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Fue en tiempos de la Segunda Guerra Mundial Los sucesos acaecidos durante los años treinta y cuarenta del siglo veinte afectaron las vidas de quienes sobrevivieron la fatídica guerra mundial, así también cambió, para mal, la vida de los alemanes residentes en Costa Rica, quienes habían venido buscando un horizonte mejor. Asistimos a una conversación con familiares de don Juan Bansbach, Hilda, Bruno y Otto Miller, quienes vinieron de Alemania para asentarse aquí en Costa Rica. Carlos Miller, hijo de don Bruno, nos cuenta que en aquel tiempo, las colonias alemana, italiana y española eran muy fuertes económicamente. Así se observa, por ejemplo, que en el Cementerio General de la Ciudad de San José hay grandes monumentos italianos y españoles. El terreno que ocupa en la actualidad el Liceo Napoleón Quesada fue expropiado al Club Alemán, donde los domingos jugaban balonmano, con piscina, además de campo para solaz espacimiento y un Restaurant. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial los alemanes fueron encarcelados y posteriormente deportados a los Estados Unidos ante la declaratoria de guerra contra Alemania por parte de Costa Rica. Carlos Miller nos dice "Yo estaba en Segundo Grado del Kinder hasta julio del año 1942, cuando la Escuela Alemana cerró". Recuerdo que a los alemanes en Costa Rica los encerraron en unos Campos de Concentración en La Sabana. A don Juan lo llevaron ahí y le permitían salir a arreglar o dar mantenimiento a instrumentos de la Catedral. Incluso los alemanes recluidos aprovechaban esas salidas de don Juan Bnasbach para pedirle llevar y traer cartas a sus familias. Cuando nació Willmar, el primer hijo de don Juan y doña Hilda, fue precisamente cuando aquí en Costa Rica se empezó a poner difícil el ambiente. Luego nació Clarita y los alemanes fueron encarcelados. Las esposas con hijos pequeños, como mi mamá que tenía tres pequeños y Tante Hilda tenía dos y de camino Peter. quedaron, de un día para otro, las mujeres con sus maridos encerrados. Cuando estos alemanes encarcelados en La Sabana fueron enviados a los Estados Unidos don Juan y doña Hilda decidieron que ella se quedara aquí en Costa Rica con los hijos en la casa en la que ellos vivían mientras que Oncle Hans estuvo unos tres años afuera. Cuando él volvió en el año 1946 inició otra vez el negocio Instrumentos Musicales Juan Bansbach. La familia Miller Cuando los alemanes fueron deportados a los Estados Unidos, los dos hermanos Otto y Bruno Miller fueron enviados ahí junto con sus familias. Nos dice don Carlos Miller que "el campamento de nosotros era un Familien”, sea, familiar. Tenía hospital y ahí nació mi hermano Bernardo. En el Hospital había médicos alemanes y gringos para ciertas especialidades. Entre los prisioneros alemanes había varios ingenieros. Entretanto doña Hilda Miller permaneció en Costa Rica. Según nos cuenta Clara Bansbach: "para mi mamá fue una época muy difícil. Verdaderamente yo no recuerdo de eso, porque cuando uno está en la niñez no se percata de muchas situaciones; pero recuerdo que mamá nos contaba que las amistades costarricenses que ella tuvo, le dieron la espalda, le volvieron la cara, le negaron toda posible ayuda ya fuera porque los mismo costarricenses en general tenían miedo de posibles represalias por involucrarse con alemanes, o bien, porignorancia o por lo que fuera, por lo que de un momento al otro ella se sintió completamente sola; con mucha penuria, porque entre sus vicisitudes, verdad, con tres hijos, mantenerlos y darles de comer, fue muy duro. Mamá nos contaba que don Bruno, el papá de Carlos, antes de irse le dijo: - Hilda, en el Colegio Seminario al padre Kern, que es el tesorero del colegio, le estoy dejando un dinero por si en algún momento tenés demasiada necesidad, vas donde el padre Kern y le pedís ayuda. Yo sé que mamá varias veces tuvo que ir a pedirle ayuda al padre Kern. En ese tiempo el Colegio Seminario en avenida cuatro calle primera de San José donde hoy existe el Banco Popular. De la familia de Marlise Doña Marlise Steinvorth Herrera es descendiente de alemanes por el lado paterno y descediente de costarricenses por el lado materno. En el momento en que se dieron estos hechos, sus padres aún no estaban casados, ni siquiera se conocían. No obstante, su familia materna estaba estrechamente ligada con alemanes, propiamente en el ambiente laboral, pues, su abuelo don Arturo Herrera Orozco, era funcionario de confianza del Almacén Koberg, propiedad de don Max Koberg Bolandi. En julio del año 1942, las empresas alemanas en San José fueron atacadas por turbas enardecidas y el almacén Koberg no fue la excepción. Don Arturo Herrera Orozco, padre de doña Elsa Herrera Pinto, la mamá de doña Marlise, enfrentó esta situación personalmente, debido al puesto que tenía en la empresa. La familia considera que la impresión de esta amarga experiencia, le provocó severos daños al punto que, posteriormente, pudo ocasionarle su muerte. Doña Marlise nos comenta que su padre, don Eberhard Steinvorth Werth, contaba sobre su estadía en los campos de concentración en Estados Unidos, cuando aún era soltero. El motivo porque lo mandaron era que había trabajado con el alemán don Carlos Kitshel y, "como mi papá enviaba dinero a mi abuela que vivía en Alemania y ellos tenían algunas propiedades todavía en Alemania, fue prisionero en tres Campos de Concentración; uno en Costa Rica, otro en Texas y luego en Mississippi. Mi padre (nos contaba que en el campo de concentración en los Estados Unidos) comenzó a trabajar en la cocina para poder comer un poquito mejor. Decía que entre los mayores problemas que tenían estos prisioneros era el aburrimiento, con lo que más de uno optó por suicidarse. Es notorio que a algunos prisioneros les fue mejor mientras que a otros no les fue tan bien. Verdad. Mi padre, ciertamente, llegó el momento en donde se le permitió también trabajar. Él estuvo así tres años preso y no fue para él como un tiempo bonito, porque siempre fueron tratados muy mal". Clara acota diciendo que allá, en los Estados Unidos no los trataron tan mal como los trataron aquí en Costa Rica, algunos contaron que hubo momentos en que les tiraron la comida en latas de sardina. Marlise continúa: "una de las pocas cosas que él nos contó, porque no le gustaba tampoco hablar de eso, fue un triste recuerdo en la Estación de Tren en Texas donde los encerraron en un lugar muy similar a un corral rodeado de mecates y los poblanos, al pasar, les gritaban improperios y hasta les escupían... y, sí, a algunos les fue mejor pero mi papá, padeció de los pulmones a raíz de eso, verdad, como él decía, en los colchones donde dormían había desde pulgas a niguas y muchos bichos raros, además de que el chiflón entraba por un lado y salía por el otro y en invierno las barracas eran lo mismo, soportando el frío que hubiera por lo que no estuvieron bien atendidos y mucho menos contentos. Mi papá, nos dice don Hans Bansbach, fue uno de los primeros que regresaron... eso fue a finales del año 1945. Con su reincorporación al país sus vidas continuaron y, hoy, que estamos aquí recordando antecedentes nefastos, concluimos en que gracias a su perseverancia, empuje y trabajo nos dieron en su tiempo vida, buenos recursos para continuar nuestras vidas también con perseverancia, empuje y trabajo heredado por nuestros progenitores.
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Costa Rica, frontera sur de Mesoamérica, destino de inmigrantes Un buen día del año 1937 llegó a Puerto Limón don Juan Bansbach, procedente de Alemania. Vino con el propósito de reparar el órgano de la Catedral Metropolitana de San José. Aquí conoció a los hermanos Bruno y Otto Miller que habían llegado antes que él. Ellos eran, también, alemanes. Tiempo después vino a Costa Rica Hilda Miller a visitar a sus hermanos Bruno y Otto y, posteriormente, contrajo nupcias con don Juan Bansbach. De esa unión nacieron cuatro hijos; Willmar. Peter, Clara y Hans. Ochenta y cinco años después, se reunieron Clara, Hans y otros familiares cercanos en casa de don Hans Bansbach y su esposa doña Marlise Steinvorth. Doña Clara Bansbach llegó acompañada de su esposo, Jan von Saalfed. llegaron también Doña Marielena Esquivel, viuda de don Willmar Bansbach y don Carlos Miller hijo de don Bruno Miller, uno de los hermanos de doña Hilda. También estuvieron presentes Werner y Stephan, hijos de don Hans y doña Marlise. Esta reunión se hizo con ánimo de conversar sobre los recuerdos de la familia Bansbach en Costa Rica. Marielena Esquivel nos cuenta que se casó con Willmar Bansbach en el año 1970 y que durante muchos años Willmar trabajó con don Juan y, posteriormente, con Hannes (nombre con que acostumbra la familia llamar a don Hans hijo), cuando éste se hizo cargo de la empresa. Willmar estuvo en la parte de atención al cliente y de lo relacionado con los órganos. Él estudió, en Alemania, la misma profesión que don Juan. Marielena continúa: “Yo quisiera contar un poquito lo que era Bansbach para mí antes de conocerlos. Pues sí, yo sabía de la familia Bansbach, cuando eso era un local muy pequeñito. Pero los años 50/60 cuando uno iba al San José de aquellos tiempos, verdad, la vida se centraba en la Avenida Central. Era el centro comercial para quienes vivíamos en las cercanías de la Ciudad San José. Era común ver personas en la Soda La Garza, en Bazar La Casa, Almacén Koberg, la Librería Lehmann y, sí, ahí estaba también Instrumentos Musicales de Juan Bansbach. Esos son los recuerdos que me vienen a mí de esa época. Desde esa época, recuerdo, Bansbach era un lugar de prestigio, de referencia; si se hablaba de música, era Bansbach. Y bueno, aún a la fecha, lo sigue siendo; Bansbach está relacionado con cultura, música. Es importante destacar que yo ni idea tenía que en algún momento iba a pertenecer a esa familia. Ya después yo conocí a Willmar y empezamos a salir juntos. Y, un día, yo tenía un equipo de sonido que no estaba funcionando bien y me dijo que se lo llevara. Esa fue la primera vez que yo conocí a don Juan. Entré ahí, en San José, toda nerviosa, Willmar me atiende y aparece don Juan en la Caja. ¡ Pero, era tan afable y cariñoso! Llegó con una sonrisa… y entonces fue como que se bajaron los nervios. Fue un encuentro muy lindo. Muy lindo. Y ese fue él toda la vida, ese fue don Juan. Una persona cariñosa. Desde luego que cuando era menester afloraba su temperamento, sobre todo si por alguna situación específica se enojara; pero fue su personalidad lo que hizo que él alcanzara sus metas... sí le recuerdo como una persona muy cariñosa, eh, espontáneo. Todos la pasábamos muy bien con él, siempre afable, sonriente, verdad, una persona muy muy especial. A doña Hilda Miller la conocí después. Un día que me invitaron a la casa y entonces ya empecé a conocer al resto de la familia. Ella fue mi suegra y la recuerdo también como una persona muy especial. En verdad lo que recuerdo es una familia muy unida, donde uno se sentía acogido, verdad, desde un principio siempre me sentí muy acogida. Doña Hilda siempre fue muy cariñosa, una mujer dedicada a su marido, a sus hijos. Yo por mi parte estudié educación. Trabajé algunos años en la Escuela Británica y también dando tutorías para niños con problemas de aprendizaje, desde mi casa". Doña Marielena Esquivel comenta que recuerda con especial cariño las reuniones familiares en casa de sus suegros, que, nos dice animadamente, siempre fueron lindísimas, pues iba toda la familia. " Recuerdo con especial aprecio los domingos de Pascua", nos dice que era algo bonito y que también participaban los Miller, todos los Miller. Y después todos los hijos de don Juan, los nietos. Carlos Miller, los hijos de Carlos y los hijos de don Otto, también. La segunda hija de don Juan y doña Hilda es Clara, ahora maestra pensionada tras dedicar parte de su vida a dar clases de Kindergarten en el Colegio Humboldt. Entre sus recuerdos, conserva la experiencia de haber sido retratada por el pintor Alex Bierig quien, durante algunos años de la Segunda Guerra Mundial, alquilaba una parte de la casa de habitación que tenía la familia Bansbach en San Pedro. Él pagaba un poquito por la estadía de ahí y a su mamá, doña Hilda, apenas le alcanzaba el dinero para sobrevivir en tiempos de guerra, el gran absurdo que trae grandes males a individuos, pueblos y naciones. Alex Bierig, además de pintor, fue un entomólogo alemán radicado en Costa Rica, por ese tiempo era profesor en la Escuela de Bellas Artes de La Universidad de Costa Rica. Cuenta doña Clara que Alex Bierig la retrató junto a su muñeca. Recuerdo que me sentaba en una silla y me tenía que quedar quieta, muy quieta, para que él me pudiera pintar. Probablemente eran minutos lo que me tenía que estar ahí muy quieta, mientras oía a los otros chiquillos jugando. Eso lo tengo muy presente, pero bueno, valió la pena, porque el cuadro con mi retrato es muy bonito.
Jan, esposo de Clara Bansbach, nos cuenta que doña Hilda Miller era una señora muy dedicada a su marido y a su familia. "También me entendí muy bien con ella. Yo vine de 9 años de edad a Costa Rica con mis papás. Vinieron a buscar otras posibilidades para mejor trabajo. En el año 1984 fundé mi propia empresa, Ártica, una empresa dedicada a los sistemas de enfriamiento y refrigeración. Ahora soy un empresario retirado. A la brava aprendí español, pero de joven no cuesta.
Mi padre era piloto e instructor de aviación antes de la guerra y emigró porque mi madre conoció a la esposa de un veterinario de Cartago, el Doctor Fritz Lorenz. También alemán. Cuando mamá dio a luz a mi hermana menor, en Múnich, en el hospital, conoció a esta señora". - Clara acota: Que también estaba dando a luz ¿cierto? - Jan: Sí, que también estaba dando a luz y le dijo "véngase a Costa Rica, ahí hay muchas posibilidades..." así que se aventuraron vendiendo toda sus pertenencias para venir a vivir y trabajar aquí. Muy niño fui a la escuela en Alemania, cursé hasta el tercer grado y si aprendí alemán, fue gracias a mi madre que me obligó a escribir así como los Bansbach que mantuvieron el idioma y costumbres. Con mi suegra doña Hilda aprendí a comer Spetzler. En mi casa no se conocía porque veníamos del sur de Alemania, de Bavaria, y ahí no se conoce". - Marlise: El Spetzler es una especie de macarrones, diría yo. -Jan: de pasta. - Marlise: de una pasta, sí. Se prepara con harina, huevos, agua y luego se pasa por una especie de un colador de huecos grandes para que caiga sobre el agua hirviendo y. al ir cayendo se forma los macarroncillos. - Werner: Deformes. Casi como ñoquis… - Marlise: Sí, pero de una forma diferente porque los ñoquis son de papa. - Marielena: pero da la impresión del ñoqui… - Marlise: exacto... Y son duritos, se enfría y luego se pueden hacer fritos un poco, con un poco de mantequilla, cebolla, y así se sirven como una pasta".
La conversación gira entonces hacia Peter Bansbach, el tercer hijo de la familia. Marlise nos cuenta que Peter no se ha dedicado nunca a la práctica de la música, pues es agricultor. Está casado y tiene tres hijos que también ya están casados. Vive en Heredia, él trabajó más que todo en beneficios de café, en Pérez Zeledón y en Turrialba con don Carlos Nevermann. Primero con los Peters. Peter estuvo un tiempo muy enfermo y luego se curó.
- Werner acota: Y él después trabajó junto con Oncle Willmart, en los proyectos de algunas Iglesias - Clara: sí, en restauración. - Marlise: restauración de órganos. - Stephan: Oncle Willmar después siguió un poco la línea de Opa Juan, en tema de restauración de órganos y Oncle Peter le ayudaba. Werner: Sí, trabajaban juntos esos proyectos. Clara: la Catedral, en Santo Domingo de Heredia, en la Basílica de Cartago. Para dar por concluida la primera parte de la conversación don Hans lleva a su invitados a observar los árboles frutales, algunos ya en tiempo de cosecha, tales como mangos, pitangas, limones ácidos y otras frutas. Observamos que en estos árboles anidan aves que habitan en el trasfondo de la casa. |
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