la estrella más brillante del firmamento Pero... Qué niños tan preguntones ! Claro que el disco era de oro, desde luego que los niños que dejaron en él sus voces ahí grabadas ya no vivían, no existían... y los paisajes de la tierra filmados y grabados en el disco tampoco eran ahora iguales mas, seguían siendo similares. En verdad me eran agradables sus preguntas, me parecía que mis respuestas se sobreentendían, que eran obvias, pero al poco tiempo de haber salido del planeta fui comprendiendo que eran obvias para mi, pero que no podían serlo para ellos. El asunto se me tornó más complicado cuando en la Estación Espacial se nos unió ella, Millennia. Esto porque, a partir de entonces me sentía como "ametrallado" con sus preguntas. Ante tal acoso, tomé la resolución de entretenerlos con mis puntos de vista, decidido a ofrecer y darles aquella información que me parecíó necesitaban y de paso ayudaría a hacer un poco más placentero nuestro viaje. Mi trabajo consistía en alcanzar al Voyageur, debía ponerle a Viajero la última Amiga; aquella que le permitiría alcanzar las mayores velocidades que hasta el momento la ciencia poseía. Como sus preguntas me hacían ir y venir del presente al pasado o bien al futuro inmediato, decidí explicarles todo empezando por el principio; aunque despues me dejó de importar la secuencia pues era más importante atender a sus preguntas que llevarlos por el hilo conductor de un cuento. Millenia inquiría por los alcances del mundo griego en la antigüedad. Deseaba le mostrara la senda que va de la alegoría al mito. Aún en el no haber -recuerdo les decía un poco más allá de haber sobre pasado la órbita del planeta Saturno- sólo el Caos existía según la alegoría de los antiguos griegos. Continúe esta lectura aquí... Del Voyageur, último capítulo del libro Tipilambi de Eric Díazserrano |