De la seda
Veintisiete siglos antes de nuestra era, el emperador Jaune Husangdo, ayudado por el dios de la Tierra según creencia religiosa, había puesto en orden el mundo chino y lo gobernaba sabiamente "sin un momento para descansar en paz". Sus dos hermanos vigilaban de cerca a los bárbaros, uno de sus ministros había inventado la escritura, otro un sistema sexasagesimal y un tercero el arte musical. Él mismo, elaboraba el ceremonial. En cuanto a su primera esposa, Leitzu, ella había observado el ciclo completo de desarrollo y de reproducción de la larva del morero y enseñó a su alrededor el arte de la sericultura. Esta es la leyenda del origen de la seda. Los Chinos fueron los primeros en experimentar las numerosas y difíciles técnicas de la crianza del gusano de seda. Emperadores y príncipes, todos tuvieron plantas de mora, pero fueron sus esposas quienes tejieron la seda para hacer suntuosos adornos. El vestuario mismo es el objeto de una codificación muy precisa En una preocupación verosímil de identificación de su entorno, los emperadores Tang impusieron a los mandarines el color de sus vestidos de función: violeta para los tres primeros escalafones o grados, rojo para el cuarto y quinto, verde para el sexto y el sétimo, y azul-verde para el octavo y noveno. La seda es sinónimo de elegancia, de suavidad, de brillo, que llega hasta nosotros gracias a un largo proceso histórico que se inició en los jardines de un mandarín de la antigua China.
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