Eric Díazserrano, Evasiva Verdad

Evasiva Verdad, filosofía práctica de la producción


< Aquí el Capítulo Cinco, René Descartes, el método de la duda

Capítulo Seis, Leibnitz, básicas sobre el conocimiento

Describiré lo que queremos decir
cuando decimos "conocimiento",
independientemente de que exista
o no y aún de que sea posible
o no sea posible.

Encontramos como primeros
elementos en el conocimiento
el sujeto pensante, el sujeto cognoscente
y el objeto conocido.

Todo conocimiento,
cualquier conocimiento
ha de ser de un sujeto contra un objeto.
De modo que la pareja
sujeto-cognoscente y objeto-conocido
es esencial en cualquier conocimiento.
Esa dualidad del objeto y del sujeto
es una separación completa;
de manera que el sujeto es siempre
sujeto y el objeto es siempre objeto.
No puede fundirse el sujeto
en el objeto ni el objeto en el sujeto.
Si se fundieran, si dejaran de ser dos,
entonces, no habría conocimiento.
El conocimiento es siempre, pues,
esa dualidad del sujeto y el objeto.

Pero esa dualidad es
al mismo tiempo una relación.
La relación consiste en que
no puede pensarse el uno sin el otro,
ni el otro sin el uno;
del mismo modo los términos
sujeto y objeto son correlativos.
Pero además esta correlación
es irreversible. Es decir,
no hay posibilidad de que el sujeto
se convierta en objeto
ni el objeto en sujeto.
No hay reversibilidad.
Lo que el sujeto hace al salir
de sí mismo para hacerse dueño
del objeto, es captar el objeto
mediante un pensamiento.

Vista la relación desde el otro lado,
diremos que el objeto va hacia el sujeto,
se entrega al sujeto,
se imprime en el sujeto;
modifica al pensamiento.

De modo que ahora tenemos
un tercer elemento en la correlación
del conocimiento, sea, sujeto,
objeto y pensamiento.

En sí y por sí -metafísicamente hablando-
el objeto no es objeto sino en tanto
que empieza a ser conocido,
por tanto el objeto que no sea objeto
para un sujeto no es objeto.
Será lo que quiera que sea;
pero no es un problema
para el conocimiento; no constituye
elemento alguno del conocimiento.
Una vez que ha entrado en la correlación
de ser el objeto para mí (sujeto),
y al ser yo sujeto,
en cuanto que pienso ese objeto;
una vez establecida la correlación,
es trascendente, porque es irreversible
esta correlación y porque el objeto
no puede nunca penetrar dentro
del sujeto sino que permanece
siempre a la distancia,
mediatizado por el pensamiento.

El último elemento del conocimiento
que se nos propone a nuestra
descripción fenomenológica
es el de la verdad del conocimiento
que consiste en que el conocimiento
concuerde con el objeto, o mejor dicho,
consiste en que en la relación
del conocimiento, el pensamiento
formado por el sujeto, en vista
del objeto, concuerde con el objeto;
de donde podremos establecer
un criterio. El criterio de la verdad.

Cuando el conocimiento no concuerda
con la cosa, no es que tengamos
un conocimiento falso:
es que no tenemos conocimiento.
El conocimiento verdadero es aquel
en el cual el pensamiento concuerda
con el objeto; pero eso nos da
dos tipos de verdades: las verdades
de razón y las verdades de hecho.

Las verdades de razón, son aquellas
que enuncian que algo,
es de tal modo, que no puede ser
más que de ese modo; y,
las verdades de hecho
son aquellas que enuncian
que algo es de cierta manera
pero que podría ser de otra.
Dicho de otra forma:
las verdades de razón enuncian
un ser o un consistir necesario
mientras que las verdades
de hecho, enuncian un ser
o un consistir contingente
(de hecho son como nos las
cuenten o como se perciban).

Las verdades matemáticas,
las verdades de lógica pura,
son verdades de razón;
las verdades de experiencia
física; las verdades históricas,
son verdades de hecho.

Entre ese ideal de conocimiento
plenamente realizado en la lógica
y en las matemáticas;
y el conocimiento un poco inferior
de las verdades de hecho
que están en la física;
entre ese ideal y esa inferior
realidad del conocimiento humano
no hay un abismo sino
na continuidad de transiciones,
de tal suerte que el conocimiento
ha de consistir en convertir
cada vez más las verdades de hecho
en verdades de razón, es decir,
el conocimiento será cada vez
más profundo cuanto más
matemático sea.

La relación que existe
entre la verdad de hecho
y la verdad de razón es similar
a la que hay entre una recta y la curva.
No hay abismo entre la recta
y la curva, porque, ¿qué es la recta
sino una curva de radio infinito?
Y ¿qué es el punto, sino
una circunferencia de radio
infinitamente pequeño?
Vemos entonces cómo
entre el punto, la recta y la curva
no hay abismos de diferencia
sino que desde un cierto
punto de vista especial, que consiste
en considerarlo todo como engendrado,
entre el punto, la curva y la recta
hay un tránsito continuo.

Estas consideraciones fueron
las que me llevaron a pensar
que un mismo punto,
ya se considere como perteneciente
a la curva, ya se considere
como perteneciente a la tangente
de esa curva, ese mismo punto,
uno y el mismo punto,
tiene definiciones geométricas
diferentes según sea considerado
como punto de la curva o como
punto de la tengente a la curva.

Entonces lo único que necesité
fue encontrar la fórmula que defina
cada punto en función del todo,
y esa búsqueda me llevó
al descubrimiento del cálculo
infinitesimal, con el cual una enorme
zona de verdades físicas, de hecho,
ingresan de pronto en el cuerpo
de las verdades matemáticas, de razón.

Así por ejemplo:
Si consideramos una trayectoria circular
y otra trayectoria lineal
tangente a la trayectoria circular,
hay un punto -el punto de tangencia-
que pertenece a la vez
al sistema de la recta
y al sitema del círculo.
¿Qué es lo que hay dentro de ese punto,
en el interior del punto? Primeramente,
¿Qué lo hace moverse? Y segundo
¿Qué lo hace moverse como recta,
en trayectoria rectilínea
o en trayectoria circular?
En mi primer tratado al que llamé
THEORIA MOTUS ABSTRACTI
Y THEORIA MOTUS CONCRETI,
llegué a lo que me pareció ser
un concepto "madre" de todo movimiento.
Le llamé Conatus, del latín esfuerzo, fuerza.

Tardé años buscando los instrumentos
matemáticos para definir lo
infinitamente pequeño y cuando lo logré
-el cálculo infinitesimal-
lo dividí en cálculo integral
y cálculo diferencial;
siendo el cálculo diferencial
aquel que busca la formulación
exacta de lo que distingue
el punto de la recta y al punto
de la curva, la diferencia que hay
entre ellos.

Y siendo el cálculo integral
en cambio el esfuerzo por encontrar
la formulación matemática
que permita en la definición
del mismo punto, ver ya incluida
la dirección que va a tomar. Si
curva o recta; o elipse o parábola
o hipérbole o cualquier otra trayectoria.

En otras palabras,
pude definir un punto cualquiera ,
no sólo como cruce de dos rectas
o como cruce de dos curvas
o como tangencia -como
en la geometría- sino como
una función de una,
dos o tres variables, que hace
que el establecimiento matemático
de la función nos diga
de una manera previa,
por decirlo así "a priori", el
recorrido que ese punto va a seguir.

Así pues, con la trayectoria recorrida,
el cuadrado de la velocidad
y la masa se tienen elementos
suficientes para determinar
matemáticamente
la situación dinámica actual
de cualquier cuerpo,
la cual contiene a su vez
la ley de su evolución
dinámica ulterior, posterior.

Con esto, con lo infinitamente pequeño
del cálculo infinitesimal,
con la fuerza viva como elemento
definitorio de la materia,
tenemos los dos elementos,
las dos ideas fundamentales,
la idea perfecta a la que llamé Mónada.
Esta palabra no se me ocurrió a mí.
Recuerdo haberla leído de un filósofo
del renacimiento, un físico, astrónomo
y matemático genial, sólo que un poco
fantástico, se llama Giordano Bruno,
él fue quien puso este nombre
en circulación en Europa.
Es probable que él también
la tomara de lecturas de místicos
y filósofos de la antigüedad,
acaso de Plotino que la empleó también.

El hecho es que cuando llegué
a emplear esta palabra cuajaron
todos los elementos fundamentales
de mi metafísica y fue publicada
- ejem... por cierto después de mi muerte-
con el nombre de Teoría de las Mónadas
o dicho en una sola palabra Monadología.

¿Qué es la mónada?
Es primeramente substancia,
es decir realidad. Substancia
como realidad y no substancia
como contenido del pensamiento,
como término puramente psicológico
de nuestras vivencias.
Substancia como realidad en sí
y por sí. Unica e indivisible.

Y si es indivisible es porque no es material
-como el caso de los átomos-
y no puede consistir en otra cosa
que en fuerza, en energía, en vigor.

Mas: ¿Qué es fuerza y energía?
No debemos representárnoslas
como aparecen en nuestra
experiencia sensible.
En nuestra experiencia sensible
llamamos fuerza a la capacidad
de un cuerpo para poner
en movimiento a otro cuerpo,
pero así no puede definirse
metafísicamente la energía,
porque aquí no hay cuerpos.

En la Mónada la única fuerza
que existe es la capacidad de actuar.
Nosotros, en el interior de nosotros
mismos, nos captamos a nosotros
mismos como fuerza, como energía;
es decir, como tránsito y movimiento
interno psicológico de una idea,
de una percepción a otra percepción,
de una vivencia a otra.

Esa capacidad de tener vivencias,
esa capacidad de variar
nuestro estado interior
que deja de ser vivencia;
A, para pasar a ser vivencia
B, luego a vivencia
C; esa capacidad íntima de sucederse
unas a otras las vivencias,
eso es lo que constituye
la consistencia de la Mónada.

La Mónada es substancia activa,
substancia psíquica.
Esa substancia activa ,
esa capacidad de pasar
por varios estados, esa posibilidad
de vivir, con que puede definirse
la Mónada es totalmente indiferente
de cualquier otra.
No hay en el Universo dos iguales.
Esa individualidad es simplicidad.
Indivisible significa individuo,
pero además simple, sea, sin partes,
activa y por tal, dotada de percepción
y de apetición, caracteres
de todo lo esencialmente psíquico.
La percepción porque es
precisamente el acto mismo de tener
lo múltiple en lo simple.
Este acto de percepción,
lo múltiple recibido,
el contenido múltiple de la vivencia
está en la unidad indivisible,
en la unidad simple del percibiente.

La Mónada es simple,
indivisible e individual
y al mismo tiempo contiene
pluralidad de estados.
Esa es precisamente la percepción.
Pero además de percepción,
la Mónada tiene apetición, sea,
tendencia de pasar de una percepción
a otra percepción.
La actividad de la mónada es doble;
por un lado percibe y por otro apetece,
esa realidad metafísica de la mónada
es esa realidad que llamamos el "yo".

La ley íntima de ese tránsito
es una ley espontánea, del mismo modo
que el círculo recorrido por un punto
está ya "in nunce" en germen,
dentro de la división infinitesimal
del punto; así también las mónadas.
La ley íntima de sucesión de sus estados
perceptivos y de su propia apetición,
es una ley que rige esa sucesión;
lo mismo que la ley íntima
de una función, de una variable,
está íntegramente contenida en el seno
del punto de esa variable.

Así nos encontramos con lo que,
en cualquier momento de su vida,
de su ser, de su existir,
en cualquier instante de su realidad,
la mónada es una reducción
de un mundo específico y entero.
Es la mónada en cualquier momento
de su vida, la que que en ese momento
contiene todo el pasado de la mónada
y todo su porvenir, puesto que la serie
de percepciones que la mónada
va teniendo, viene determinada
por una ley interna que es la definición
de esa individualidad metafísica substancial.

En cualquier momento de la vida
de esa mónada, todo su pasado
está volcado en el presente,
y ese presente no es más
que el preludio del futuro,
inscrito ya también en la actividad
presente en la mónada.

Ahora bien, si las mónadas
de esta suerte reflejan el universo;
si cada mónada es un reflejo universal,
lo es exclusivamente desde
cierto punto de vista;
desde el punto de vista
en que se haya situada;
y además, refleja tenuemente.

Las mónadas tienen percepciones;
pero algunas, además
de percepciones tienen apercepciones.
Las mónadas que tienen apercepciones
y memoria constituyen
lo que podríamos llamar "alma",
o sea un plano superior
en la jerarquía metafísica,
al de las simples mónadas
con sólo percepciones, o sea con ideas
confusas y oscuras.
Tómese en cuenta que existen
una serie de hechos psicológicos
que revelan que a cada momento
estamos percibiendo sin apercibir.

Por ejemplo, el ruido de las olas del mar
sobre la playa, se compone de una multitud
enorme de pequeños ruidos y
sonidos: ( el que cada gota hace
sobre cada grano de arena).
y sin embargo no somos concientes
de esos pequeños ruidos,
a eso le llamo yo "petites perceptions"
a esas pequeñas percepciones.
Somos concientes solamente
de la suma de ellos,
pero no de cada uno de ellos.

Así pues,
y volviendo a en donde estábamos,
cada mónada es un reflejo universal
pero en el punto de vista
desde donde se haya situada,
y así ese reflejo será
menos oscuro o menos clara
la apercepción y la percepción.


Todo el universo está
en ese nuestro sector
porque sin discontinuidad podemos
pasar de ese sector a otro,
pero simultáneamente no podemos
sino estar más que un punto de vista,
de manera que aún teniendo
el máximo conocimiento científico
no podríamos reflejar "ese máximo
conocimiento científico", sino que,
sólo podemos reflejar el mundo
desde un cierto ángulo visual (el propio) .

Continúa aquí; Capítulo Siete, Kant, Capítulo Siete, Kant, del espacio y del tiempo >


Evasiva Verdad:
Introducción
Proemio
Sócrates, mayéutica
Platón, dialéctica
Aristóteles, Lógica

Aquino, análisis
Descartes, dubitar
Leibnitz, espacio
Kant, tiempo y moral
Marx-Engels, materialismo
García Morente, quehacer
Einstein, relativa

Evasiva Verdad, filosofía práctica de la producción; desde filósofos grecos a la actualidad
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