas desde una mesa al suelo y el jugador que la lanzara más lejos recogía las de sus contrincantes.

    Entre las marcas de cigarrillos estaban el: kennedy, Liverti, y Nevada.

    Otros escuchaban radio y unos cuantos se reunían para dramatizar algo similar a las radionovelas del momento.

    Cuando nos íbamos a dormir teníamos celadoras que nos cuidaban, como la Niña Lourdes (Lulita), la niña Bernardita, y después Verita y la niña Hilda. Las jefes eran Doña Milagros, Teresita y Lidieth, que por cierto no era del agrado de los alumnos.

    En 1971 recibí nuevamente clases con doña Isabel, y conocí a una norteamericana que llegó a la escuela, se llamaba Sali Futh, quien nos dió clases de natación y manualidades.

    Hacíamos unos títeres con bolsitas de cartón y lana.

    La niña Sali nos explicó que, inflando un globo, envolviéndolo en papel periódico engomado y recubriéndolo de yeso, después de desinflarse la bomba nos quedaba la figura escogida.

    Roberto:
    -¿Recibió clases con don Humberto?

    Manuel:
    -Sí, en el 72, 73 y 74.

    Con don Humberto realizamos dos proyectos muy importantes que los recuerdo con mucho cariño, ambos fueron en el 73, construímos una acera que iba del edificio de internado a la Casa Cuna.

    Construímos un bote que, a sugerencia del compañero Roy Corrales, se llamó D.V.1 (Deficiente Visual 1). Ese bote, como se dice en la jerga marina, lo votamos en un lago en Lourdes de Montes de Oca.

    Me parece que con estos dos proyectos don Humberto quiso transmitirnos que las personas ciegas éramos capaces de hacer las cosas que quisiéramos si poníamos el empeño necesario.

    Ahí aprendí a preparar mezcla, hacer una formaleta, calafatear un bote cón la mecha, la brea y todas esas cosas que variaron la rutina escolar.

    Por las tardes de los años 72, 73 y 74 recibíamos taller con don Edgar Araya.

    Con don Humberto hicimos un viaje a la Cruz de Alajuelita y creo que vos nos acompañaste como invitado del grupo.

    (Sí claro, yo fui todo contento porque los grandes me habían escogido, sólo que cuando don Humberto pidió la botella de agua que llevábamos se la entregué casi vacía, como la recibí, y me dió... una regañada...)

    Roberto:
    -¿Intercambiaron correspondencia con alumnos de otros centros educativos?

    Manuel:
    -A don Humberto le gustaba que escribiéramos, yo recuerdo que mantuve correspondencia con Xinia Gamboa, alumna de una escuela de Limón y con Carlos Eduardo, estudiante de una escuela de Tilarán, así aprendimos que no sólo existía nuestra escuela, no sólo estábamos nosotros, sino que habían más escuelas y alumnos en todo el país.

    (Yo, en cambio, recibí de la Embajada de Argentina una revista lindísima con mariposas y paisajes a todo color)

    En 7 años vivimos muchas anécdotas, como por ejemplo cuando nos llevaron al Parque Bolívar y un oso que se llamaba Moni nos echó una gran orinada a Nelson, Edwin, Olman y a mí.

    Otro día que fuimos, Víctor Arce y otras personas ciegas estábamos tocando una tortuga bastante grande cuando la tortuga mordió seriamente a Víctor.

    Pero también con don Humberto íbamos a caminar a San José, en una ocasión nos llevó al Mercado Central donde le compró una ardilla a Lupita Gutiérez que nos acompañaba, cuando ella la tenía en la mano, el animalucho se asustó, la mordió tan duro que casi le parte un dedo y se escapó por el mercado.

    También llevaron a la escuela un esqueleto de tamaño grande para que don Humberto nos diera las clases de Anatomía, tenía la quijada móvil, que funcionaba con ganchos y resortes. Víctor Arce y yo empezamos a jugar con la quijada y de repente se desprendió. Nos mandaron a la dirección y en todo el camino Víctor iba rogándole a San Marquitos que no lo expulsaran o mandaran a la casa.

    Yo ya estaba acostumbrado a que me llevaran a la Dirección y bromeando le dije: "Víctor, yo creo que esta vez ni San Marquitos nos va a salvar".

    Roberto:
    -¿Y que pasó?

    Manuel:
    -Nada, doña Dorita nos quería mucho y nos dió consejos para que no volviera a pasar.

    En 1974 llegaron dos norteamericanas, la canadiense Margaret y la estadounidense Japli.

    Doña Dora me escogió para que aprendiera el ajedrés y luego se lo enseñara a otros alumnos.

    Antes de graduarme en 1974 recibí orientación y movilidad con don Francisco Arias.

    (Con Manuel recorrimos mentalmente cada lugar que nos mencionó y ahora cerramos esta página para que otro exalumno nos siga guiando por los pasillos de la escuela)

  • Agua que no haz de beber, dejala correr

    (Lo conocí en Moravia, Roy Corrales Orozco. Ingresó a la escuela de Enseñanza Especial en 1968. Con su tradicional seriedad, Roy responde a nuestras preguntas en forma mesurada, firme y clara).

    Roy:
    -Yo asistí a la escuela de Guadalupe cuando tenía 8 años de edad, por cuanto el primer año escolar lo llevé en una escuela convencional y como no podía ver correctamente lo perdí.

    (Hay que señalar que la escuela atendía alumnos con diferente tipo de discapacidad, teniendo un departamento para niños con retardo mental, otro para estudiantes ciegos totales o parciales y otro para niños con problemas de audición y lenguaje).

    Roberto:
    -¿Recuerda el internado?

    Roy:
    -Este era un servicio que se le ofrecía únicamente a los niños del departamento de deficientes visuales porque habían estudiantes procedentes de diversos lugares como San Carlos, Heredia, Cartago y otros tantos.

    Roberto:
    -¿Cuánto tiempo permanecía el alumno en el internado?

    Roy:
    -Algunos que vivían cerca se iban los fines de semana, otros permanecían todo el año y solo para vacaciones de medio período, semana santa y fin de año se iban para la casa.

    Roberto:
    -¿Cómo eran los grupos en que usted estuvo?

    Roy:
    -Por lo general eran pequeños, 10, 11, 12 ó 13 personas por aula y un mismo profesor impartía distintas asignaturas como matemáticas, ciencias y estudios sociales.-! Ah! -..., bueno, también nos enseñaban Braille y ábaco.

    Roberto:
    -Roy, durante la primaria usted conoció diversos educadores, ¿recuerda el nombre de algunos de ellos?

    Roy:
    -Me vienen a la mente algunos nombres como Dora Santiesteban, Jorge Ávila, Edgar Araya, Alexis Quesada y Sara Chinchilla, algunos de ellos ya fallecieron.

    (Para el tiempo en que Roy era estudiante se impartían, además de las lecciones tradicionales, otros cursos que complementaban la formación del alumnado).

    Roy:
    -A nosotros nos daban Música, clases de taller y mecanografía, entre otras materias especiales.

    Roberto:
    -Le pregunté a Roy si recuerda algún pasaje chistoso de su vida como alumno de primaria y sonriendo dijo:

    -Recuerdo que don Humberto Marenco nos dejaba de tarea llevar una noticia y una anécdota, o una máxima que nos sirviera de edificación a todos. En una ocasión nadie presentó nada, y un compañero, para no quedar mal, dijo: "agua que no haz de beber déjala correr", y el profesor, super molesto, le dijo: "no, no, no, aqui yo no quiero refranes populacheros".

    Otro día un compañero me prestó un radio y yo me sentí feliz oyendo música mientras daba vueltas al pabellón, cuando decidí apagarlo, tuve la mala suerte de que se hundió la perilla, y el condenillo radio dejó de servir; cuando le conté al compañero lo que me pasó me dijo: "tiene que pagármelo, y yo le decía que no tenía con qué pagárselo porque lo único que me daban era una peseta, que por cierto ¢0.15 (quince) céntimos eran para el pasaje, pero no entendía razones, más bien me decía que el diez que me sobraba se lo diera todas las semanas hasta que le pagara.

    Por fin fue pasando el tiempo y yo me libré de la deuda sin pagar un cinco.

    Bueno Roberto, eso es lo que recuerdo de la Escuela, muchas gracias por darme la oportunidad de contar ésto a otros compañeros.

  • Pulgarcito o Topo Gigio

    (Tenía apenas 4 años de edad, cuando sus padres tomaron la decisión de llevarlo a la escuela en Guadalupe. Johnny Bonilla Valverde dejó su Santa Ana natal para empezar una nueva etapa en su vida, acompañado, eso sí, de su amigo inseparable el chupón).

    Johnny:
    -En esos tiempos existía una disposición en la escuela que no permitía a los padres ver a sus hijos durante 15 días mientras se adaptaba al sistema educativo y de internado.Por suerte yo me acoplé tan rápido que 8 días después llamaron a mis familiares para que se dieran cuenta de cómo asimilé el cambio de vida.

    Roberto:
    -Estando tan pequeño, ¿Dónde pasaba las horas en que no estaban en clases?

    Johnny:
    -En el comedor existía una cámara de refrigeración grande, yo pasaba el tiempo debajo de ella jugando con carritos, el chupón o lo que tuviera a mano y como ese lugar era tan calentito me sentía muy bien.

    Roberto:
    -¿Las encargadas del internado no se oponían a que utilizara chupón?

    Johnny:
    -Nunca tuve problemas porque la leche que me daban era especial y además me suministraban alimentos adicionales para combatir la anemia que me afectaba.
    Entré al kinder y con el compañero que más andaba era Pedro López.

    Roberto:
    -¿Quién les impartía lecciones?

    Johnny:
    -La niña Orieta Ramírez, también le ayudaba Cecilia Molina y la Directora del Departamento era doña Dora Santiesteban,claro, le estoy hablando de 1968 ó 1969, por cierto que yo era el más pequeño de la escuela y como habían estudiantes grandes me andaban alzado: Vilma Hernández, Romelia Gutiérrez y las muchachas de esa época, que por apodo me dicían cariñosamente Pulgarcito o Topo Gigio.

    Roberto:
    -Si usted entró a los 4 años, ¿a qué edad salió?

    Johnny:
    -Como a los 14, porque en ese tiempo la escuela obligaba a los estudiantes a permanecer dos años más para sacar el sexto y fueran preparados a secundaria.

    Roberto:
    -¿Qué hacían por las tardes?

    Johnny:
    -Después del reposo obligatorio del mediodía nos daban talleres, que ahora se conocen como artes industriales, y también defensa personal, con un maestro que se llamaba Francisco González.

    Yo tengo fotos del play ground que regalaron las esposas de los farmacéuticos y que dicho sea de paso, estrené primero que todos.

    Roberto:
    -¿Le dio vueltas al departamento?

    Johnny:
    -Claro, ese era el principal pasatiempo, a veces yo las daba en un velosípedo que no recuerdo quién donó.

    Cuando no estábamos dando vueltas, nos íbamos a un costado del internado, porque todavía no existía el maternal, y conseguíamos tarrillos y otras cosas para formar un conjunto.

    Roberto:
    -Muchos estudiantes tenían radio, ¿usted también?

    Johnny:
    -Sí, aunque a mí me gustaba escuchar música, otros escuchaban comentarios de futbol y como era obligatorio hacer reposo, para oír algo escuchaba una novela que se llamaba Chucho el Roto, mientras los demás seguían con Arandú, Felipe Reyes, Calimán y ya no me acuerdo cuáles otras.

    Conforme pasó el tiempo fueron llegando otras personas como los hermanos Carlos y María Elena Cordero, Teresita Serrano, de quien yo vivía loquísimamente enamorado.

    Siguieron pasando los años y llegando gente como los hermanos Sandra, Jeanneth, German y Doris Ramírez.

    Roberto:
    -Además del personal administrativo encargado del internado, ¿se acuerda de otras personas que se relacionaban con ustedes?

    Johnny:
    -Había un guarda muy buena gente, se llamaba don Joaquín, y como yo era tan travieso, don Quincho me seguía los pasos de cerca. Recuerdo una vez que me subí a un techo donde existía doble caída, el guarda fue a buscar una escalera para bajarme, pero yo ya me había tirado por otro lado.

    Para los estudiantes externos se contaba con buses que viajaban a Cartago, Alajuela, Heredia y Tres Ríos, entre otros, una vez el chofer dejó la puerta abierta y yo me guindé. El Ministerio de Seguridad Pública también facilitaba unas patrullas verdes para llevar a los estudiantes de cantones cercanos a la escuela. También estaba doña Emilia, la mamá de Carlos, uno de los guardas, nos vendía una empanadas muy ricas.

    (Sí Johnny, la recuerdo muy bien porque don Alexis le compraba todos los recreos, por lo menos, cuatro empanadas que metía en la bolsa del saco y cuando terminaba de comer le acariciaba la cabeza al estudiante que estuviera más cerca y así se despreocupaba de una importante cantidad de grasa que tenía en sus manos. Además, don Humberto me mandaba a traerle, casi todos los días, donde la señora, empanadas y café, cosa que cumplía con mucho gusto. Yo iba, aunque en ocasiones no lo pidiera, porque sabía que él cancelaba la cuenta, religiosamente los fines de semana, a través de un servidor).

    Roberto:
    -¿Utilizaban bastones?

    Johnny:
    -Sólo dos compañeros, si acaso, los demás conocíamos muy bien y no lo necesitábamos. Lo que sí se puso de moda fueron los anteojos oscuros que donaban y que venían con unos estuches muy prácticos para jugar.

    Roberto:
    -¿Cómo era la alimentación para los estudiantes?

    Johnny:
    -Al desayuno nos daban café y dos bollitos de pan con mantequillao jalea, que después cambió porque llegaron unos estudiantes de nutrición y en los últimos años nos dieron gallopinto y huevos; a media mañana la niña Bernardita, doña Teresa o doña Mirian, nos daban un vaso de leche o avena y un banano. También, al principio alguien tocaba un timbre como un minuto y todos, internos y externos, íbamos al comedor a almorzar, pero después decidieron llevar una olla a cada clase y la maestra o maestro se hacía cargo de repartirlo a cada alumno.

    Roberto:
    -¿En la escuela hubo alumnos que difícilmente se olvidan, por alguna razón especial, ¿se acuerda de alguno?

    Johnny:
    -Sí, estaba un muchachito de Palmares que se llamaba Juancito, se pasaba todo el día moviendo la cabeza, porque además de problemas visuales tenía limitaciones mentales, también estaba un muchachito de Guanacaste que se llamaba Juan Gerardo, que le gustaba mucho cantar y recuerdo que en los primeros días que estuve en el departamento nos tenían un cajón grande y alto para los chiquitos, ahí ponían a una chiquita que se llamaba Marjorie y que después murió -en un incendio.

    (Ahora que Johnny lo menciona, recuerdo a esa niña, aparentaba tener dos o tres años a lo sumo, aunque algunos aseguran que tenía más, tenía unos ojos muy lindos y,aunque no hablaba, se ganaba el corazón de todos con sus sonrisas, que nos las prodigaba todo el día).

    Roberto:
    -Qué opinión le merece la formación académica de ese momento?

    Johnny:
    -Muy buena, por ejemplo una vez un compañero escupió en el suelo y el maestro lo obligó a limpiarlo. (Escuchando a Johnny, debo reconocer que, siendo sinceros, una vez yo tiré una cáscara de banano al caño, don Humberto la juntó y para darme una lección de urbanidad, la colocó en un carretillo que pensó pertenecía al barrendero de la Municipalidad, sólo que realmente el propietario era un peón de construcción que lo trató.!uh!..)

    Johnny:
    -Tuve una maestra que si en un dictado tenía un error ortográfico me obligaba a repetir la palabra 100 veces en braille y con regleta. Recibí clases de ábaco con don Antonio Cabezas pero no aprendí mucho porque yo era muy malito para las matemáticas.


    (Al cierre de nuestra conversación con Johnny, comentamos la presencia de Ringa, una perra que había en la escuela y que Johnny le tenía mucho miedo desde que le puso las patas en el pecho. Con las carreras de Ringa concluimos esta conversación para dar paso a los recuerdos de otros compañeros).

  • Cosas de mujeres

    (En este momento estamos próximos a ingresar al dormitorio que en 1971 compartían 18 mujeres estudiantes de todo el país. Rosibel Quesada Campos es la mayor de 4 hermanas con Retinosis Pigmentaria. Luego de realizar los primeros dos años en una escuela convencional, ingresó a continuar la primaria a partir del tercer grado con la maestra María Isabel Abarca y un grupo de compañeros de los que Rosibel recuerda muchas cosas buenas).

    Rosibel:
    -Mis compañeras fueron, Nuria Jiménez que por ser albina le decíamos la macha; Elisa Torres, que pertenecía a un grupo indígena y como apenas la estaba conociendo le decía la india; a Rosario Arroyo, como era la que más años tenía de estar en la Escuela le decía la vieja, y Sandra Garita.

    Llegué para quedarme, pero como no había campo en el internado me enviaron al maternal.

    Yo tenía 10 años y era la más grande de los que estábamos ahí durmiendo, pero nos cuidaban unas alumnas grandes como Claudia Campos, Odilie Jiménez, y otras que nos contaban cuentos inventados, que más de una vez les pedíamos volver a contar como 8 días después, entonces un alumno que se llamaba Roy que tenía mucha memoria, les ayudaba a recordar y la niña Cabita salía del apuro.

    Dos años después me pasaron al internado hasta que saqué el sexto grado, que por cierto fui leyendo y escribiendo en tinta porque en esa época podía ver bastante.

    Como no quise ir al colegio y no aprendí Braille ni ábaco, la niña Dorita y mi maesta Isabel Abarca hablaron con mi mamá para que me permitiera recibir un año de materias especiales como las que los estudiantes ciegos o con baja visión recibían.

    En 1975, recibí las clases con don Antonio Cabezas, que mis palabras no le hagan bulla, porque estaba durmiendo mientras nos ponía a leer.

    A mí no me gustaba el "Braille" porque yo leía en tinta y en este sistema lo hacía ..tan lento.. que me aburría.

    Roberto:
    -¿Quiénes estaban en el grupo especial?

    Rosibel:
    -Los profesores lo bautizaron como el refugio de los pecadores, porque estaba Rocío Zárate, Shirley Angulo, Alvaro Poveda, Asdrúbal Monge, Francisco Delgado, Jorge Luis Herrera y yo.

    Roberto:
    -Y, ¿porqué le decía el refugio de los Pecadores?

    Rosibel:
    -Ya le cuento. Es que le decía que don Antonio se dormía y entonces yo me iba a jugar los 40 minutos de lectura. Entonces regresábamos y Jorge Luis le levantaba las manos a don Antonio para que pasáramos unas páginas, lo despertábamos y le decía yo: don Antonio ¿cómo estoy en lectura?,entonces me decía: perfecto chita, perfecto.

    Así fue como gané los cursos de ábaco y Braille. ¡Ah bueno!, le llamaban el refugio de los pecadores porque en los recreos llegaba Juanita Cruz a buscar a José Francisco, que era el novio, Luis Jiménez, que le gustaba a Rocío; Grettel Jiménez buscaba a Jorge Luis; María del Carmen Martínez, que le gustaba a Asdrúbal, y yo que me encargaba de avisarles si venía la esposa de don Antonio para que se separaran.

    (Yo recuerdo que cuando andábamos los compañeros con las compañeras había una señora, Ana Ineckén, que de immediato las llamaba para que dejaran de acompañarnos.)

    Roberto:
    -¿Recuerda qué les decía?

    Rosibel:
    -Doña Ana era como una tía gruñona, como instructora era excelente, a pesar de que no se especializó en ciegos, tenía una técnica increíble para enseñarnos cocina, tejido, costura, floristería y esas cosas.

    Recuerdo que nos llamaba y nos decía. "miren chiquitas, ustedes tienen que darse a valer como mujeres, los chiquitos no las buscan a ustedes para nada bueno, así que por favor anden juntitas, compartan, aprovechen las clases, edúquense bien y cuando sea el momento en que llegue un muchacho que realmente las quiera, va a llegar a su casa a pedirlas en matrimonio".

    Esos consejos nos sirvieron porque aunque una no andaba en cosas malas, nos hacía sentir valiosas como mujeres y como seres humanos.

    Roberto:
    -Me gustaría conocer el cuarto de las mujeres en aquellos años de la década de los 70.

    Rosibel:
    -El dormitorio tenía 18 camas, y la de la celadora que se turnaban entre Vera María Rosales, Hilda Blanco, y alguna otra que no recuerdo.

    Roberto:
    -¿Cómo describiría a esa docena y media de compañeras?

    Rosibel:
    -Unas eran agazapadas, otras sabían más de la cuenta. Las que decíamos que no sabíamos mucho y las terremoto, entre las que destacaba María del Carmen Martínez, que no le dió fuego al internado porque no la dejamos...

    A Sandra Ramírez, como era tan callada le hicimos más de una. Recuerdo que entre cuatro esperábamos que se durmiera y cuando estaba en el quinto sueño la llevábamos con todo y catre al baño y cuando se despertaba amanecía en el baño con todo y cama.

    El cuarto de nosotras daba a la calle del cementerio y como era una zona oscura, las parejas la aprovechaban para marcar. A veces era tardísimo y no dejaban dormir, entoncer nos conseguíamos un tarro donde orinar y cuando la pareja estaba bien acaramelada, Elisa Torres, que casi era vidente, les echaba los orines encima a la pareja .

    Roberto:
    -¿Y las celadoras no se enojaban?

    Rosibel:
    -No, qué va, más bien nos decían que no podían dormir y nosotras entendíamos el mensaje para aplicar la operación orines.

    Roberto:
    -¿Y los noviazgos?

    Rosibel:
    -Después de las siete de la noche Rigo Mora tocaba acordeón, otro compañero se armó una batería con un cajón de zapatos y un cencerro con un tubo, mientras que German y Nuria Jiménez cantaban rancheras. Esos eran los bailes de nosotros.

    Mi abuela me dio varios desodorantes que olían a puro pacholí y todas nos poníamos ese perfume porque había que oler bien, para que los chiquillos se fijaran en una.

    Nos lavábamos la cara y le comprábamos vaselina a una celadora que se llamaba Cristina, que por cierto le decíamos Fidel Castro porque era un sargento de caballería. La cosa es que nos vendía una peseta de brillantina que nos poníamos en el pelo y así todas chupadas, con buen desodorante nos sentíamos guapísimas.

    Los chiquillos se las agenciaban por su parte porque también olían bien, uno que otro era el que estaba sudoroso, pero casi siempre eran los músicos. Las celadores disfrutaban de la música, pero ahí se quedaban para vigilar esos bailes, que no fueran muy pegaditos .

    Algunas alumnas sufrían desmayos, decían que por estar en el período de niña a mujer.

    -Esa era una forma muy original, habían unas compañeras que convulsionaban siempre que hubiera un hombre cerca. Por ejemplo: Rosario Arroyo, Asunción y otras, convulsionaban cuando estaba el conserje que se llamaba Elpidio, un asistente del taller que se llamaba Armando y don Francisco, que daba mecanografía. Solo Sandra Garita tenía convulsiones de verdad, porque hasta le teníamos que suministrar un medicamento. Cuando dormíamos, la celadora se iba a conversar con las otras compañeras, entonces Mari empezaba:

    -"Chiquillas tengo miedo",
    -¿Qué le pasa?,
    - "Es que me estoy acordando de la novela".


    Un día empezó con el mismo cuentito, sólo que la celadora se había devuelto y acostado sin que ella se diera cuenta.

    -Rosi,
    -si,
    -ya se durmió.?
    -Si le contesto es porque no estoy dormida
    -Marieta, ¿ya se durmió?
    -Estaba dormida y me despertaste


    Nos llamaba a las dieciocho para despertarnos y cuando estábamos todas despiertas nos decía que no podía dormir, que la acompañáramos. Entonces la celadora bravísima le dijo:

    -"Caramba María del Carmen, ya es mucho el desorden, se me calla la boca".

    -Diay ni modo que me calle las manos, le dijo y entonces la sacarondel cuarto.

    -No sé cómo se subió por una ventana bastante alta, y empezó: "Chiquillas ! vieran que linda está la noche!".
    -María del Carmen, cállese o la vamos a echar de la escuela.
    -Es que yo quiero entrar. No ve que me da miedo.
    -Chiquilla, si no se calla mañana la llevo donde doña Dora, -y yo le digo que usted echó del cuarto al borracho más famoso del pueblo.

    En ese plan pasó hasta las 12 de la noche hasta que le abrieron porque no dejaba dormir a nadie.

    Al día siguiente se bañaba de primera y cuando le preguntaban que por qué estaba tan apurada decía "es que me van a llevar a la Dirección". Ella misma le agarraba la mano a la celadora y le decía que la llevara a la Dirección para saludar a la niña Dora.

    (A la que yo recuerdo es a Cecilia Molina que las cuidaba de vez en cuando).

    Rosibel:
    -Sí, es cierto, Evelyn, la hija que es sordomuda, dormía con nosotros en el reposo y cuando ella se hacía la dormida todas nos poníamos a vacilar o a estudiar, y como Cecilia se iba un rato ella se encargaba de darle las quejas.

    Roberto:
    -Teniendo el cementerio tan cerca ¿nos se les ocurrió visitarlo?
    Rosibel:
    -Los paseos de la tarde eran al play, a la granja que cuidaba don Mario Marosi o al cementerio, nosotros queríamos tocar como era un hueso, había una fosa común donde echaban los de distintas bóvedas y una vez una compañera se encontró algo parecido, era largo y nosotras jugábamos de tocar tambor, golpear las bóvedas y todo eso. Cuando nos vio el sepulturero nos dice:
    "¡Muchachas!, ¿qué están haciendo con ese hueso?, ¿de dónde lo cogieron? y María del Carmen le dijo:"hay qué bonito, es que está muy pulidito, parecía de mentiras".

    Roberto:
    -La vida en la escuela era muy linda, pero también tenía su parte dura?

    Rosibel:
    -Bueno, no teníamos vida familiar, nos andaban cuidando, no nos dejaban hablar libremente.

    Un día por alguna razón nos dejaron solas, entonces aprovechamos el momento y fuímos donde Belén, una compañera de la misma edad, pero con algo de retardo mental, secuelas de polio, desgaste severo en las caderas y ciega; se sacó la lotería con todo y serie.

    Nosotros sabíamos que en el cuarto de los varones estaba un muchacho muy sencillo, buena gente, se llamaba Francisco Gómez y se identificaba mucho con un personaje de una novela que se llamaba Canolé, por eso nosotros solo así le decíamos. Belén me quería mucho y aunque no me siento orgullosa de lo que le hice, la verdad es que como eran travesuras de niños nos daba mucha risa.

    Roberto:
    -¿Y qué le hizo?

    Rosibel:
    -Le pregunté que si tenía novio, por supuesto que me dijo que no, entonces le dije que Canolé estaba enamorado de ella mientras que, por otro lado, María del Carmen, Grettel y Sandra estaban convenciendo a Canolé de que Belén estaba enamorada de él. Entonces ya trajeron a Fransisco y les dije que se dieran la mano, pero ellos no se animaban. Francisco se restregaba las manos todo emocionado y sudaba de estar a la par de una chiquilla que le gustaba. Se reían y las mujeres calladas mientras yo les decía que ya no había nadie.

    Por fin se dieron la mano y les dije que se dieran un besito y ellos decían que cómo se me ocurría. Yo les dije que si no se gustaban. Francisco se animó y se lo dio en la frente. Ahora tienen que dárselo en la boca para que sean novios, voy a correrme, pero cuando se lo den, me avisan para fijarme que no venga nadie. De repente oímos un beso rapidísimo y, todas les aplaudimos. Entonces Belén me dijo: Rosibel,¿por qué nos hizo eso?

    -Yo no sabía, -¿Chiquillas, qué andan ustedes haciendo aquí?,... y en realidad todo estaba programado.

    A María X, de Cartago, le hice lo mismo, sólo que el caso era más serio. Resulta que Pedro X y ella se gustaban desde la casa de cuna, imagínese.

    Hubo una época en que todos los chiquillos del maternal tenían rasquiña, les untaban el famoso escabisida que llamaban, que Ana Gutiérrez les rociaba de pies a cabeza. Las hermanas Quesada, María X, Pedro X y Roy no teníamos.

    Eso olía a azufre revuelto con amoníaco y lo usaban para combatir piojos, rasquiña y cuanta plaga hubiera.

    Como Roy era muy devoto, rezaba el rosario con Cabita y nosotros nos escapábamos. María se me acercó y me dijo:

    -Rosi, fijáte que me gusta Pedro, pero no diga nada
    -Y ¿porqué no le da besitos, le coge las manos y hacen todo lo que hacen los novios?

    -Es que yo no sé qué hacen las parejas.

    -Yo tampoco, pero cuando vemos la novela María Elena y la novela venezolana, el "puma", con José Luis Rodríguez y Ada Arriera -jovencillos-, enseñan.

    Entonces Pedro dijo que él sí sabía, yo les dije que no iba a decir nada y no lo dije, pero - !si no interrumpo...! - Pedro le estaba desabotonando la camisa de la pijama a María, y estaba con las manos muy inquietas. Yo nunca había visto una escena tan cercana, y le dije que se calmara, entonces me dijo que así era como se trataban en las novelas y desde entonces, no volví a recomendarle a ninguno que lo hiciera como en las series porque quedé -traumatizada.

    (En este relato los nombres verdaderos han sido cambiados para proteger la identidad de los protagonistas).

    Cuando pude compartir con las alumnas grandes, Lidiette y Xinia Jiménez, Carmen González y Juanita Cruz, ellas contaban de sus novios y entonces me di cuenta que no era malo como nos decían. En quinto grado me enamoré de un chiquillo que se llamaba Nixon, resulta que se me quebró el transportador y él muy atento me prestó el que tenía. Claro, yo contentísima de tener algo del chiquillo que me gustaba, me hice la olvidadiza y no se lo dí a la salida de clases. Entonces fui al internado a enseñárselo a todas porque a ellas también les gustaba. No sé en que mano se quebró y cuando me lo devolvieron ¡ah compadre!, yo no le volví a hablar más a Nixon hasta después de viejo, que me lo encontré en 1983 en una semana universitaria que me sacó a bailar.

    El bendito compás lo boté hace pocos años. Cuando recibí las materias especiales, no entendía el uso del ábaco a pesar de que don Humberto y la niña Isabel me explicaban con toda la paciencia del mundo. Una vez Nixon le dijo a la niña que si quería él me explicaba, yo bajé como cuatro libras de la congoja y para que se fuera rápido y no me preguntara por el trasportador, le entendí todo. Puedo decir que en una hora aprendí lo que no pude en cuatro años.

    Roberto:
    -La escuela tuvo sus tiempos de pobreza y de bonanza que se reflejaba en las comidas ¿qué recuerdos tiene de eso?

    Rosibel:
    -Mirá Roberto, hacían unos macarrones tan refeos que solo alguien con muchísima hambre o que viniera de algún lugar muy, pero muy pobre, podía comérselos. Nos ponían en cada plato una pelota de eso a cada uno y nosotros las juntábamos, entonces teníamos una pelota grande bien amasadita como plasticina y la echábamos en una bolsa y al día siguiente la llevábamos a la dirección para que vieran lo que nos daban de comida.

    Ahí por más que dijeran no había vuelta de hoja porque nosotros aportábamos el cuerpo de Benito, como dicen. El arroz y los frijoles no se les quedaban atrás, teníamos que ponerle salsa lizano y comer una cucharada con un mordisquito de huevo duro para que nos bajara el sabor tan terrible de la comida, mientras la bodega permanecía cargadita de galletas, leche y muchas cosas ricas.

    Una vez estaba aquella comida peor que de costumbre y entonces dijo María del Carmen: "esta comida está tan fea que parece la cara de Grettel", entonces Grettel se paró y la amenazó con echársela encima

    -¡Ah!, échemela si puede.

    Y ha agarrado Grettel un vaso de chocolate junto con la comida y se lo ha vaciado a María del Carmen encima..., fue la única vez que vimos a María del Carmen brava, y es que María del Carmen era la gordilla y la piojosa de la escuela, mami nos decía: Mari es muy buena, pero ándenle de larguito.

    De la olla hotelera de arroz nos peleábamos la costra porque era lo único que tenía algo de aceite que supiera diferente . Después llegó una celadora, la niña Emilce, duró sólo un mes, pero cambió todo el sistema de alimentación. Los niños teníamos opinión y con ella probé la carne, pescado, macarrones, pero muy bien hechos: arroz con leche, gelatina decente, y por eso no la vamos a olvidar nunca.

    A mí me prohibieron el café porque un médico voluntario dijo que toda bebida irritante era prohida para mí porque tenía mucha acidez. El aguadulce era tan espeso que duraba mucho rato en llegar a la orilla del vaso. Desde entonces dejé de tomar agua dulce.

    Antes de doña Emilce nos tuvimos que acostumbrar a no comer y una vez por hacerlo a la fuerza me intoxiqué y como lo único que nos daban en esos casos era aspirina, fui a dar al hospital con lavado gástrico, porque soy alérgica a ese producto.

    Mirá Roberto, puedo pasar horas hablando de la escuela las épocas duras que vivimos pero lo cierto es que esa época no la cambio por nada en el mundo.

    A veces nos agarrábamos de las mechas, pero era por lo que ahora le llaman estrés.

    Vera me despertaba de una sola nalgada mientras me decía con esa voz de nica: "haragana despiértese" -por eso peléabamos, para liberar tensión, porque después era una paz ! tan linda 1, cada uno vivía el mal del otro.

    Estábamos mal comidos y a Sandra le mandaban un botellón de tónico vigorón y nos daba una cucharada a cada uno. Para bajarnos el sabor yo cogía el ¢1.25 (un colón con veinticinco céntimos), que me daban en la casa por semana y compraba mentas para comerme una pastilla diaria y no vomitarme con ese tónico.

    Yo creo que más de uno le debemos la vida a Sandra con ese alimento, porque Sandra era pareja, nos daba el remedio o si no nos retiraba la palabra y a una que no le hablara, era fatal.

    Ella nos defendía hasta de los hombres, y como era tan grande y fortachona, a más de un compañero dejó en el suelo.

    Roberto:
    -¿Podemos compartir aquel momento inolvidable de la graduación?

    Rosibel:
    -Ese día pasaron cosas lindas y duras a la vez.

    Yo recibí el diploma junto con 11 varones. Conforme íbamos pasando frente a don Fernando, él le estrechaba la mano a cada uno de mis compañeros. Cuando llegó mi turno, don Fernando Centeno se inclinó y me dio un beso en la frente.

    El calor de ese beso nunca se me va a borrar.

    Por un error del Ministerio de Educación, únicamente enviaron mi diploma, y para no postergar la graduación, recortaron unas cartulinas del mismo tamaño de mi título, las arrollaron, les pusieron la cinta con la bandera de Costa Rica y se les entregó simbólicamente.

    Antes de bajar, doña Dora me abrazó y bajé del escenario.
    Con el aplauso de todos, las mamás iban a recibir a sus hijos. Entre los asistentes estaban mis hermanas menores, pero faltaba mi mamá, o por lo menos una hermana mayor que me recibiera. Las que fueron a recibirme fueron la mamá de Juancito y Juanita Cruz a quienes agradezco tanto ese gesto de cariño, ellas fueron mis ángeles de la guarda.

    No sé cómo se enteraron de que mi familia no estaba, pero ellas me dieron una mano cada una y me llevaron abrazada hasta mi campo. Yo me senté llorando y les decía que no había venido nadie por mí, pero la mamá de Juancito me consolaba diciéndome ¿cómo que nadie?, si yo estoy aquí, yo soy su mamá, su hermana, su amiga y todo lo que quiera que sea. Juanita, por su parte, me decía que ella no podía ser mi mamá, pero sí mi hermana y que me quería mucho.

    Me duele recordar este pasaje de mi vida, porque ahí estaban los familiares del chiquillo que me gustaba, que venían de adentro de San Carlos con un reloj de regalo para él y los familiares de mis compañeros también venían de largo y en cambio los míos que vivían cerca, no llegaron.

    (Si le sirve de consuelo, yo vivía todavía más cerca, y cuando recibí el diploma me fui al teléfono público a contarle a mi mamá que ya me había graduado. !Ah!, y acuérdese que yo era un rebelde del uniforme, entonces, nada más piense como subí a recoger el título: me metí las faldas porque me obligaron, ... que si no...)

    Rosibel: -Sí, te recuerdo todo flacucho, pantalón acampanado, pelo crespo todo alborotado, faldas por fuera y la famosa jaquet roja. Como la jaquet te llegaba por la cintura y la camisa casi a las rodillas, aquello era rarísimo, una escalinata lo más vacilona, pero siempre andabas muy costarricense.

    Roberto:
    -!A sí!, pero con todo y esa vestimenta ,ustedes me querían mucho, ¿o me equivoco?

    Rosibel:
    -!A sí!, eso nadie te lo va a discutir, porque eras el chiquillo que nunca mataba una mosca.

    Yo me acuerdo que más de una vez estabas en el muro sentado y eras de los que nos defendía y nos decías que no peleáramos porque era muy feo. A todo mundo calmabas, pero eras el que provacabas los pleitos, tirabas la piedra y escondías la mano.

    (No me defiendas compadre!)

    Rosibel:
    -Más de una vez armaste el pleito con los mudos y tenían que venir Juan Sancho, Jorge Luis Herrera, un muchacho que se llamaba Ricardo, Luis Enrique y por ellos te salvabas.

    -Roberto:
    -Ahora soy yo el culpable, pero si mi memoria no me es infiel ustedes tambíen propiciaban las escaramusas.

    Rosibel:
    -Tenés razón, más de una vez inventábamos que nos tocaron, o que nos hicieron una zancadilla para que ustedes defendieran nuestro honor y de paso cada una le hacía barra al chiquillo de sus amores.

    Me parece ver a los sordos yéndose todos llorosos a quejarse a la Directora de su Departamento, pero la señora más bien los regañaba porque les decía que como habían hecho los ciegos si no ven para atraparlos, entonces a veces los invitaban a jugar bola con ellos y los que caían en la trampa salían moqueteados.

    (La verdad es que cuando no jugábamos bola entre nosotros invitábamos a las mujeres para que hicieran su propio equipo y empezara el partido).

    Rosibel:
    -Si es cierto, jugábamos hombres contra mujeres, Sandra Garita, como era tan larguirucha y veía bastante se ponía de portera, yo no jugaba pero ni de casita, pero resulta que el árbitro era Oscar Geovanni Abarca, ¿te acordás que le decíamos vaca lógica?

    Roberto:
    -Claro, por cierto que le gustaba la flaca, que no digo el nombre pero que está a la par mía.

    Rosibel:
    -Eso era lo que me salvaba, Geovannie arbitraba sólo si me dejaban jugar y allá iba yo de capitana del equipo femenino.

    A veces el equipo de los varones quedaba sin jugadores porque cuando ellos llevaban la bola, yo me les acercaba y me dejaba caer. Oscar me preguntaba cómo me sentía y expulsaba al jugador, hasta que no quedaba ninguno, y el portero, que ya sabía la estrategia madriaba al arbitro y se iba enojado.

    (Para Rosibel, la escuela fue más que un centro educativo y sus recuerdos lo confirman. Ahora damos vuelta a la página y conoceremos qué piensan otros exalumnos de la escuela).

  • ¿Donde estan los matazanos?

    (Los que asistimos a la escuela antes de 1980, recordamos que al oeste de nuestro pabellón existían varios árboles de Matazanos. Mientras escuchaba a Margarita Artavia Cubero, relatar sus experiencias como alumna, pasaron por mi mente aquellos días en que bajo nuestros zapatos quedaban aplastados esos frutos maduros que nunca volví a probar.

    Margarita realizó el primer grado en la escuela de las Juntas de Abangares y posteriormente se trasladaron a Barrio Cuba, donde siguió la primaria para trasladarse en 1972 a la escuela Centeno Güell donde, su deficiencia visual no se constituiría en un obstáculo para su aprendizaje).

    Margarita:
    -Mi primera maestra fue la niña Sara Chinchilla que nos daba lecciones en las aulas de la casa cuna.

    Recuerdo que mis compañeros eran Juan Jorge Alvarado, Alejandro, Juan José López y algunos otros.

    Yo estaba interna de lunes a viernes y los fines de semana me iba para la casa.

    En el dormitorio de las mujeres estaban tres muchachas de colegio, Lidieth, Xinia Jiménez y Vilma Hernández.

    El baño tenía tres duchas y como éramos tantas, las primeras tres compañeras nos levantábamos a las 4:00 de la mañana.

    Roberto:
    -¿Y qué hacían tan temprano listas?

    Margarita:
    -Lavávamos la ropita que nos tocaba, tendíamos la cama y después nos íbamos al patiecito de tender ropa a jugar "un, dos, tres queso". Saltábamos la cuerda, jugábamos jackses y si alguna alumna se atrasaba le ayudábamos para que estuviera a tiempo en el comedor.

    Roberto:
    -¿Nunca se les ocurrió ir a darse una vuelta antes de las 6:00 de la mañana, cuando servían el desayuno, para ocupar el tiempo libre?

    Margarita:
    -Sí, una vez Rosario Arroyo y yo nos fuimos a dar vueltas sin saber que había una perra que se llamaba Ringa, que andaba cuidando las instalaciones hasta las 6 de la mañana cuando la amarraban.

    Resulta que en una de tantas escuchamos ladrar a la perra y salimos corriendo, pero que va, a Rosario le rompió la ropa y casi la deja desnuda.

    Otras veces nos escapábamosa la pulpería de Beatriz, o cruzábamos la calle para ir a la de Montero y sino, nos íbamos más lejos.

    Roberto:
    -¿En esas salidas de la escuela no tuvieron ningún problema?

    Margarita:
    -Claro, varios. Una vez nos fuimos a caminar y cuando nos dió sed nos compramos unos helados tan feos que los tiramos al caño, con tan mala suerte que nos fuimos nosotras también y quedamos embarrialadas.

    En otra ocasión, íbamos a darle la vuelta a la manzana, pero afuera de la escuela, para tocar timbres en las casas, hasta que una señora salió y no nos dió tiempo de salir corriendo. Nos dijo que en la próxima nos iba echar agua caliente.

    La escuela nos permitía compartir muchas cosas, hasta una ropa que tenían ahí para que la usáramos. A mí me gustaba un pantalón blanco que compartíamos varias.

    A veces no esperaba que fuera lunes para regresar y el domingo estaba en el internado, aunque me regañaban por venirme un día antes.

    También me dió clases la niña Flor Vargas y cuando estábamos en recreo me subía a la malla donde se pasaban unos limoncitos verdes que cogía y me los comía.

    Roberto:
    -¿Y no tuvieron problemas con los varones?

    Margarita:
    -Ellos eran muy buenos, sólo que un poco terribles, se subían a la ventana para vernos cuando estábamos mudándonos y cuando una compañera se dió cuenta se hizo un alboroto... Después vacilábamos averiguando a quién habían visto en paños menores.

    A las que nos quedábamos los fines de semana, nos correspondía limpiar el dormitorio, lavar los servicios sanitarios y por mi gusto ayudaba a lavar los trastos de la cocina.

    Roberto:
    -¿Los que tenían baja visión no tenían problemas para que les dejaran acercarse a la pantalla del televisor?

    Margarita:
    - A nosotras nos gustaba una novela que se llamaba La Señorita Elena, por eso apenas comíamos salíamos en carrera para coger los primeros campos, y lo mismo hacíamos cuando daban el Chavo del Ocho.

    A la hora del reposo nos poníamos a contar chiles o vacilar para que pasara el tiempo rápido y pudiéramos levantarnos.

    A María del Carmen le pusimos "martillito", porque cuando alguien tosía decía: ¿qué será lo que suena que oigo como un martillo?

    A otra compañera le decíamos cuando tosía que sonaba como si tuviera arroz por dentro.

    Algunas veces nos dábamos cuenta que nos habían agarrado los artículos personales sin permiso y para evitar más quejas nos hicieron unas mesitas de noche que las dejábamos con llave.

    Todos los años nos cambiaban el color de las colchas, el primer año que estuve eran blancas, el segundo rosadas y así por el estilo.

    A veces por andar en esas carreras de la mañana pasaban cosas increíbles. Recuerdo que cuando tocaban el timbre para ir a desayunar nos íbamos abrazadas como 4 ó 5 mujeres, cuando de pronto nos dimos cuenta que Rosibel Quesada venía en paños menores descalza y en combinación, cuando se dió cuenta pegó carrera para el dormitorio.

    Roberto:
    -¿Después de clases qué hacían?

    Margarita:
    -La niña Isabel Abarca nos enseñaba a bailar con música popular muy bonita, también la niña Norma Arguedas nos daba ejercicios rítmicos que presentábamos en televisión y hasta participamos en el Estadio Nacional con varios números artísticos.

    Recibí tejido, clases de cocina, y otras prácticas con doña Ana Ineckén.
    El Braille y el ábaco lo aprendí con la niña Maruja Monge y con don Antonio Cabezas, pero en quinto y sexto tuve la dicha de estar con don Humberto Marenco, que hasta a cocinar nos enseñaba.

    (Recuerdo ese pasaje porque Margarita y yo fuimos compañeros esos dos años y participamos en la preparación de una Paella Valenciana. Por cierto Gerardo Mora y yo tuvimos a cargo el fresco. Cuando estábamos exprimiendo varias naranjas, Gerardo muy serio me contó que una estopa se le había ido a la olla, cuando le iba a sugerir que la sacara con un cucharón me la enseñó después de introducir la mano en el jugo).

    Margarita:
    -Nos quedó muy rica, recuerdo que llevaba tres clases de mariscos, un aperitivo y el antipasto decíamos que era para Oscar Geovannie, a quein le decíamos vaca.

    A las mujeres nos tocó pelar los camarones y echamos la basura normalmente.
    Al otro día estaba aquello tremendo y para peores ustedes nos vacilaban.

    Con don Humberto estuvimos 12 personas; 08 varones y 04 mujeres que nos sentábamos en filas de cuatro.
    Todos teníamos un número y al pasar lista, él no nos llamaba por el nombr sino por el número para no complicarse.

    En la primera fila se encontraba Rosario, yo era la segunda, Grettel Jiménez de tercera y Juana Cruz de cuarta.

    En la segunda fila el número 05 era Geovannie Abarca, el 06 Ángel Conejo, el 07 Rigo Mora, el 08 Gerardo Guillén, el 09 Gerardo Mora, el 10 Roberto Sancho, el 11 Alvaro Vega y el último Luis Nájera.

    Con don Humberto fuimos a los Juncales y preparamos una fogata que prendimos con barañitas (palitos secos), que conseguimos nosotros mismos.

    (Por cierto que ese día Alvaro se lanzó a la piscina justamente donde estaban las gradas y se dió un gran golpe. Después se sentó todo disimulado a descansar un rato).

    Margarita:

    -Don Humberto nos hacía pruebas para conocer si teníamos facilidad para aprender idiomas y como él hablaba inglés, porque se preparó en Estados Unidos, tenía grandes conocimientos.

    Para que nos mantuviéramos informados nos pedía que lleváramos una noticia cada uno y la compartiéramos en la mañana, entonces un compañero inventó que el ferri de Puntarenas se había hundido, pero Alvaro Vega, sin querer, lo desmintió, porque él venía del Puerto.

    Rodrigo Mora era especialista en llevar noticias del Vikingo 1 y Vikingo 2, hasta que lo regañaron por ser tan poco investigativo.

    (En cambio Gerardo y yo tuvimos un contratiempo porque en una ocasión no llevábamos noticia y don Alexis Quesada, viendo nuestro apuro nos dijo que en la autopista Bernardo Soto se había volcado un camión lleno de "puros chiquitos", por lo humana de la noticia los dos nos peleamos para decirla, pero como Gerando estaba antes que yo, decidió darla él, después nos dijo don Alexis que no se trataba de niños sino de puros pequeños y que era para vacilarnos).

    En la biblioteca había un encargado que se llama don Rodolfo Molina, muy buena persona, pero mejor íbamos acompañadas a la biblioteca porque...

    A mí me gustaban las clases de música con don Alexis Quesada que en paz descanse, porque eran muy amenas.

    Una vez nos llevaron a las 09 de la mañana, como de costumbre; la leche y los bananos y los dejaron en la mesa mientras terminábamos de cantar, don Alexis tocaba el Punto Guanacasteco y Carlos Ramírez se puso la mano de bananos en la cabeza y se dió una gran bailada mientras nosotros vacilábamos.

    En otra ocasión le alcanzaron a don Alexis una silla que le faltaba una pata atrás, cuando se sentó, como era tan grandote "flun", se fue de espaldas, nos costó levantarlo que no se imagina. También en el internado los varones hacían de las suyas, por ejemplo con una pistolita de agua mojaban el timbre de la entrada y cuando la celadora lo tocaba para llamarnos a comer nada más se oía el gran grito donde la halaba

    Roberto:
    -! Buenas noticias!,- aquí viene llegando Alvaro Vega, y con él vamos a compartir un ratito.

    Alvaro: -Gracias Roberto, sí, yo estuve en la Escuela dos veces, en la primera recibí clases de mimbre, taller, Braille y otras cosas, en la segunda ocasión fue donde te conocí a vos, a Carlos Cordero, Angel Ricardo Conejo y otros compañeros con los que aprendí y vacilé muchísimo.

    En esta segunda oportunidad recibí clases con doña Isabel Abarca, a quien agradezco su comprensión y cariño, además los bailes que nos hacía por las tardes donde disfrutábamos muchísimo.

    Después de salir de la escuela a veces iba a saludar a la niña Isabel que estaba como Directora y siempre nos trataba con el mismo amor que de estudiantes, por eso la queremos tanto.

    Talvés podría decir muchas cosas importantes de otros profesores como don Humberto, que fue, sin duda, uno de los mejores, incluso lo que nos enseñó nos servió para el colegio pero ahora nos duele ir a visitar la escuela.

    Roberto:
    -¿Porqué? Alvaro:
    -Bueno, es que ya no es lo mismo, está tan sola, y nos reciben totalmente diferente, es que antes llegábamos por la tarde y lo atendían como si los estimaran y uno lo sentía, en cambio, hacé la prueba para que veás como nos tratan, igual que a extraños.

    Roberto:
    -¿Y qué podemos hacer para que nos sientan como los agradecidos del centro educativo y que llegamos a visitarlos?

    Alvaro:
    -Talvés podemos organizar el Día del Exalumno y reunirnos con los compañeros y amigos que tantas cosas bonitas compartimos y como nos acompañábamos unos a otros.

    (Por suerte encuentro en los entrevistados un gran reconocimiento a la escuela, sus funcionarios y alumnos que precisamente pretendo plasmar en estas páginas para que no lo olvidemos fácilmente).

  • Del barrial a la casa

    (Roy Corrales Orozco, de quien ya hablamos, se reunió con Juan José Sancho Alvarez y Sonia Ugalde Navarro para entablar la conversación que, gracias a la magia de la grabación, también nosotros conoceremos a partir de este momento).

    Roberto:
    -¿En qué años ingresa Sonia a la Escuela de Guadalupe, cómo la conocíamos y aún se conoce?

    Sonia:
    -Yo llegué en 1978 después de haber estado en una escuela corriente cuatro años. En ese momento el médico le dijo a mi mamá que me estaba avanzando la catarata y que era mejor que me trasladara a estudiar a la Centeno Güell. El primer año yo andaba muy aparte de los demás estudiantes, pero los dos años siguientes sí encontré mucho compañerismo.

    A mí me gustó la experiencia de pertenecer al coro y estar en algunas ocasiones interna.

    Juan:
    -Otra cosa que hay que agregar es que nosotros compartíamos no sólo en el momento de recibir las clases sino que en el internado se daba un ambiente familiar muy especial.

    Yo recuerdo que cuando estuve en el internado, dicho sea de paso muy poco tiempo, por aquellas cosas de chiquillos, salí bajo un aguacero y, como uno no podía ver bien, me metí en un charco lleno de barro, por cierto que las sábanas de nuestras camas eran muy blancas y ésto es importante para lo que les voy a contar. Al rato me olvidé del incidente y me fui a jugar a la cama, cuando llegaron las celadoras vieron la cama llena de barro y eso fue suficiente para que me expulsaran del internado.

    (Junto con él me fui yo por ser hermano de Juan José y por ser mi cama la que embarrialó).

    En otra oportunidad nos fuimos hasta la bodega, con muy buena suerte porque logramos sustraer un paquete de leche en polvo, el problema fue que estuviera rota y dejamos un camino blanco que fue seguido para sorpendernos y castigarnos.

    Además de esas travesuras, muchas veces nos íbamos a pelear con los sordos y siempre les ganábamos, porque yo me sentía como un superman defendiendo a mis amigos de departamento.

    -Sonia:
    -Nosotros también formamos como una especie de banda en el internado y nos reuníamos por las noches en el salón que está al frente del comedor, para contar las cosas que hacíamos. También entre el taller y el internado había un espacio pequeño donde más de 15 personas jugábamos casita.

    -Roy:
    -En las horas de almuerzo también pasaban cosas, por ejemplo, un día nos dieron huevo duro yo le pegué un mordizco al mío y quedó la mitad, entonces en la yema, talvés producto de la imaginación o cosas de chiquillo, yo vi tres huequillos y dije: Ah, este huevo ya casi estaba haciéndose pollito porque aquí están los dos huequillos de los ojos y otro del pico. La cosa no pasó a más, pero, a la hora del reposo llegó una celadora y me dijo: Roy, hágame el favor, eso que usted dijo es una falta de respeto a nosotras. -Quién sabe que fue lo que les molestó tanto, porque yo no tuve ninguna mala intención con el comentario.

    Sonia:
    -A veces decimos que le dábamos vuelta a la escuela en los recreos, pero yo recuerdo que nosotros comíamos a las 05 de la tarde y después nos íbamos para los cuartos a perfumarnos, lavarnos los dientes y seguíamos dándole vuelta al departamento hasta que nos llamaban para dormir.

    Juan:
    -Hubo estudiantes que los que los conocimos no los podemos olvidar, como Toña la Negra. Era una muchacha con algo de retardo mental y problemas visuales, los más viejos le decíamos Toña la loca, tira la bola, saca la pistola... y teníamos que salir corriendo para que no nos alcanzara y, a veces nos llevábamos en banda a los que estaban dándole vuelta al pabellón.

    -Hablando de maestros yo recuerdo a una que le decíamos el coronel o la patrulla, se llamaba Nelly Mesa y cuando estaba en el kinder me halaba las orejas sin ningún motivo.

    (Escucho a Juan José y recuerdo a doña Nelly, porque a mí también me dio clases ella. Era una enamorada de la disciplina, le gustaba que sus alumnos tuvieran las uñas limpias y recortadas, por eso nos las cortaba todas las semana hasta que se nos viera la sangre. En música nos ponía a marchar al ritmo de la marcha que don Alexis Quesada ejecutara en el piano y alguna vez compuso una canción infantil acerca de la abejas. Mientras don Alexis hacía la introducción nosotros movíamos la cabeza en forma circular, luego cantábamos: "sun sun sun, vuelan las abejitas sobre la flor, sun sun sun, llegan a sus corolas a tomar miel, sun sun sun, llevan la miel...).

    - Me acuerdo de dos maestros muy buenos: Edgar Araya y Humberto Marenco, también estaba doña Margarita Castro, que nos daba Braille de mesa en mesa y se echaba unos bostezos que lo dormían a uno. También estaba don Antonio Cabezas, que cuando nos daba clases era una fiesta aquello, porque nadie le ponía atención y era una de las clases donde menos se aprendía.

    Sonia:
    -Un maestro, que a pesar de impartir educación física trataba de enseñar lo más posible, era don José Neri Picado.

    (Juan, Roy y Sonia, sienten que su querida escuela poco a poco va desapareciendo, dicen que las causas se ubican en el fallecimiento o jubilación de los maestros que dieron sus fuerzas para lograr nuestra formación y otra causa es la nueva filosofía educativa que ha hecho que el departamento atienda únicamente a los niños con discapacidad múltiple, mientras que los no videntes y deficientes visuales se integran en los centros educativos de su comunidad. En ellos se percibe un aire de nostalgia por la escuela de sus tiempos que, a pesar de las debilidades educativas, tenía una gran fortaleza humana. ¿Será acaso ese sentimiento el mismo que me expresaron un grupo de adultos no videntes, quienes debieron pedir prestadas las instalaciones del Departamento de Audición y Lenguaje porque el de Deficientes Visuales les fue negado para celebrar, con una cena, el Día de la Madre de 1997?)

  • La tertulia

    (Al filo de la medianoche del 22 de agosto de 1997, tres amigos se despedían en Heredia y daban por concluída la tarea. Olman Hernández, Walter Ramírez y Manuel Jiménez, despertaron sus recuerdos de infancia para compartirlos con nosotros.

    La tarea fue fructífera y como en todo tiempo pasado, los recuerdos se suceden unos a otros sin respetar órdenes cronológicas ni prioridades jerárquicas. Así como Manuel, Walter y Olman disfrutaron contándonos sus vivencias, nosotros se las trasladamos a ustedes para que se deleiten).

    Manuel:
    -Yo recuerdo cuando Walter llegó con el chupón, tenía cuatro años. En ese tiempo el pabellón verde tenía corredores y el de sordos era de madera; era la época de las vacas gordas, cuando el gobierno norteamericano nos mandaba materiales muy buenos.

    Walter:
    -Sí, todavía me acuerdo de unas pizarras que habían con barras de plomo que tenían en un extremo una rayita y en el otro dos puntas. Por cierto que las conocí cuando era alumno de la niña Maruja y si uno hacía mal el trabajo que le ponía, le cogía los dedos y se los apretaba contra esas puntas, mientras nos decía: "toque, toque", y las yemas sangrando. Era como la metodología de doña Nelly.

    Algo me llamaba la atención de doña Nelly, era que ponía agua a hervir, luego depositaba en la cafetera las famosas bolinchas,(canicas), después le acercaba a uno las manos al vapor para ver hasta donde uno aguantaba y cuando uno más o menos dominaba la temperatura, ella enfriaba un poquito el agua y nos obligaba a meter la mano para buscar las bolinchas. Claro que como la piel de uno era muy sensible, el ejercicio resultaba bastante grosero.

    Olman:
    -Yo estuve en primero y segundo con la niña Maruja, tercero y cuartocon la niña Isabel Abarca y, quinto y sexto que fue donde aprendí más, con Humberto Marenco. Manuel:
    -Yo estuve en primero con doña Nelly, en segundo con doña Margarita Castro, tercero con don Antonio Cabezas, que le decíamos don Antonio Jupas ;
    cuarto, quinto y sexto con Marenco, que por cierto nos ponían a hacer fila para indicarnos quién iba a ser el maestro y cuando nos llamaban con don Humberto o doña Dorita era como sacarse la lotería.

    Nos tocaba en un aula de la esquina con ventanas y una mesa grande donde vendíamos café, melcochas y todo eso.

    Olman:
    -La torta era cuando una melcocha estaba premiada porque nos llevábamos media lección sacando cuánto nos quedaba de ganancia, y entonces nos poníamos las botas de 7 leguas para ir a pie a la fábrica de melcochas.

    Manuel: -Ese era un ejercicio porque otros iban todos los días al correo para ver si en el apartado 3 Guadalupe, había algo para nosotros.

    Walter:
    -Y el salto en garrocha, los sancos y la pirámide humana , dónde me las dejan?. Olman:
    -Y recuerdan la lona?

    Walter:
    -! Cuantas veces se salía uno de la lona! -, iba a escuerar uno allá... !larguísimo!, sin contar los sancos y el ascensor indio, por lo menos yo sólo recuerdo una persona que dominaba muy bien los sancos, era Juan Sancho

    Manuel:
    -Yo me acuerdo que caminábamos en un estañón y un día casi me quiebro los dientes.

    Esos eran los juegos que teníamos, sin olvidar el famoso caballito campeón, el tractor y la bicicleta que la hacíamos entre 03 personas, y para que no nos faltara nos llevaban a la piscina de Alfredo Cruz.

    Olman:
    -Nada como los desfiles que hacía Marenco. Nos íbamos por la calle de atrás de la escuela, donde está el cementerio. Dos hileras cuando venía un carro, pero en esa época casi no pasaban carros por ahí.

    Walter:
    -¿No es cierto que don Humberto tenía un carro y que los llevaba a ustedes?

    Olman:
    - ¡Ah, sí, yo me acuerdo!, era un lanchón que él manejaba y Nelson Gamboa le iba avisando. Entonces llegaba a la esquina y sacaba la trompa y decía: "puedo darle, puedo darle?" y Nelson: "dele dele, suave, suave que se nos metió un perro" y ya se lo había levantado Marenco.

    Walter:
    -Me parece estarlo viendo, gorrilla, lentes oscuros, camiseta blanca y panzón.

    Olman:
    -Le enseñaba a uno de todo.

    Manuel:
    -Sí claro, nos preparó cuatro viajes a la toma de agua de Guadalupe, uno a la Escuela de Aviación, a la Cruz de Alajuelita y nos llevó a Lagos de Lindora. Con él empezamos una lancha, que pasó por varias generaciones y que, finalmente, fue a parar en un lago.

    Walter:
    -Además de don Humberto estuvo don Edgar Araya, quien también dejó muchas enseñanzas, como construir lámparas, cocinas, calentadores, canastas para ropa, carretillos y las gabetas o mesitas de noche que teníamos en los cuartos, las hizo don Edgar.

    Manuel:
    -También hacíamos chorriadores, yo todavía tengo uno, se lo regalé a mi mamá por cierto un 15 de agosto, yo no sé hace cuantos años.....

    Walter: -Enderéseme esta varilla de construcción a punta de maso, nos decía, y nos ponía a cortar hojas de lata.

    Walter:
    -Recuerdan a Berta, la maestra de religión? Nos llevaba una plasticina que hacía en la casa. Harina, sal, agua y color artificial. Ella no sabía qué color era, pero igual le echaba a lo que callera.

    Manuel:
    -La escuela tenía gente pequeña, mediana y grande, estaban desde Cochecho (José Humberto Rueda), hasta Walter, que usaba chupón.

    Walter:
    -No, yo creo que había gente más vieja que Cochecho. Recuerdo a Sergio, Víctor Vargas, Dagoberto Martínez, Miguel Carvajal.

    Manuel:
    -La enseñanza de ese tiempo era más o menos. Algunas fundaciones norteamericanas nos donaban material.

    Olman:
    -Lo que yo nunca me encontré fue un bastón.

    Walter:
    -Sí, el de Rodolfo Molina y el de don Alexis, aunque para nosotros no existían.

    Manuel:
    -No habían porque siempre se nos engañó. Recuerden que nos decían que no los necesitábamos. Eso fue un choque cuando nos enfrentamos con nosotros mismos, especialmente, los que padecemos Retinosis. Don Humberto nos llevaba en una sola carrera por el Mercado Central cuando todavía eran carretones con caballos los que hacían fila en las calles de los alrededores.

    Olman:
    -Es que don Humberto lo preparaba a uno para todas las situaciones de la vida, hasta nos decía: "si van a sacar plata háganlo donde haya cemento, porque si se les cae ustedes pueden escuchar". Además, agregaba: "dejen las cosas en su lugar para que no tengan que estarlas buscando".

    Manuel: -Si a uno se le llenaba el zapato de gracia de perro, tenía que quitárselo y olerlo poco a poco hasta que le llegara el olor, para saber dónde tenía que limpiarlo.

    Walter:
    -Ustedes hablan de los últimos años de escuela pero en los primeros pasaba cada cosa...... Recuerdo que doña Nelly nos estaba enseñando a coser, a mí se me cayó dos veces la aguja y en la tercera se le acabó la paciencia y me agarró de una oreja !tan fuerte!- que me la rompió y era cualquier cantidad de sangre la que me sacó, y recuerdo unos vastidores como la única cosa que nos enseñaban a completar, eran como las famosas flores que hacían con doña Ana Ineckén, eran preciosas y había que despuntarlas a pura punta de agujas.

    Manuel:
    -También teníamos juegos preciosos, recuerdo unos legos que jamás volví a encontrar iguales, un juego de lotería especial que tenía doña Dora, el dominó de alto relieve y no de bajo relieve como los conocemos ahora.

    Walter:
    -La verdad que la parte académica la salvaban doña Dora y don Humberto.

    Olman:
    -Es que don Humberto era bueno en todo campo, desde las matemáticas hasta el dibujo y doña Dora igual, eran de una misma formación.

    Manuel:
    -Es que ellos se formaron en Estados Unidos.

    Walter:
    -¿Y don Antonio Cabezas también?

    Manuel:
    -No, él se preparó en Colombia y esa es la diferencia entre estudiar en un país desarrollado y uno subdesarrollado.

    Walter:
    -Don Antonio lo que aprendió fue a dormir, nos decía: apréndanse la lectura y ahorita se las tomo, sonaba el timbre de recreo y el hombre estaba bien dormido en su sillón de mimbre.

    Manuel:
    -Muchas veces estaba ..dando clases.. y nosotros, montados en una aspiradora dando vueltas por la clase.

    Walter:
    -Pero nada como el asunto de don Alexis y sus empanadas, nos mandaba a comprarle 04 ó 06 empanadas, se las echaba en una bolsa del saco y sacaba de la otra la leche que llevaba, la mordía en una punta y comía y tomaba, después se limpiaba la grasa en la cabeza de un alumno o en la de él mismo.

    Manuel:
    -El saco que tenía se paraba solo, con manteca de 04 ó 05 días, ahí se ponía ..-bajo aquel sol... no había ni que preguntarle qué perfume usaba.

    Walter:
    -Y todos le safábamos cuando tenía que limpiar las melódicas, me decía :"Walter traéme la pianica", yo le quitaba la boquilla y le decía que así sonaba mejor, entonces me explicaba cómo limpiarla, era apretándole un botón que tenía abajo, la soplaba y ese agualotal que salía, pero era de él no de nosotros.

    Manuel:
    -Eran épocas de soledad, me imagino el sacrificio que hacían los padres para desprenderse de sus hijos tan pequeños, así como el caso de Walter que tenía 4 años, yo creo que no hubiera podido dejar a uno de los míos interno a esa edad.

    Walter:
    -En mi caso personal, para poder dormirme me daban el famoso Donatal, y si no me lo suministraban eran las 12, la 1 ó las 2 de la mañana y yo seguía dando qué hacer.

    Manuel:
    -También nosotros éramos medio torterillos, recuerdo que Víctor Ordoñez era el cabecilla, entonces nos dijo que teníamos que celebrar el 11 de octubre, fuímos, compramos vino y !diay sí..!-. ocho días de suspensión. Lo que pasa es que habían preferencias y yo por dicha pertenecía a una familia que era bien vista junto con los Gutiérrez y los Hernández.

    Walter:
    -Yo creo Manuel, que esas cosas pasaban por estar encerrado ahí tanto tiempo, ustedes lo hicieron por buscar una válvula de escape. La verdad es que también nos entreteníamos con la famosa guerra de zapatos. En la noche estaba uno durmiendo cuando sentía que le pasaban los zapatos silbando. También se le sacó una correa a una máquina de escribir, luego nos la arrollábamos en la mano y se la lanzábamos a alguien que estuviera dormido. El sonido que uno escuchaba en el aire despertaba a cualquiera.

    Manuel: -A Hugo Araya le hicimos una broma... Resulta que el hombre se levantaba corriendo para el baño, entonces le amarramos un mecate atravesado y cuando nos dimos cuenta llevaba el catre arrastrado.

    Walter:
    -A Rigo Mora le pasó algo parecido. Resulta que cada vez que iba al baño cogía impulso para lanzarse a la cama, entonces nos pusimos de acuerdo varios compañeros y le acomodamos la mesita de noche en el catre... cuando se tiró con todo impulso, quedó abrazado a la mesa y nada más oímos el costalazo y un "maldición" que le salió de lo más profundo.

    Olman:
    -Pobres catres, nosotros teníamos que reposar por obligación, entonces nos poníamos a brincar para ver quién duraba más, algunos catres tenían las mallas tocando el suelo.

    Manuel:
    -Nosotros corríamos encima de los catres y teníamos una velocidad que cuando llegaba doña Elizabeth Trejos la celadora que era muy brava por cierto, nosotros corríamos a la cama de cada uno. Una noche llegó, y cuando salí corriendo, pegué un dedo y me encontró revolcándome en el suelo.

    Olman:
    -¿Y los pleitos?. Me acuerdo que yo estaba en el cuarto de los grandes y una vez me echaron a pelear con Manuel, como yo era más pequeño, cuando oí:"que se agarren, que se agarren", me puse en el pasillo todo cuadrado y cuando sentí fue que Manuel me dió un cañazo que me dejó llorando.

    Manuel:
    -Los de eso eran los grandes como Hugo Gómez, que nos ponían a pelear, yo me agarré como 04 veces. Con Luis Enrique, que le decíamos Acorchón, me apañé dos veces, una en la plaza jugando bola. Resulta que me patió y yo le dije:- "qué es la cosa?"-, paramos el partido y nos dimos, la otra vez fue en el cuarto, se puso de majadero y lo tiré al suelo, le di por la nariz y lo dejé pidiendo agua. También me echaron a pelear con Alvarillo Sánchez y creo que con Hugo Araya.

    Walter:
    -Don Alexis organizaba unas carreras alrededor de la escuela, !cuántas canoas hacíamos arrancadas!, ¿recuerdan?

    Manuel:
    -Yo lo que recuerdo es de las fiestas que organizaba que se llamaban del Elefante Blanco; era como un tipo de amigo invisible que hacíamos a fin de año con intercambio de regalos y todo; algunos daban cosas bonitas, pero otros daban hasta hojas de amapola. Don Alexis tenía un juego que se llamaba la papa caliente, nos ponía en círculo y pasábamos el juguete de cuerda hasta que parara perdiendo el que la tuviera en las manos en ese momento.

    Ahora que Walter hablaba de las guerras, me acordé que eso era cosa de todos los días, los maestros hacían casi redadas por todas las aulas y la dirección de doña Dorita pasaba llena. Me acuerdo que Hugo Araya se hacía siempre la víctima y decía: "es que, mire doña Dora, yo no sé que le pasa a doña Cristina, yo creo que me lleva clavo, y le dice doña Dora: "no, no señor, de usted se queja todo el mundo y a usted, Manuel, si sigue así, no le vamos a permitir pasar ni por el frente de la escuela".

    Walter:
    - Mi mamá le pagaba a Hugo una peseta para que me llevara y trajera todas las semanas.

    Manuel:
    -A repartir ciegos ahí por la parada de Heredia. Traía a Conejo, traía a Miguel Carvajal. Claro, una peseta era plata en esos tiempos.

    Olman:
    - A mí me daban ¢1.75 (un colón con setenta y cinco céntimos), por semana, un cacho costaba ¢0.30 (treinta céntimos), una cajeta un 0. 5 (cinco céntimos(, un refresco Lift costaba como¢0. 20 (veinte céntimos).

    Manuel:
    -Doña Beatriz nos vendía sandwiches de a ¢0.15 (quince céntimos),¢0.20 (veinte céntimos) y una peseta, de acuerdo a lo que quisiéramos, queso, natilla o mortadela. También nos vendía resistencias, marcianos y ruedas de carreta, por cierto que jugábamos degracias y le quitaban todo a uno.

    Water:
    -En la escuela había un coleccionista de radios, que no vamos a decir el nombre, pero todos los fines de semana se perdía un radio del cuarto.

    Manuel:
    -Las malas lenguas decían que los radios estaban en Heredia, pero no decían dónde, seguro después puso un almacén.

    Olman:
    -Es que todos teníamos radio para escuchar las Novelas, Cuentos y Leyendas, Tres Patines, el Ja-Ja del Aire y toda la programación de Columbia.

    Manuel:
    -El que no podía comprarlo nada más lo pedía a fin de año porque nos daban lo que quisiéramos, en aquellas fiestas donde todo sobraba, estaba uno almorzando, cuando sentía una caja a la par con el regalo que había pedido.

    Walter:
    -Nosotros nos íbamos los fines de semana para la casa y después ya no queríamos regresar a la escuela. Para mí era un tormento los lunes. Recuerdo una vez, el chofer de los buses especiales que tenía la escuela para que nos recogiera no cerró la puerta de atrás y en un alto que estaba exactamente en el parque de Santo Domingo, me hice mandado y todos los encargados de cuidarnos se me pusieron atrás para alcanzarme, me les metía por un lado, me salía por otro, hasta que, desgraciadamente, un policía me apañó y para ellos fue un susto tremendo que yo cruzara la calle para devolverme a la casa.

    Manuel:
    -Yo creo que en la escuela hubo gente visionaria como don Humberto, lamentablemente no los entendieron, no los entienden y probablemente no los entenderán, en cambio don Antonio andaba con unas babecillas y decía: "chitos, chitos, chitos", después se sentaba en el muro y el sol le brillaba en la cabeza en una parte que no tenía ni un pelo.

    Walter:
    -Era la coronilla la que reflejaba el sol. Ustedes tuvieron la suerte de aprender a cocinar empanadas, azar salchichón y carne con don Humberto cuando los llevaba de paseo y tenían que conseguir hasta la leña, en cambio yo recuerdo que con doña María Eugenia Monge yo aprendí a leer y aguantarle las chichas. Medio tiempo nos decía: "léanse ésto- y el otro medio nos ponía a leérselo.

    Manuel:
    -Por eso seguro nos gustaba más jugar con metrallas, torpedos, luces de bengala, que ir a clases de lectura en Braille con don Antonio y ellos.

    Walter:
    -Así cogíamos un tubo de cañería, un cordón de zapato y la pólvora de una caja de fósforos lo taponábamos y le dábamos contra el muro, aquello sonaba como una bombeta. Además de los maestros que uno recuerda por buenos o por malos, también recuerdo los personajes que llegaron como alumnos, por ejemplo Toña la Negra, que nos dió muchos problemas.

    Manuel:
    -Sí, era un personaje porque cuando llegó nos mandaba lejos de ella, levantaba los brazos y ..!uf!..hasta luego.

    Walter:
    -Negra, fea y con retardo, era un caso, pero vean qué curioso, estoy hablando de un caso extremo, pero al otro lado estaba Marjorie, que era una chiquita querida por todos, nosotros la andábamos paseando en la silla de ruedas por todas partes, también estaba Juancito, que se pasaba moviendo la cabeza todo el día.

    Manuel:
    -Que movieran la cabeza eran Los Palma, Alejandro y Mario. Eran dos hermanos de Nicaragua, - ¿recuerdan? - Se ubicaban uno a cada extremo del pabellón y narraban partidos de la Liga, porque eran manudos envenenados. Vivían fútbol, todos los partidos eran ganados por Alajuela y los contrincantes salían goliados. Otros nicaragüenses eran Enrique Eliú y Otto Martín Zamora, las familias de ellos tenían mucho dinero, de hecho en la escuela los chiniaban mucho, tenían alimentación diferente, juguetes lindísimos y un trato preferencial.

    Walter:
    -Era igual a como trataban a Sady y Efraín,quienes provenían de familia humilde, de 27 de Abril-Guanacaste y eran marginados. Otto y Enrique estaban en polos totalmente opuestos, otros dos manudos envenenados.

    Manuel:
    -Nosotros jugábamos bola, y cuando metía un gol decía don Alexis: "Mirá, hiciste una jugada idéntica a la de tal jugador".

    Walter:
    -¡Hombre!, y recuerdo las novelas que protagonizaba Martín Carvajal a las 07 de la noche, nosotros éramos actores.

    (Manuel, Olman y Walter, se retiran a descansar, pero sus vivencias perdurarán con nosotros provocándonos una sonrisa cuando recordemos esas lindas anécdotas).

  • Del colegio a la escuela

    (En 1984, cuando la integración ya estaba funcionando en nuestro país desde hacía varios años, una estudiante del Colegio Técnico Profesional de Venecia de San Carlos, cursaba el décimo año sin saber que las personas ciegas y deficientes visuales utilizaban un sistema de lecto-escritura especial. Emilia Piedra Miranda y sus hermanos pasaron su niñez y adolescencia sin conocer un bastón blanco, un ábaco y una escuela especial para ellos.

    Nos acercamos al colegio con Emilia para conversar con el nuevo director, don Jorge Barquero. Ella mantuvo un diálogo de poco más de dos horas y nosotros nos enteramos de los pormenores en este momento. Emilia habla con Don Jorge acerca del comité pro-compra de libros que lidera y otras actividades que desarrolla desde su puesto de alumna. Don Jorge la escucha con atención y luego dice:)

    -Jorge:
    - Me encuentro muy sorprendido de saber que vos sos una persona con una limitación visual y que no contás con ninguna asesoría especial, quiero contarte que en este país existen personas responsables de la educación especial, por ejemplo, en el Ministerio de Educación está don Francisco Arias. ¿Has escuchado hablar de él?

    -Emilia:
    - No, don Jorge,-!Jamás!.

    -Jorge: - Bueno, también existe una escuela en Guadalupe que se llama Fernando Centeno Güel, que se encarga de la Rehabilitación de personas como vos. Ya verás como vas a aprender a movilizarte sola y a escribir en un sistema especial que en este momento no recuerdo como se llama.

    -Emilia:
    - ¿Cómo se movilizan solos? -Jorge:
    - Bueno, allá en San José se movilizan con un bastón que es una especie de varillita- que les enseñan a usar.

    Niña, como veo que sos una persona inteligente y muy activa voy a tratar de ayudarte para que logrés tener un futuro mejor.

    (El señor Jorge Barquero conoció en la secundaria a Juan Diego González y por eso cuando éste perdió la vista se enteró de que existían instituciones especializadas que ahora también podían ayudar a Emilia. Cuando el Avión Hospital del Proyecto Orbis arribó al país, don Jorge Barquero consiguió que a Emilia y a sus hermanos se les atendiera para conocer si era posible operarlos y que recuperaran la vista).

    -Emilia:
    - Ahí fue cuando me di cuenta que mi enfermedad era Retinosis Pigmentaria y que no se podía curar. ¡Qué decepcionada salí de ese consultorio!. Tuve intenciones de quitarme la vida, pero Dios que es tan grande hizo que pasara por ese lugar una muchacha que caminaba con las manos, porque no tenía piernas. Se llamaba Yanori y años más tarde supe que a pesar de su discapacidad era feliz. A ella le doy las gracias por haberme salvado la vida.

    (Un día de tantos llegó al colegio Don Francisco Arias, quien en representación del Ministerio de Educación, se reunió con los profesores de Emilia y posteriormente con ella donde intercambiaron impresiones).
    -Francisco:
    -¿Cómo es posible que usted sin ningún tipo de rehabilitación haya llegado hasta cuarto año?- Voy a tratar de ayudarla.

    (Veintidós días después se presentó en el colegio la educadora Priscilla Bresciani, quien le mostró por primera vez el sistema Braille. El 10 de setiembre de 1984, Emilia y sus tres hermanos dejaron su tierra natal para trasladarse por tres meses al Centro Nacional de Educación Especial Fernando Centeno Güell).

    -Emilia:
    -La directora, doña Isabel Abarca, nos recibió y luego nos mostró las instalaciones y nos presentó a los maestros. Después de conocer el comedor y el aula de música, donde el profesor Víctor Segundo Vargas nos dió la bienvenida, recibimos una gran sorpresa cuando nos llevaron a la biblioteca.

    -"Hola señoritas ¿cómo están?, ¿cómo se llaman ustedes?", Nos dijo un señor muy amable. Era el encargado, don Rodolfo Molina. Él es ciego y trabajaba con libros, nos pusimos muy contentas y nuestras cabezas se llenaron de ilusiones.

    Doña Isabel nos hacía sentir personas importantes, nos llevaba a Mc.Donald's, Burguer King, As de Oros; recorríamos tiendas, verdulerías y supermercados para que aprendiéramos a comprar y a desenvolvernos por nosotras mismas.

    A los 03 días de estar en la escuela quise realizar una llamada telefónica a mi casa, doña Isabel le pidió a un muchacho, que llegó a visitarla, que me acompañara. Él se presentó y me dijo que se llamaba Manuel Jiménez. Me mostró cómo se utilizaba el bastón, y cuando llegamos al teléfono me enseñó a marcar.

    El 14 de setiembre alistamos los faroles y nos preparamos para desfilar, sin embargo, la lluvia lo impidió parcialmente porque desfilamos por el edificio.

    ¡Qué lindo!, primera vez, en los 23 años de mi vida, que asistía a un desfile de faroles.

    Con el tiempo conocí a muchas personas ciegas que estudiaron en la escuela, me contaban que disfrutaban mucho, era una comunidad preciosa y llena de amor.

    Me dijeron que: de la escuela salían matrimonios; que los alumnos lloraban cuando salían de vacaciones,-!Uh!- sin embargo era otro tiempo.

    Recuerdo que la primera profesora que tuve fue Romelia Gutiérrez. También tuvimos a Víctor Vargas, Marta Carnivali, Flor Vargas y muchos otros.

    El 07 de diciembre nos sentíamos muy tristes porque teníamos que despedirnos de la escuela. ¡Dios mío, cómo es posible que tengamos que irnos de un hogar donde teníamos maravillosos sueños!. Bueno pero todo tiene principio y fin; ya sabía Braille, orientación y movilidad.

    Algunos compañeros, exalumnos de la escuela nos alentaban y nos decían que ellos empezaron lavando carros y que, con la ayuda de don Alexis, muerto hace un año, doña Clarisa, doña Dorita y otras personas, habían surgido.

    La escuela no era muy grande, pero se sentía mucho calor humano, amor, bondad y todos los días se aprendía algo nuevo.

    Recuerdo, además, que algo me impresionó mucho. El 15 de setiembre desfiló una banda integrada por alumnos sordos; la gente de Guadalupe les aplaudía mucho.

    También estuve en un partido de solteros y casados donde los jugadores eran ciegos y la bola tenía cascabeles por dentro.

    (Hoy Emilia labora en una microempresa de masoterapia denominada Clínica Génesis integrada por personas ciegas y deficientes visuales. Emilia es casada, tiene hijos y trabaja, además, en un hotel. Actualmente continúa estudiando en el Colegio Universitario de Alajuela (CUNA). Este caso constituye una excepción al Sistema Educativo pues Emilia y sus hermanos no se incorporaron a la educación especial cuando por edad les correspondía, y lo hicieron cuando las nuevas corrientes "integracionistas" habían deshechado la educación tradicional que ocupa a lo largo de este documento un lugar primordial en la vida de los protagonistas).

    Hace dos décadas tuve el privilegio de ser uno de los estudiantes de Don Humberto Marenco Ovares.

    Veinte años después dedico estas páginas a ese gran hombre, que con su sabiduría, supo imprimirnos una visión de la vida, de cara al futuro.

    Con don Humberto aprendimos que la vida nos presenta obstáculos, pero también nos mostró la forma de salvarlos.

    Hoy, quienes lo conocimos deseamos rendir un tributo al humanista, maestro y gran amigo: Humberto Marenco Ovares.

    Roberto Sancho Alvarez



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