Roberto Sancho Alvarez, costarricense
San José, Agosto 27, 1961.
Premio Candean: Periodismo Médico,
Merk Sharp Dohme CANDEAN, Ecuador
Noviembre 22, 1996, Categoría Radio.
Periodista Delegado Nacional ante Unión
Latinoamericana de Ciegos, período 1996-2000
Presidente Junta Directiva Patronato Nacional de Ciegos, período 1994/1998
Director Revista Sonora Alternativa
Policromía de la ceguera infantil
Colección personal
Primera Edición-1998
Temario:
Dedicatoria
Presentación
Prólogo del autor
Estas son nuestras raíces
Medio siglo de recuerdos
Los secretos del internado
Cuando se juntan las generaciones
La retinosis desplaza familias
Notas de amistad
Un dia en la escuela
Agua que no haz de beber, dejala correr
Pulgarcito o topo gigio
Cosas de mujeres
Dónde están los matasanos?
Del barrial a la casa
La tertulia
Del colegio a la escuela
Expo 2000 Pinturas de
José Marenco Santisteban
Enseñanza especial
Perro lazarillo: labrador retriever
Perro lazarillo: pastor alemán
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A Dora Sofía Santisteban Castro
Fernando Centeno Güell, San José, Costa Rica, 02 diciembre 1907 / 15 setiembre 1993.
Cofundador del Instituto de Educación Especial Fernando Centeno Güell en 1940. Fue promotor cultural; poeta, escritor y pedagogo reconocido como persona relevante en la historia educativa costarricense. Escritor, en su obra literaria destaca: Fábula del Bosque, relatos de animales, el bosque de la infancia, inocencia lejana del mundanal ruido en convivencia con la naturaleza; poesía en añoranza y fantasía con ilustraciones de Juan Manuel Sánchez.
Policromía de la ceguera infantil
Libro de Roberto Sancho Alvarez
Tributo al humanista, maestro y gran amigo: Humberto Marenco Ovares
El Centro Nacional de Educación Especial Fernando Centeno Güell fue creado
por Decreto Ejecutivo el 23 de julio de 1940 . Once meses después fue
creado el Departamento de Ciegos y Deficientes Visuales que al inicio
recibió el nombre de Sección de Ciegos y Ambliopes Profundos.
Este decreto fue ratificado el 15 de marzo de 1944 por la Asamblea
Legislativa a partir de la promulgación de la Ley Nº 61 que declara de
interés público la educación de niños con discapacidad.
Con el fin de atender los niños ciegos de zonas alejadas del país se creó
dentro del mismo Departamento un internado que funcionó hasta 1980, cuando
se cerró para dar paso a los programas de integración.
El internado, durante estos ultimos años, ha sido visto por algunas
personas como El Oscurantismo de la Rehabilitación, sin embargo, para
nosotros, los que vivimos esa época, representa las risas de los niños, los
juegos, los sueños, las tristezas y las alegrías de una parte muy importante
en nuestras vidas.
Por ello, hemos querido recoger este sin fin de sensaciones por medio de las
experiencias y vivencias de personas que han querido compartir sus recuerdos
con nosotros.
Esta investigación representa un primer acercamiento a esta realidad que
esperamos, sirva de base a nuevas investigaciones que describan y
redimencionen el verdadero sentido de esta época.
Conocemos que, en otros países latinoamericanos subsisten las dos
alternativas: Internado e Integración. Convendría valorar cuáles han sido
los resultados de ello a luz de un criterio más técnico basado en una
evaluación más real de los productos generados por ambos sistemas de
rehabilitación empleados.
Presentación
A partir de este momento, usted recorrerá los caminos de la educación
especial en Costa Rica contada por sus protagonistas, quienes decidieron
desempolvar sus recuerdos para que los lectores conocieran esa parte de la
historia que los documentos oficiales no registran.
Aquí concurren los dulces momentos de los noviazgos infantiles, las
lecciones con los compañeros y las noches de travesuras en el internado,
junto con aquellos instantes de preocupación que hoy nos parecen risibles,
pero que en aquel momento fueron de "vida o muerte para nosotros".
Gracias a los colaboradores por permitirme recopilar sus testimonios, fiel
reflejo del pensamiento y vivencias de nuestro colectivo.
En la medida de lo posible se ha respetado la forma en que los entrevistados
narraron los hechos y toda la información es producto de sus evocaciones
Prologo del autor
Mientras escuchaba los relatos de mis amigos, sentía que estaban leyendo
algunas páginas de mi vida.
Hasta mí llegaron las voces infantiles de compañeros que aún hoy disfrutan
de aquellos tiempos, donde sin proponérnoslo, se fraguaron los más sólidos
ideales de igualdad, superación, amistad y respeto.
Con el paso de los años, las instalaciones del Departamento de Deficientes
Visuales del Centro Nacional de Educación Especial, Fernando Centeno Güell
, albergan nuevas generaciones de estudiantes, pero la energía desplegada
por los exalumnos se preserva incólome.
La bodega de víveres era presa de nuestros saqueos, donde muchas veces
disfrutamos los más codiciados tesoros repartidos por partes iguales entre:
autores del ilícito y los cómplices silenciosos" que comían la lechepolvo, jalea y otros botines, procurando no dejar rastros comprometedores.
Los salones que servían de dormitorios a los niños, niñas y jóvenes, ya no
verán más los pícaros rostros hurdiendo un plan para escapar de la escuela,
hacerle una broma al personal docente, administrativo o algún compañero
merecedor de la disciplina impuesta por la comunidad estudiantil.
Ahora lo invito a recordar o conocer los encantos de una educación ¡ muy
especial ! con sabor a nostalgia.
Estan son nuestras raíces
(Con Walter Monge Lara intentaremos seguir las huellas de una educación
especial que tiene sus orígenes más allá de Guadalupe. Oriundo de
Puntarenas, Walter deja la Perla del Pacífico para integrarse a la escuela
en 1944. Según los datos suministrados por Walter, la primera escuela se
instaló en el Edificio Arena, ubicado en los alrededores del Parque
Morazán, exactamente donde funcionaron las oficinas de PANAMERICAN, detrás
de Uribe y Pagés. Los primeros estudiantes presentaban retardo mental y
las personas ciegas tuvieron que esperar para acceder a la educación
primaria).
Walter:
-Don Fernando se fue a capacitar a España y a su regreso convenció a las
autoridades políticas de ese tiempo para que apoyaran la Educación Especial,
que era desconocida por estos lugares. Hechos los primeros contactos, el
Jefe Técnico del Ministerio de Educación, señor José Fabio Garnier, se dió a
la tarea de buscar una maestra con los atributos necesarios para poder
comprender y enseñar a esta población infantil con retardo mental. Por fín
encontró a Flora Urellón Álvarez y así se inició la tarea de enseñar a los
niños especiales.
(Walter expresa que las sillas donde estudiaban los primeros alumnos de la
niña Flora fueron alquiladas y pagadas con el dinero de don Fernando Centeno
Güell. Pasado un año, la escuela se trasladó al Barrio González Lahman donde
el señor Matute Gómez dió en alquiler una pequeña casa para esos
menesteres. En 1942 da inicio la Educación para Personas Ciegas y
Deficientes Visuales. El primer educador ciego que impartió lecciones fue
don Tomás Espinoza, nicaragüense, de fuerte carácter y deseos de enseñar.
Los dos alumnos que llegaron a la escuela para abrir la puerta que conduce
al sendero de la educación, que después seguimos por muchas décadas otros
estudiantes, fueron Alexis Quesada Solera y Roberto Porras Vega. Estos dos
alumnos viajaban desde Alajuela en una cazadora que prestaba el servicio a
los estudiantes universitarios. En 1943 Mario Ramírez Bonilla y Arnoldo
Gutiérrez Calvo se incorporaron a las filas de personas ciegas con derecho a
la formación educativa.
Ahora vamos a acompañar a Walter Monge para que nos remonte al primer día de
clases de ese 1944 que para él será inolvidable).
Walter:
-Cuando mi tía, que trabajaba en el Patronato Nacional de la Infancia, me
llevó a una oficina con el Director del Patronato y don Fernando Centeno,
para decirme que a partir del otro día iba a estudiar en una escuela, ! me
puse feliz!, porque yo quería hacer tareas y escribir como los otros niños
de mi edad.
Al otro día mi tía y yo llegamos a la casa donde funcionaba la Escuela,
tocamos y nos abrió don Fernando en persona. Después esperamos en una
oficinita (que me imagino era la Dirección); él salió y unos minutos
después vino por nosotros.
De camino nos encontramos a don Tomás, lo saludamos y don Fernando le dijo a
mi tía que podía retirarse. Un chiquito de retardo me enseñó las
instalaciones y poco a poco las fui conociendo.
En un aula estaban Roberto y Mario haciendo canastas de un material que no
era mimbre, con la niña Alicia Rodríguez.
A las 9:00 de la mañana mi maestro, don Tomás, me ofreció un fresquito de
avena, que era el que todas las mañanas daban.
A las 10:30 a.m. terminaban las clases, pero... no había timbre porque don
Fernando era enemigo de esos sistemas, más bien él pasaba y decía: "es la
hora, es la hora"- y nos retirábamos a coger el bus.
Don Tomás andaba con un hijo de cinco años que le servía de guía y me
ofreció acompañar al bus que llevaba alumnos y profesores, pero don Fernando
le indicó que:- a mí me recogían en la escuela.
(Así concluyó el primer día de clases para nuestro interlocutor. Por ser una
escuela incipiente, no se contaba con programas académicos adaptados, por lo
que se daban materias especiales como: Normas de Urbanidad, impartidas por
un voluntario norteamericano; lecciones de Ortografía, dictadas por una
maestra de retardo mental y clases de Braille que dictaba don Tomás
Espinoza, quien incurría en errores de puntación por no dominar el sistema).
Walter:
-La única pizarra existente en la escuela pertenecía a don Tomás y nos la
prestaba un día a cada uno para que la lleváramos a la casa. Después se
adquirieron más regletas y se trajeron de Puerto Rico y Argentina unos
silabarios como "Rosita y Juanito".
En el aula habían dos mesas largas, en una se sentaba don Tomás y en la otra
nosotros con los libros abiertos para leer en voz alta cuando nos tocaba el
turno.
Poco a poco profesionales y estudiantes fueron poniendo atención a la
escuelita y don Fernando gustoso les mostraba nuestro progreso.
Cuando llegaban, don Tomás ponía a Roberto a darles una demostración de
lectura, y una vez llegó un visitante de voz fuerte y varonil que don Tomás
introdujo diciendo: "A ver Roberto, lea en voz alta para que el caballero lo
escuche". Don Fernando, cortésmente, le indicó que la visitante era doña
Amparito Zeledón, hija de don Billo.
También estudiaban mujeres. Recuerdo a la niña María del Rosario Montero,
que fue alumna y después maestra, Consuelo Artavia, Miriam Miranda, Odilí
Mesa, Teresa Gómez y los compañeros que le mencioné.
Nosotros no celebrábamos las fiestas patrias, simplemente nos decían que al
otro día no teníamos lecciones.
Con el tiempo formamos una pequeña orquesta que tenía dos tambores,
platillos, cubos, triángulos, panderetas y el piano, que lo tocaba la niña
Marina Jiménez de Bolandi, primera maestra de música que tuvimos y que fue
sustituída por don Alexis Quesada, después de prepararse en Colombia.
La escuela era bonita por los compañeros que tocaban instrumentos como
flauta y guitarra en los recreos, pero las lecciones, eran algo aburridas.
Al finalizar el curso lectivo no nos daban notas, pero nos preparaban una
linda fiesta de la alegría.
(Según recuerda Walter Monge, ese año tuvieron por primera vez un acto
público formal y la escuela graduó a sus primeros alumnos de sexto grado).
Walter:
-Ese año se graduaron Roberto, Mario, Mirian y una muchacha que llegó algún
tiempo después, de nombre Adela Luna Fallas, que actualmente vive en Estados
Unidos con el esposo. Es importante decir que la casa donde funcionaba la
Escuela, en Barrio González Lahman, fue pedida por su propietario, por lo
que don Fernando Centeno se avocó a buscar otro local donde pudiera seguir
funcionando el Centro Educativo.
La búsqueda fue productiva, don Fernando encontró al señor Mariano Miguel de
Vallejo, quien tenía una casa en Guadalupe de Goicoechea, que es la
direccion de la escuela actual.
El 03 de septiembre de 1945 nos trasladamos todos a la nueva escuela. La
primera Jefe de Sección fue doña Dora Santiesteban, que estudió Tiflología
en Estados Unidos. A partir de ese momento las cosas cambiaron; poco a poco
se lograron más recursos didácticos y un mejor ordenamiento de los cursos.
Al principio solo contábamos con el pabellón verde, después se costruyeron
más pabellones.
El 8 de abril de 1947 la población no vidente se trasladó al Departamento de
Ciegos, cuya construcción se inició un año antes con recursos provenientes
de la Segunda Guerra Mundial.
El pabellón contaba con dos salidas, una comunicaba al Pabellón Verde y la
otra llegaba a la Fábrica de Café Montero, que precisamente nos servía para
ir a esperar el bus que nos llevaba a la casa. !Ah!, me olvidaba decir que
la inauguración fue hasta el sábado 27 de setiembre, con toda la pompa del
caso.
Yo creo que, aparte de la inauguración del internado, esa fue la mejor
actividad que tuvimos. Hubo discursos, musicales, y una dramatización
preparada por la niña Margarita Dobles Rodríguez,( que por cierto tenía
vocación de buena educadora: cariñosa, paciente, activa ...; bueno, ustedes
saben). La dramatización era el cuento Mayo Verde y participamos: Vera
Violeta Ugalde; Elizabeth Mengals, una muchachita tico-norteamericana;
Consuelo Artavia, y los hermanos Omar y Dagoberto Chacón .La Ovejita era
Vera Violeta; la Cigarra, Elizabeth; la Hormiga, Consuelo; un Cigarrón,
Omar; el Sapo, Dagoberto y el Enano Gargolín, que lo interpretaba yo. Los
trajes eran de papel crepé y yo tenía barbas de algodón hasta el pecho y un
pincel en la mano. Se invitó a don Pedro Vila Rivera, violinista ciego que
presentó algunos números.
La niña Margarita estaba tan contenta que el lunes repetimos la obra para
los compañeros que no estuvieron en la inauguración y después nos dió a cada
uno de los participantes un regalito; el mío era un muñequito de esos que se
llamaban porfiados. Quince días después nos llevó al kiosko de
Guadalupe, después al Teatro, al Correo, y todo ese paseo para
estimularnos a seguir adelante.
Nos enseñó agricultura, por cierto que sembramos una matas que cuidaba como
los ojos de su cara.
Algunos compañeros se encaramaban para molestarnos y los de retardo se
ponían en las mismas. Sembrábamos hortalizas y algunas me las llevé para la
casa.
Nos enseñó muchas rondas como Mirón Mirón, doña Ana no está aquí,- y
esas.
Cuando vino don Alexis Quesada, en el 49, ella hizo varios programas
radiales con villancicos que cantábamos nosotros y el coro lo integrábamos
grandes y pequeños.
Ella suspendía clases en noviembre y con don Alexis ensayábamos. La primera
vez que cantamos por radio fue el 23 de noviembre de 1950, en Radio Atenea,
que quedaba por el Colegio de Señoritas. Lla segunda fue un año después en
La Voz de la Victor, ( por cierto la grabaron y estaba lloviendo mucho).
Don Fernando se multiplicaba para resolver los problemas que se presentaban,
y hasta cuando la cazadora no llegaba a recogernos en la mañana, él se
venía con todos nosotros para que no perdiéramos clases.
La Escuela contaba con dos asistentes sanitarias, la niña Virginia Montero
de Sibaja y la niña Cristina Castellón.
En una oportunidad nos iban a vacunar contra la Tifoidea o la Difteria y las
niñas tenían que alcanzarnos hasta el portón. Fueron 3 vacunas en un lapso
de 15 días, pero Miguel Arce y Rafael Ramírez salieron corriendo hasta la
granja y no hubo forma de encontrarlos, hasta la hora de irse que llegaron
solos.
Antes de 1950 existía una lista de personas a quienes les daban de almorzar
y si faltaba alguno lo reemplazaban hasta que decidieron darnos de almorzar
a todos.
Adquirieron unos carritos como los que usan en los hospitales para repartir
la comida y un alumno de retardo llevaba el carrito a los pabellones, con
fresco incluído.
1950 se caracterizó por tener muchas cosas diferentes. Recuerdo que el 05 de
octubre, jueves por cierto, amaneció lloviendo, y como ya hacía algunos
meses un profesor español, José Antic, nos daba gimnasia, en la primera hora
recibían los grandes y después los pequeños. Como a las 8:00 a.m. el tiempo
cambió pero, a pesar de que salió el sol, el ambiente seguía muy tenso:
mucho silencio, era !una calma! que nunca había visto.
Recibimos las clases de gimnasia y nos fuimos a almorzar. No habían pasado
ni cinco minutos cuando se viene !ese temblor! Fue algo espantoso, el
pabellón verde, que era de madera, sonaba como si se fuera a caer. Unos
querían correr y pegaban
en las paredes, otros chocaban en las mesas y los platos, vasos y cucharas
iban a dar al suelo.
Roberto estaba almorzando y fue tan fuerte el movimiento que la silla se le
fue para atrás y, de no haber sido por la niña Cecilia Calderón que lo
atajó, quién sabe qué le hubiera pasado.
En 1945 llegó una niña llamada María de los Angeles Valverde, de Cartago,
que ahí está todavía.
En 1946 llegaron Antonio Cabezas Araya, ya fallecido, que fue también
maestro después,para ser exactos llegó el 12 de abril de 1946. Después llegó
Edgar Araya Solano, que todavía está también; ya es pensionado; además de
alumno fue empleado de la Escuela enMantenimiento. Lllegó Rafael Granados,
que por cierto se casó con una compañera también de ahí. Ya él murió. Llegó
Elizabeth Maingoth del Barco, llegaron Omar y Dagoberto Chacón Blanco.
En 1947 no ingresó nadie.
En 1948 llegó Rodolfo Molina. En 1949 llegó María Cecilia Chacón Quesada,
quien se casó y enviudó; ella y yo somos muy buenos amigos. Llegaron dos
muchachos de Heredia. En 1950 llegó Ligia Solís y María de los Angeles
Jiménez Núñez, quien falleció muy joven.
Cuando llegó Armando Brenes se dió el problema de que era muy vago, pero
daba la casualidad de que Roberto Porras tenía algo muy especial y era que
podía imitar a cualquier persona. Una vez una maestra de retardo, y una de
la sección de ciegos se pusieron de acuerdo con Roberto y le hicieron creer
a Armando que don Fernando Centeno lo estaba regañando por no querer
estudiar, por lo que Armando todo asustado le dijo que él iba a estudiar
mucho, que le diera otra oportunidad.
A partir de 1949 se empezó a dar un informe que reflejaba el progreso de los
alumnos y ya en 1954 el Ministerio de Educación mete mano en la Educación
Especial.
Recuerdo que una vez me pasó una anécdota muy graciosa, resulta que la
esposa del guarda de la Escuela tenía la voz como un hombre. Un día me
dice Omar Chacón: Walter, vamos a llevarle ésto a doña Rosa ahí donde don
José, para que le den a la perra. - Cuando llegamos a la casa don José no
estaba, entonces le pregunta Omar: Rosa,- ¿Dónde está la Canela?-Ahí-, le
dice ella !con ese vocerón!, Entonces, cuando veníamos le pregunté:- Omar,
ese hombre se llama Rosa?-, y me dice:- ¡Nombre, es una mujer!.-
Los paseos fueron muy bonitos, pero para mí el mejor fue uno que realizamos
a Puntarenas en el año 1956, no por el hecho de ir a Puntarenas, sino por
ser la primera vez que yo salía con mis compañeros por tres días. Siempre
nos hacían las fiestas de la alegría y eran muy lindas, pero ese año
quisieron hacer algo diferente y fue cuando nos llevaron a Puntarenas.
Se formaron dos comités, uno para la fiesta de los pequeños y otra para el
paseo de los adultos. Estas comisiones estaban conformadas por dos
profesores ciegos y dos videntes. Se alquiló una casa en Carrizal de
Puntarenas, pero había un problema, no teníamos dinero para los pasajes, sin
embargo, en ese momento había una profesora haciendo un permiso y fue la que
nos ayudó a conseguir los pasajes.
Hacíamos paseos a la Finca de don Santiago Crespo, quien fue un gran
colaborador de la Escuela, fuimos también a la casa de un señor que nos
llevaba a Cartago y nos quería mucho.
Medio siglo de recuerdos
(En 1947, Omar Chacón Blanco logra ingresar a la escuela de Educación
Especial recién trasladada a Guadalupe de Goicoechea).
Omar: -Yo tenía 13 años cuando llegué a la escuela, antes fui a
matricularme, pero no había campo allá, por el ferrocarril al Atlántico,
donde funcionaba.
Recuerdo que donde recibíamos clases era en una casona verde con 8 ó 10
aulas, donde la maestra doña María del Rosario Montero, que también era
ciega, nos daba clases a los seis estudiantes que habíamos. También nos
daba clases de Braille Otro maestro ciego, recuerdo que era grandote, se
llamaba don Tomás Espinoza Hidalgo, !era bravísimo!-, pero muy buena
persona. Escribíamos con unas tablitas que tenían huecos donde colocábamos
clavitos para formar la letra.
Roberto:
-¿Y cuándo conoció usted las regletas?
Omar:
-Eso fue como seis meses después de que llegué a la escuela, por
cierto que esas regletas hicieron !una bulla..!-. y como dos años después
llegaron las primeras máquinas, por cierto, eran plateadas.
Roberto:
-¿Cómo se llamaban los primeros estudiantes que tuvo la escuela?
Omar:
-Había uno pequeñillo que se llamaba Walter Monge, por cierto que era
muy nervioso, Nosotros lo andábamos alzado, (como yo era mayor y tenía un
poco de visión en ese tiempo)- y él se ponía a llorar porque pensaba que los
camiones que oía lo iban a matar. También estaba Roberto Porras, Edgar
Araya, Mario Ramírez, Arnoldo Gutiérrez y también estaban las mujeres:
Consuelo Artavia, que era una muchacha muy noble y muy bonita; estaba Mirian
Miranda, Violeta Ugalde, que tenía como 13 años, como yo y María de los
Ángeles Valverde.
Roberto:
-¿Qué materias impartían en ese tiempo?
Omar:
-Nos daban Braille, matemáticas en una tabla cuadrada con un montón
de celditas donde colocábamos los cubos que tenían cinco números y un
espacio blanco para representar el cero y así formábamos las cifra. Después
nos enseñaban trabajos manuales muy bonitos; ellas tejían y nosotros
trabajábamos en mimbre.
Roberto:
-Imagino que con el paso de los años tuvieron la oportunidad de
aprender otras cosas como colchonería y ebanistería?.
Omar:
-Sí, don Ricardo Patiño nos enseñó electricidad y después mandaron a
Edgar Araya a recibir un curso de colchonería para que nos enseñara,
!claro!, como compañero, y luego llegó Humberto Marenco, que tenía problemas
de la vista, pero había estudiado en el colegio hasta tercer año y nos
enseñó ebanistería
Roberto:
-¿Dónde recibían tanta práctica como mimbre, colchonería y
ebanistería que requieren de suficiente espacio?
Omar:
-Bueno, ya eso lo recibíamos en el primer pabellón que construyeron,
que por cierto en una placa le pusimos Pabellón de la Victoria, el que
ayudó mucho fue don Santiago Crespo, es el que ocupa actualmente el
Departamento de Deficientes Visuales.
Roberto:
-Siempre recordamos cosas que nos pasaron como estudiantes, y en
esa época me imagino que no era la excepción?
Omar: -Fíjese que doña Dora Santiesteban me regaló una pizarra, un día la
llegué a buscar y no estaba. No supe quién la cogió, pero resulta que tiempo
después pasé a una compriventa y el dueño me dijo: "Mirá ahí tengo una
pizarra para cieguitos, se la voy a regalar, deporsí no la ocupo y como la
dejaron aquí..."-! Diay, resulta que era mi pizarra, vea qué cosas...!
Roberto:
-La escuela se distinguió por los regalos que nos daba a los
alumnos, ¿en sus tiempos también daban buenos regalos, don Omar?
Omar:
-!Ah sí!,- claro-, no sólo eso; también las fiestas de fin de año y de
medio período, nos llevaban helados en sorbetera, no como ahora que llevan
los conos, no,-! qué va!,- en esos tiempos los llevaban en un tarro con
hielo para que no se deshiciera.
(Por cierto que esas fiestas se prestaban para hacer travesuras)
Omar:
-!Jum!..- fíjese que en una de esas fiestas ya habíamos tres que
teníamos alguito de vista: Rodolfo Molina, mi hermano Dagoberto y yo. Como
no éramos muy quedititos que digamos-, doña Dora les dijo a las
muchachas: -"cuiden, porque Omar y Rodolfo son muy fregados y se pueden
llevar los confites de la mesa. Cuando la niña se fue a la casa a la hora
del almuerzo, Miriam, Adela Luna y Rosario Montero se quedaron cuidando.
Teníamos de 11:00 a.m. a 01:00 p.m. para poder hacer algo porque todos los
estudiantes regresaban a la fiesta en la tarde.
Roberto:
-¿Y que pasó?
Omar:
-Aguárdese, entonces le dije a Rodolfo: "-! Juemialma!-, cómo
hiciéramos para coger un paquete de confites para cada uno mientras empieza
la fiesta?.- Ya sé..., vamos a provocar un temblor.- Es que ese pabellón
estaba dividido por una pantalla que se movía, entonces le dije a Rodolfo:-
"como usted ve menos que yo, cuando yo mueva la pantalla usted mueva la
puerta y Dago que ve más, se mete y coge los confites.
De verdad, empezamos a mover las cosas y le dice María del Rosario a
Marielos: "¡está temblando, está temblando!" vámonos, vámonos.- Mientras
tanto Dago se metió por la ventana y se robó los tres paquetes de confites.
Cuando llegaron las maestras, ellas les comentaron del temblor pero nostros
ya estábamos por allá, por el potrero, comiendo confites.
Roberto:
-Supongo que con el paso de los años llegaron más alumnos y
maestros.
Omar:
-Cinco años después de haber entrado a la escuela ya éramos como
treina y los maestros nuevos, que yo recuerdo, eran don Antonio Esquivel,
que era muy bravo; por cierto que yo le decía don Antonio Esquivel y se
ponía: - No precisa que me diga las dos cosas, con que me diga don Antonio
es suficiente-, y le decía yo: ! diay!, y Esquivel qué?.- Bueno, entonces
dígame Esquivel,- bueno Esquivel Antonio le decía yo, y viera que furioso
se ponía cuando lo palmeteaba y le decía: "adiós don Antonio Esquivel". Eso
sí, era muy buen profesor porque venía de una Universidad de Chile.
Después estaba don Antonio Cabezas, que fue maestro, pero antes fuimos
compañeros porque él llegó de un colegio, es que él perdió la vista cuando
ya estaba grande y entonces le costó menos.
Roberto:
-Según lo que me está contando, los estudiantes tuvieron
posibilidades de preparse y después dar lecciones en la escuela, ¿usted pudo
estudiar algún oficio?
Omar:
-Una vez los Caballini me iban a dar una beca para que fuera a
estudiar a Colombia y entonces mi mamá no me dejó ir porque yo era menor de
edad y entonces me dijo que si ella se moría-! y yo tan largo!-, que ésto,
que el otro y que aquello y para peores en la escuela no nos daban diploma
porque no pertenecía al Ministerio de Educación, si no que era sostenida por
la sociedad. Entonces tuve que sacar, ya casado, el bachillerato por
madurez.
Roberto:
-Como ya ustedes eran jóvenes debían incurrir en gastos para sus
necesidades personales, ¿de dónde tomaban para sufragar esos gastos?
Omar:
-Humberto Marenco era una persona muy desenvuelta y eso nos ayudó
mucho. Tal como yo, lo acompañaba a las escuelas a traer libros que
empastábamos en la escuela y con eso nos ayudábamos para los gastos
principales.
Roberto: -Me imagino que además de impartir lecciones, los educadores tenían que invertir tiempo en cuidar el cause de las relaciones entre muchachos con edad para buscar novia o novio.
Omar:
-Figúrese que yo tenía 18 años, y es que en aquellos tiempos uno era
más... ! diay!, usted me entiende, !claro!- yo tenía un poquito más de
visión que ahora y entonces..., ponga cuidado:- veo que doña Dora estaba
regañando a Edgar Quesada porque tenía abrazada y le dio un beso a una
muchacha, entonces como doña Dora era !muy brava!,- le dijo que eso no podía
ser en la escuela y en ese momento entro yo y me le quedé viendo a la cara,
viera !qué bonita la tenía!-, y le digo:"Por qué no deja ir a Edgar,
pobrecito, además, viera que tengo que decirle algo".
Él se fue todo contento y agradecido conmigo por haberlo salvado de la
regañada, entonces yo le dije a doña Dora: viera !qué bonita! se ve usted
regañando a Edgar, con ese modo que hace más bien le luce, es que Edgar no
la ve, pero yo sí, bueno, es que yo soy muy jovencillo-!diay!,- apenas
alumno suyo; si no, me le declaraba.- Cuando la veo que me agarra de las
orejas y me dice:"¿Qué es esa falta de respeto?"
Al rato llegó a abrazarme, seguro porque se dió cuenta que yo no le falté el
respeto, sino que le dije la verdad, talvés sin pensar en las consecuencias.
Roberto:
-Uno puede pensar que los ciclos se repiten, me imagino que después
de tanto tiempo de estar en la escuela usted tuvo la oportunidad de ver
formarse algunas parejas.
Omar:
-Sí, varias. Le voy a contar el caso de dos ciegos doña Teresa y don
Rafael. Vengo y le digo a Rafael: viera qué muchacha más bonita llegó, se
llama Teresa, si quiere se la arrimo para que le hable-, y no fue cuento,
que se enamoraron y se casaron, se puede decir que por culpa mía, por dicha
les fue muy bien.
Roberto:
-Además de los estudiantes con problemas visuales ¿existía algún
pabellón para retardo o audición y lenguaje?
Omar:
-!No,no, no!.- Nosotros fuimos los primeros que recibimos clases en la
casa verde, después llegaron los sordos y por último las personas con
retardo, por cierto que uno de ellos llegó a ser Ministro.
Roberto:
-¿Cómo se llamaba?
Omar:
-Se llamaba don ...
Roberto:
-¿Y cómo se conducía en la escuela, cómo se portaba con las
personas ciegas?
Omar:
-Él era de Puriscal, siempre vestía muy elegante, de pantalón y camisa
azul, sólo que nos echaba los hormigueros por dentro de la camisa, pero
nosotros le decíamos, talvés un lunes: "el miércoles hay paseo-, entonces
la mamá le ponía huevos duros , sandwiches y de todo. Entonces nosotros le
decíamos que no había paseo, que nos diera de lo que trajo; se ponía todo
bravo y nos amenazaba con echarnos un hormiguero, pero después le
cambíabamos la conversación y no lo hacía.
(Omar salió de la Escuela a los 20 años, debiendo sacar el diploma en el
Centro Educativo Pilar Jiménez, ya que el certificado extendido por la
Centeno Güel no era reconocido por el Ministerio de Educación).
Roberto:
-¿Con 20 años y un certificado, podían los estudiantes encontrar
trabajo?
Omar:
-Yo duré como un año sin ir a la escuela, pero después doña Dora me
prestaba las instalaciones para hacer trabajos en mimbre, colchones,
encuadernación y ebanistería para ganarme algo,! por suerte que me llevaba
tan bien con Humberto Marenco!- porque además de saber de ebanistería, tenía
facilidad de palabra y muchos contactos; entonces los kinder nos encargaban
juguetes como: carretillos, maromeros,.. unas rueditas de Chicago muy lindas
que hacíamos. Muchas tardes pasábamos trabajando en encuadernación para
reparar los libros de varias escuelas y colegios, además con Edgar me ganaba
algunos cincos haciendo colchones con la plata que la misma escuela nos
prestaba para comprar los materiales.
Roberto:
-En su paso por la escuela, ¿recuerda a don Fernando Centeno Güell?
Omar:
-!Ah sí!,- él era una persona muy buena y callada, usaba una gabacha
blanca larga y, como era el director de toda la escuela, andaba por los
pabellones Cuando nos encontraba afuera nos decía: "buenos días", y si uno
le preguntaba la hora decía, por ejemplo: "faltan 10 para las.. en punto; o,
son las... en punto, pero ! jamás! decía son las 09 o faltan 05 para las
11.
En ese tiempo estaban Antonio Cabezas, Edgar Araya y otros estudiantes.
Entonces, como ya algunos fumaban, don Fernando, que tenía la voz parecida a
la de Edgar prohibió fumar en la escuela,-! claro!- que algunos de los que
fumaban se iban a esconder en los recreos para poder satisfacer el vicio y
entonces, en un recreo, don Fernando le dijo a un chiquito que cuidado se
golpeaba; Toño Cabezas lo oyó y le dijo: Edgar, Edgar, vamos a fumar antes
que termine el recreo-, entonces se volvió don Fernando y le dijo: -"no soy
Edgar, soy Fernando, y es prohibido fumar en la escuela". -
Don Fernando era muy humilde, donde se encontrara a una persona ciega la
saludaba con un abrazo.
Roberto:
-En qué se ocupaban los terrenos que hoy albergan las instalaciones
de Retardo Mental?
Omar:
-Eso era un potrero que llegaba hasta el río. Ahí tenían muchísimas
conejeras y gallineros, que cuidaban don Lolo y don Manuel; esos señores
eran personas que habían tenido problemas con la justicia y como eran buenos
los mandaron a cuidar las gallinas y los conejos, pero cuando terminaron la
condena, se quedaron ahí porque eran muy buenos con los ciegos y nos
cuidaban.. y todo.
Roberto:
-Además de los oficios que nos ha mencionado, ¿ existían otro tipo
de oportunidades para desarrollarse laboralmente?
Omar:
-Prácticamente no. Por ejemplo: Roberto Porras, Adela Luna, Mario
Ramírez, Edgar Araya y Humberto Marenco, hicieron un curso de
Radiotelegrafía, que por cierto pagaban ellos mismos porque la escuela no
tenía plata para contratar a ese maestro. Cuando terminaron no pudieron
conseguir trabajo; otros estudiaron para masajistas y tampoco tuvieron
suerte En mi caso don Ricardo Patiño Troyo, que había quedado ciego ya
siendo adulto, me buscó trabajo con un hermano de él, en el taller mecánico
donde aprendí a arrollar generadores. En 1948, después de dos años de
aprender, llegó don José Figueres y prohibió que cualquier persona con
impedimentos físicos trabajara en talleres mecánicos porque la póliza del
I.N.S. (Instituto Nacional de Seguros), no los cubría.
Después me fui a trabajar a Moravia, a una fábrica de Tártaras y cuando
llegaban los inspectores del Ministerio de Trabajo yo me quitaba el delantal
en carrera y me sentaba en una silla, como si estuviera oyendo radio, porque
si me encontraban trabajando multaban a los dueños.
Roberto:
-Entonces, ¿Qué camino les dejaba la sociedad a las personas ciegas
para que se ganaran el sustento diario?
Omar:
-Mucho ciego viejo tuvo que dedicarse a la mendicidad porque no
había ninguna oportunidad !Por supuesto que en ese tiempo habían
ascensores!- pero los maestros, no lograron que se le diera trabajo como
ascensoristas a los muchachos. Vea qué raro, no había pensión para nosotros,
si alguno salía a tocar a la calle, en la escuela lo censuraban, y si se
ponía a pedir limosna , la escuela no intervenía para nada.
Roberto:
-¿Sería ese el caldo de cultivo donde se gestaron las asociaciones
que se dedicaron a pedir en nombre de las personas ciegas?
Omar:
-Las primeras asociaciones empezaron de la siguiente manera: primero
fue la Asociación Hellen Keller, María de los Ángeles Valverde, María del
Rosario Montero, Edgar Araya, Humberto Marenco, Roberto Porras y otros,
formaron este grupo. Recogían cuotas y buscaban nuevos socios pero al
tiempito se disgustaron y en lugar de tratar de seguir, se dividieron la
plata que tenían guardada. Después vino la Asociación Amigos del Ciego,
dirigida por don Victor Julio Arias quien recojía en cantidad para los
ciegos y se reunían en la sala de exhibiciones de las cocinas que él vendía.
A fin de año pedían a los negocios y fábricas cobijas y otras cosas para
regalar en la fiesta que se hacía en la Casa España o donde les prestaran
las instalaciones.
En ese tiempo una señora salvadoreña les dio un millón y medio de colones y
un terreno que se llamaba la Plaza del Ciego-! imagínese!-, le estoy
hablando de 1955, o por ahí.
Como algunos ciegos estaban inconformes con la manera de manejar los
recursos, don Víctor Julio creó la Asociación La Voz del Ciego, que pedía
con carros y de todo. Decía que tenían estatutos pero, ! qué va!,- no tenían
nada. El presidente era José Francisco Molina, él fue panadero, después
policía y como quedó ciego, se dedicó a pedir.
Después aparecieron Miguel Angel Artavia, que se descobijó y dejó a Molina
para crear la Asociación La Caridad del Ciego.
Algunos intentaron volver a formar la Asociación Hellen Keller y lo lograron
y todavía creo que existe, parece que la maneja un abogado ciego que se
llama Hugo Araya, pero la verdad, que yo sepa no está funcionando.
Roberto:
-Bueno Omar, se nos acabó la taza de café y debemos poner fin a
esta conversación, si usted desea contarnos algo más con mucho gusto lo
escuchamos.
Omar:
-Yo recuerdo que Pedrito Vila decía en aquel tiempo que los ciegos de
Costa Rica éramos esclavos,! claro, como él era un gran violinista: y
conversaba muy bonito..! - pero no pudo darse cuenta que algunos de los
ciegos que empezaron en la escuela fueron abriendo el camino para que la
persona ciega, que no era inválida, fuera vista como un ser humano.
Mire Roberto, yo que he sido tan golpeado en la vida le puedo asegurar que
los ciegos y los videntes sentimos igual, sufrimos lo mismo y yo, que he
trabajado en tantas cosas, lo único que no puedo hacer es pintar, porquese de carpintería, ebanistería, hojalatería, electricidad, encuadernación y
otras cosas que no me van a dejar morir de hambre por eso yo digo que el
que quiere, puede- y ahora que estoy recibiendo un curso de masoterapia los
muchachos me dicen que yo en lugar de aparentar 63 años que tengo, parece
que tuviera 30 años y es mi espíritu el que es así, alegre y con ganas de
seguir aprendiendo cosas.
Los secretos del internado
(Mientras atendía su puesto de lotería en las oficinas centrales de la Caja
Costarricense de Seguro Social, le transmitimos a Jaime Herrera Ortíz el
deseo de conocer sus vivencias de estudiante en la década de los cincuenta.
Unas horas más tarde, retrocedimos la máquina del tiempo para poder
compartir con ustedes estas imágenes reconstruídas con pasajes tristes y
alegres de una educación especial que ya no experimentarán las futuras
generaciones. En 1956 un jovencito de 14 años llegaba por primera vez a la
escuela de Enseñanza Especial Fernando Centeno Güell. Era Jaime, que se
disponía a saborear las mieles del conocimiento).
Jaime:
-Con la primera compañera que yo hablé fue con Ligia Solís, hoy
señora de Ávila; luego conocí a los hermanos Mario y Manuel Sedó, y a los
hermanos Eladio, Alberto y Gerardo Leal, que venían de la comunidad de
Veintisiete de Abril, en Guanacaste. También estaba Marciano Ruíz, Rodolfo
Molina, que ya casi salía pero cooperaba en la biblioteca y Maruja Monge,
que estudiaba en el Colegio Anastasio Alfaro. (Es que en ese tiempo la
escuela recibía niños, adolescentes y también gente algo viejita,- porqué no
decirlo-.)
Roberto:
-Usted formaba parte de la población que vivía en la escuela?
Jaime:
-Sí señor, por cierto que la época del internado fue muy
especial, nos llevábamos muy bien los compañeros y el personal dirigido por
la famosa Dolores García o doña Lola, como le decíamos.
(Hay que recordar que la gente que estaba interna era muy pobre y que
algunos, como un servidor, era la primera vez que tratábamos con otras
personas fuera de la familia, incluso algunos venían de casas donde los
tenían encerrados en un cuarto porque la familia se avergonzaba de tener un
hijo ciego o porque su misma ignorancia no les permitía darse cuenta de que
era un ser humano como ellos).
Roberto:
-Me da la impresión de que los estudiantes llegaban ya siendo
adolescentes y no niños, como se podría pensar ¿a qué se debía ésto, Jaime?
Jaime:
-Bueno, es que en los pueblos de donde veníamos nosotros no se
escuchaba hablar de Educación Especial y además el internado empezó a
funcionar en 1955 ó 1956.
Roberto:
-En el internado quedaron muchos estudiantes que solo tenían
noticias de sus familias para vacaciones o Semana Santa, ¿cómo hacía la
escuela para proporcionarles regalos y fiestas a la población de sitios
lejanos y cercanos que convivían en este lugar?
Jaime:
-Fíjese que me está haciendo recordar usted, entre las cosas buenas,
las visitas de unas señoras que tenían un club que se llamaba Las Damas
Blancas, entre las que se encontraba la mamá del dirigente de fútbol Isacc
Sasso. Ellas nos hacían, para vacaciones de 15 días o fin de año, !unas
fiestas...! con música, baile y muy buena comida.
Ese primer año que yo participé, no nos dieron regalo a cada uno, porque el famoso regalo que llevaron fue un radio Senik que distribuía el Almacén
Cover Era de esos que le llamaban Curvito, no me da pena decirlo, pero
era la primera fiesta a la que yo asistía en toda toda mi vida.
Roberto:
-Y ustedes compartían el mismo gusto para poder escuchar radio sin
discutir?
Jaime:
-Bueno, la verdad es que a las celadoras, como se les llamaba a
quienes nos cuidaban, y a muchas compañeras les gustaban las radionovelas,
mientras que a nosotros nos encantaba escuchar fútbol y por eso a veces se
formaba algún pleitillo.
Roberto:
-Además del radio, ¿Qué otra forma de entretenimiento tenían los
estudiantes?
Jaime:
-Si usted se acuerda, el edificio de la escuela es cuadrado, pues
entonces nosotros pasábamos las horas dándole vueltas y molestando a las
pocas chiquillas que habían.
Roberto:
-Entiendo que también se dedicaban a cantar e incluso tenían un
juego de lotería.
Jaime:
-!A sí !,- a finales de 1956 el Centro Hellen Keller trajo un juego
de lotería en Braille, y otra cosa muy importante es que después de que
pasaba el 15 de setiembre empezábamos a ensayar los villancicos que no sólo
los escuchaban los que participábamos en los actos cívicos, sino que se
transmitían por radio en la Voz de la Victor, Radio Monumental y Radio
Fides, (que por cierto esta última fue la primera emisora que le regaló un
espacio al Centro Hellen Keller que dirigía don Antonio Cabezas y don
Humberto y que pasaban entrevistas con compañeros, y hasta doña Dora iba a
explicar lo que había aprendido en los Estados Unidos acerca de la Educación
Especial, porque primero fue profesora del Liceo Anastacio Alfaro y después
profesora de nosotros).
No es por vanagloriarme, pero yo fui solista dos veces: Una cantando el
Sagalillo y la otra cantando en Vicentillo.
Roberto:
-Para llenar esas horas de ocio que tenían ustedes, ¿no pensaron en
realizar algunas travesuras que los entretuvieran?
Jaime:
-Todavía me da risa de sólo acordarme, fíjese Sanchito, que se nos
ocurrió coger una botella de leche de las que el lechero dejaba afuera,
entonces las compañeras dijeron que si los hombres se animaban a coger una
botella de leche sin permiso. Ellas no se iban a quedar atrás; entonces
Emérita Cedeño encabezó la pandilla femenina y un día decidieron dar el
golpe. Resulta que la cocinera hacía !unas albóndigas! , pero de harina, y
habían sobrado unas pocas del día anterior. Como ellas no encontraron nada
que llevarse, se fueron con la ollita de albóndigas. Como estaban frías y
no las podían devolver, se las comieron a la fuerza; ! imagínese aquello en
la noche!.- Los sanitarios se hicieron poquitos, hasta el baño sirvió para
liberar el estómago de aquello; incluso hubo que llevar a una muchacha al
doctor para que le aliviara la pega, como se decía antes.
Roberto:
-Seguramente si las muchachas leen ésto se acordarán, ¿Quiénes eran
las estudiantes?
Jaime:
-Bueno, estaban Grace Elizondo, Elizabeth Herrera, Mayela Mora, Berta
Cambronero, Olga Marta Salazar, Irene Rojas y algunas más que ahora se me
escapan.
Roberto:
-Siendo ustedes jóvenes supongo que se relacionaban además de
compañeros, como novios, ¿había oposición de parte de los educadores?
Jaime:
-Don Humberto, que mis palabras no le hagan ruido, se oponía que se
casaran ciego y ciega; ya ahora, con la madurez uno entiende que en muchas
cosas él tenía razón.
Roberto:
-La ventaja es que antes no había tanta morbosidad, fue en la
década de los sesenta que los videntes se pusieron de mal pensados, a pesar
de los adelantos.
Jaime:
-Claro, no quiere decir que fuera fácil tener novia, porque, para
robarse un beso era como hacerlo en la cárcel.
Roberto:
-Recuerda que a pesar de todo se formara alguna pareja medianamente
formal?
Jaime:
-La primera pareja que yo recuerdo, que no era de no videntes pero
que fue muy famosa, era la de Vera Violeta Ugalde, esposa de Solón Sirias,
que fue una de las primeras ciegas que yo vi contraer matrimonio, después
don Alexis Quesada, verdad?.- Pero uno de los acontecimientos que sí
conmovió la comunidad de nosotros fue la pareja formada por Alberto Leal y
Evangelina. Este muchacho engañó a todo el mundo; resulta que dijo que el
papá le había dado una herencia y que se iba a casar. En la escuela se
oponían porque Alberto tenía, al parecer, un futuro que le permitiría vivir
más o menos bien si seguía estudiando, entonces se casaron a escondidas y
después Alberto se fue a La Voz de la Victor a mentirle al Director del
Diario del Aire, le dijo que le habían robado una plata y necesitaba que
le ayudaran.
Recuerdo que los padrinos de esa boda fueron don Antonio Cabezas y doña
Marta Suárez, porque don Antonio era más amplio en esas cosas y no tenía
tantos prejuicios.
Después nos dimos cuenta que no había tal herencia y que más bien el papá no
estaba de acuerdo en que él se casara, pero siempre se los llevó para
Guanacaste y el resto ! imagíneselo..!.
Actualmente, le puedo decir que la historia es muy triste, porque esta
familia poco a poco se quedaron sin propiedades, inclusive, recientemente
estuvieron vendiendo los poquitos terrenos que les quedaron.
Roberto:
Conoció usted algún caso de estudiantes con problemas de
alcoholismo o de otra índole?
Jaime:
-Lamentablemente sí. Recuerdo el caso de Asdrúbal ... llegaba algunas
veces en estado de ebriedad y, aunque se daban cuenta, le consentían estas
faltas, a pesar de que él era estudiante, como nosotros.
Imagínese a un muchacho de 13 ó 14 años en las cantinas desde 1959, ¿qué le
parece?. Le estoy hablando de que él después reconoció que era alcoholico.
Roberto:
-Cómo considera al sistema aplicado en ese tiempo para encausar a
los estudiantes hacia un futuro mejor que el que tenían en sus lugares de
origen?
Jaime:
-El sistema era bueno, lo que fallaba era el famoso "pobrecito", que
todavía se usa. Recuerdo a una muchacha que vivía en Barrio México, tenía
bastante vista y, sin embargo, estaba interna en la escuela, yo me pregunto
¿con qué necesidad? si con sólo coger el bus llegaba a la Catedral y de ahí
era un brinco ir a la casa.
Roberto:
-Supo usted de algún caso de maltrato por parte del personal
docente o administrativo?
Jaime:
-Sí-, y le advierto que lo puedo sostener porque me consta. Se dio
un caso muy especial con nuestro querido y buen amigo Mario Sedó. Fijáte
que ellos eran de los ciegos que tenían problemas en la casa y para peores
vivían con una madrastra. Un día Mario, que tenía como 4 ó 5 años y era muy
querido por todos nosotros, tuvo una enfermedad, seguramente psicológica, y
empezó a orinarse en la cama. La celadora, doña Ana ..., la primera vez
le llamó la atención diciéndole estas palabras: "Si mañana se mea, tiene que
sacar el colchón usted".
Entonces Mario usaba un overol con tirantes gruesos y una hebilla gruesa
atrás. Pues cada vez que el chiquito hacía la necesidad en la cama dormido,
ella le pegaba con la hebilla o con el tirante, como si fuera su propio
hijo.
Yo, propuse una vez que acusáramos a esta señora, para que don Fernando
Centeno se enterara, pero nadie quiso apoyarme. Después Rafael Navarro tuvo
un problema con la señora y me dijo que fuéramos a poner en conocimiento de
don Fernando esas irregularidades, pero la celadora le pidió a Rafael que no
la acusaran porque le iban a hacer un daño, que mejor ya no iba a maltratar
a nadie, sin embargo, eso lo hizo varias veces y yo no sé como se solucionó
el problema.
Roberto: -Hubo algún caso de expulsión en la escuela mientras usted fue
estudiante?
Jaime:
-Claro por cierto fue al famoso Asdrúbal, del que le hablé hace un
rato.
Roberto: -Lo expulsaron por los problemas de alcoholismo?
Jaime: -No, lo que pasa es que nunca se supo con claridad. Entre los que
tomaban licor contaban que fue porque, como Asdrúbal era un muchacho
elegante y muy avispado, se enredó sentimentalmente con una funcionaria y
contó más de la cuenta, entonces se hizo un avispero, ella lo negó y él se
tuvo que ir, entonces ella le dió un dinero para que se ayudara.
Roberto: -Tuvieron las personas ciegas de esa época la oportunidad de
acceder a la cultura?
Jaime:
-A la escuela le regalaban entradas para que nos llevaran al Teatro Nacional cuando habían conciertos, lo que pasa es que la que decidía quiénes
iban y quiénes se quedaban era doña Lola.
(Ya Jaime debe retirarse para poder colocar, entre los jugadores, su
lotería. Mientras estrecho su mano, pienso en esas cosas que por falta de
tiempo no podemos incluir en este trabajo, sin embargo, los protagonistas de
estos relatos pueden compartir sus experiencias con los lectores).
Cuando se juntan las generaciones
(El 25 de octubre de 1997 el Patronato Nacional de Ciegos cerró la semana de
celebración de su Cuarenta Aniversario con un paseo. Elia Herrera, quien
estudió en la Escuela del 63 al 69; Yelda Quesada Campos, del 71 al 79;
Manuel Jiménez, del 66- 72; Luis Gerardo Jiménez, del 62-66 y Rosibel
Quesada, del 71 al 75, evocaron sus tiempos de escolares y hoy compartimos
sus recuerdos).
Luis: -Una cosa interesante fue los mandados de don Humberto. Una vez memandó abuscar a don Fernando Centeno, llegué a la dirección y me dijeron que estabafuera de la escuela, entonces le di el mensaje a don Humberto pero me dijoque lo esperara y que no regresara sin él. Ahí estuve esperando todo eldía, hasta que como a las tres de la tarde llegó, por supuesto que yo ni
pude almorzar y don Humberto ya se había ido para la casa.
A las nueve de la mañana, don Humberto me mandaba donde la hermana Rosalía a
traerle un gallito, y me decía la señora:- llévele estos cinco gallitos
de frijol, papa y queso.- De camino yo me comía dos, y cuando él revisaba
me daba uno, aunque yo le decía que no se preocupara. - Le gustaba besuquiar
a las campañeras.
Manuel: - A mí lo que me llamaba la atención era que algunas maestras lo
llegaban abuscar para que estuviera inyectándolas.
Algunas veces me pasaban cosas a mí, en otras oportunidades era a mis
compañeros. Recuerdo que Olga Salazar y Hernán eran novios, y como yo veía
bastante, le servía de guía a él.
Elia: -Hernán era muy vanidoso, vestía traje entero y se cuidaba mucho.
Luis:
-Claro, por cierto que en una ocasión me pidió que el fin de semana lo
acompañara a Cartago a la Casa de Olga, le dije que se tomara bien de mi
hombro porque él, para disimular, a penas lo hacía con la punta de las uñas.
Cuando íbamos para la parada de buses vi un gran hueco en la calle y una
tabla para pasar, le pedí a Hernán que se agarrara duro del hombro y me
siguiera, di unos pasos en la tabla cuando !-flun-!, Hernán cayó en las
aguas negras, ¡vieran qué olor!, era una peste de noviembre a la una de la
tarde. Quisimos irnos para la escuela en un taxi, pero no paraban; en bus
no podíamos ir, entonces tuvimos que ponernos a caminar y hacerle señas a
los taxis a ver si alguno nos hacía el favor; por suerte un señor se detuvo
y nos dijo: "yo los voy a llevar, eso sí, quítese el saco y lo pone en el
asiento, los zapatos échelos en una bolsa y vámonos de una vez.
Les voy a contar otra historia, resulta que Maritza, la hija de la jefe del
internado, me hizo algo que no me gustó, entonces le quité los zapatos y se
los tiré al techo del taller. Eso fue un viernes como al mediodia, entonces
doña Milagro me castigó el resto del día. Como yo era de Puriscal me
entretenía con un calabazo que me trajeron, le hice unas ranuras y lo usaba
de güiro; como la oficina de la jefe estaba a la par del dormitorio, me puse
cerca de la puerta y le daba, le daba, y le daba al güiro hasta que, ya
cansada, como a las tres de la tarde doña Milagros me voló afuera. Abrió
la puerta y me dijo: "mal portado, sos un mal alumno, te vas para afuera
porque no me dejás trabajar".
Elia:
-! Qué lindo cuando ustedes jugaban en el pabellón verde con botellas
o zapatos, o con cualquier cosa que sirviera de bola!. Llegábamos los lunes
en la mañana y nos contaban que había un vidrio quebrado .
Manuel:
-Luis me ponía a cobrar unpenaltiy la bola iba a parar al aula,-
porque ! atajarla- cuándo? !.
Luis:
-¿Recuerdan a Filiberto?
Elia: -Sí, un grandote de Puntarenas.
Luis:
-Exactamente, bueno resulta que un día nos acusó de una "torta grande
que nos habíamos halado varios", fue tan molesto el asunto que me tocó
darme de golpes con Filiberto. Yo le daba como darle a un zorro, y él nada
más me mentaba la madre, y le seguí dando hasta que me cansé, pero él no
dejó de mentarme la madre. Por supuesto que me castigaron, me impusieron 08
días sin salir; el problema se presentó el viernes en la noche, el sábado no
pude salir de la escuela, el domingo no me llevaron a misa. Cuando estábamos
solos los tres castigados nos fuimos al cuarto de las mujeres y nos dimos!
una gozada..!. Las compañeras lavaban la ropa íntima, nosotros nos pusimos a
jugar de tirarla contra las paredes, los cogíamos y decíamos:"este grandote
es de julana y allá va...; cuando terminamos de jugar los recogimos y
quisimos ponerlos donde supuestamente los encontramos pero !qué va!; después
cerramos con cuidado y no fuimos para la cocina, nos comimos algunas frutas
y las cáscaras las echamos en el sanitario. Cuando los oímos llegar nos
fuimos a la cama y ahí nos encontraron acostados, leyendo o descansando como
angelitos.
Esperanza, la cocinera, asombrada nos dijo:"¡mirá donde están acostados!, ¿y
ese milagro tan, bien portados?,- al ratito escuchamos a las chiquillas
reclamando porque alguien estuvo en el dormitorio, por supuesto que nos
echaron las culpas y fuimos a parar donde Doña Dora y don Fernando, pero
nosotros: no fuimos, y no fuimos y no fuimos.
Macedonio y yo no hablamos, pero Guillermo Garita contó todo.
Elia:
-¿Recuerdan a don Antonio?, nos daba ábaco y como no nos gustaba mucho
le preguntábamos cosas de los viajes que había hecho y se pasaba el tiempo
contándonos, o si no le pedíamos que nos llevara al play, y nos complacía.
Rosibel:
- A nosotros nos tocaba con un compañero que se llama Asdrúbal
Monge, él tenía una calculadora que en ese tiempo era una novedad, y cuando
don Antonio nos ponía divisiones tomábamos los resultados de la
calculadora y le llevábamos el ábaco para que lo revisara. A mí me decía:
"Rosibel: usted está muy bien chita, voy a hablar con Marta para que le
haga pruebas en negro.
Luis:
- A mí fue con don José María López, con quien me pasó un chile, él
daba clases de trompeta, saxofón y otras cosas, pero sólo a un un grupo
selecto, entonces le rogué a doña Dora para que me mandara porque yo quería
aprender a tocar Saxo. Cuando llegué a la clase, don Chema me dijo que
primero tenía que pasar 15 días practicando trompeta antes de aprender el
instrumento que yo quería. Bueno, me fui contento con la valija de la
trompeta y cuando pasó el tiempo me fui a conversar con el maestro para
realizar el cambio, pero me dijo que no sabía cuándo me pasaría a saxofón,
entonces cogí la trompeta y se la volé encima. Doña Dorita me expulsó de
música y me mandó donde don Fernando. Yo le expliqué que me habían engañado
y por eso le tiré la trompeta, él me explicó que eso no se hace, pero me dió
una carta para doña Dora donde le explicaba lo que había sucedido.
Elia:
-Ustedes recuerdan a doña..X?, yo creo que a esa señora algo le
pasaba porque tenía actitudes muy extrañas.
Rosibel:
-A las compañeras de ella les disgustaba trabajar con esta
celadora porque las miraba muy raro....
Manuel:
-Aquí entre nos; a mí una vez me agarró a puros besos ahí en el
salón, que todavía ahora me pongo a analizar y ...bueno...
Elia:
-A mí una vez me abrazó muy fuerte, pero como yo estaba muy chiquilla
pensé que era cariño.
Luis:
-Había otra celadora, que mejor no digo el nombre, pero nos llamaba
donde guardaban la ropa y como el lugar era tan pequeño, y ella se agachaba,
cuando uno llegaba. donde lo llamaba le tocaba todas las nalgas, y para
peores usaba ropita muy ligera, entonces uno le sentía las piernas y el
resto. Ni piensen que se enojaba, más bien uno le pedía disculpas y le
decía que no se preocupara.
Manuel: -Sí, yo recuerdo que el baño tenía cuatro tubos y cuando nos
dábamos cuenta nos abría la cortina y nos veía a todos como Dios nos echó al
mundo.
Luis: -Estando nosotros más grandecillos, llegó una muchacha a trabajar
cuidándonos, y recuerdo que en algunas ocasiones pasaba para la cama
alguno de los compañeros.
Manuel: -Volviendo al tema de los maestros, ¿ustedes saben que muchos de
ellos murieron mas bien jóvenes?.
Elia: -Y un poco abandonados. Don Antonio Esquivel murió en unaccidente detránsito.
Rosibel: -Don Antonio Cabezas estaba en la casa en un cuarto donde lo
cuidaba una señora ya mayor y !como tomaba tanto!. También don Humberto pasó
los últimos años práticamente solo.
Manuel: -!Ah sí!, pero me parece que fue por el carácter, como era tan
independiente.
Rosibel: -Doña Dorita sí tuvo a la familia cerca, sin embargo recuerdo quele pagaban a doña Cecilia Molina para que la cuidara en el hospital. Yo la fui a visitar con otras compañeras y nos dijeron que estaba en coma y que nonos iba a reconocer, al fin la convencimos y pasamos; cuando sentí que metomó la mano y me dijo:"Ay Rosi, qué dicha que me vino a ver alguien que meconoce y me quiere",le dije que andaba con otras compañeras pero me contestó: "no, no conozco anadie, sólo a usted mamita".
(El paseo ya se está terminando, ahora en el recuerdo de todos nosotros
quedarán las imágenes de hechos narrados por nuestros amigos que dedicaron
parte del convivio a todos los lectores).
Retinosis desplaza familias
(Nació en Turrialba, cantón de la provincia de Cartago. Hijo de Guillermo
Gutiérrez y Lucía Ureña. José Guillermo, comparte algunas pájinas de su
vida con nosotros para comprender mejor la evolución educativa en nuestro
país. José Guillermo, tiene cuatro hermanas, tres mayores y una menor que
él. Según nos cuenta José Guillermo, los tres menores presentan Retinosis
Pigmentaria, y su madre descubre el déficit visual porque ellos buscaban la
claridad, lo que le avisó que algo andaba a mal. Para encontrar una
solución al problema visual, la familia Gutiérrez acude a los médicos).
José Guillermo:
-"Los doctores nos mandaba pastillas como maíz que se le da
a los pollos, y las inyecciones eran recetadas por cajas para ver si en algo
nos podía ayudar a recuperar la vista".
(A finales de 1961 la familia se divide temporalmente. Doña Lucía se
traslada con sus hijos a San José y don Guillermo solicita un cambio del
cuerpo de Bomberos de Turrialba, donde laboraba, a la capital.
Un taller de ebanistería, medianamente acondicionado, les brindó albergue
durante año y medio, para luego comprar una casa en los alrededores del
parque de Guadalupe, a pocos minutos de la Escuela de Enseñanza Especial).
José Guillermo:
-"En 1962, mi hermana Romelia y yo ingresamos a la escuela,
donde me dieron juguetes y tiempo después, algunas materias".
Roberto: -¿En qué grado recibió esas materias?
José Guillermo:
-No lo sé con certeza porque pasaban los años y no nos daban
notas de evaluación. Yo siento que no existían planes estructurados de
evaluación, no existían niveles, yo estuve algunos meses como alumno de doña
Dora y después me pasaron con doña Margarita. Junto con ellas, y la niña
María Eugenia Monge, quien era no vidente, inicié los primeros pasos en el
aprendizaje del Braille, que me imagino, fue cuando estuve en el kinder.
La niña María Eugenia nos daba unas tarjetas con una palabra para que
nosotros las leyéramos y si no lo lográbamos, nos tomaba la mano para
apretárnosla fuertemente contra la tarjeta, mientras entre dientes nos
decía: la palabra escrita.
Roberto: -¿Y quiénes eran sus compañeros?
José Guillermo: -Estaba un muchacho que solo ese año lo recuerdo en la
escuela, se llamaba Héctor Ureña, también estaba Miguel Carvajal, Manuel
Jiménez y algunos otros.
Roberto:
-¿Recuerda algún tipo de maltrato propinado por un docente?
José Guillermo: -Una vez estaba conversando con Héctor y doña Margarita me
pegó por la cabeza con un borrador o un cuaderno, no recuerdo exactamente.
Roberto: -¿Pero también aprendió ciencias, matemáticas y las otras
materias?
José Guillermo:
-Para serle sincero no sé si es por la edad que tenía, o el
tiempo que ha pasado, pero la verdad, lo único que recuerdo es que me ponía
a jugar con un jueguito con figuras y escaleras que se llamaba circo.
Roberto: -¿Recibió clases con un maestro llamado Antonio Cabezas?
José Guillermo: -Sí, precisamente después de recibir con doña Margarita me
pasaron con él, y tuve como compañeros a Rosa Elena Araya, Eunice Cortés,
Ana Cristina Hernández,Hugo Araya, Manuel Jiménez y Carmen González.
Roberto: -¿Qué materias recibían?
José Guillermo: -Lecto-escritura Braille, ábaco y, dos veces por semana,
matemáticas con cubos, y ahora que recuerdo, en ese grupo estuvo también
Dagoberto Martínez. Fueron tres años donde vimos las mismas cosas, hasta que
nos pasaron con don Humberto Marenco. Debo reconocer que las mujeres
siguieron recibiendo clases con don Antonio. Con don Humberto se formaron
tres niveles al mismo tiempo.
Roberto:
-¿Cómo funcionaba?
José Guillermo: -Ahí sí aprendimos bastantes cosas, íbamos saliendo de dos
en dos, aunque pienso que en los tres años veíamos todos lo mismo, solo que
para justificar las graduaciones de sexto año salían por edad, no por
conocimiento.
Primero salieron Gerardo y Gustavo, luego Ramón Campos y Marco Vinicio
Cubero y por último el grupo que le dije hace un rato. ! Ah! , y me olvidaba
decir que después trasladaron al grupo a Eunice y Ana Cristina, lo que
reafirma mi pensamiento de que no se había sistematizado la enseñanza por
niveles o utilizaban un código que desconozco.
Con don Humberto aprendimos a vender melcochas y café para aplicar las
matemáticas, además nos hacían escuchar a don Enrique Garnier Borella, quien
tenía un programa que se llamaba Radiorevista de Prensa, durante una
hora, para comentar la actualidad.
Todos los días íbamos al correo en bicicleta. Esta actividad deportiva
recreativa la realizábamos los que podíamos ver un poquito. Entre las cosas
diferentes que hacíamos con don Humberto están las visitas a la granja de la
escuela, donde andábamos a caballo, nos hablaban de las gallinas y piches
que se tenían en aquel tiempo; y que por cierto, hablando de piches ¿usted
recuerda aquella famosa anécdota cuando Gerardo Guillén preguntó cómo se
llamaba la esposa de ese simpático animal de largas patas?
Algunas veces íbamos a un puente donde jugábamos al ascensor indio.
Muchas cosas se me han olvidado, pero puedo asegurar que con don Humberto
tengo muy buenos recuerdos. En algunas ocasiones nos mandaba a buscar alguna
herramienta y si no la encontrábamos no nos dejaba entrar hasta que
tuviéramos el encargo, porque él decía que ningún hombre podía decir que no.
Esas enseñanzas calaron hondo en nosotros y nos ayudan a enfrentar las
situaciones difíciles que se nos presentan en la vida.
Roberto:
-Después de la primaria, ¿Cómo les ayudaba la escuela, si lohacía.?
José Guillermo: -Nosotros salíamos de la escuela e ingresábamos al colegio
por cuenta y riesgo propio, los desprecios, las dificultades para acceder a
la información de las pizarras y los libros, eran retos que sólo con la
fortaleza que don Humberto nos formó, podíamos resolver. Antes de venir a
conversar con usted, confirmé con don Francisco Arias, exdirector de la
Escuela, lo de la falta de sistematización de los programas educativos.
Roberto: -¿Y qué le manifestó?
José Guillermo: -Que efectivamente la escuela se preocupaba más por
enseñarle a los alumnos las técnicas que por impartirles las materias
convencionales. Claro, es lógico, si en un mismo canasto estábamos niños,
adolescentes y adultos, hombres y mujeres, aprendiendo lo mismo en las
mismas aulas.
Roberto: -José, hace un rato entendí que ustedes aprendieron a leer y
escribir en Braille, entonces, ¿cómo hacían con los exámenes de química,
física y los signos fonéticos de otros idiomas que la escuela no nos
enseñaba?
José Guillermo:
-Personalmente tuve que aprender a escribir y leer en tinta
para poder comunicarme con los compañeros y profesores. Gracias a mi
remanente visual pude adaptarme al medio y no esperar a que el medio se
adaptara a mí. Para salir adelante conté con el apoyo de mis padres,
hermanas, compañeros y profesores, aunque también encontré la renuencia de
unas pocas personas.
Roberto: -¿Recuerda algún caso en concreto?
José Guillermo: -Había una profesora que no comprendía el esfuerzo que
nosotros teníamos que realizar para salvar los obstáculos, sin embargo,
gracias a ella me di cuenta de la fortaleza que tenía en ese momento y que
con el tiempo se ha fortalecido. Hay que tomar en cuenta, Roberto, que cada
caso es particular,aunque se parezcan. Por ejemplo, algunos debieron
enfrentarse a los profesores; yo utilicé la estrategia del diálogo y la
paciencia.
Recuerdo que muchos de mis compañeros no contaban con un remanente visual
para defenderse mejor y, además, su espíritu de lucha era diferente, pero
por dicha lograron salir triunfantes. La historia es larga, pero las nuevas
generaciones deben entender que la integración no inicia en 1980, antes
muchos abrimos caminos
En 1972 la Asociación de No Videntes de la Universidad de Costa Rica dió los
primeros pasos de lo que hoy es un programa estructurado de ayuda a las
personas con discapacidad.
Roberto: -¿Existía alguna Institución relacionada con la problemática de las personas ciegas que les apoyara, luego de concluir la primaria?
José Guillermo: -Académicamente ningun; económicamente me ayudaba el
Patronato Nacional de Ciegos con una beca de ¢75.00 (setenta y cinco
colones) que ahora suena ínfima, pero en aquellos tiempos era de gran
utilidad.
Hablar de la Escuela Centeno Güell es decir Historia de la Educación
Especial.
Muchas veces vendimos rifas de la escuela para ayudar a su sostenibilidad
hasta que pasó a manos del Ministerio de Educación; por supuesto que tenía
.. cada cosa...
Roberto: -¿Como cuáles?
José Guillermo: -¿Usted conoce a don Rodolfo Molina, el encargado de la
Biblioteca?
Roberto: -Sí claro
José Guillermo: -Bueno, ¿Cómo se explica que, existiendo un internado,
Rodolfo durmiera en un aula que tenía una división?
Roberto: -Cuéntenos más de ésas rifas porque yo recuerdo únicamente las dela Asociación Hellen Keller
José Guillermo: -La Escuela rifaba ¢ 300.00 (trecientos scolones) a ¢2.00
(dos colones) el número. Manuel y yo nos pegábamos unas caminadas... pero
nos iba bien y esos fueron los primeros colones que ganamos con nuestro
propio esfuerzo. Resulta que nos daban el 20 % (por ciento) de lo que
vendíamos y Edwin Pereira, que era uno de los mejores vendedores de
Alajuela, llegaba por los talonarios con una señora como de 60 años con
quien se había casado. No piense que la escuela estaba mal económicamente,
por el contrario, con la ayuda del exterior y la local estaba bien
fortalecida, más bien su debilidad era de orden académico.
Nada más hay que recordar las fiestas de fin de año, regalos buenísimos,
manzanas de primera y mucha comida. Los últimos años ya eran de mayor
restricción.
Roberto: -¿Recuerda alguna anécdota de esa época?
José Guillermo: -Tres compañeros nos compramos una botella de vino para cada
uno y se las tomamos en los dormitorios. A Manuel Jiménez lo suspendieron 08
días, a Víctor Ordóñez, como vivía en Guanacaste, lo mandaron 08 días antes,
adelantándole las vacaciones.
Como yo tenía la casa a 600 metros de la escuela, iba a almorzar y
regresaba por la tarde a recibir clases de hojalatería o de ábaco,-! para
que no me faltara!. También íbamos a la plaza a jugar con botellas blancas
de plástico,a veces quebrábamos vidrios y así pasábamos los días y los años.
Es bonito recordar esa época: cómo en una acera de un metro de ancho le
dábamos vuelta al pabellón cinco o más compañeros tomados del brazo o
abrazados casi en el cordón del caño. El último iba casi guindando para no
soltarse.
Era muy raro que nos disgustáramos entre nosotros, más bien teníamos las
noviecillas de 10 ó 12 años, pero de novios lo que tenían era solo el
nombre, porque no recuerdo que nadie se tuviera de la mano o se dieran un
beso.
Roberto: -¿Seguro?
José Guillermo: -Bueno, yo hablo de los chiquillos, aunque los mayores
contaban barbaridades que habían hecho con las celadoras, -supuestamente.
Roberto: -En esos tiempos se impartían clases de taller, usted se refirió al
de hojalatería, ¿quién lo impartía?
José Guillermo: -Era don Ricardo Patiño, que ya estaba muy viejito y don
Juan, que creo se llamaba el hijo que lo llevaba, era el que nos explicaba.
Poco tiempo después asumió la responsabilidad don Edgar Araya. Recuerdo que
me enseñó a marcar y cortar para que yo le enseñara a los demás.
La verdad es que las cosas que se hicieron en ese tiempo fueron más por amor
al prójimo que por otra cosa, y comparar esa época con la actual sería como
comparar a Costa Rica con Estados Unidos, una cosa así.
Hoy se cuenta con más recursos, conocimientos y aceptación de la sociedad.
Se han eliminado muchos estereotipos y la forma de dirijirse a las personas
con discapacidad es diferente, ahora participamos en la toma de decisiones,
que antes ni pensarlo.
Roberto: -Antes de terminar esta conversación con José Guillermo Gutiérrez,
debemos consignar la forma en que accedimos al uso del bastón.
José Guillermo: -Actualmente contamos con instructores de movilidad. En
aquella época el sistema más conocido era el sistema "algo", al golpe, o
como dicen otros, sistema "alber..."
Los Campos Fallas tenían bastones plegables, o alguno tenía uno del
exterior y nos lo prestaba; así dos o tres personas utilizábamos el mismo
bastón, uno iba adelante y después decía que ya estaba cansado para que otro
fuera de guía.
En el día nos ayudábamos con el remanente visual y en la noche nos
acompañábamos. Hugo Araya, Feliciano Carvajal y yo andábamos juntos con
frecuencia por Heredia, después Hugo consiguió su propio bastón y sin ayuda
de ningún especialista aprendimos a usarlo.
Roberto: -¿Ese autoaprendizaje tenía sus riesgos?
José Guillermo: -Una vez andábamos Hugo, Dago, su hermanillo Juan y yo.
Fuimos a pasear a Ciruelas de Alajuela donde una muchacha Rosario Arroyo.
Cuando veníamos era de noche y nos salieron unos hombres que nos amenazaron
golpeando un machete contra la calle. Nosotros empezamos a correr entre
asustados y aventureros, de pronto nos apareció ! un semejante hueco! -que
no me explico cómo no nos matamos. Era por una curva, cada uno llevaba su
propio bastón, el primero se resbaló y se llevó a los demás en banda, pero
quedamos en la calle.
(Actualmente José Guillermo Gutiérrez trabaja en el Consejo Nacional de
Rehabilitación y Educación Especial y lamenta que algunos compañeros, por
falta de oportunidades, estén en sus casas como seres dependientes, sin
oportunidad y marginados de la sociedad).
Notas de amistad
(Siguen desfilando los recuerdos por éstas pájinas, ahora de la mano de
Gerardo Alberto Mora Rodríguez, con quien compartí varios años en la
escuela. Gerardo entró a la escuela en 1968).
Gerardo: -Yo llegué supuestamente al Kinder, la maestra era la niña Nelly
Mesa, pero desgraciadamente mamá pensaba que a esa escuela únicamente niños
con retardo mental podían asistir, entonces me sacó del kinder.
(Efectivamente, en repetidas ocasiones llegaban estudiantes de secundaria a
preguntarnos dónde estaban los "mongolitos" o si a nosotros nos gustaban las
compañeras y muchas preguntas que reflejaban la ignorancia que había por
parte de los estudiantes de Centros Educativos Convencionales; !por cierto!,
recientemente venían dos estudiantes de primaria en un bus de Guadalupe y al
pasar por el Centro de Educación Especial Fernando Centeno Güell, uno le
dijo al otro, en tono burlesco:-tocá el timbre para que no te pasen de tu
escuela).
Roberto: -Gerardo, ¿cuándo regresó a la escuela?
Gerardo:
-En 1971 con la maestra Margarita Lépiz, pero ese año, en
especial, fue muy conflictivo porque me tuvieron que operar tres veces,
prácticamente estuve más afuera que adentro.
En 1972 me reincorporé, esta vez supuestamente en forma contínua, pero en
esos tiempos la educación especial era tan deficiente, que supuestamente yo
cursaba primero y segundo grado al mismo tiempo. En el 73 hice tercero y
cuarto, en el 74 quinto y en el 75 sexto, para llegar al colegio sin
saber prácticamente nada.
(Es necesario aclarar que antes de 1980, los estudiantes que salíamos de la
escuela no contábamos con apoyo del Ministerio de Educación ni de ninguna
Institución para poder asimilar el cambio que representa concluir la
primaria con un grupo de nueve estudiantes, como fue el caso de Gerardo,
para integrarse a un centro educativo convencional con más de diez
profesores y treinta y cinco alumnos por aula que entre sí se conocían por
proceder del mismo barrio o escuela).
Roberto: - ¿Porqué se presentaban estas formas de enseñanza?
Gerardo: - Para mí porque los maestros, en su gran mayoría, no estaban
capacitados para enseñar, porque el único mérito que tenían para ocupar esas
plazas como docentes era el hecho de no ver.
Roberto: - ¿Su situación era particular para compensar los años fuera de
clases, o se daba con otros estudiantes?
Gerardo: - Me parece recordar que era sólo conmigo, además, yo tenía la
gran suerte de que mi mamá, mi papá y mis hermanos me ayudaban mucho, pero a
los que estaban internos en la escuela nadie los ayudaba.
Roberto: -Me surge una inquietud, ¿ mientras los demás recibían la
lección, usted qué materia llevaba?
Gerardo: !-Hombre!, era la misma, yo recuerdo que teníamos un profesor
que se llamaba Don Antonio Cabezas que nos ponía a leer unos libros con un
Braille viejo enorme, era como tocar granos de arroz. Todos cogíamos el
primer libro que encontráramos y por supuesto que don Antonio ni sabía cuál
lectura teníamos, entonces nos decía que practicáramos mientras él se dormía
en una silla arrullado por nosotros mismos, que leíamos bajito hasta que lo
oíamos roncar. Después de vacilar un rato lo despertábamos para decirle que
ya teníamos la lectura lista, empezábamos en voz alta y después la bajábamos
hasta que se volvía a dormir, ¿qué íbamos a aprender así, Roberto?
(Por cierto que muchos de los libros a que se refiere Gerardo decían: "Libro
de Bolsillo" aunque fuera el pequeño diccionario de bolsillo que para
nuestro caso constaba de treinta y cinco voluminosos tomos. Gerardo nos
cuenta cuáles fueron sus compañeros de primaria y muchos en la actualidad
viven en San José, a pesar de proceder algunos de lugares alejados de la
capital).
Gerardo: -Mi primer compañero fue Gerardo Morales, de Heredia, José
Joaquín Campos, Alvaro Vega, de Puntarenas, Rodrigo Mora, de Puriscal, Juan
Gerardo Guillén, de Siquirres, Rosario Arroyo, de Alajuela, Víctor Ordóñez y
Juanita Cruz, los dos de Guanacaste y voz, por supuesto.
(En 1975, año de la graduación de Gerardo, estuvieron como compañeros además
de los ya señalados: Luis Nájera, Margarita Artavia, Oscar Abarca y Grettel
Jiménez).
Gerardo: -Yo recuerdo que allá por 1974 ó 1975, hicieron una especie de
censo en el Departamento y contaron como cien.
Roberto: -Si hubiera que darle un calificativo al nivel escolar de esos
tiempos, ¿Cuál le daría usted y porqué?
Gerardo: -Yo lo calificaría de malo, si no, vea qué curioso: doña Marta
Saurez era la esposa de don Antonio Cabezas (ambos maestros de la Escuela),
nunca estudió educación especial, medio sabía leer en Braille y era maestra
de nosotros. Para mí, en ese tiempo habían sólo cinco personas capacitadas:
don Humberto Marenco, doña Dora Santiesteban, doña Orietta Ramírez, don
Alexis Quesada y don Jorge Ávila.
Roberto: -Hasta donde recuerdo, usted no fue alumno interno.
Gerardo: -No estuve en el internado, pero me di cuenta de muchas cosas, por ejemplo:
Recuerdo que los compañeros se ponían de frente a una pared con la
espalda descubierta y un compañero los azotaba con un paño mojado para que
les doliera más.
Yo quiero decir, con toda honestidad, que los baños tenían tres duchas al
mismo tiempo y se daban masturbaciones colectivas y otros desmanes, porque
eso era como un reclusorio.
(A esta altura de la conversación recuerdo que a otro compañero y a mí nos
sujetaban entre dos estudiantes más grandes y mientras uno se sentaba en
nuestros estómagos el otro nos golpeaba los brazos y las piernas. En una
ocasión me sorprendieron solo y uno de ellos invitó al otro a pegarme, pero
el alumno se rehusó argumentando que pegarme no tenía gracia porque yo no
lloraba)._
-También tengo presente a un estudiante que había sufrido de polio, tenía
problemas visuales y me parece que también mentales, se llamaba Alexis y un
día alguien le aconsejó que le metiera un palo a la bomba de agua que
funcionaba en el cuarto. Tremenda descarga recibió el desdichado que fue
lanzado lejos de la bomba.
También a Víctor Ordóñez, quien tenía la costumbre de tirarse al catre con
impulso, le pusieron una mesa y otros objetos que le ocasionaron una
desagradable sorpresa y algunas escoriaciones. A Pedro López, por haber
dicho algo que no le gustó a dos compañeros, le pasaron un chile picante por
los ojos dejándoselos en carne viva, sin embargo don Francisco Arias
determinó como castigo para los dos malos amigos, no llevarlos al paseo que
en esos días se realizaría al Bosque Encantado y algunas maestras abogaron
para que se les perdonara, pero don Francisco fue inflexible en esa
oportunidad, cosa estraña en él, de hecho es la única vez que recuerdo que
tuviera esa posición.
Roberto:
-En los centros para niños se dice que existen favorecidos y
discriminados, ¿se daba esta situación en la escuela?
Gerardo: -Sí claro, pero eso pasa en toda escuela, el alumno de la maestra
que recibe regalitos por parte de la mamá tiene un trato preferencial y en
la escuela los discriminados eran aquellos compañeros de zonas alejadas que
a veces llegaban a la escuela en marzo y se iban en noviembre porque ni el
Ministeriode Educación tenía transporte para dejarlos en Semana Santa, ni en
vacaciones de 15 días.
(Estamos hablando de hace más de 20 años, los padres no contaban con
recursos para ir a traerlos, como toda regla existían sus excepciones y en
este caso se daba trato muy especial a dos estudiantes nicaragüenses con
solvencia económica, Otto Martín Zamora y Enrique Oliú, quienes incluso
tenían un dormitorio aparte con únicamente tres camas, la tercera era
ocupada por alguien que, a criterio de la Dirección del internado, fuera un
excelente muchacho, para que no ejerciera malas influencias en ambos
jovencitos).
Roberto: -¿Cómo era su situación?
Gerardo: -Modestia aparte, yo era el trapito de dominguiar de la escuela
porque Gerardo era el que cantaba, el que tocaba acordeón, el que tocaba
guitarra. Gerardo esto y Gerardo el otro. Para mi había cierto favoritismo
y uno como güila se sentía la mamá de Tarzán, como dicen.
Roberto: -¿Recuerda algunas travesuras propias o de sus compañeros?
Gerardo:
-A Lidiett, la jefe del internado, una vez le robaron el salario
y lo escondieron en un tarro de jugo, por cierto lo metieron en forma de
taco, en un caño para que no lo encontraran.
Roberto: -Las fiestas de la alegría eran muy celebradas, ¿las recuerda?
Gerardo:
-Me acuerdo que en esas fiestas nos ponían a escoger entre un
maletín y una bola, por ejemplo, y luego venía el favoritismo del que le
hablé hace un rato, porque como yo era el musiquito de la escuela, además
del regalo que escogiera, me daban un instrumento musical. Pero para seguir
con las travesuras, recuerdo que nos íbamos vos, Jorge Luis Herrera, que
llevaba los paquetes de cigarros, y yo y por una puertilla del cementerio,
le dábamos unas subidas al cigarrillo Delta, que nunca se me olvida, y
salíamos medio mariados.
Roberto: -¿Recuerda una venta de cachivaches famosa?
Gerardo: -Esa aventura la vivimos juntos, a mí no se me puede olvidar
porque a los ocho días murió papá Eso sucedió hace 21 años, el 31 de octubre
de 1976, para ser exacto. Recuerdo que eran como las nueve de la mañana, las
maestras nos dijeron que no abriéramos la puerta mientras terminaban de
alistar las aulas con las prendas que tenían que ponerle un precio, la
puerta era de dos hojas y yo te dije:
-Roberto, abramos un poquito para ver si hay mucha gente.
Abrimos un poquito y se metió la estampida, que por cierto casi nos mata,
porque entraron como caballos en manada.
Roberto: -Hubo una época en que los estudiantes del Departamento de
Deficientes Visuales se iban a tocar a las alumnas del Departamento de
Audición y Lenguaje, ¿usted lo hizo?
Gerardo: -Yo fui varias veces y me acompañaste vos, lo recuerdo
perfectamente, claro como ya éramos casi adolescentes teníamos
necesidades,-¿verdad?.- Usualmente nos iba bien porque ellas tenían fama de
que les gustaba, pero en una oportunidad agarré a una muchachilla que estaba
con el período menstrual...
Roberto: -¿Qué materias recibían ustedes?
Gerardo: -Las de dis que matemáticas era el uso del ábaco, clases de
Braille, como lo expliqué hace un rato, un poquillo de ciencias y lo demás:
no recuerdo Sr. Juez- como dijo cierto amigo. Talvés con don Humberto sí
aprendimos un poquito más, él nos ponía las siglas de las cosas, - ¿te
acordás?, - eran como fichas auditivas y con eso aprendíamos, también
jugábamos el ahorcado entonces él ponía el nombre de un río, por ejemplo
Orinoco, y nos decía: Este río pertenece a Suramérica - y poco a poco nos
daba las pistas, entonces aprendíamos jugando.
(La entrevista está terminando, pero Gerardo quiso dejar patente un
agradecimiento y las siguientes líneas seguramente serán tomadas como
propias por otros compañeros que no figuran en este trabajo, pero que
también sienten el mismo respeto y reconocimiento por los personajes que
menciona Gerardo).
Gerardo: -Yo soy músico gracias a don Alexis Quesada y don Jorge Ávila.
Ellos me descubrieron cuando tenía 7 años y hasta la fecha disfruto mi
profesión con la cual soy muy feliz.
Un dia en la escuela
(Para muchos niños la responsabilidad estudiantil comienza en el momento en
que inician las lecciones y concluyen al realizar las tareas de rigor. Para
Manuel Martín Carvajal Quirós, la actividad empezaba muy temprano y
terminaba al retirarse al dormitorio, que compartía con sus compañeros
internos).
Manuel: -Yo ingresé a la Escuela en 1968, las primeras lecciones, de lo que fue más o menos el kinder, las recibí con la niña Nelly Mesa.
Roberto: -¿Quiénes eran sus compañeros?
Manuel:
-De ese grupo recuerdo a María del Carmen Martínez, que por cierto
fue la más bulliciosa e inquieta del grupo, también recuerdo, con mucho
cariño, a dos nicaragüenses, Otto Martín Zamora y Enrique Oliú. Fuimos muy
amigos los tres durante los años que estuvieron en la escuela.
Roberto: -¿Cómo se adaptaron ellos lejos de su familia?
Manuel: -Otto era más bien tranquilo, mientras que Enrique era todo lo
contrario. Algunas veces nos castigaban porque quebrábamos un vidrio o
porque nos íbamos a las manos con otros compañeros.
Roberto: -¿Qué tipo de castigo recibían?
Manuel: -No nos permitían salir del edificio donde funcionaba el internado, a partir de las cuatro de la tarde, eso para nosotros era casi cruel,
quedarnos encerrados tan temprano mientras que los compañeros correteaban
por las plazoletas o jugando quedó, escondido, ladrones y policías, y
algunos otros.
En ese año la Jefe del internado era la niña Milagro Camacho, que era
bastante estricta.
Roberto: -¿En qué sentido?
Manuel: -A ella le gustaba muchísimo imponer disciplina y no perdonaba a
ningún alumno que se pasara de la raya.
Roberto: -¿Cómo eran las lecciones?
Manuel: -Teníamos unos tableros plásticos donde ensartábamos unas clavijas
formando figuras. Además jugábamos con plasticina y con los famosos
juegos de mecano, todo con el propósito de ir desarrollando las
habilidades manuales. Otra modalidad de recursos didácticos eran las
plantillas de cartón con diferentes figuras que poníamos sobre una hoja y
con un lápiz de cera grueso dibujábamos dentro de la horma o plantilla.
Recuerdo que a la niña Nelly le gustaba mucho el baile y a menudo nos ponía
a practicar con la pieza de Sorva el Griego.
(Por cierto Manuel, que cuando no se podía bailar con alguna compañera,
porque no alcanzaban las parejas, nos tocaba bailar con otro hombre).
Manuel: -También nos prestaba un triciclo para que anduviéramos por las
aceras de los alrededores mientras ella nos guiaba sonándonos una pandereta
o una campanita.
Con la niña Nelly, empezamos a utilizar la tabla de cubos que consistía en
una pizarreta de plástico, en la cual se ensartaban unos cubitos al estilo
de dados con un número diferente en cada una de sus caras y se usaba para la
enseñanza de las matemáticas.
(Yo recuerdo esas pizarras, Manuel, porque cuando estaba con la niña Maruja
y me portaba mal, me sacaba de la clase y me llevaba a una aula desocupada
del maternal para que acomodara los cubos del cero al cien, por lo
menos).
Roberto: -¿Y qué pasó al año siguiente?
Manuel: -En 1969 me tocó con la niña Isabel Abarca. A ella la recuerdo con
muchísimo cariño porque era muy amable, muy dulce.
Roberto: -¿Quiénes lo acompañaron en ese grupo?
Manuel: -Estaba Roy Corrales, Olman Hernández, Edwin Campos, Nelson Gamboa,
Rosibel Quesada y, recuerdo especialmente a María Elena Ríos porque fue la
que me introdujo en la lecto-escritura Braille.
Con la niña Isabel tuve un contacto más directo que los demás alumnos porque
algunas tardes me llevaba a su casa, que estaba a menos de 100 metros de la
escuela, y ahí jugaba con los hijos, especialmente con Miguelito que tenía 5
ó 6 años, que tenía juguetes muy finos con los cuales nos entreteníamos.
Roberto: -Y en segundo grado, ¿que pasó?
Manuel: -Tuve clases con la niña Margarita Castro Lépiz, ella no era tan
humana y dulce como la niña Isabel, pero considero que pedagógicamente era
mejor.
En ese grado leí mi primer libro que se llama "Primeras Luces", y por las
tardes don Antonio Cabezas nos daba clases de ábaco.
En esa época me parece que Otto y Enrique se fueron de la Escuela y como las
familias eran adineradas, creo que los mandaron a estudiar a New York y
Miami.
Todavía rcuerdo el León de cuerda que tenía Otto, que cuando halábamos el
cordelito decía algo así: Almacenes Robles Robles S.A., y me prestaba la
cajita de música que escuchábamos durante muchas horas.
Roberto: -¿Podríamos contar como era un día en la Escuela?
Manuel: -A los que no nos gustaba mañanear nos levantábamos a las cinco de
la
madrugada, los otros a las seis; seguían pensando si meterse al baño. A las
6:15 am. desayunábamos café, avena y pan con mantequilla; luego se nos quitó
la avena, supongo que por razones presupuestarias, y a las 7:30 am.
iniciaban las clases.
A las 9:30 am. salíamos a recreo durante 20 minutos. En este momento nos
daban un vaso de leche y un banano que los repartía la niña Tere, que
también era la portera.
A las 11:00 am. terminaban las clases y entonces almorzábamos.
Al mediodía hacíamos un reposo hasta la 01:00 pm. , sin poder hablar,
tendidos en los catres, dedicados únicamente a descansar, claro con tiempo
las costumbres fueron relajándose y ya podíamos oír radio y conversar.
Por las tardes del 69 y 70, recibíamos clases de Braille y ábaco con don
Antonio Cabezas, quien además nos enseñó a jugar con naipes marcados para
nosotros.
A partir de las cuatro de la tarde quedábamos libres para jugar en la
plazoleta o ir a ver televisión, que pasaba las series de: Bonanza, el
Zorro y los Picapiedra.
A las 5:30 pm., se servía la comida; para eso daban un timbrazo largo y
todos teníamos que dirijirnos al comedor, y, a partir de las 6:00 p.m. no
podíamos salir del internado, entonces jugábamos tablero, naipe y
cigarretes, que consistía en tomar las cajetillas vacías de cigarros las
doblábamos a lo largo en cuatro partes para lanzarlas desde una mesa al
suelo y el jugador que la lanzara más lejos recogía las de sus
contrincantes.
Entre las marcas de cigarrillos estaban el: kennedy, Liverti, y Nevada.
Otros escuchaban radio y unos cuantos se reunían para dramatizar algo
similar a las radionovelas del momento.
Cuando nos íbamos a dormir teníamos celadoras que nos cuidaban, como la Niña
Lourdes (Lulita), la niña Bernardita, y después Verita y la niña Hilda. Las
jefes eran Doña Milagros, Teresita y Lidieth, que por cierto no era del
agrado de los alumnos.
En 1971 recibí nuevamente clases con doña Isabel, y conocí a una
norteamericana que llegó a la escuela, se llamaba Sali Futh, quien nos dió
clases de natación y manualidades.
Hacíamos unos títeres con bolsitas de cartón y lana.
La niña Sali nos explicó que, inflando un globo, envolviéndolo en papel
periódico engomado y recubriéndolo de yeso, después de desinflarse la bomba
nos quedaba la figura escogida.
Roberto: -¿Recibió clases con don Humberto?
Manuel: -Sí, en el 72, 73 y 74.
Con don Humberto realizamos dos proyectos muy importantes que los recuerdo
con mucho cariño, ambos fueron en el 73, construímos una acera que iba del
edificio de internado a la Casa Cuna.
Construímos un bote que, a sugerencia del compañero Roy Corrales, se llamó
D.V.1 (Deficiente Visual 1). Ese bote, como se dice en la jerga marina,
lo votamos en un lago en Lourdes de Montes de Oca.
Me parece que con estos dos proyectos don Humberto quiso transmitirnos que
las personas ciegas éramos capaces de hacer las cosas que quisiéramos si
poníamos el empeño necesario.
Ahí aprendí a preparar mezcla, hacer una formaleta, calafatear un bote cón
la mecha, la brea y todas esas cosas que variaron la rutina escolar.
Por las tardes de los años 72, 73 y 74 recibíamos taller con don Edgar
Araya.
Con don Humberto hicimos un viaje a la Cruz de Alajuelita y creo que vos nos
acompañaste como invitado del grupo.
(Sí claro, yo fui todo contento porque los grandes me habían escogido, sólo
que cuando don Humberto pidió la botella de agua que llevábamos se la
entregué casi vacía, como la recibí, y me dió... una regañada...)
Roberto: -¿Intercambiaron correspondencia con alumnos de otros centros
educativos?
Manuel: -A don Humberto le gustaba que escribiéramos, yo recuerdo que
mantuve correspondencia con Xinia Gamboa, alumna de una escuela de Limón y
con Carlos Eduardo, estudiante de una escuela de Tilarán, así aprendimos que
no sólo existía nuestra escuela, no sólo estábamos nosotros, sino que habían
más escuelas y alumnos en todo el país.
(Yo, en cambio, recibí de la Embajada de Argentina una revista lindísima con
mariposas y paisajes a todo color)
En 7 años vivimos muchas anécdotas, como por ejemplo cuando nos llevaron al
Parque Bolívar y un oso que se llamaba Moni nos echó una gran orinada a
Nelson, Edwin, Olman y a mí.
Otro día que fuimos, Víctor Arce y otras personas ciegas estábamos tocando
una tortuga bastante grande cuando la tortuga mordió seriamente a Víctor.
Pero también con don Humberto íbamos a caminar a San José, en una ocasión
nos llevó al Mercado Central donde le compró una ardilla a Lupita Gutiérez
que nos acompañaba, cuando ella la tenía en la mano, el animalucho se
asustó, la mordió tan duro que casi le parte un dedo y se escapó por el
mercado.
También llevaron a la escuela un esqueleto de tamaño grande para que don
Humberto nos diera las clases de Anatomía, tenía la quijada móvil, que
funcionaba con ganchos y resortes. Víctor Arce y yo empezamos a jugar con
la quijada y de repente se desprendió. Nos mandaron a la dirección y en
todo el camino Víctor iba rogándole a San Marquitos que no lo expulsaran o
mandaran a la casa.
Yo ya estaba acostumbrado a que me llevaran a la Dirección y bromeando le
dije: "Víctor, yo creo que esta vez ni San Marquitos nos va a salvar".
Roberto: -¿Y que pasó?
Manuel: -Nada, doña Dorita nos quería mucho y nos dió consejos para que no
volviera a pasar.
En 1974 llegaron dos norteamericanas, la canadiense Margaret y la
estadounidense Japli.
Doña Dora me escogió para que aprendiera el ajedrés y luego se lo enseñara a
otros alumnos.
Antes de graduarme en 1974 recibí orientación y movilidad con don Francisco
Arias.
(Con Manuel recorrimos mentalmente cada lugar que nos mencionó y ahora
cerramos esta página para que otro exalumno nos siga guiando por los
pasillos de la escuela)
Agua que no haz de beber, dejala correr
(Lo conocí en Moravia, Roy Corrales Orozco. Ingresó a la escuela de
Enseñanza Especial en 1968. Con su tradicional seriedad, Roy responde a
nuestras preguntas en forma mesurada, firme y clara).
Roy: -Yo asistí a la escuela de Guadalupe cuando tenía 8 años de edad, por
cuanto el primer año escolar lo llevé en una escuela convencional y como no
podía ver correctamente lo perdí.
(Hay que señalar que la escuela atendía alumnos con diferente tipo de
discapacidad, teniendo un departamento para niños con retardo mental, otro
para estudiantes ciegos totales o parciales y otro para niños con problemas
de audición y lenguaje).
Roberto: -¿Recuerda el internado?
Roy: -Este era un servicio que se le ofrecía únicamente a los niños del
departamento de deficientes visuales porque habían estudiantes procedentes
de diversos lugares como San Carlos, Heredia, Cartago y otros tantos.
Roberto: -¿Cuánto tiempo permanecía el alumno en el internado?
Roy: -Algunos que vivían cerca se iban los fines de semana, otros
permanecían todo el año y solo para vacaciones de medio período, semana
santa y fin de año se iban para la casa.
Roberto: -¿Cómo eran los grupos en que usted estuvo?
Roy: -Por lo general eran pequeños, 10, 11, 12 ó 13 personas por aula y un
mismo profesor impartía distintas asignaturas como matemáticas, ciencias y
estudios sociales.-! Ah! -..., bueno, también nos enseñaban Braille y ábaco.
Roberto: -Roy, durante la primaria usted conoció diversos educadores,
¿recuerda el nombre de algunos de ellos?
Roy:
-Me vienen a la mente algunos nombres como Dora Santiesteban, Jorge
Ávila, Edgar Araya, Alexis Quesada y Sara Chinchilla, algunos de ellos ya
fallecieron.
(Para el tiempo en que Roy era estudiante se impartían, además de las
lecciones tradicionales, otros cursos que complementaban la formación del
alumnado).
Roy:
-A nosotros nos daban Música, clases de taller y mecanografía, entre
otras materias especiales.
Roberto:
-Le pregunté a Roy si recuerda algún pasaje chistoso de su vida
como alumno de primaria y sonriendo dijo:
-Recuerdo que don Humberto Marenco nos dejaba de tarea llevar una noticia y
una anécdota, o una máxima que nos sirviera de edificación a todos. En
una ocasión nadie presentó nada, y un compañero, para no quedar mal, dijo:
"agua que no haz de beber déjala correr", y el profesor, super molesto, le
dijo: "no, no, no, aqui yo no quiero refranes populacheros".
Otro día un compañero me prestó un radio y yo me sentí feliz oyendo música
mientras daba vueltas al pabellón, cuando decidí apagarlo, tuve la mala
suerte de que se hundió la perilla, y el condenillo radio dejó de servir;
cuando le conté al compañero lo que me pasó me dijo: "tiene que pagármelo,
y yo le decía que no tenía con qué pagárselo porque lo único que me daban
era una peseta, que por cierto ¢0.15 (quince) céntimos eran para el pasaje,
pero no entendía razones, más bien me decía que el diez que me sobraba se lo
diera todas las semanas hasta que le pagara.
Por fin fue pasando el tiempo y yo me libré de la deuda sin pagar un cinco.
Bueno Roberto, eso es lo que recuerdo de la Escuela, muchas gracias por
darme la oportunidad de contar ésto a otros compañeros.
Pulgarcito o Topo Gigio
(Tenía apenas 4 años de edad, cuando sus padres tomaron la decisión de
llevarlo a la escuela en Guadalupe. Johnny Bonilla Valverde dejó su Santa
Ana natal para empezar una nueva etapa en su vida, acompañado, eso sí, de su
amigo inseparable el chupón).
Johnny: -En esos tiempos existía una disposición en la escuela que no
permitía a los padres ver a sus hijos durante 15 días mientras se adaptaba
al sistema educativo y de internado.Por suerte yo me acoplé tan rápido que 8
días después llamaron a mis familiares para que se dieran cuenta de cómo
asimilé el cambio de vida.
Roberto: -Estando tan pequeño, ¿Dónde pasaba las horas en que no estaban en
clases?
Johnny: -En el comedor existía una cámara de refrigeración grande, yo pasaba
el tiempo debajo de ella jugando con carritos, el chupón o lo que tuviera a
mano y como ese lugar era tan calentito me sentía muy bien.
Roberto:
-¿Las encargadas del internado no se oponían a que utilizara
chupón?
Johnny: -Nunca tuve problemas porque la leche que me daban era especial y
además me suministraban alimentos adicionales para combatir la anemia que me
afectaba.
Entré al kinder y con el compañero que más andaba era Pedro López.
Roberto: -¿Quién les impartía lecciones?
Johnny: -La niña Orieta Ramírez, también le ayudaba Cecilia Molina y la
Directora del
Departamento era doña Dora Santiesteban,claro, le estoy hablando de 1968 ó
1969, por cierto que yo era el más pequeño de la escuela y como habían
estudiantes grandes me andaban alzado: Vilma Hernández, Romelia Gutiérrez y
las muchachas de esa época, que por apodo me dicían cariñosamente
Pulgarcito o Topo Gigio.
Roberto: -Si usted entró a los 4 años, ¿a qué edad salió?
Johnny: -Como a los 14, porque en ese tiempo la escuela obligaba a los
estudiantes a permanecer dos años más para sacar el sexto y fueran
preparados a secundaria.
Roberto: -¿Qué hacían por las tardes?
Johnny:
-Después del reposo obligatorio del mediodía nos daban talleres, que
ahora se conocen como artes industriales, y también defensa personal,
con un maestro que se llamaba Francisco González.
Yo tengo fotos del play ground que regalaron las esposas de los
farmacéuticos y que dicho sea de paso, estrené primero que todos.
Roberto: -¿Le dio vueltas al departamento?
Johnny: -Claro, ese era el principal pasatiempo, a veces yo las daba en un
velosípedo que no recuerdo quién donó.
Cuando no estábamos dando vueltas, nos íbamos a un costado del internado,
porque todavía no existía el maternal, y conseguíamos tarrillos y otras
cosas para formar un conjunto.
Roberto: -Muchos estudiantes tenían radio, ¿usted también?
Johnny: -Sí, aunque a mí me gustaba escuchar música, otros escuchaban
comentarios de futbol y como era obligatorio hacer reposo, para oír algo
escuchaba una novela que se llamaba Chucho el Roto, mientras los demás
seguían con Arandú, Felipe Reyes, Calimán y ya no me acuerdo cuáles
otras.
Conforme pasó el tiempo fueron llegando otras personas como los hermanos
Carlos y María Elena Cordero, Teresita Serrano, de quien yo vivía
loquísimamente enamorado.
Siguieron pasando los años y llegando gente como los hermanos Sandra,
Jeanneth, German y Doris Ramírez.
Roberto:
-Además del personal administrativo encargado del internado, ¿se
acuerda de otras personas que se relacionaban con ustedes?
Johnny: -Había un guarda muy buena gente, se llamaba don Joaquín, y como yo
era tan travieso, don Quincho me seguía los pasos de cerca. Recuerdo una
vez que me subí a un techo donde existía doble caída, el guarda fue a buscar
una escalera para bajarme, pero yo ya me había tirado por otro lado.
Para los estudiantes externos se contaba con buses que viajaban a Cartago,
Alajuela, Heredia y Tres Ríos, entre otros, una vez el chofer dejó la puerta
abierta y yo me guindé. El Ministerio de Seguridad Pública también
facilitaba unas patrullas verdes para llevar a los estudiantes de cantones
cercanos a la escuela.
También estaba doña Emilia, la mamá de Carlos, uno de los guardas, nos
vendía una empanadas muy ricas.
(Sí Johnny, la recuerdo muy bien porque don Alexis le compraba todos los
recreos, por lo menos, cuatro empanadas que metía en la bolsa del saco y
cuando terminaba de comer le acariciaba la cabeza al estudiante que
estuviera más cerca y así se despreocupaba de una importante cantidad de
grasa que tenía en sus manos. Además, don Humberto me mandaba a traerle,
casi todos los días, donde la señora, empanadas y café, cosa que cumplía con
mucho gusto. Yo iba, aunque en ocasiones no lo pidiera, porque sabía que él
cancelaba la cuenta, religiosamente los fines de semana, a través de un
servidor).
Roberto: -¿Utilizaban bastones?
Johnny: -Sólo dos compañeros, si acaso, los demás conocíamos muy bien y no
lo necesitábamos. Lo que sí se puso de moda fueron los anteojos oscuros que
donaban y que venían con unos estuches muy prácticos para jugar.
Roberto: -¿Cómo era la alimentación para los estudiantes?
Johnny: -Al desayuno nos daban café y dos bollitos de pan con mantequillao
jalea, que después cambió porque llegaron unos estudiantes de nutrición y en
los últimos años nos dieron gallopinto y huevos; a media mañana la niña
Bernardita, doña Teresa o doña Mirian, nos daban un vaso de leche o avena y
un banano. También, al principio alguien tocaba un timbre como un minuto y
todos, internos y externos, íbamos al comedor a almorzar, pero después
decidieron llevar una olla a cada clase y la maestra o maestro se hacía
cargo de repartirlo a cada alumno.
Roberto: -¿En la escuela hubo alumnos que difícilmente se olvidan, por
alguna razón especial, ¿se acuerda de alguno?
Johnny: -Sí, estaba un muchachito de Palmares que se llamaba Juancito, se
pasaba todo el día moviendo la cabeza, porque además de problemas visuales
tenía limitaciones mentales, también estaba un muchachito de Guanacaste que
se llamaba Juan Gerardo, que le gustaba mucho cantar y recuerdo que en los
primeros días que estuve en el departamento nos tenían un cajón grande y
alto para los chiquitos, ahí ponían a una chiquita que se llamaba Marjorie y
que después murió -en un incendio.
(Ahora que Johnny lo menciona, recuerdo a esa niña, aparentaba tener dos o
tres años a lo sumo, aunque algunos aseguran que tenía más, tenía unos ojos
muy lindos y,aunque no hablaba, se ganaba el corazón de todos con sus
sonrisas, que nos las prodigaba todo el día).
Roberto: -Qué opinión le merece la formación académica de ese momento?
Johnny: -Muy buena, por ejemplo una vez un compañero escupió en el suelo y
el maestro lo obligó a limpiarlo.
(Escuchando a Johnny, debo reconocer que, siendo sinceros, una vez yo tiré
una cáscara de banano al caño, don Humberto la juntó y para darme una
lección de urbanidad, la colocó en un carretillo que pensó pertenecía al
barrendero de la Municipalidad, sólo que realmente el propietario era un
peón de construcción que lo trató.!uh!..)
Johnny: -Tuve una maestra que si en un dictado tenía un error ortográfico me
obligaba a repetir la palabra 100 veces en braille y con regleta.
Recibí clases de ábaco con don Antonio Cabezas pero no aprendí mucho porque
yo era muy malito para las matemáticas.
(Al cierre de nuestra conversación con Johnny, comentamos la presencia de
Ringa, una perra que había en la escuela y que Johnny le tenía mucho miedo
desde que le puso las patas en el pecho. Con las carreras de Ringa
concluimos esta conversación para dar paso a los recuerdos de otros
compañeros).
Cosas de mujeres
(En este momento estamos próximos a ingresar al dormitorio que en 1971
compartían 18 mujeres estudiantes de todo el país. Rosibel Quesada Campos es
la mayor de 4 hermanas con Retinosis Pigmentaria. Luego de realizar los
primeros dos años en una escuela convencional, ingresó a continuar la
primaria a partir del tercer grado con la maestra María Isabel Abarca y un
grupo de compañeros de los que Rosibel recuerda muchas cosas buenas).
Rosibel: -Mis compañeras fueron, Nuria Jiménez que por ser albina le
decíamos la macha; Elisa Torres, que pertenecía a un grupo indígena y como
apenas la estaba conociendo le decía la india; a Rosario Arroyo, como era
la que más años tenía de estar en la Escuela le decía la vieja, y Sandra
Garita.
Llegué para quedarme, pero como no había campo en el internado me enviaron
al maternal.
Yo tenía 10 años y era la más grande de los que estábamos ahí durmiendo,
pero nos cuidaban unas alumnas grandes como Claudia Campos, Odilie Jiménez,
y otras que nos contaban cuentos inventados, que más de una vez les pedíamos
volver a contar como 8 días después, entonces un alumno que se llamaba Roy
que tenía mucha memoria, les ayudaba a recordar y la niña Cabita salía del
apuro.
Dos años después me pasaron al internado hasta que saqué el sexto grado,
que por cierto fui leyendo y escribiendo en tinta porque en esa época podía
ver bastante.
Como no quise ir al colegio y no aprendí Braille ni ábaco, la niña Dorita y mi maesta Isabel Abarca hablaron con mi mamá para que me permitiera recibir
un año de materias especiales como las que los estudiantes ciegos o con baja
visión recibían.
En 1975, recibí las clases con don Antonio Cabezas, que mis palabras no le
hagan bulla, porque estaba durmiendo mientras nos ponía a leer.
A mí no me gustaba el "Braille" porque yo leía en tinta y en este sistema
lo hacía ..tan lento.. que me aburría.
Roberto: -¿Quiénes estaban en el grupo especial?
Rosibel: -Los profesores lo bautizaron como el refugio de los pecadores,
porque estaba Rocío Zárate, Shirley Angulo, Alvaro Poveda, Asdrúbal Monge,
Francisco Delgado, Jorge Luis Herrera y yo.
Roberto: -Y, ¿porqué le decía el refugio de los Pecadores?
Rosibel:
-Ya le cuento. Es que le decía que don Antonio se dormía y entonces
yo me iba a jugar los 40 minutos de lectura. Entonces regresábamos y Jorge
Luis le levantaba las manos a don Antonio para que pasáramos unas páginas,
lo despertábamos y le decía yo: don Antonio ¿cómo estoy en lectura?,entonces
me decía: perfecto chita, perfecto.
Así fue como gané los cursos de ábaco y Braille.
¡Ah bueno!, le llamaban el refugio de los pecadores porque en los recreos
llegaba Juanita Cruz a buscar a José Francisco, que era el novio, Luis
Jiménez, que le gustaba a Rocío; Grettel Jiménez buscaba a Jorge Luis; María
del Carmen Martínez, que le gustaba a Asdrúbal, y yo que me encargaba de
avisarles si venía la esposa de don Antonio para que se separaran.
(Yo recuerdo que cuando andábamos los compañeros con las compañeras
había una señora, Ana Ineckén, que de immediato las llamaba para que
dejaran de acompañarnos.)
Roberto: -¿Recuerda qué les decía?
Rosibel: -Doña Ana era como una tía gruñona, como instructora era excelente,
a pesar de que no se especializó en ciegos, tenía una técnica increíble para
enseñarnos cocina, tejido, costura, floristería y esas cosas.
Recuerdo que nos llamaba y nos decía. "miren chiquitas, ustedes tienen que
darse a valer como mujeres, los chiquitos no las buscan a ustedes para nada
bueno, así que por favor anden juntitas, compartan, aprovechen las clases,
edúquense bien y cuando sea el momento en que llegue un muchacho que
realmente las quiera, va a llegar a su casa a pedirlas en matrimonio".
Esos consejos nos sirvieron porque aunque una no andaba en cosas malas,
nos hacía sentir valiosas como mujeres y como seres humanos.
Roberto:
-Me gustaría conocer el cuarto de las mujeres en aquellos años de
la década de los 70.
Rosibel:
-El dormitorio tenía 18 camas, y la de la celadora que se turnaban
entre Vera María Rosales, Hilda Blanco, y alguna otra que no recuerdo.
Roberto: -¿Cómo describiría a esa docena y media de compañeras?
Rosibel: -Unas eran agazapadas, otras sabían más de la cuenta. Las que
decíamos que no sabíamos mucho y las terremoto, entre las que destacaba
María del Carmen Martínez, que no le dió fuego al internado porque no la
dejamos...
A Sandra Ramírez, como era tan callada le hicimos más de una. Recuerdo que
entre cuatro esperábamos que se durmiera y cuando estaba en el quinto
sueño la llevábamos con todo y catre al baño y cuando se despertaba
amanecía en el baño con todo y cama.
El cuarto de nosotras daba a la calle del cementerio y como era una zona
oscura, las parejas la aprovechaban para marcar.
A veces era tardísimo y no dejaban dormir, entoncer nos conseguíamos un
tarro donde orinar y cuando la pareja estaba bien acaramelada, Elisa Torres,
que casi era vidente, les echaba los orines encima a la pareja .
Roberto: -¿Y las celadoras no se enojaban?
Rosibel:
-No, qué va, más bien nos decían que no podían dormir y nosotras
entendíamos el mensaje para aplicar la operación orines.
Roberto: -¿Y los noviazgos?
Rosibel:
-Después de las siete de la noche Rigo Mora tocaba acordeón, otro
compañero se armó una batería con un cajón de zapatos y un cencerro con un
tubo, mientras que German y Nuria Jiménez cantaban rancheras. Esos eran los
bailes de nosotros.
Mi abuela me dio varios desodorantes que olían a puro pacholí y todas nos
poníamos ese perfume porque había que oler bien, para que los chiquillos se
fijaran en una.
Nos lavábamos la cara y le comprábamos vaselina a una celadora que se
llamaba Cristina, que por cierto le decíamos Fidel Castro porque era un
sargento de caballería. La cosa es que nos vendía una peseta de brillantina
que nos poníamos en el pelo y así todas chupadas, con buen desodorante nos
sentíamos guapísimas.
Los chiquillos se las agenciaban por su parte porque también olían bien,
uno que otro era el que estaba sudoroso, pero casi siempre eran los músicos.
Las celadores disfrutaban de la música, pero ahí se quedaban para vigilar
esos bailes, que no fueran muy pegaditos .
Algunas alumnas sufrían desmayos, decían que por estar en el período de
niña a mujer.
-Esa era una forma muy original, habían unas compañeras que
convulsionaban siempre que hubiera un hombre cerca. Por ejemplo: Rosario
Arroyo, Asunción y otras, convulsionaban cuando estaba el conserje que se
llamaba Elpidio, un asistente del taller que se llamaba Armando y don
Francisco, que daba mecanografía. Solo Sandra Garita tenía convulsiones de
verdad, porque hasta le teníamos que suministrar un medicamento. Cuando
dormíamos, la celadora se iba a conversar con las otras compañeras, entonces
Mari empezaba:
-"Chiquillas tengo miedo",
-¿Qué le pasa?,
- "Es que me estoy acordando de la novela".
Un día empezó con el mismo cuentito, sólo que la celadora se había devuelto y acostado sin que ella se diera cuenta.
-Rosi,
-si,
-ya se durmió.?
-Si le contesto es porque no estoy dormida
-Marieta, ¿ya se durmió?
-Estaba dormida y me despertaste
Nos llamaba a las dieciocho para despertarnos y cuando estábamos todas
despiertas nos decía que no podía dormir, que la acompañáramos. Entonces la
celadora bravísima le dijo:
-"Caramba María del Carmen, ya es mucho el desorden, se me calla la boca".
-Diay ni modo que me calle las manos, le dijo y entonces la sacarondel
cuarto.
-No sé cómo se subió por una ventana bastante alta, y empezó: "Chiquillas
!
vieran que linda está la noche!".
-María del Carmen, cállese o la vamos a echar de la escuela.
-Es que yo quiero entrar. No ve que me da miedo.
-Chiquilla, si no se calla mañana la llevo donde doña Dora,
-y yo le digo que usted echó del cuarto al borracho más famoso del pueblo.
En ese plan pasó hasta las 12 de la noche hasta que le abrieron porque no
dejaba dormir a nadie.
Al día siguiente se bañaba de primera y cuando le preguntaban que por qué
estaba tan apurada decía "es que me van a llevar a la Dirección". Ella
misma le agarraba la mano a la celadora y le decía que la llevara a la
Dirección para saludar a la niña Dora.
(A la que yo recuerdo es a Cecilia Molina que las cuidaba de vez en cuando).
Rosibel: -Sí, es cierto, Evelyn, la hija que es sordomuda, dormía con
nosotros en el reposo y cuando ella se hacía la dormida todas nos poníamos a
vacilar o a estudiar, y como Cecilia se iba un rato ella se encargaba de
darle las quejas.
Roberto: -Teniendo el cementerio tan cerca ¿nos se les ocurrió visitarlo?
Rosibel: -Los paseos de la tarde eran al play, a la granja que cuidaba don
Mario Marosi o al cementerio, nosotros queríamos tocar como era un hueso,
había una fosa común donde echaban los de distintas bóvedas y una vez una
compañera se encontró algo parecido, era largo y nosotras jugábamos de tocar
tambor, golpear las bóvedas y todo eso. Cuando nos vio el sepulturero nos
dice:
"¡Muchachas!, ¿qué están haciendo con ese hueso?, ¿de dónde lo cogieron? y
María del Carmen le dijo:"hay qué bonito, es que está muy pulidito, parecía
de mentiras".
Roberto:
-La vida en la escuela era muy linda, pero también tenía su parte
dura?
Rosibel:
-Bueno, no teníamos vida familiar, nos andaban cuidando, no nos
dejaban hablar libremente.
Un día por alguna razón nos dejaron solas, entonces aprovechamos el momento
y fuímos donde Belén, una compañera de la misma edad, pero con algo de
retardo mental, secuelas de polio, desgaste severo en las caderas y ciega;
se sacó la lotería con todo y serie.
Nosotros sabíamos que en el cuarto de los varones estaba un muchacho muy
sencillo, buena gente, se llamaba Francisco Gómez y se identificaba mucho
con un personaje de una novela que se llamaba Canolé, por eso nosotros
solo así le decíamos. Belén me quería mucho y aunque no me siento orgullosa
de lo que le hice, la verdad es que como eran travesuras de niños nos daba
mucha risa.
Roberto: -¿Y qué le hizo?
Rosibel: -Le pregunté que si tenía novio, por supuesto que me dijo que no,
entonces le dije que Canolé estaba enamorado de ella mientras que, por otro
lado, María del Carmen, Grettel y Sandra estaban convenciendo a Canolé de
que Belén estaba enamorada de él. Entonces ya trajeron a Fransisco y les
dije que se dieran la mano, pero ellos no se animaban. Francisco se
restregaba las manos todo emocionado y sudaba de estar a la par de una
chiquilla que le gustaba. Se reían y las mujeres calladas mientras yo les
decía que ya no había nadie.
Por fin se dieron la mano y les dije que se dieran un besito y ellos decían
que cómo se me ocurría. Yo les dije que si no se gustaban. Francisco se
animó y se lo dio en la frente. Ahora tienen que dárselo en la boca para
que sean novios, voy a correrme, pero cuando se lo den, me avisan para
fijarme que no venga nadie. De repente oímos un beso rapidísimo y, todas
les aplaudimos. Entonces Belén me dijo: Rosibel,¿por qué nos hizo eso?
-Yo no sabía, -¿Chiquillas, qué andan ustedes haciendo aquí?,... y en
realidad todo estaba programado.
A María X, de Cartago, le hice lo mismo, sólo que el caso era más serio.
Resulta que Pedro X y ella se gustaban desde la casa de cuna, imagínese.
Hubo una época en que todos los chiquillos del maternal tenían rasquiña,
les untaban el famoso escabisida que llamaban, que Ana Gutiérrez les
rociaba de pies a cabeza. Las hermanas Quesada, María X, Pedro X y Roy
no teníamos.
Eso olía a azufre revuelto con amoníaco y lo usaban para combatir piojos,
rasquiña y cuanta plaga hubiera.
Como Roy era muy devoto, rezaba el rosario con Cabita y nosotros nos
escapábamos. María se me acercó y me dijo:
-Rosi, fijáte que me gusta Pedro, pero no diga nada
-Y ¿porqué no le da besitos, le coge las manos y hacen todo lo que hacen
los novios?
-Es que yo no sé qué hacen las parejas.
-Yo tampoco, pero cuando vemos la novela María Elena y la novela
venezolana, el "puma", con José Luis Rodríguez y Ada Arriera -jovencillos-,
enseñan.
Entonces Pedro dijo que él sí sabía, yo les dije que no iba a decir nada y
no lo dije, pero - !si no interrumpo...! - Pedro le estaba desabotonando la
camisa de la pijama a María, y estaba con las manos muy inquietas. Yo nunca
había visto una escena tan cercana, y le dije que se calmara, entonces me
dijo que así era como se trataban en las novelas y desde entonces, no volví
a recomendarle a ninguno que lo hiciera como en las series porque
quedé -traumatizada.
(En este relato los nombres verdaderos han sido cambiados para proteger la
identidad de los protagonistas).
Cuando pude compartir con las alumnas grandes, Lidiette y Xinia Jiménez,
Carmen González y Juanita Cruz, ellas contaban de sus novios y entonces me
di cuenta que no era malo como nos decían. En quinto grado me enamoré de un
chiquillo que se llamaba Nixon, resulta que se me quebró el transportador y
él muy atento me prestó el que tenía. Claro, yo contentísima de tener algo
del chiquillo que me gustaba, me hice la olvidadiza y no se lo dí a la
salida de clases. Entonces fui al internado a enseñárselo a todas porque a
ellas también les gustaba. No sé en que mano se quebró y cuando me lo
devolvieron ¡ah compadre!, yo no le volví a hablar más a Nixon hasta después
de viejo, que me lo encontré en 1983 en una semana universitaria que me sacó
a bailar.
El bendito compás lo boté hace pocos años. Cuando recibí las materias
especiales, no entendía el uso del ábaco a pesar de que don Humberto y la
niña Isabel me explicaban con toda la paciencia del mundo. Una vez Nixon le
dijo a la niña que si quería él me explicaba, yo bajé como cuatro libras de
la congoja y para que se fuera rápido y no me preguntara por el
trasportador, le entendí todo. Puedo decir que en una hora aprendí lo que no
pude en cuatro años.
Roberto: -La escuela tuvo sus tiempos de pobreza y de bonanza que se
reflejaba en las comidas ¿qué recuerdos tiene de eso?
Rosibel:
-Mirá Roberto, hacían unos macarrones tan refeos que solo alguien
con muchísima hambre o que viniera de algún lugar muy, pero muy pobre, podía
comérselos. Nos ponían en cada plato una pelota de eso a cada uno y nosotros
las juntábamos, entonces teníamos una pelota grande bien amasadita como
plasticina y la echábamos en una bolsa y al día siguiente la llevábamos a la
dirección para que vieran lo que nos daban de comida.
Ahí por más que dijeran no había vuelta de hoja porque nosotros aportábamos
el cuerpo de Benito, como dicen. El arroz y los frijoles no se les quedaban
atrás, teníamos que ponerle salsa lizano y comer una cucharada con un
mordisquito de huevo duro para que nos bajara el sabor tan terrible de la
comida, mientras la bodega permanecía cargadita de galletas, leche y muchas
cosas ricas.
Una vez estaba aquella comida peor que de costumbre y entonces dijo María
del Carmen: "esta comida está tan fea que parece la cara de Grettel",
entonces Grettel se paró y la amenazó con echársela encima
-¡Ah!, échemela si puede.
Y ha agarrado Grettel un vaso de chocolate junto con la comida y se lo ha
vaciado a María del Carmen encima..., fue la única vez que vimos a María del
Carmen brava, y es que María del Carmen era la gordilla y la piojosa de la
escuela, mami nos decía: Mari es muy buena, pero ándenle de larguito.
De la olla hotelera de arroz nos peleábamos la costra porque era lo único
que tenía algo de aceite que supiera diferente . Después llegó una celadora,
la niña Emilce, duró sólo un mes, pero cambió todo el sistema de
alimentación. Los niños teníamos opinión y con ella probé la carne, pescado,
macarrones, pero muy bien hechos: arroz con leche, gelatina decente, y por
eso no la vamos a olvidar nunca.
A mí me prohibieron el café porque un médico voluntario dijo que toda
bebida irritante era prohida para mí porque tenía mucha acidez. El
aguadulce era tan espeso que duraba mucho rato en llegar a la orilla del
vaso. Desde entonces dejé de tomar agua dulce.
Antes de doña Emilce nos tuvimos que acostumbrar a no comer y una vez por
hacerlo a la fuerza me intoxiqué y como lo único que nos daban en esos casos
era aspirina, fui a dar al hospital con lavado gástrico, porque soy alérgica
a ese producto.
Mirá Roberto, puedo pasar horas hablando de la escuela las épocas duras que
vivimos pero lo cierto es que esa época no la cambio por nada en el mundo.
A veces nos agarrábamos de las mechas, pero era por lo que ahora le llaman
estrés.
Vera me despertaba de una sola nalgada mientras me decía con esa voz de
nica: "haragana despiértese" -por eso peléabamos, para liberar tensión,
porque después era una paz ! tan linda 1, cada uno vivía el mal del otro.
Estábamos mal comidos y a Sandra le mandaban un botellón de tónico vigorón
y nos daba una cucharada a cada uno. Para bajarnos el sabor yo cogía el
¢1.25 (un colón con veinticinco céntimos), que me daban en la casa por
semana y compraba mentas para comerme una pastilla diaria y no vomitarme con
ese tónico.
Yo creo que más de uno le debemos la vida a Sandra con ese alimento, porque
Sandra era pareja, nos daba el remedio o si no nos retiraba la palabra y a
una que no le hablara, era fatal.
Ella nos defendía hasta de los hombres, y como era tan grande y fortachona,
a más de un compañero dejó en el suelo.
Roberto: -¿Podemos compartir aquel momento inolvidable de la graduación?
Rosibel: -Ese día pasaron cosas lindas y duras a la vez.
Yo recibí el diploma junto con 11 varones. Conforme íbamos pasando frente a
don Fernando, él le estrechaba la mano a cada uno de mis compañeros. Cuando
llegó mi turno, don Fernando Centeno se inclinó y me dio un beso en la
frente.
El calor de ese beso nunca se me va a borrar.
Por un error del Ministerio de Educación, únicamente enviaron mi diploma, y
para no postergar la graduación, recortaron unas cartulinas del mismo tamaño
de mi título, las arrollaron, les pusieron la cinta con la bandera de Costa
Rica y se les entregó simbólicamente.
Antes de bajar, doña Dora me abrazó y bajé del escenario.
Con el aplauso de todos, las mamás iban a recibir a sus hijos. Entre los
asistentes estaban mis hermanas menores, pero faltaba mi mamá, o por lo
menos una hermana mayor que me recibiera. Las que fueron a recibirme fueron
la mamá de Juancito y Juanita Cruz a quienes agradezco tanto ese gesto de
cariño, ellas fueron mis ángeles de la guarda.
No sé cómo se enteraron de que mi familia no estaba, pero ellas me dieron
una mano cada una y me llevaron abrazada hasta mi campo. Yo me senté
llorando y les decía que no había venido nadie por mí, pero la mamá de
Juancito me consolaba diciéndome ¿cómo que nadie?, si yo estoy aquí, yo soy
su mamá, su hermana, su amiga y todo lo que quiera que sea. Juanita, por su
parte, me decía que ella no podía ser mi mamá, pero sí mi hermana y que me
quería mucho.
Me duele recordar este pasaje de mi vida, porque ahí estaban los familiares
del chiquillo que me gustaba, que venían de adentro de San Carlos con un
reloj de regalo para él y los familiares de mis compañeros también venían de
largo y en cambio los míos que vivían cerca, no llegaron.
(Si le sirve de consuelo, yo vivía todavía más cerca, y cuando recibí el
diploma me fui al teléfono público a contarle a mi mamá que ya me había
graduado. !Ah!, y acuérdese que yo era un rebelde del uniforme, entonces,
nada más piense como subí a recoger el título: me metí las faldas porque me
obligaron, ... que si no...)
Rosibel: -Sí, te recuerdo todo flacucho, pantalón acampanado, pelo crespo
todo alborotado, faldas por fuera y la famosa jaquet roja. Como la jaquet
te llegaba por la cintura y la camisa casi a las rodillas, aquello era
rarísimo, una escalinata lo más vacilona, pero siempre andabas muy
costarricense.
Roberto: -!A sí!, pero con todo y esa vestimenta ,ustedes me querían mucho,
¿o me equivoco?
Rosibel: -!A sí!, eso nadie te lo va a discutir, porque eras el chiquillo que nunca mataba una mosca.
Yo me acuerdo que más de una vez estabas en el muro sentado y eras de los
que nos defendía y nos decías que no peleáramos porque era muy feo. A todo
mundo calmabas, pero eras el que provacabas los pleitos, tirabas la piedra y
escondías la mano.
(No me defiendas compadre!)
Rosibel:
-Más de una vez armaste el pleito con los mudos y tenían que venir
Juan Sancho, Jorge Luis Herrera, un muchacho que se llamaba Ricardo, Luis
Enrique y por ellos te salvabas.
-Roberto: -Ahora soy yo el culpable, pero si mi memoria no me es infiel
ustedes tambíen propiciaban las escaramusas.
Rosibel: -Tenés razón, más de una vez inventábamos que nos tocaron, o que
nos hicieron una zancadilla para que ustedes defendieran nuestro honor y de
paso cada una le hacía barra al chiquillo de sus amores.
Me parece ver a los sordos yéndose todos llorosos a quejarse a la Directora
de su Departamento, pero la señora más bien los regañaba porque les decía
que como habían hecho los ciegos si no ven para atraparlos, entonces a veces
los invitaban a jugar bola con ellos y los que caían en la trampa salían
moqueteados.
(La verdad es que cuando no jugábamos bola entre nosotros invitábamos a las
mujeres para que hicieran su propio equipo y empezara el partido).
Rosibel: -Si es cierto, jugábamos hombres contra mujeres, Sandra Garita,
como era tan larguirucha y veía bastante se ponía de portera, yo no jugaba
pero ni de casita, pero resulta que el árbitro era Oscar Geovanni Abarca,
¿te acordás que le decíamos vaca lógica?
Roberto:
-Claro, por cierto que le gustaba la flaca, que no digo el nombre
pero que está a la par mía.
Rosibel: -Eso era lo que me salvaba, Geovannie arbitraba sólo si me dejaban
jugar y allá iba yo de capitana del equipo femenino.
A veces el equipo de los varones quedaba sin jugadores porque cuando ellos
llevaban la bola, yo me les acercaba y me dejaba caer. Oscar me preguntaba
cómo me sentía y expulsaba al jugador, hasta que no quedaba ninguno, y el
portero, que ya sabía la estrategia madriaba al arbitro y se iba enojado.
(Para Rosibel, la escuela fue más que un centro educativo y sus recuerdos lo
confirman. Ahora damos vuelta a la página y conoceremos qué piensan otros
exalumnos de la escuela).
¿Donde estan los matazanos?
(Los que asistimos a la escuela antes de 1980, recordamos que al oeste de
nuestro pabellón existían varios árboles de Matazanos. Mientras escuchaba a
Margarita Artavia Cubero, relatar sus experiencias como alumna, pasaron por
mi mente aquellos días en que bajo nuestros zapatos quedaban aplastados esos
frutos maduros que nunca volví a probar.
Margarita realizó el primer grado en la escuela de las Juntas de Abangares y
posteriormente se trasladaron a Barrio Cuba, donde siguió la primaria para
trasladarse en 1972 a la escuela Centeno Güell donde, su deficiencia visual
no se constituiría en un obstáculo para su aprendizaje).
Margarita: -Mi primera maestra fue la niña Sara Chinchilla que nos daba
lecciones en las aulas de la casa cuna.
Recuerdo que mis compañeros eran Juan Jorge Alvarado, Alejandro, Juan José
López y algunos otros.
Yo estaba interna de lunes a viernes y los fines de semana me iba para la
casa.
En el dormitorio de las mujeres estaban tres muchachas de colegio, Lidieth, Xinia Jiménez y Vilma Hernández.
El baño tenía tres duchas y como éramos tantas, las primeras tres
compañeras nos levantábamos a las 4:00 de la mañana.
Roberto: -¿Y qué hacían tan temprano listas?
Margarita: -Lavávamos la ropita que nos tocaba, tendíamos la cama y después
nos íbamos al patiecito de tender ropa a jugar "un, dos, tres queso".
Saltábamos la cuerda, jugábamos jackses y si alguna alumna se atrasaba le
ayudábamos para que estuviera a tiempo en el comedor.
Roberto:
-¿Nunca se les ocurrió ir a darse una vuelta antes de las 6:00 de
la mañana, cuando servían el desayuno, para ocupar el tiempo libre?
Margarita: -Sí, una vez Rosario Arroyo y yo nos fuimos a dar vueltas sin
saber que había una perra que se llamaba Ringa, que andaba cuidando las
instalaciones hasta las 6 de la mañana cuando la amarraban.
Resulta que en una de tantas escuchamos ladrar a la perra y salimos
corriendo, pero que va, a Rosario le rompió la ropa y casi la deja desnuda.
Otras veces nos escapábamosa la pulpería de Beatriz, o cruzábamos la calle para ir a la de Montero y sino, nos íbamos más lejos.
Roberto: -¿En esas salidas de la escuela no tuvieron ningún problema?
Margarita:
-Claro, varios. Una vez nos fuimos a caminar y cuando nos dió sed
nos compramos unos helados tan feos que los tiramos al caño, con tan mala
suerte que nos fuimos nosotras también y quedamos embarrialadas.
En otra ocasión, íbamos a darle la vuelta a la manzana, pero afuera de la
escuela, para tocar timbres en las casas, hasta que una señora salió y no
nos dió tiempo de salir corriendo. Nos dijo que en la próxima nos iba echar
agua caliente.
La escuela nos permitía compartir muchas cosas, hasta una ropa que tenían
ahí para que la usáramos. A mí me gustaba un pantalón blanco que
compartíamos varias.
A veces no esperaba que fuera lunes para regresar y el domingo estaba en el
internado, aunque me regañaban por venirme un día antes.
También me dió clases la niña Flor Vargas y cuando estábamos en recreo me
subía a la malla donde se pasaban unos limoncitos verdes que cogía y me los
comía.
Roberto: -¿Y no tuvieron problemas con los varones?
Margarita:
-Ellos eran muy buenos, sólo que un poco terribles, se subían a
la ventana para vernos cuando estábamos mudándonos y cuando una compañera se
dió cuenta se hizo un alboroto... Después vacilábamos averiguando a quién
habían visto en paños menores.
A las que nos quedábamos los fines de semana, nos correspondía limpiar el
dormitorio, lavar los servicios sanitarios y por mi gusto ayudaba a lavar
los trastos de la cocina.
Roberto: -¿Los que tenían baja visión no tenían problemas para que les
dejaran acercarse a la pantalla del televisor?
Margarita: - A nosotras nos gustaba una novela que se llamaba La Señorita
Elena, por eso apenas comíamos salíamos en carrera para coger los primeros
campos, y lo mismo hacíamos cuando daban el Chavo del Ocho.
A la hora del reposo nos poníamos a contar chiles o vacilar para que pasara el tiempo rápido y pudiéramos levantarnos.
A María del Carmen le pusimos "martillito", porque cuando alguien tosía
decía: ¿qué será lo que suena que oigo como un martillo?
A otra compañera le decíamos cuando tosía que sonaba como si tuviera arroz
por dentro.
Algunas veces nos dábamos cuenta que nos habían agarrado los artículos
personales sin permiso y para evitar más quejas nos hicieron unas mesitas de
noche que las dejábamos con llave.
Todos los años nos cambiaban el color de las colchas, el primer año que
estuve eran blancas, el segundo rosadas y así por el estilo.
A veces por andar en esas carreras de la mañana pasaban cosas increíbles.
Recuerdo que cuando tocaban el timbre para ir a desayunar nos íbamos
abrazadas como 4 ó 5 mujeres, cuando de pronto nos dimos cuenta que Rosibel
Quesada venía en paños menores descalza y en combinación, cuando se dió
cuenta pegó carrera para el dormitorio.
Roberto: -¿Después de clases qué hacían?
Margarita: -La niña Isabel Abarca nos enseñaba a bailar con música popular
muy bonita, también la niña Norma Arguedas nos daba ejercicios rítmicos que
presentábamos en televisión y hasta participamos en el Estadio Nacional con
varios números artísticos.
Recibí tejido, clases de cocina, y otras prácticas con doña Ana Ineckén.
El Braille y el ábaco lo aprendí con la niña Maruja Monge y con don Antonio
Cabezas, pero en quinto y sexto tuve la dicha de estar con don Humberto
Marenco, que hasta a cocinar nos enseñaba.
(Recuerdo ese pasaje porque Margarita y yo fuimos compañeros esos dos años y
participamos en la preparación de una Paella Valenciana. Por cierto
Gerardo Mora y yo tuvimos a cargo el fresco. Cuando estábamos exprimiendo
varias naranjas, Gerardo muy serio me contó que una estopa se le había ido a
la olla, cuando le iba a sugerir que la sacara con un cucharón me la enseñó
después de introducir la mano en el jugo).
Margarita: -Nos quedó muy rica, recuerdo que llevaba tres clases de
mariscos, un aperitivo y el antipasto decíamos que era para Oscar Geovannie,
a quein le decíamos vaca.
A las mujeres nos tocó pelar los camarones y echamos la basura normalmente.
Al otro día estaba aquello tremendo y para peores ustedes nos vacilaban.
Con don Humberto estuvimos 12 personas; 08 varones y 04 mujeres que nos
sentábamos en filas de cuatro.
Todos teníamos un número y al pasar lista, él no nos llamaba por el nombr
sino por el número para no complicarse.
En la primera fila se encontraba Rosario, yo era la segunda, Grettel
Jiménez de tercera y Juana Cruz de cuarta.
En la segunda fila el número 05 era Geovannie Abarca, el 06 Ángel Conejo,
el 07 Rigo Mora, el 08 Gerardo Guillén, el 09 Gerardo Mora, el 10 Roberto
Sancho, el 11 Alvaro Vega y el último Luis Nájera.
Con don Humberto fuimos a los Juncales y preparamos una fogata que
prendimos con barañitas (palitos secos), que conseguimos nosotros mismos.
(Por cierto que ese día Alvaro se lanzó a la piscina justamente donde
estaban las gradas y se dió un gran golpe. Después se sentó todo disimulado
a descansar un rato).
Margarita:
-Don Humberto nos hacía pruebas para conocer si teníamos
facilidad para aprender idiomas y como él hablaba inglés, porque se preparó
en Estados Unidos, tenía grandes conocimientos.
Para que nos mantuviéramos informados nos pedía que lleváramos una noticia
cada uno y la compartiéramos en la mañana, entonces un compañero inventó que
el ferri de Puntarenas se había hundido, pero Alvaro Vega, sin querer, lo
desmintió, porque él venía del Puerto.
Rodrigo Mora era especialista en llevar noticias del Vikingo 1 y Vikingo
2, hasta que lo regañaron por ser tan poco investigativo.
(En cambio Gerardo y yo tuvimos un contratiempo porque en una ocasión no
llevábamos noticia y don Alexis Quesada, viendo nuestro apuro nos dijo que
en la autopista Bernardo Soto se había volcado un camión lleno de "puros
chiquitos", por lo humana de la noticia los dos nos peleamos para decirla,
pero como Gerando estaba antes que yo, decidió darla él, después nos dijo
don Alexis que no se trataba de niños sino de puros pequeños y que era para
vacilarnos).
En la biblioteca había un encargado que se llama don Rodolfo Molina, muy
buena persona, pero mejor íbamos acompañadas a la biblioteca porque...
A mí me gustaban las clases de música con don Alexis Quesada que en paz
descanse, porque eran muy amenas.
Una vez nos llevaron a las 09 de la mañana, como de costumbre; la leche y
los bananos y los dejaron en la mesa mientras terminábamos de cantar, don
Alexis tocaba el Punto Guanacasteco y Carlos Ramírez se puso la mano de
bananos en la cabeza y se dió una gran bailada mientras nosotros
vacilábamos.
En otra ocasión le alcanzaron a don Alexis una silla que le faltaba una pata
atrás, cuando se sentó, como era tan grandote "flun", se fue de espaldas,
nos costó levantarlo que no se imagina. También en el internado los
varones hacían de las suyas, por ejemplo con una pistolita de agua mojaban
el timbre de la entrada y cuando la celadora lo tocaba para llamarnos a
comer nada más se oía el gran grito donde la halaba
Roberto: -! Buenas noticias!,- aquí viene llegando Alvaro Vega, y con él
vamos a compartir un ratito.
Alvaro: -Gracias Roberto, sí, yo estuve en la Escuela dos veces, en la
primera recibí clases de mimbre, taller, Braille y otras cosas, en la
segunda ocasión fue donde te conocí a vos, a Carlos Cordero, Angel Ricardo
Conejo y otros compañeros con los que aprendí y vacilé muchísimo.
En esta segunda oportunidad recibí clases con doña Isabel Abarca, a quien
agradezco su comprensión y cariño, además los bailes que nos hacía por las
tardes donde disfrutábamos muchísimo.
Después de salir de la escuela a veces iba a saludar a la niña Isabel que
estaba como Directora y siempre nos trataba con el mismo amor que de
estudiantes, por eso la queremos tanto.
Talvés podría decir muchas cosas importantes de otros profesores como don
Humberto, que fue, sin duda, uno de los mejores, incluso lo que nos enseñó
nos servió para el colegio pero ahora nos duele ir a visitar la escuela.
Roberto: -¿Porqué?
Alvaro: -Bueno, es que ya no es lo mismo, está tan sola, y nos reciben
totalmente diferente, es que antes llegábamos por la tarde y lo atendían
como si los estimaran y uno lo sentía, en cambio, hacé la prueba para que
veás como nos tratan, igual que a extraños.
Roberto: -¿Y qué podemos hacer para que nos sientan como los agradecidos del centro educativo y que llegamos a visitarlos?
Alvaro: -Talvés podemos organizar el Día del Exalumno y reunirnos con los
compañeros y amigos que tantas cosas bonitas compartimos y como nos
acompañábamos unos a otros.
(Por suerte encuentro en los entrevistados un gran reconocimiento a la
escuela, sus funcionarios y alumnos que precisamente pretendo plasmar en
estas páginas para que no lo olvidemos fácilmente).
Del barrial a la casa
(Roy Corrales Orozco, de quien ya hablamos, se reunió con Juan José Sancho
Alvarez y Sonia Ugalde Navarro para entablar la conversación que, gracias a
la magia de la grabación, también nosotros conoceremos a partir de este
momento).
Roberto: -¿En qué años ingresa Sonia a la Escuela de Guadalupe, cómo la
conocíamos y aún se conoce?
Sonia: -Yo llegué en 1978 después de haber estado en una escuela
corriente cuatro años. En ese momento el médico le dijo a mi mamá que me
estaba avanzando la catarata y que era mejor que me trasladara a estudiar
a la Centeno Güell.
El primer año yo andaba muy aparte de los demás estudiantes, pero los dos
años siguientes sí encontré mucho compañerismo.
A mí me gustó la experiencia de pertenecer al coro y estar en algunas
ocasiones interna.
Juan: -Otra cosa que hay que agregar es que nosotros compartíamos no sólo en
el momento de recibir las clases sino que en el internado se daba un
ambiente familiar muy especial.
Yo recuerdo que cuando estuve en el internado, dicho sea de paso muy poco
tiempo, por aquellas cosas de chiquillos, salí bajo un aguacero y, como uno
no podía ver bien, me metí en un charco lleno de barro, por cierto que las
sábanas de nuestras camas eran muy blancas y ésto es importante para lo que
les voy a contar.
Al rato me olvidé del incidente y me fui a jugar a la cama, cuando llegaron
las celadoras vieron la cama llena de barro y eso fue suficiente para que me
expulsaran del internado.
(Junto con él me fui yo por ser hermano de Juan José y por ser mi cama la
que embarrialó).
En otra oportunidad nos fuimos hasta la bodega, con muy buena suerte porque
logramos sustraer un paquete de leche en polvo, el problema fue que
estuviera rota y dejamos un camino blanco que fue seguido para sorpendernos
y castigarnos.
Además de esas travesuras, muchas veces nos íbamos a pelear con los sordos y
siempre les ganábamos, porque yo me sentía como un superman defendiendo a
mis amigos de departamento.
-Sonia: -Nosotros también formamos como una especie de banda en el internado
y nos reuníamos por las noches en el salón que está al frente del comedor,
para contar las cosas que hacíamos. También entre el taller y el internado
había un espacio pequeño donde más de 15 personas jugábamos casita.
-Roy:
-En las horas de almuerzo también pasaban cosas, por ejemplo, un día
nos dieron huevo duro yo le pegué un mordizco al mío y quedó la mitad,
entonces en la yema, talvés producto de la imaginación o cosas de chiquillo,
yo vi tres huequillos y dije: Ah, este huevo ya casi estaba haciéndose
pollito porque aquí están los dos huequillos de los ojos y otro del pico.
La cosa no pasó a más, pero, a la hora del reposo llegó una celadora y me
dijo: Roy, hágame el favor, eso que usted dijo es una falta de respeto a
nosotras. -Quién sabe que fue lo que les molestó tanto, porque yo no tuve
ninguna mala intención con el comentario.
Sonia: -A veces decimos que le dábamos vuelta a la escuela en los recreos,
pero yo recuerdo que nosotros comíamos a las 05 de la tarde y después nos
íbamos para los cuartos a perfumarnos, lavarnos los dientes y seguíamos
dándole vuelta al departamento hasta que nos llamaban para dormir.
Juan: -Hubo estudiantes que los que los conocimos no los podemos olvidar, como Toña la Negra. Era una muchacha con algo de retardo mental y
problemas visuales, los más viejos le decíamos Toña la loca, tira la bola,
saca la pistola... y teníamos que salir corriendo para que no nos alcanzara
y, a veces nos llevábamos en banda a los que estaban dándole vuelta al
pabellón.
-Hablando de maestros yo recuerdo a una que le decíamos el coronel o la
patrulla, se llamaba Nelly Mesa y cuando estaba en el kinder me halaba las
orejas sin ningún motivo.
(Escucho a Juan José y recuerdo a doña Nelly, porque a mí también me dio
clases ella. Era una enamorada de la disciplina, le gustaba que sus alumnos
tuvieran las uñas limpias y recortadas, por eso nos las cortaba todas las
semana hasta que se nos viera la sangre. En música nos ponía a marchar al
ritmo de la marcha que don Alexis Quesada ejecutara en el piano y alguna vez
compuso una canción infantil acerca de la abejas. Mientras don Alexis hacía
la introducción nosotros movíamos la cabeza en forma circular, luego
cantábamos: "sun sun sun, vuelan las abejitas sobre la flor, sun sun sun,
llegan a sus corolas a tomar miel, sun sun sun, llevan la miel...).
- Me acuerdo de dos maestros muy buenos: Edgar Araya y Humberto Marenco,
también estaba doña Margarita Castro, que nos daba Braille de mesa en mesa
y se echaba unos bostezos que lo dormían a uno. También estaba don Antonio
Cabezas, que cuando nos daba clases era una fiesta aquello, porque nadie le
ponía atención y era una de las clases donde menos se aprendía.
Sonia: -Un maestro, que a pesar de impartir educación física trataba de
enseñar lo más posible, era don José Neri Picado.
(Juan, Roy y Sonia, sienten que su querida escuela poco a poco va
desapareciendo, dicen que las causas se ubican en el fallecimiento o
jubilación de los maestros que dieron sus fuerzas para lograr nuestra
formación y otra causa es la nueva filosofía educativa que ha hecho que el
departamento atienda únicamente a los niños con discapacidad múltiple,
mientras que los no videntes y deficientes visuales se integran en los
centros educativos de su comunidad. En ellos se percibe un aire de
nostalgia por la escuela de sus tiempos que, a pesar de las debilidades
educativas, tenía una gran fortaleza humana.
¿Será acaso ese sentimiento el mismo que me expresaron un grupo de adultos
no videntes, quienes debieron pedir prestadas las instalaciones del
Departamento de Audición y Lenguaje porque el de Deficientes Visuales les
fue negado para celebrar, con una cena, el Día de la Madre de 1997?)
La tertulia
(Al filo de la medianoche del 22 de agosto de 1997, tres amigos se despedían
en Heredia y daban por concluída la tarea. Olman Hernández, Walter Ramírez y
Manuel Jiménez, despertaron sus recuerdos de infancia para compartirlos con
nosotros.
La tarea fue fructífera y como en todo tiempo pasado, los recuerdos se
suceden unos a otros sin respetar órdenes cronológicas ni prioridades
jerárquicas. Así como Manuel, Walter y Olman disfrutaron contándonos sus
vivencias, nosotros se las trasladamos a ustedes para que se deleiten).
Manuel: -Yo recuerdo cuando Walter llegó con el chupón, tenía cuatro años.
En ese tiempo el pabellón verde tenía corredores y el de sordos era de
madera; era la época de las vacas gordas, cuando el gobierno norteamericano
nos mandaba materiales muy buenos.
Walter:
-Sí, todavía me acuerdo de unas pizarras que habían con barras de
plomo que tenían en un extremo una rayita y en el otro dos puntas. Por
cierto que las conocí cuando era alumno de la niña Maruja y si uno hacía mal
el trabajo que le ponía, le cogía los dedos y se los apretaba contra esas
puntas, mientras nos decía: "toque, toque", y las yemas sangrando. Era como
la metodología de doña Nelly.
Algo me llamaba la atención de doña Nelly, era que ponía agua a hervir,
luego depositaba en la cafetera las famosas bolinchas,(canicas), después le
acercaba a uno las manos al vapor para ver hasta donde uno aguantaba y
cuando uno más o menos dominaba la temperatura, ella enfriaba un poquito el
agua y nos obligaba a meter la mano para buscar las bolinchas. Claro que
como la piel de uno era muy sensible, el ejercicio resultaba bastante
grosero.
Olman: -Yo estuve en primero y segundo con la niña Maruja, tercero y cuartocon la niña Isabel Abarca y, quinto y sexto que fue donde aprendí más, con Humberto Marenco.
Manuel: -Yo estuve en primero con doña Nelly, en segundo con doña Margarita
Castro, tercero con don Antonio Cabezas, que le decíamos don Antonio Jupas
; cuarto, quinto y sexto con Marenco, que por cierto nos ponían a hacer fila para indicarnos quién iba a ser el maestro y cuando nos llamaban con don
Humberto o doña Dorita era como sacarse la lotería.
Nos tocaba en un aula de la esquina con ventanas y una mesa grande donde
vendíamos café, melcochas y todo eso.
Olman: -La torta era cuando una melcocha estaba premiada porque nos
llevábamos media lección sacando cuánto nos quedaba de ganancia, y entonces
nos poníamos las botas de 7 leguas para ir a pie a la fábrica de melcochas.
Manuel: -Ese era un ejercicio porque otros iban todos los días al correo
para ver si en el apartado 3 Guadalupe, había algo para nosotros.
Walter: -Y el salto en garrocha, los sancos y la pirámide humana , dónde me las dejan?.
Olman: -Y recuerdan la lona?
Walter: -! Cuantas veces se salía uno de la lona! -, iba a escuerar uno
allá... !larguísimo!, sin contar los sancos y el ascensor indio, por lo
menos yo sólo recuerdo una persona que dominaba muy bien los sancos, era
Juan Sancho
Manuel: -Yo me acuerdo que caminábamos en un estañón y un día casi me
quiebro los dientes.
Esos eran los juegos que teníamos, sin olvidar el famoso caballito campeón,
el tractor y la bicicleta que la hacíamos entre 03 personas, y para que no
nos faltara nos llevaban a la piscina de Alfredo Cruz.
Olman: -Nada como los desfiles que hacía Marenco. Nos íbamos por la calle
de atrás de la escuela, donde está el cementerio. Dos hileras cuando venía
un carro, pero en esa época casi no pasaban carros por ahí.
Walter:
-¿No es cierto que don Humberto tenía un carro y que los llevaba a
ustedes?
Olman: - ¡Ah, sí, yo me acuerdo!, era un lanchón que él manejaba y Nelson
Gamboa le iba avisando. Entonces llegaba a la esquina y sacaba la trompa y
decía: "puedo darle, puedo darle?" y Nelson: "dele dele, suave, suave que se
nos metió un perro" y ya se lo había levantado Marenco.
Walter: -Me parece estarlo viendo, gorrilla, lentes oscuros, camiseta
blanca y panzón.
Olman: -Le enseñaba a uno de todo.
Manuel: -Sí claro, nos preparó cuatro viajes a la toma de agua de Guadalupe,
uno a la Escuela de Aviación, a la Cruz de Alajuelita y nos llevó a Lagos de
Lindora. Con él empezamos una lancha, que pasó por varias generaciones y
que, finalmente, fue a parar en un lago.
Walter: -Además de don Humberto estuvo don Edgar Araya, quien también dejó
muchas enseñanzas, como construir lámparas, cocinas, calentadores, canastas
para ropa, carretillos y las gabetas o mesitas de noche que teníamos en los
cuartos, las hizo don Edgar.
Manuel: -También hacíamos chorriadores, yo todavía tengo uno, se lo regalé
a mi mamá por cierto un 15 de agosto, yo no sé hace cuantos años.....
Walter: -Enderéseme esta varilla de construcción a punta de maso, nos
decía, y nos ponía a cortar hojas de lata.
Walter:
-Recuerdan a Berta, la maestra de religión? Nos llevaba una
plasticina que hacía en la casa. Harina, sal, agua y color artificial. Ella
no sabía qué color era, pero igual le echaba a lo que callera.
Manuel: -La escuela tenía gente pequeña, mediana y grande, estaban desde
Cochecho (José Humberto Rueda), hasta Walter, que usaba chupón.
Walter: -No, yo creo que había gente más vieja que Cochecho. Recuerdo a
Sergio, Víctor Vargas, Dagoberto Martínez, Miguel Carvajal.
Manuel: -La enseñanza de ese tiempo era más o menos. Algunas fundaciones
norteamericanas nos donaban material.
Olman: -Lo que yo nunca me encontré fue un bastón.
Walter: -Sí, el de Rodolfo Molina y el de don Alexis, aunque para nosotros
no existían.
Manuel: -No habían porque siempre se nos engañó. Recuerden que nos decían
que no los necesitábamos. Eso fue un choque cuando nos enfrentamos con
nosotros mismos, especialmente, los que padecemos Retinosis. Don Humberto
nos llevaba en una sola carrera por el Mercado Central cuando todavía eran
carretones con caballos los que hacían fila en las calles de los
alrededores.
Olman: -Es que don Humberto lo preparaba a uno para todas las situaciones
de la vida, hasta nos decía: "si van a sacar plata háganlo donde haya
cemento, porque si se les cae ustedes pueden escuchar". Además, agregaba:
"dejen las cosas en su lugar para que no tengan que estarlas buscando".
Manuel: -Si a uno se le llenaba el zapato de gracia de perro, tenía que
quitárselo y olerlo poco a poco hasta que le llegara el olor, para saber
dónde tenía que limpiarlo.
Walter: -Ustedes hablan de los últimos años de escuela pero en los primeros
pasaba cada cosa...... Recuerdo que doña Nelly nos estaba enseñando a coser,
a mí se me cayó dos veces la aguja y en la tercera se le acabó la paciencia
y me agarró de una oreja !tan fuerte!- que me la rompió y era cualquier
cantidad de sangre la que me sacó, y recuerdo unos vastidores como la
única cosa que nos enseñaban a completar, eran como las famosas flores que
hacían con doña Ana Ineckén, eran preciosas y había que despuntarlas a pura
punta de agujas.
Manuel: -También teníamos juegos preciosos, recuerdo unos legos que jamás
volví a encontrar iguales, un juego de lotería especial que tenía doña Dora,
el dominó de alto relieve y no de bajo relieve como los conocemos ahora.
Walter: -La verdad que la parte académica la salvaban doña Dora y don
Humberto.
Olman: -Es que don Humberto era bueno en todo campo, desde las matemáticas
hasta el dibujo y doña Dora igual, eran de una misma formación.
Manuel: -Es que ellos se formaron en Estados Unidos.
Walter: -¿Y don Antonio Cabezas también?
Manuel: -No, él se preparó en Colombia y esa es la diferencia entre estudiar en un país desarrollado y uno subdesarrollado.
Walter:
-Don Antonio lo que aprendió fue a dormir, nos decía: apréndanse la
lectura y ahorita se las tomo, sonaba el timbre de recreo y el hombre estaba
bien dormido en su sillón de mimbre.
Manuel:
-Muchas veces estaba ..dando clases.. y nosotros, montados en una
aspiradora dando vueltas por la clase.
Walter: -Pero nada como el asunto de don Alexis y sus empanadas, nos
mandaba a comprarle 04 ó 06 empanadas, se las echaba en una bolsa del saco y
sacaba de la otra la leche que llevaba, la mordía en una punta y comía y
tomaba, después se limpiaba la grasa en la cabeza de un alumno o en la de él
mismo.
Manuel: -El saco que tenía se paraba solo, con manteca de 04 ó 05 días, ahí
se ponía ..-bajo aquel sol... no había ni que preguntarle qué perfume usaba.
Walter: -Y todos le safábamos cuando tenía que limpiar las melódicas, me
decía :"Walter traéme la pianica", yo le quitaba la boquilla y le decía que
así sonaba mejor, entonces me explicaba cómo limpiarla, era apretándole un
botón que tenía abajo, la soplaba y ese agualotal que salía, pero era de él
no de nosotros.
Manuel: -Eran épocas de soledad, me imagino el sacrificio que hacían los
padres para desprenderse de sus hijos tan pequeños, así como el caso de
Walter que tenía 4 años, yo creo que no hubiera podido dejar a uno de los
míos interno a esa edad.
Walter: -En mi caso personal, para poder dormirme me daban el famoso
Donatal, y si no me lo suministraban eran las 12, la 1 ó las 2 de la mañana
y yo seguía dando qué hacer.
Manuel: -También nosotros éramos medio torterillos, recuerdo que Víctor
Ordoñez era el cabecilla, entonces nos dijo que teníamos que celebrar el 11
de octubre, fuímos, compramos vino y !diay sí..!-. ocho días de suspensión.
Lo que pasa es que habían preferencias y yo por dicha pertenecía a una
familia que era bien vista junto con los Gutiérrez y los Hernández.
Walter: -Yo creo Manuel, que esas cosas pasaban por estar encerrado ahí
tanto tiempo, ustedes lo hicieron por buscar una válvula de escape. La
verdad es que también nos entreteníamos con la famosa guerra de zapatos. En
la noche estaba uno durmiendo cuando sentía que le pasaban los zapatos
silbando. También se le sacó una correa a una máquina de escribir, luego nos
la arrollábamos en la mano y se la lanzábamos a alguien que estuviera
dormido. El sonido que uno escuchaba en el aire despertaba a cualquiera.
Manuel: -A Hugo Araya le hicimos una broma... Resulta que el hombre se
levantaba corriendo para el baño, entonces le amarramos un mecate atravesado
y cuando nos dimos cuenta llevaba el catre arrastrado.
Walter: -A Rigo Mora le pasó algo parecido. Resulta que cada vez que iba
al baño cogía impulso para lanzarse a la cama, entonces nos pusimos de
acuerdo varios compañeros y le acomodamos la mesita de noche en el catre...
cuando se tiró con todo impulso, quedó abrazado a la mesa y nada más oímos
el costalazo y un "maldición" que le salió de lo más profundo.
Olman: -Pobres catres, nosotros teníamos que reposar por obligación,
entonces nos poníamos a brincar para ver quién duraba más, algunos catres
tenían las mallas tocando el suelo.
Manuel: -Nosotros corríamos encima de los catres y teníamos una velocidad
que cuando llegaba doña Elizabeth Trejos la celadora que era muy brava por
cierto, nosotros corríamos a la cama de cada uno. Una noche llegó, y cuando
salí corriendo, pegué un dedo y me encontró revolcándome en el suelo.
Olman: -¿Y los pleitos?. Me acuerdo que yo estaba en el cuarto de los
grandes y una vez me echaron a pelear con Manuel, como yo era más pequeño,
cuando oí:"que se agarren, que se agarren", me puse en el pasillo todo
cuadrado y cuando sentí fue que Manuel me dió un cañazo que me dejó
llorando.
Manuel: -Los de eso eran los grandes como Hugo Gómez, que nos ponían a
pelear, yo me agarré como 04 veces. Con Luis Enrique, que le decíamos
Acorchón, me apañé dos veces, una en la plaza jugando bola. Resulta que
me patió y yo le dije:- "qué es la cosa?"-, paramos el partido y nos dimos,
la otra vez fue en el cuarto, se puso de majadero y lo tiré al suelo, le di
por la nariz y lo dejé pidiendo agua. También me echaron a pelear con
Alvarillo Sánchez y creo que con Hugo Araya.
Walter: -Don Alexis organizaba unas carreras alrededor de la escuela,
!cuántas canoas hacíamos arrancadas!, ¿recuerdan?
Manuel:
-Yo lo que recuerdo es de las fiestas que organizaba que se
llamaban del Elefante Blanco; era como un tipo de amigo invisible que
hacíamos a fin de año con intercambio de regalos y todo; algunos daban cosas
bonitas, pero otros daban hasta hojas de amapola. Don Alexis tenía un juego
que se llamaba la papa caliente, nos ponía en círculo y pasábamos el juguete
de cuerda hasta que parara perdiendo el que la tuviera en las manos en ese
momento.
Ahora que Walter hablaba de las guerras, me acordé que eso era cosa de todos
los días, los maestros hacían casi redadas por todas las aulas y la
dirección de doña Dorita pasaba llena. Me acuerdo que Hugo Araya se hacía
siempre la víctima y decía: "es que, mire doña Dora, yo no sé que le pasa a
doña Cristina, yo creo que me lleva clavo, y le dice doña Dora: "no, no
señor, de usted se queja todo el mundo y a usted, Manuel, si sigue así, no
le vamos a permitir pasar ni por el frente de la escuela".
Walter: - Mi mamá le pagaba a Hugo una peseta para que me llevara y trajera
todas las semanas.
Manuel: -A repartir ciegos ahí por la parada de Heredia. Traía a Conejo,
traía a Miguel Carvajal. Claro, una peseta era plata en esos tiempos.
Olman: - A mí me daban ¢1.75 (un colón con setenta y cinco céntimos), por
semana, un cacho costaba ¢0.30 (treinta céntimos), una cajeta un 0. 5 (cinco
céntimos(, un refresco Lift costaba como¢0. 20 (veinte céntimos).
Manuel: -Doña Beatriz nos vendía sandwiches de a ¢0.15 (quince
céntimos),¢0.20 (veinte céntimos) y una peseta, de acuerdo a lo que
quisiéramos, queso, natilla o mortadela. También nos vendía resistencias,
marcianos y ruedas de carreta, por cierto que jugábamos degracias y le
quitaban todo a uno.
Water: -En la escuela había un coleccionista de radios, que no vamos a
decir el nombre, pero todos los fines de semana se perdía un radio del
cuarto.
Manuel: -Las malas lenguas decían que los radios estaban en Heredia, pero no
decían dónde, seguro después puso un almacén.
Olman: -Es que todos teníamos radio para escuchar las Novelas, Cuentos y
Leyendas, Tres Patines, el Ja-Ja del Aire y toda la programación de
Columbia.
Manuel: -El que no podía comprarlo nada más lo pedía a fin de año porque
nos daban lo que quisiéramos, en aquellas fiestas donde todo sobraba, estaba
uno almorzando, cuando sentía una caja a la par con el regalo que había
pedido.
Walter: -Nosotros nos íbamos los fines de semana para la casa y después ya
no queríamos regresar a la escuela. Para mí era un tormento los lunes.
Recuerdo una vez, el chofer de los buses especiales que tenía la escuela
para que nos recogiera no cerró la puerta de atrás y en un alto que estaba
exactamente en el parque de Santo Domingo, me hice mandado y todos los
encargados de cuidarnos se me pusieron atrás para alcanzarme, me les metía
por un lado, me salía por otro, hasta que, desgraciadamente, un policía me
apañó y para ellos fue un susto tremendo que yo cruzara la calle para
devolverme a la casa.
Manuel:
-Yo creo que en la escuela hubo gente visionaria como don
Humberto, lamentablemente no los entendieron, no los entienden y
probablemente no los entenderán, en cambio don Antonio andaba con unas
babecillas y decía: "chitos, chitos, chitos", después se sentaba en el
muro y el sol le brillaba en la cabeza en una parte que no tenía ni un pelo.
Walter: -Era la coronilla la que reflejaba el sol. Ustedes tuvieron la
suerte de aprender a cocinar empanadas, azar salchichón y carne con don
Humberto cuando los llevaba de paseo y tenían que conseguir hasta la leña,
en cambio yo recuerdo que con doña María Eugenia Monge yo aprendí a leer y
aguantarle las chichas. Medio tiempo nos decía: "léanse ésto- y el otro
medio nos ponía a leérselo.
Manuel: -Por eso seguro nos gustaba más jugar con metrallas, torpedos,
luces de bengala, que ir a clases de lectura en Braille con don Antonio y
ellos.
Walter: -Así cogíamos un tubo de cañería, un cordón de zapato y la pólvora
de una caja de fósforos lo taponábamos y le dábamos contra el muro, aquello
sonaba como una bombeta. Además de los maestros que uno recuerda por
buenos o por malos, también recuerdo los personajes que llegaron como
alumnos, por ejemplo Toña la Negra, que nos dió muchos problemas.
Manuel: -Sí, era un personaje porque cuando llegó nos mandaba lejos de
ella, levantaba los brazos y ..!uf!..hasta luego.
Walter: -Negra, fea y con retardo, era un caso, pero vean qué curioso,
estoy hablando de un caso extremo, pero al otro lado estaba Marjorie, que
era una chiquita querida por todos, nosotros la andábamos paseando en la
silla de ruedas por todas partes, también estaba Juancito, que se pasaba
moviendo la cabeza todo el día.
Manuel:
-Que movieran la cabeza eran Los Palma, Alejandro y Mario. Eran
dos hermanos de Nicaragua, - ¿recuerdan? - Se ubicaban uno a cada extremo
del pabellón y narraban partidos de la Liga, porque eran manudos
envenenados. Vivían fútbol, todos los partidos eran ganados por Alajuela y
los contrincantes salían goliados. Otros nicaragüenses eran Enrique Eliú
y Otto Martín Zamora, las familias de ellos tenían mucho dinero, de hecho en
la escuela los chiniaban mucho, tenían alimentación diferente, juguetes
lindísimos y un trato preferencial.
Walter: -Era igual a como trataban a Sady y Efraín,quienes provenían de
familia humilde, de 27 de Abril-Guanacaste y eran marginados. Otto y
Enrique estaban en polos totalmente opuestos, otros dos manudos
envenenados.
Manuel: -Nosotros jugábamos bola, y cuando metía un gol decía don Alexis:
"Mirá, hiciste una jugada idéntica a la de tal jugador".
Walter: -¡Hombre!, y recuerdo las novelas que protagonizaba Martín Carvajal
a las 07 de la noche, nosotros éramos actores.
(Manuel, Olman y Walter, se retiran a descansar, pero sus vivencias
perdurarán con nosotros provocándonos una sonrisa cuando recordemos esas
lindas anécdotas).
Del colegio a la escuela
(En 1984, cuando la integración ya estaba funcionando en nuestro país desde
hacía varios años, una estudiante del Colegio Técnico Profesional de Venecia
de San Carlos, cursaba el décimo año sin saber que las personas ciegas y
deficientes visuales utilizaban un sistema de lecto-escritura especial.
Emilia Piedra Miranda y sus hermanos pasaron su niñez y adolescencia sin
conocer un bastón blanco, un ábaco y una escuela especial para ellos.
Nos acercamos al colegio con Emilia para conversar con el nuevo director,
don Jorge Barquero. Ella mantuvo un diálogo de poco más de dos horas y
nosotros nos enteramos de los pormenores en este momento. Emilia habla con
Don Jorge acerca del comité pro-compra de libros que lidera y otras
actividades que desarrolla desde su puesto de alumna. Don Jorge la escucha
con atención y luego dice:)
-Jorge: - Me encuentro muy sorprendido de saber que vos sos una persona con
una limitación visual y que no contás con ninguna asesoría especial, quiero
contarte que en este país existen personas responsables de la educación
especial, por ejemplo, en el Ministerio de Educación está don Francisco
Arias. ¿Has escuchado hablar de él?
-Emilia: - No, don Jorge,-!Jamás!.
-Jorge: - Bueno, también existe una escuela en Guadalupe que se llama
Fernando Centeno Güel, que se encarga de la Rehabilitación de personas
como vos. Ya verás como vas a aprender a movilizarte sola y a escribir en
un sistema especial que en este momento no recuerdo como se llama.
-Emilia: - ¿Cómo se movilizan solos?
-Jorge: - Bueno, allá en San José se movilizan con un bastón que es una especie de varillita- que les enseñan a usar.
Niña, como veo que sos una persona inteligente y muy activa voy a tratar de
ayudarte para que logrés tener un futuro mejor.
(El señor Jorge Barquero conoció en la secundaria a Juan Diego González y
por eso cuando éste perdió la vista se enteró de que existían instituciones
especializadas que ahora también podían ayudar a Emilia. Cuando el Avión
Hospital del Proyecto Orbis arribó al país, don Jorge Barquero consiguió
que a Emilia y a sus hermanos se les atendiera para conocer si era posible
operarlos y que recuperaran la vista).
-Emilia: - Ahí fue cuando me di cuenta que mi enfermedad era Retinosis
Pigmentaria y que no se podía curar. ¡Qué decepcionada salí de ese
consultorio!. Tuve intenciones de quitarme la vida, pero Dios que es tan
grande hizo que pasara por ese lugar una muchacha que caminaba con las
manos, porque no tenía piernas. Se llamaba Yanori y años más tarde supe que
a pesar de su discapacidad era feliz. A ella le doy las gracias por haberme
salvado la vida.
(Un día de tantos llegó al colegio Don Francisco Arias, quien en
representación del Ministerio de Educación, se reunió con los profesores de
Emilia y posteriormente con ella donde intercambiaron impresiones).
-Francisco: -¿Cómo es posible que usted sin ningún tipo de rehabilitación
haya llegado hasta cuarto año?- Voy a tratar de ayudarla.
(Veintidós días después se presentó en el colegio la educadora Priscilla
Bresciani, quien le mostró por primera vez el sistema Braille. El 10 de
setiembre de 1984, Emilia y sus tres hermanos dejaron su tierra natal para
trasladarse por tres meses al Centro Nacional de Educación Especial
Fernando Centeno Güell).
-Emilia: -La directora, doña Isabel Abarca, nos recibió y luego nos mostró
las instalaciones y nos presentó a los maestros. Después de conocer el
comedor y el aula de música, donde el profesor Víctor Segundo Vargas nos dió
la bienvenida, recibimos una gran sorpresa cuando nos llevaron a la
biblioteca.
-"Hola señoritas ¿cómo están?, ¿cómo se llaman ustedes?",
Nos dijo un señor muy amable. Era el encargado, don Rodolfo Molina. Él es
ciego y trabajaba con libros, nos pusimos muy contentas y nuestras cabezas
se llenaron de ilusiones.
Doña Isabel nos hacía sentir personas importantes, nos llevaba a
Mc.Donald's, Burguer King, As de Oros; recorríamos tiendas, verdulerías y
supermercados para que aprendiéramos a comprar y a desenvolvernos por
nosotras mismas.
A los 03 días de estar en la escuela quise realizar una llamada telefónica a
mi casa, doña Isabel le pidió a un muchacho, que llegó a visitarla, que me
acompañara. Él se presentó y me dijo que se llamaba Manuel Jiménez. Me
mostró cómo se utilizaba el bastón, y cuando llegamos al teléfono me enseñó
a marcar.
El 14 de setiembre alistamos los faroles y nos preparamos para desfilar,
sin embargo, la lluvia lo impidió parcialmente porque desfilamos por el
edificio.
¡Qué lindo!, primera vez, en los 23 años de mi vida, que asistía a un
desfile de faroles.
Con el tiempo conocí a muchas personas ciegas que estudiaron en la escuela,
me contaban que disfrutaban mucho, era una comunidad preciosa y llena de
amor.
Me dijeron que: de la escuela salían matrimonios; que los alumnos lloraban
cuando salían de vacaciones,-!Uh!- sin embargo era otro tiempo.
Recuerdo que la primera profesora que tuve fue Romelia Gutiérrez. También
tuvimos a Víctor Vargas, Marta Carnivali, Flor Vargas y muchos otros.
El 07 de diciembre nos sentíamos muy tristes porque teníamos que
despedirnos de la escuela. ¡Dios mío, cómo es posible que tengamos que irnos
de un hogar donde teníamos maravillosos sueños!. Bueno pero todo tiene
principio y fin; ya sabía Braille, orientación y movilidad.
Algunos compañeros, exalumnos de la escuela nos alentaban y nos decían que
ellos empezaron lavando carros y que, con la ayuda de don Alexis, muerto
hace un año, doña Clarisa, doña Dorita y otras personas, habían surgido.
La escuela no era muy grande, pero se sentía mucho calor humano, amor,
bondad y todos los días se aprendía algo nuevo.
Recuerdo, además, que algo me impresionó mucho. El 15 de setiembre desfiló
una banda integrada por alumnos sordos; la gente de Guadalupe les aplaudía
mucho.
También estuve en un partido de solteros y casados donde los jugadores eran
ciegos y la bola tenía cascabeles por dentro.
(Hoy Emilia labora en una microempresa de masoterapia denominada Clínica
Génesis integrada por personas ciegas y deficientes visuales. Emilia es
casada, tiene hijos y trabaja, además, en un hotel. Actualmente continúa
estudiando en el Colegio Universitario de Alajuela (CUNA). Este caso
constituye una excepción al Sistema Educativo pues Emilia y sus hermanos no
se incorporaron a la educación especial cuando por edad les correspondía, y
lo hicieron cuando las nuevas corrientes "integracionistas" habían
deshechado la educación tradicional que ocupa a lo largo de este documento
un lugar primordial en la vida de los protagonistas).
Hace dos décadas tuve el privilegio de ser uno de los estudiantes de Don
Humberto Marenco Ovares.
Veinte años después dedico estas páginas a ese gran hombre, que con su
sabiduría, supo imprimirnos una visión de la vida, de cara al futuro.
Con don Humberto aprendimos que la vida nos presenta obstáculos, pero
también nos mostró la forma de salvarlos.
Hoy, quienes lo conocimos deseamos rendir un tributo al humanista, maestro y
gran amigo: Humberto Marenco Ovares.
Roberto Sancho Alvarez
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