Eric Díazserrano, Evasiva Verdad

Evasiva Verdad, filosofía práctica de la producción


< Aquí el Capítulo Cuatro; Tomás de Aquino, análisis

Capítulo Cinco, René Descartes, el método de la duda

¡ Cuidado, no vayáis a equivocaros !

A mí me tocó comenzar con la segunda
navegación de la filosofía.
La primera en verdad fue iniciada
por aquellos navegantes inocentes,
aquellos hombres espontáneos y,
nuestro pensamiento es todo
lo que se quiera menos espontáneo,
y mucho menos inocente.

Se resuelve primero buscar la manera
de no equivocarse; antes de plantearse
el problema metafísico se plantea
otro problema previo, el problema
de cómo evitar el error.

La característica del pensamiento
moderno es que, en lugar de debutar
por la propia ontología,
debuta por una epistemología;
por una teoría del conocimiento,
Y, ¿ por qué el pensamiento
moderno debuta ahí,
cuando el pensamiento antiguo
había debutado con lo contrario,
por la metafísica, por la ontología?
Pues, porque el pensamiento moderno
germina de un largo pasado filosófico
con lo que nuestro pensamiento humano
no es, en ningún instante ahistórico,
fuera del tiempo y del espacio;
no es el pensamiento que está lanzado
hacia eternidades sin relación
contra el momento histórico,
sino que, el pensamiento es una
(y tiene) realidad histórica.
Lo que le interesa al pensamiento
moderno, ahora, es la indubitabilidad;
es que, aquello que se afirma tenga
una solidez tan grande, que no pueda
ser puesto en duda.

Así, busqué una realidad primera
que no pudiera ser puesta en duda;
que existiera a toda duda. Es decir,
que por un movimiento sutil de mi espíritu
convertí "la duda" en método.

Me lancé en busca de un conocimiento
que no ofreciera flanco a la duda.
Consiste en una posición tal que,
entre el sujeto que conoce y lo conocido,
no se interponga nada; y lo único capaz
de llenar esas condiciones de inmediatez
es el pensamiento mismo.

No hay más que el pensamiento mismo.

Si yo considero que todo pensamiento
es pensamiento de una cosa,
yo puedo dudar siempre de que la cosa
sea como el pensamiento la piensa.
Pero si yo retraigo mi interés y mi mirada,
no en relación entre el pensamiento
y la cosa, sino a la relación
entre el pensamiento y yo;
y si tomo el pensamiento mismo
como objeto, entonces ya no
puede morder la duda.

La duda puede instalarse en el problema
de si mi pensamiento coincide con la cosa,
pero la duda no tiene habitáculo posible
en el pensamiento mismo.

Dicho de otro modo:
Si yo sueño que estoy metido
en una barca sobre un río,
mi sueño podrá ser falso
y no estar yo realmente
ni en una barca ni en un río,
sino metido en la cama;
pero lo que no es falso
es que yo estoy soñando eso.

Entonces, a la pregunta
¿Qué es lo que existe? ¿Quién existe?
La respuesta es "existe el pensamiento;
existo yo pensando; yo y mis pensamientos".

Si los pensamientos que tengo
son todos falsos, lo cierto
es que tengo pensamientos.
Por consiguiente he aquí la necesidad
histórica del planteamiento del problema,
el hecho de que el problema se plantee
por un pensamiento no inocente,
sino prudente y cauteloso.

De lo único que estamos seguros
que existe es: yo y mis pensamientos.
La voluntad es la que afirma o niega;
el entendimiento se limita a presentar
ideas a nuestra mente.
Afirmar las claras y distintas,
negar las oscuras o confusas,
tal es el juicio.
Esta función de afirmar o negar
compete a la voluntad.
En esta teoría queda afirmada
esa característica de todo el idealismo:
de ser una actitud voluntaria.

"Je suis une chose qui pense",
yo soy una cosa que piensa;
"Cogito, ergo sum". Pienso, por tanto
existo. Mi sueño podrá ser falso
y no estar yo realmente
ni en una barca ni en un río,
sino metido en la cama;
pero lo que no es falso
es que yo estoy soñando eso.

Ahora que lo único que indubitablemente
existe es el yo pensante,
y el yo pensante no puede funcionar,
no puede pensar sino piensa en algo;
ese algo pensado por el yo pensante
se transforma en un problema.
Porque ese algo pensado
en el pensamiento y por el pensamiento
¿existe o no? ¿Es meramente
un término interno del pensamiento?
¿O señala una existencia en sí misma,
exterior y más allá del pensamiento?

(Estas son interrogaciones
que el realismo no podría plantear,
por tanto el idealista no tendrá
más remedio que deducir,
demostrar o construir la realidad
del mundo exterior).

Existe enormidad de razones para dudar
de los pensamientos oscuros y confusos;
pero tratándose de claros y distintos,
de ideas claras y distintas,
las razones que existen
para dudar son mucho menos fuertes.

Si mi filosofía no hubiera podido
salir de aquí, hubiera encallado
en eso que se llama "solipsismo",
a saber: existo yo y mis pensamientos,
y nada más.

Pero he aquí que descubrí
entre mis pensamientos
claros y distintos un pensamiento,
uno solo que, por fortuna,
es el único que tiene en sí mismo
la garantía de que el objeto pensado
existe fuera del pensamiento.

De modo que hay un pensamiento
que se distingue de todos los demás
pensamientos claros y distintos,
que contiene en el pensamiento mismo
esa garantía de existencialidad
de su objeto, Ese pensamiento
único es el pensamiento de un dios,
la idea de un dios.

La idea de un dios es tal,
que si la examinamos como tal idea,
encontramos en ella no sólo
que pensamos en un ente del cual
no sabemos si existe o no,
sino que pensamos en un ente dios
y que ese pensamiento lleva dentro,
una porción de caracteres
según los cuales un dios,
además de ser objeto de mi pensamiento,
existe fuera de mí.

Y bien: esa idea que tenemos,
que pensamos, ese objeto
que todavía no sé si existe o no,
pero que está contenido dentro
de mi pensamiento,
no es idea de nosotros mismos;
porque lo mencionado en esa idea
es tan enormemente superior
a cuanto nosotros somos,
que no es posible que de nosotros mismos,
de nuestro propio fondo, hayamos
extraído lo mencionado en esta idea.

Lo mencionado en esta idea es garantía
de que el objeto pensado
existe fuera del pensamiento.

Lo mencionado en esta idea es
tan trascendente, tan por encima
de las posibilidades de invención
y combinación que puede haber
en nuestro pensar general,
que sin duda alguna no es posible
otra cosa sino que, lo mentado
en esa idea, esa perfección infinita,
esa "infinitud como la creación misma"
responda a una realidad fuera de ella.

Yo existo, tal es la primera verdad
que he descubierto al apartar
mi vista de los objetos
y concentrarla sobre los pensamientos.
Me he descubierto a mí mismo
como yo pensante. Yo existo.

Pero yo, que existo, tengo una existencia
cuyo fundamento no percibo, no veo.
Yo existo con una contingente,
no vale que diga que debo la existencia
a mis padres, no vale que diga
que en el pasado y en el futuro
mi existencia permanezca;
porque no hay ningún motivo
por el cual en mi existencia
se dé la prolongación de ella
dentro de un momento o el haber
existido un momento antes,
por consiguiente mi existencia
es contingente, no es necesaria.

Y si mi existencia es contingente,
necesita un fundamento.
Y por lejos que vaya yo a tomar
ese fundamento, remontándome a otro,
y a otro y a otro, tendré que acabar
siempre, de lejos o cerca, por admitir
un algo, una existencia (la naturaleza misma)
que sea el fundamento de la mía.
Una entidad perfecta con todas las perfecciones.
La existencia es una perfección;
por tanto, la perfección tiene existencia.

Una vez demostrada tal existencia,
ya tenemos dos existencias, la mía
y la de un universo perfecto.

La realidad permite que me equivoque
porque puedo tener ideas confusas y oscuras,
y si yo no llevo cuidado de mantener
mi voluntad firme para no arriesgarme
a afirmar ideas confusas y oscuras,
me equivocaré. La realidad permite
que yo me equivoque, pero pone
en mi voluntad equivocarme o no.

Si yo me atengo a no afirmar más
que las ideas claras y distintas,
podré saber muy pocas cosas;
pero la cuestión no es saber pocas
o muchas cosas, sino saber de verdad;
y, entonces, manteniéndome
en la voluntad firme de no afirmar más
que lo claro y distinto, mi riesgo
de equivocación será ínfimo.

Creo necesario que la humanidad estudie
eso que llaman pasiones,
eso que llamamos emociones,
porque me parece que se reducen
a ideas confusas y oscuras;
y una vez que haya visto que se reducen
a esto, desaparecerán las pasiones
y podrá la humanidad vivir
sin esas oscuridades que le estorban
y molestan en la vida.

Continúa aquí; Capítulo Seis, Leibnitz, básicas sobre el conocimiento >


Evasiva Verdad:
Introducción
Proemio
Sócrates, mayéutica
Platón, dialéctica
Aristóteles, Lógica

Aquino, análisis
Descartes, dubitar
Leibnitz, espacio
Kant, tiempo y moral
Marx-Engels, materialismo
García Morente, quehacer
Einstein, relativa

Evasiva Verdad, filosofía práctica de la producción; desde filósofos grecos a la actualidad
Evasiva verdad




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